Resumen ejecutivo
Europa prefiere la cooperación energética, pero está preparada para competir
Este es el mensaje que la Unión Europea (UE) debería mandar a aquellos rivales dispuestos a emplear sus capacidades energéticas como estrategia de competencia internacional, básicamente Rusia, China y Estados Unidos. Aunque los tres pueden considerarse rivales energéticos de la UE, son rivalidades distintas en su naturaleza, intensidad y sendas de respuesta. Identificar cada tipo de rivalidad y su dimensión energética es el primer paso para superarlas mediante una estrategia que defina cómo se va a competir, con qué combinación de instrumentos y cuáles son los objetivos prioritarios. Europa cuenta con activos energéticos importantes para competir: un gran mercado, empresas globales, capital humano, capacidades renovables y nucleares autóctonas, liderazgo y apoyo ciudadano a la descarbonización, además de instrumentos para combatir la coerción energética.
La rivalidad energética supone competir espacial y posicionalmente con otros modelos energéticos y por el acceso a recursos y mercados
Las rivalidades espaciales implican disputas territoriales con alto riesgo de militarización, mientras que las posicionales se disputan la influencia y el estatus regional y global. Ambas suelen combinarse generando rivalidades mixtas y complejas, donde coexisten cooperación y conflicto. La competencia por recursos y mercados se produce sobre la base de los respectivos modelos energéticos, y es la dimensión más explorada de la rivalidad energética. Deben considerarse también aquellas rivalidades que emplean las capacidades energéticas como instrumento para alcanzar objetivos políticos, las que recurren a amenazas híbridas al sector energético y la competencia por el control de los corredores energéticos. Muchos casos de rivalidad energética comprenden una combinación variable de estos factores cuyo peso respectivo debe evaluarse.
Rusia, China y Estados Unidos disfrutan de una hegemonía energética parcial y diferenciada
Rusia y Estados Unidos apuestan por un dominio energético fósil mientras que China busca controlar las cadenas de valor descarbonizadas. Rusia es un rival estructural, espacial y posicional, que utiliza sus recursos fósiles para amenazar la seguridad europea. China es un rival posicional en descarbonización, con el riesgo de constantes disputas comerciales, pero también oportunidades de cooperación. Estados Unidos es un socio clave para la seguridad energética europea por sus exportaciones de gas natural licuado (GNL), pero su estrategia de dominio energético lo hacen un rival poco fiable y favorece el liderazgo europeo en descarbonización.
Para superar la rivalidad posicional entre modelos energéticos la UE debe apostar decididamente por la descarbonización
La UE y Estados Unidos comparten el apoyo ciudadano a la descarbonización, pero en Estados Unidos queda distorsionado por una fuerte polarización. La UE no puede competir con el modelo de Rusia ni Estados Unidos por su carencia de hidrocarburos. Con Rusia, la rivalidad entre modelos es demasiado intensa y compleja para normalizar los flujos. Respecto a Estados Unidos, sus costes energéticos siempre serán menores a los europeos, por lo que no tiene sentido competir a la baja en regulación ambiental u objetivos de descarbonización. Frente a China, la UE propone una senda descarbonizada diferenciada basada en estándares de sostenibilidad, sociales y de gobernanza elevados. La mejor forma de reducir la vulnerabilidad energética europea es acelerar la transición mediante el despliegue de renovables y las capacidades asociadas necesarias (almacenamiento, redes e interconexiones, entre otras), aunque también hay espacio para la energía nuclear y la captura de carbono.
La competencia por mercados y recursos implica desacoplarse de Rusia, mitigar riesgos con China y una rivalidad cooperativa con Estados Unidos
Culminar el desacoplamiento energético de Rusia en hidrocarburos, combustible nuclear y minerales estratégicos es prioritario para la UE. Si no se consigue la unanimidad entre Estados miembros para nuevas sanciones podrían instrumentarse mecanismos alternativos, como aranceles prohibitivos. La definición europea de China como rival implica la mitigación de riesgos para prevenir su dominio de las cadenas industriales descarbonizadas, adoptando medidas internas para sustituir con producción europea los componentes más críticos y diversificar los suministros mediante nuevas alianzas que permitan la sustitución externa. Mantener un perfil de riesgo equilibrado implica combinar de manera diferenciada por sectores medidas ofensivas y defensivas que permitan gestionar la competencia. Con Estados Unidos emerge una nueva rivalidad cooperativa, pero debería esperarse a que se sedimenten las políticas de la nueva administración Trump antes de apresurarse a ofrecer concesiones previas sobre GNL o cualquier otro aspecto.
La energía es un recurso clave para mantener rivalidades militarizadas y requiere una estrategia europea de control
Las guerras modernas se libran con grandes cantidades de armamento intensivo en energía, tanto en su construcción como en su operación. Asegurar los suministros, reducir el consumo, alimentar los nuevos equipamientos electrónicos, aumentar la autonomía operativa y aligerar y agilizar la cadena de suministro son los principales retos. La UE cuenta con recursos energéticos limitados que sugieren una estrategia de control que equilibre sus capacidades operativas con la sostenibilidad en el tiempo de su uso. Una forma de control es combinar una gestión adecuada de los recursos fósiles importados con fuentes descarbonizadas autóctonas, electrificación y eficiencia. La cooperación público-privada puede ayudar a impulsar mercados energéticos relacionados con la defensa, como los de combustibles descarbonizados y baterías, y beneficiarse de esquemas europeos conjuntos de apoyo.
Imagen: Parque eólico en Villers-le-Bouillet, cerca de Lieja (Bélgica). Foto: Eric Vidal – EC Audiovisual Services / ©European Union, 2022.