Introducción

Los problemas energéticos han adquirido recientemente un papel preponderante en el escenario mundial. Los precios del petróleo y el gas aumentaron considerablemente en 2003 y 2004, y siguieron haciéndolo durante todo 2005 y 2006. La emergencia de Asia en la economía y el escenario energético mundiales está relacionada con esta tendencia. El rápido aumento que está experimentando la demanda asiática de gas y petróleo ha sido el responsable de gran parte de la presión alcista experimentada por los precios internacionales en los últimos años. Además, la presencia de las empresas energéticas asiáticas también se ha disparado en el mercado energético internacional, creando la impresión generalizada de una competencia mucho más feroz entre las empresas gasísticas y petroleras públicas y privadas del mundo e invocando el fantasma de la competencia geopolítica por los recursos energéticos, tanto dentro de Asia como en el resto del mundo.

El notable crecimiento de las economías asiáticas y la contribución de ese crecimiento a una mayor demanda de energía, por un lado, y la relativa escasez de gas y petróleo en Asia, por el otro, son los dos factores que han motivado la recién estrenada relevancia de Asia en el escenario energético internacional. Con cada año que pasa, Asia depende más y más de las importaciones de energía. Aunque en los últimos años se han adoptado algunas medidas para empezar a diversificar los suministros, a medida que Rusia y los exportadores de energía de Asia central empiezan a volver la vista hacia Oriente, aun cuando se progrese rápidamente en este sentido, en los próximos años las naciones asiáticas consumidoras seguirán dependiendo cada vez más de mayores importaciones procedentes de Oriente Medio (tanto en términos absolutos como relativos). Esto es igual de cierto para los países del relativamente desarrollado noreste asiático (Corea del Sur, Japón y Taiwán), cuyo crecimiento de la demanda energética se está ralentizando ya, que para los países asiáticos en desarrollo (incluyendo China, el sudeste asiático y la India), donde el crecimiento de la demanda energética tiene visos de seguir aumentando en los próximos años.

El aumento de los precios del petróleo y la mayor dependencia de los suministros de Oriente Medio suscitan una serie de problemas importantes para los países asiáticos. En primer lugar, estos hechos implican una mayor exposición económica a la volatilidad de los precios mundiales de la energía, que muy probablemente sigan aumentando a medio plazo, especialmente a medida que va aumentando la demanda asiática. En segundo lugar, seguirá aumentando la probabilidad de que los países asiáticos tengan que hacer frente a una competencia por los recursos cada vez mayor con Europa y Norteamérica, fundamentalmente por los de Oriente Medio pero también por los de la antigua Unión Soviética, África y Latinoamérica. Y por último, ese aumento de la competencia también plantea problemas importantes dentro de Asia. La discrepancia cada vez mayor entre la oferta y la demanda de gas y petróleo, junto con la posibilidad de explotar ciertos recursos energéticos dentro de Asia, plantearán a los miembros de la comunidad asiática ampliada (es decir, ASEAN + 3 junto con el sudeste asiático) el gran dilema de tener que optar entre la búsqueda nacionalista de una seguridad energética y el intento de establecer una cooperación e integración asiáticas más estrechas.

La demanda energética asiática

Asia ha experimentado un fuerte crecimiento económico en los últimos años y –a menos que se produzca otro aumento repentino, muy significativo y prolongado de los precios de la energía– lo más probable es que ese fuerte crecimiento se mantenga en el futuro. China sigue registrando un crecimiento superior al 9% anual. El sur de Asia está creciendo una media de aproximadamente un 7% anual. El sudeste asiático está experimentando un crecimiento anual del 5% al 6%, y Corea del Sur y Taiwán presentan tasas de crecimiento de entre el 3% y el 4%. Incluso Japón está experimentando una recuperación: en 2004 y 2005 su crecimiento rondó el 3%.

Ese fuerte crecimiento se ha traducido en aumentos significativos de la demanda de energía, especialmente de los dos principales hidrocarburos, el gas y el petróleo. Entre 1990 y 2003, la demanda anual de petróleo a nivel mundial creció una media del 1,3%, mientras que la de China y la India junta aumentó en un 7% anual. Juntos, estos dos nuevos gigantes emergentes han provocado cerca del 40% del crecimiento de la demanda mundial de petróleo desde 1990. El conjunto de Asia fue responsable de aproximadamente el 75% de dicho aumento de la demanda mundial. Desde 2000, la demanda mundial de petróleo ha crecido en 7 millones de barriles diarios (mbd), de los cuales 2mbd (es decir, cerca del 30%) fueron a parar a China. Sólo en 2004, la demanda de petróleo aumentó en un 16% en China y en más de un 5% en toda la región de Asia-Pacífico (una cifra muy superior al aumento mundial del 3,8%); el aumento experimentado por China se vio seguido muy de cerca por el de algunos otros países como Singapur (12,4%) y Tailandia (9,2%). Aunque el crecimiento de la demanda de petróleo se ralentizó considerablemente en 2005 tanto en Asia como en el resto del mundo, al haber disminuido considerablemente la demanda de China hasta mostrar un crecimiento anual de sólo un 2,9% (debido a un considerable aumento de la capacidad de generación de electricidad que mitigó la demanda del gasóleo para generadores), está previsto que el crecimiento de la demanda vuelva a aumentar en 2006 en toda Asia y que ésta siga siendo elevada en el futuro. Por ejemplo, está previsto que la demanda china de petróleo vuelva a aumentar este año en más de un 5%. En cualquier caso, en 2005 el consumo asiático de petróleo superó por primera vez al de Norteamérica. Y la mitad del crecimiento total del consumo de petróleo previsto para los próximos 15 años estará motivado por Asia.

Por su parte, el consumo de gas natural en la región de Asia-Pacífico (que incluye países como Japón, Australia y Nueva Zelanda) se ha incrementado considerablemente, aumentando más del doble entre 1990 y 2004 (la demanda mundial aumentó en escasamente algo más de un tercio). El consumo de gas en China y la India prácticamente se triplicó durante ese mismo período. En China, es probable que en 2010 el gas llegue a representar un 10% del mix de energía primaria, y se calcula que para 2020 el consumo de gas aumentará desde los 30.000 millones de metros cúbicos actuales hasta 200.000 millones de metros cúbicos, de los cuales 120.000 millones se importarán.

Una serie de factores apuntan a que la demanda energética de Asia seguirá experimentando un fuerte crecimiento. En primer lugar, los países asiáticos presentan una elasticidad-renta de la demanda de petróleo relativamente alta. La elasticidad de las dos grandes economías emergentes de China y la India es aproximadamente un 50% superior a la del resto del mundo. La mayoría de los países asiáticos (con notables excepciones como Japón y Hong Kong, dos de las economías asiáticas más avanzadas) hacen un uso ineficiente de la energía en comparación con la media del G-7. Por cada unidad de PIB producida, los países en desarrollo de Asia emplean 3,2 veces más energía que la media de los países del G-7 (a diferencia de Japón, que sólo emplea el 70% de ésta). El este de Asia (excluyendo a Japón) muestra una intensidad energética de 3,2, frente al 1,0 del G-7, el 2,7 del sudeste asiático y el 3,0 del sur de Asia.

Tabla 1. Demanda mundial de energía para países asiáticos seleccionados, de 2005 a 2025

(%)Japón y Corea del SurChinaLa IndiaTotal
Porcentaje de la demanda mundial de energía714425
Porcentaje de carbón en el mix de combustible247055 
Porcentaje de la demanda mundial de petróleo118322
Demanda energética per cápita (en kilogramos de equivalente de petróleo, o kgoe)4.100900500 
Crecimiento de la demanda de energía de aquí a 203012,62,5 
Porcentaje de la demanda mundial de petróleo en 2030711523
Porcentaje de la demanda mundial de energía en 2030820836

Fuente: Philip Andrews-Speed, Centro de Política y Legislación sobre Energía, Petróleo y Minerales de la Universidad de Dundee. Información basada en diversas fuentes y presentada al Real Instituto de Servicios Unidos (RUSI) de Londres en diciembre de 2005.

Así, mientras la economía asiática siga creciendo a un ritmo acelerado, la demanda de energía seguirá experimentando un fuerte crecimiento. A esta intensidad energética se le suma el hecho de que, mientras los países del G-7 consumen hoy en día 18,6 barriles de petróleo per cápita (Japón consume 16 y Estados Unidos más de 25), los países asiáticos en desarrollo consumen tan sólo 1,7 barriles per cápita, y China aún menos (1,6). Esto quiere decir que la demanda asiática de energía todavía puede crecer mucho en el futuro, lo cual ejercería presión sobre la oferta de gas y petróleo a medio plazo, a menos que se introduzca pronto en el mercado algún combustible que pueda sustituirlos. Sin embargo, dado que los países asiáticos en desarrollo ya dependen del petróleo para una menor proporción de su mix de energía (35%) que el G-7 (40%) y que China emplea petróleo para cubrir tan sólo el 25% de sus necesidades energéticas fundamentales (el carbón ocupa actualmente el lugar principal, con un 70%), el margen para poder emplear hipotéticos sustitutos del petróleo resulta menor.

Además, los vehículos suponen de por sí la mayor fuente de demanda de petróleo de Asia y está previsto que el parque de vehículos aumente de forma espectacular. A pesar de cierta moderación de la demanda como consecuencia de una estabilización a corto plazo del crecimiento del parque chino de vehículos, está previsto que China se convierta en el segundo mercado automovilístico más importante del mundo de aquí a 2015. Con toda probabilidad, el continuo crecimiento económico en toda la región de Asia-Pacífico apuntalará esta tendencia y, con ello, el aumento de la demanda de petróleo.

Dependencia de las importaciones

Con este aumento de la demanda energética en Asia como telón de fondo, nos encontramos con otro hecho fundamental que define el escenario energético de ese continente: unas reservas de gas y petróleo insignificantes. Aunque la región de Asia-Pacífico (excluyendo Asia central) produce actualmente cerca del 10% del petróleo de todo el mundo, consume casi el 30% del total mundial. Pero lo que resulta más importante todavía es que, sin embargo, a finales de 2005, la región poseía tan sólo el 3,4% de las reservas probadas de petróleo del mundo (menos que cualquier otra región salvo Europa, que cuenta con el 2%). La situación del gas, aunque no tan cruda, es bastante similar. Actualmente, la región de Asia-Pacífico produce el 13% del gas mundial pero consume una cantidad ligeramente superior (el 14,8%). Y sin embargo, las reservas gasísticas de la región representan tan sólo el 8,3% del total mundial, siendo aproximadamente equivalentes a las de África y aproximadamente el doble de las de Latinoamérica, Norteamérica y Europa (cada una con alrededor de un 4%), pero muy inferiores a las de la antigua Unión Soviética (un 31%) y Oriente Medio (un 41%). Puesto que en el futuro la demanda irá en ascenso, en vista del aumento del porcentaje que esta región representará en el total de la demanda mundial de gas y petróleo en los próximos 20 años y sus escasas reservas, es casi seguro que su dependencia de las importaciones de gas y petróleo seguirá aumentando.

China sólo importa actualmente el 36% del petróleo que necesita, pero el conjunto del este de Asia (aun excluyendo a Japón, que importa prácticamente todo su petróleo) depende de las importaciones para cubrir el 60% de su demanda de petróleo, y el sur de Asia depende de ellas para cubrir prácticamente el 70% (frente al 59% del G-7 y el 56% de EEUU). Sólo el sudeste asiático (con un 28%) se encuentra en mejor posición en ese sentido, como resultado de la producción de petróleo de Vietnam, Malasia e Indonesia. Por otro lado, Asia central es exportador neto, como lo es también la región en desarrollo del Pacífico, debido fundamentalmente a las exportaciones de Papúa Nueva Guinea (si bien el resto de las naciones isleñas en desarrollo en el Pacífico dependen íntegramente de las importaciones de petróleo). Actualmente, los países en desarrollo de la región de Asia-Pacífico importan conjuntamente cerca del 45% del petróleo que usan, desde tan sólo un 10% a mediados de la década de 1980.

Dicho esto, cuatro de los diez principales países consumidores de petróleo del mundo son ya asiáticos (China, Japón, la India y Corea del Sur), como también lo son cinco de los diez principales países importadores de petróleo (Japón, China, Corea del Sur, la India y Taiwán) Además, todas las previsiones apuntan a un aumento de la dependencia asiática de las importaciones, incluso en aquellas áreas que de momento muestran unos ratios de dependencia relativamente bajos (como China, o incluso Indonesia, que en su día fue un fuerte exportador y que pasó a ser importador neto por primera vez en 2004). Es probable que en 2025 China importe más del 70% de su consumo de petróleo, que para entonces será muy superior al de ahora, que la India importe cerca del 90% y que Corea del Sur y Japón importen el 100% (véase la Tabla 2). Esa probable tendencia futura, impulsada por un fuerte crecimiento económico, una elevada intensidad energética y un consumo energético per cápita actualmente escaso, implica que con toda seguridad Asia seguirá ejerciendo una fuerte presión sobre los mercados energéticos mundiales y requiriendo una proporción cada vez mayor de los recursos de hidrocarburos del mundo. De hecho, muchos pronósticos prevén importaciones asiáticas de petróleo superiores a los 30mbd en 2030 (desde menos de 20mbd en 2005). Si a esto se suman las importaciones de petróleo previstas para Europa y EEUU, sería necesario que la OPEP duplicara prácticamente su producción actual de 30mbd para cubrir la demanda.

Tabla 2. Importaciones de petróleo en Asia de 2005 a 2025

País/RegiónImportaciones en 2025(mbd)Aumento de 2005 2025
(mbd)
% de la demanda cubierto por las importaciones en 2025
Asia (total)29+11,979
    
Corea del Sur2,5+0,6100
La India4,5+2,787
Japón4,0-1,7100
China10,2+6,171
    
Europa12,5+2,480
Estados Unidos17,0+4,072

Fuente: Herman Franssen, Presidente de International Energy Associates Inc. Información basada en datos procedentes de diversas fuentes y presentada al Real Instituto de Servicios Unidos (RUSI) de Londres en diciembre de 2005.

Vulnerabilidad económica

Es evidente que el crecimiento económico de Asia, y con ello su demanda de energía, sobre todo de petróleo, podría verse debilitado en un momento dado por un aumento significativo y continuado de los precios en los mercados mundiales. De hecho, la elevada intensidad energética de Asia, su escaso consumo per cápita y su dependencia cada vez mayor de las importaciones hacen a la región especialmente vulnerable económicamente a repentinos aumentos en el precio mundial del petróleo. El año pasado, un estudio del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) calculó los posibles efectos sobre el coste total de las importaciones y el crecimiento económico de un aumento del 75% en los precios del petróleo (más o menos el aumento registrado desde comienzos de 2005 hasta finales de agosto de ese mismo año) que se mantuviese durante un año. Aunque los efectos calculados sugerían una reducción del crecimiento de 0,5 puntos porcentuales para EEUU, la zona euro, Japón y Corea del Sur, el impacto calculado para el resto del este y el sudeste de Asia fue más de dos veces superior (descensos de 1,0 puntos porcentuales en China, 1,1 puntos porcentuales en la India, 1,3 puntos porcentuales en Singapur, 1,4 puntos porcentuales en Filipinas y 1,8 puntos porcentuales en Tailandia). Sólo Taiwán saldría prácticamente ileso (con una reducción de 0,2 puntos porcentuales). Tras tener en cuenta una serie de estudios similares realizados por el FMI y un amplio espectro de incertidumbres con respecto a las respuestas del sector público y privado, el BAD llegó a la conclusión de que un precio de 70 dólares por barril de petróleo hasta finales de 2006 reduciría el crecimiento de una serie de países asiáticos en más de 1 punto porcentual, sobre todo en el sudeste y el este de Asia.

Aun así, el BAD también señaló que Asia se encuentra hoy por hoy mejor preparada para hacer frente a aumentos significativos del precio del petróleo que durante anteriores crisis del petróleo, debido sobre todo a una posición generalmente fuerte de cara al resto del mundo, amplias reservas de divisas, una política fiscal y monetaria más creíble y disciplinada, una economía más flexible y una intensidad del petróleo en descenso (aunque todavía alta). De hecho, en los últimos tres años el efecto en la inflación asiática de aumentos significativos en el precio del petróleo ha sido prácticamente nulo.

Por otro lado, las subvenciones estatales generalizadas a los productos combustibles, que mantienen bajos los precios finales, tienen mucho que ver con este escenario inflacionario tan benigno. Aunque los programas de subvenciones al combustible varían mucho de una parte de la región a otra, las subvenciones directas e indirectas a productos energéticos finales representan actualmente entre un 1% y un 3% del PIB de muchos países asiáticos, aun a pesar de ciertas medidas recientes encaminadas a reducir o eliminar determinadas subvenciones, como fue el caso de Tailandia, Malasia e Indonesia en 2005. Además, los impuestos que gravan los productos combustibles en Asia siguen siendo muy bajos. Además de invitar al consumo y el derroche, esta combinación de elevadas subvenciones estatales y bajos impuestos energéticos debilita los mecanismos de mercado que podrían reducir el crecimiento de la demanda de energía, fomentar la búsqueda de alternativas limpias y ecológicas (y una mayor diversificación del mix de energía primaria en general) y canalizar los recursos de forma eficaz, y tampoco propicia un clima de inversiones en el sector energético. Aunque semejante política puede proteger temporalmente a los consumidores del efecto adverso de unos precios mundiales considerablemente superiores, mitigando así sus efectos negativos en el crecimiento y la inflación, si los precios se mantienen altos y siguen aumentando, esa política ejercerá una enorme presión en las finanzas externas y la situación presupuestaria de la mayor parte de los países asiáticos que la apliquen y, finalmente, éstos se verán obligados a realizar ajustes en su demanda interna.

Intereses estratégicos y competencia geopolítica en el ámbito energético

A pesar de la posibilidad de realizar mayores exploraciones y explotaciones de gas y petróleo en Asia, sobre todo en el Mar de China Oriental y Meridional, muchos productores asiáticos de petróleo han entrado en un período de declive en su producción. Éste es ciertamente el caso de Indonesia, que tradicionalmente ha sido el mayor exportador de petróleo de la región pero que actualmente lo importa. La producción de Indonesia ha ido descendiendo a un ritmo constante, desde el pico de 1,7mbd alcanzado en 1991 hasta los 1,1mbd de 2004, mientras que su consumo se ha duplicado prácticamente, desde 670.000 barriles diarios (bd) hasta 1,15 millones de barriles diarios (mbd).

China, el mayor productor, sigue aumentando su producción, pero el constante aumento de la demanda exige cada vez mayores importaciones. Como nota positiva, Sinopec (una de las tres empresas de hidrocarburos nacionales de China) descubrió a principios de 2005 un gran yacimiento de gas y petróleo, que se calcula contiene 8.000 millones de barriles de petróleo y 56.000 millones de metros cúbicos de gas, en la remota provincia de Xinjiang, al noroeste de China. Esto supondría un aumento de las reservas chinas de crudo de más del 33% (desde 17.000 millones hasta 25.000 millones de barriles). Algunos expertos consideran incluso que las reservas del nuevo yacimiento podrían llegar a los 19.000 millones de barriles, lo que duplicaría las reservas chinas. Con el consumo nacional actual (que con toda probabilidad aumentará inexorablemente), el nuevo hallazgo podría alargar la vida actual de las reservas chinas entre 4 y 15 años. Aun así, para extraer el petróleo sería necesaria una inversión muy elevada, y entretanto el incremento de la demanda seguirá haciendo aumentar las importaciones.

Aunque todavía existe alguna posibilidad de que se descubran más hidrocarburos en Asia, ésta es relativamente pequeña y probablemente sólo serviría para abastecer parcialmente el consumo nacional de los países donde se produzcan ese petróleo y ese gas, lo cual tendría escasa repercusión en la amplia y creciente dependencia de los consumidores asiáticos de las importaciones procedentes de las principales regiones productoras de energía del mundo. Como ya se ha mencionado anteriormente, el este y el sur de Asia cada vez dependerán más de, en primer lugar, lo que se conoce como el “Gran Creciente” (el largo arco que comienza en la Península Arábiga, continúa por el Golfo Pérsico, pasa por el Cáucaso y la región del Mar Caspio, prosigue por los Urales y posteriormente se extiende por Siberia oriental y occidental hasta la costa del Pacífico y la Isla Sakhalin en Rusia), donde se localizan más del 70% de las reservas reconocidas de gas y petróleo del mundo, y, en segundo lugar, de lo que se conoce como “Pequeño Creciente” (que comienza en Alaska, desciende por la costa del Pacífico y las Montañas Rocosas, serpentea a lo largo del Golfo de México y la región andina de Sudamérica, cruza Brasil y atraviesa el Atlántico hasta el Golfo de Guinea), donde se localizan aproximadamente el 20% del resto de las reservas reconocidas.

En este contexto, la posibilidad de rivalidades geopolíticas por los recursos energéticos –tanto dentro de Asia como entre Asia y Occidente– resulta real, y las maniobras estratégicas ya han comenzado. Esto puede observarse en al menos tres hechos. En primer lugar, los intensos enfrentamientos políticos por el itinerario de los gasoductos y oleoductos procedentes de Oriente Medio, Asia central y Rusia entre asiáticos, por un lado, y europeos y norteamericanos por el otro. En segundo lugar, el reciente aumento de las inversiones de empresas públicas gasísticas y petroleras de Asia en regiones productoras de todo el mundo, a menudo en cooperación con las empresas estatales de esos mismos países productores, creando competencia no sólo entre las empresas asiáticas sino también entre las empresas estatales en general (las denominadas empresas petroleras nacionales, NOC por sus siglas en inglés) y las empresas energéticas eminentemente privadas de los países consumidores de Occidente (las denominadas empresas petroleras internacionales, IOC por sus siglas en inglés). Y en tercer y último lugar, la competencia geopolítica también queda patente en la gran cantidad de acuerdos estratégicos firmados al más alto nivel entre las principales naciones consumidoras de Asia y los Estados productores del Gran y el Pequeño Creciente.

En concreto, la competencia estratégica en Asia se está centrando actualmente en torno a los recursos petrolíferos y gasísticos rusos e iraníes situados en el Gran Creciente y en torno al prometedor petróleo no convencional del Pequeño Creciente, incluyendo las arenas y esquitos bituminosos de Canadá y el petróleo superpesado de Venezuela. Como consecuencia de esa competencia han surgido una serie de triángulos geopolíticos en los que se trata de dar cuenta de las rivalidades estratégicas, entre ellas la rivalidad sino-japonesa por asegurarse el acceso a los recursos energéticos de Rusia, la rivalidad Oriente-Occidente por influir sobre los principales productores de energía de Oriente Medio y Asia central, la rivalidad entre las NOC asiáticas y las IOC occidentales por el acceso a las reservas de gas y petróleo de Asia central, África y Latinoamérica y la rivalidad Oriente-Occidente por influir sobre regímenes tanto del Gran como del Pequeño Creciente con políticas energéticas cada vez más estatistas y nacionalistas. El desafío para China, la comunidad asiática ampliada y el mundo en general será transformar esas posibles rivalidades geopolíticas en vías sostenibles de cooperación en el contexto de una economía globalizada abierta, fluida e integrada.

La seguridad energética china, el eje de la geopolítica energética en Asia

Como economía individual más dinámica del mundo (y posiblemente la de mayor tamaño), China es quien está ejerciendo actualmente la presión creciente más significativa en el sistema energético mundial. Por ello, la seguridad energética de China (o al menos la percepción que el mundo tiene de la misma) se ha convertido en una de las cuestiones geopolíticas más importantes y potencialmente peligrosas.

La evolución de la seguridad energética china

En 1959, en vísperas de la ruptura sino-soviética, la producción anual de petróleo de China era de tan sólo 75.000bd. Aquel año se descubrió el enorme yacimiento de petróleo de Daqing, en el noreste del país, que en 1963 produjo ya 86.350bd, aproximadamente dos tercios de la producción nacional total de China (130.000bd), lo cual le permitió poner fin a un siglo de dependencia de las importaciones de petróleo.

A partir de entonces, el petróleo (junto con el carbón) pasó a ser uno de los principales productos básicos de exportación de China, que demostró ser crucial para asegurar una moneda fuerte para la importación de bienes de capital y tecnología. Durante la crisis del petróleo que se produjo entre 1973 y 1974, China exportó suministros críticos de crudo a Tailandia, Filipinas y otros países asiáticos, incluido Japón, contribuyendo así a sentar las bases de un entorno favorable de modernización, desarrollo e integración económica regional e internacional en esa región.

Las exportaciones chinas de crudo alcanzaron su máximo en 1985, cuando superaron los 600.000bd, ya que un menor crecimiento de la producción nacional de petróleo y una demanda interna cada vez mayor condujeron posteriormente a un descenso de las exportaciones netas. A partir de 1988, las importaciones chinas de productos derivados del petróleo y el crudo comenzaron a aumentar considerablemente bajo el peso de las presiones de la demanda interna. Al mantenerse el boom económico de China, este país se convirtió de nuevo en un importador neto tanto de productos del petróleo como de crudo en 1996.

En 2000 volvieron a surgir las preocupaciones en torno a la seguridad energética de China, tanto dentro como fuera del país, cuando las importaciones de petróleo se duplicaron, pasando de 735.000bd a más de 1,4mbd. Durante toda la década de 1990, la producción nacional de petróleo siguió aumentando (en prácticamente un 18% durante esos diez años), aunque posteriormente la tasa de crecimiento se ralentizó considerablemente (durante los cinco primeros años de este decenio el aumento registrado apenas alcanzó el 7%). Aun así, el consumo de petróleo aumentó más del triple en esos 15 años. En 2005, las importaciones de petróleo habían aumentado hasta los 4,1mbd y en la actualidad China se aproxima rápidamente al nivel de importaciones de Japón (5,7mbd en 2005), el segundo mayor importador de petróleo del mundo, por detrás de EEUU.

Este escenario ha sorprendido a todos, incluidos los propios chinos. Hace muy poco que la política energética se ha convertido en una prioridad de China, y además sus mecanismos de política energética siguen estando poco desarrollados y no se han puesto a prueba. Aunque recientemente las empresas estatales chinas de hidrocarburos también se aventuraron a salir al exterior con mayor fuerza cada vez, es poco probable que esa tendencia pueda resolver de por sí el problema de la seguridad energética. En el mejor de los casos posibles, para poder mejorar su sensación de seguridad energética China debería mejorar sus relaciones económicas y políticas generales con el resto del mundo.

La puesta al día de la política energética china

Aunque Li Peng inauguró la ambiciosa política energética china ya en 1997, no fue hasta 2003, año en que China tomó la delantera a Japón como segundo mayor consumidor mundial de petróleo y los precios iniciaron su largo ascenso, cuando una elite política china más amplia empezó a percibir cierta sensación de urgencia en relación con la seguridad energética. Desde mayo de 2003, un grupo de trabajo de 150 expertos dirigidos por el primer ministro Wen Jiabao ha venido diseñando una nueva estrategia energética nacional. Beijing espera que esta nueva centralización de la política energética proporcione una respuesta coherente a lo que Li Peng consideró una necesidad urgente de mejorar la seguridad energética de China.

Una de las reformas, anunciada en una época tan reciente como mayo de 2005, ha sido la creación de una nueva y poderosa agencia central para mejorar la seguridad energética de China. La nueva Oficia Estatal de Energía reemplaza al Instituto de Energía de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma (NDRC, en sus siglas inglesas), de menor tamaño. Dirigido por el antiguo director de la NDRC, Ma Kai (con el antiguo director general de PetroChina, Ma Fucai, como vicedirector), la nueva Oficina pretende dotar a la política energética china de claridad, autoridad y visión estratégica, algo de lo que claramente había venido careciendo en los últimos veinte años, durante los cuales China se convirtió en un significativo importador neto de petróleo.

Otra reforma de la infraestructura energética china derivada de la nueva estrategia ha sido la creación de una reserva estratégica de petróleo a nivel nacional. El Gobierno pretende construir cuatro reservas estratégicas nacionales de petróleo (en Ningbo y Zhoushan, en la provincia de Zhejiang; en Qingdao, en Shandong; y en Dalian, en Liaoning). Está previsto que su construcción finalice en 2008, lo cual situaría el total de petróleo chino acumulado (incluyendo los tanques “comerciales” de almacenamiento) en 30 días de consumo autosuficiente (frente a menos de siete días al poco tiempo de crearse la reserva estratégica).

Sensación de aislamiento

Para bien o para mal, gran parte de lo que está impulsando recientemente a China a conseguir una seguridad energética es el persistente temor de verse aislado económica y políticamente de futuras fuentes vitales de energía. Aunque el comercio energético de China nunca se ha visto sometido a un bloqueo por causas políticas, sigue existiendo el riesgo de un conflicto militar en el Estrecho de Taiwán. Aun así, la propia China puede hacer mucho por evitar el peor de los escenarios posibles (un amplio bloqueo marítimo provocado por un ataque de China a Taiwán). Aunque los costes de un bloqueo semejante serían cada vez mayores para los vecinos asiáticos de China, puesto que China cada vez está más integrada en la economía regional y mundial, la propia interdependencia económica de China con la región y el resto del mundo supone hoy por hoy el elemento disuasorio más poderoso contra dicho ataque.

China se enfrenta a un escenario similar con respecto a Oriente Medio, la fuente del 60% de sus importaciones actuales de petróleo. Aunque China ha diversificado en cierto grado su dependencia de Oriente Medio, se ha visto obligada aun así a seguir una política exterior moderada con respecto a esa región, manteniéndose neutral con respecto al conflicto palestino-israelí, entablando relaciones con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) con vistas a un acuerdo de libre comercio y ampliando sus vínculos económicos bilaterales con países concretos de la región.

Irán constituye un buen ejemplo de ello. China tiene mucho más que perder de una confrontación entre Occidente e Irán que sus meros intereses económicos y energéticos indirectos. Cabe la posibilidad de que una intervención militar en Irán por parte de potencias occidentales (o sencillamente, la aplicación de sanciones) provoque un intento iraní de cerrar los Estrechos de Hormuz, a través de los cuales pasa más del 25% de todo el petróleo del mundo, algo que resultaría tremendamente perjudicial para todas las economías, incluida la de China pero ciertamente no sólo para ella. En cualquier caso, la interdependencia económica cada vez mayor constituye por sí sola la mejor póliza de seguros contra cualquier embargo por parte de los productores de Oriente Medio (dirigido específicamente contra China o no) o contra un posible cierre de los Estrechos.

Dicho esto, en todos estos escenarios China es uno de los actores principales, por no decir el actor principal. La cada vez mayor dependencia china de los mercados mundiales actúa como poderoso elemento disuasorio contra la única acción china (un ataque contra Taiwán) que podría provocar interrupciones en el suministro de importaciones a este país. Inevitablemente, China tendrá que considerar cada vez más la seguridad energética en términos de vulnerabilidades económicas y soluciones de mercado globales.

La expansión en el exterior de las empresas energéticas chinas

Aun así, el rápido aumento de la dependencia china de las importaciones de energía ha llevado a este país a emprender una agresiva política energética en el exterior que hace surgir el fantasma de la competencia geopolítica por los suministros de energía. De hecho, China ha adoptado una postura diplomática de defensa de la estrategia de sus tres principales empresas estatales de hidrocarburos (CNPC, Sinopec y CNOOC) de penetrar en mercados productores de todo el mundo.

Las NOC chinas empezaron a aventurarse al exterior ya en 1993, adquiriendo derechos de concesión en sectores productores en el extranjero. La tendencia comenzó con la compra por parte de CNPC del bloque de Talara en Perú por 25 millones de dólares, y se ha mantenido e intensificado recientemente con la adquisición de presencia de distintos tipos, por parte de diversas NOC, en la región andina, el Caribe (incluyendo Cuba) y Brasil, el Golfo de Guinea (especialmente Nigeria y Angola) y Sudán, Oriente Medio, el sudeste asiático (incluyendo el Mar de China Meridional) e incluso Rusia y Canadá (véase la Tabla 3). Aunque resulta poco probable que esas inversiones vayan a poder compensar la dependencia china de las importaciones a largo plazo, cualquier nueva producción neta aportada por las NOC chinas que operen en el exterior posiblemente entre en el mercado internacional y sea intercambiada por otro petróleo que pueda entrar en el mercado chino con mayor facilidad.

Tabla 3. Recientes adquisiciones en el sector de la producción de NOC chinas e indias en el extranjero

EmpresaObjetivoValor (millones de US$)PaísFechaComentario
SinopecParticipaciones en tres bloques offshoreAngola2006Sinopec ha adquirido participaciones en tres bloques offshore junto con la NOC angoleña Sonangol
CNPCCuatro licencias de exploración petrolífera4.000Nigeria2006China ha ofrecido USD 4.000 millones en inversiones para asegurar a CNPC derechos de preferencia sobre cuatro licencias de exploración petrolífera
ONGCBC-101.400Brasil2006ONGC ha anunciado su intención de adquirir la participación del 30% que ExxonMobil tiene en un bloque offshore en la cuenca de Campos en Brasil
CNPC/ONGCAl-Furat Petroleum586Siria2006La empresa conjunta adquirió la participación del 17% que Petro-Canada tenía en AFPC
CNOOCBloque 1302.270Nigeria2006Adquirió una participación del 45% en este bloque en aguas profundas
CNPCPetroKazakhstan4.200Kazajistán2005Empresa de exploración y producción que cotiza en la Bolsa de Canadá y tiene explotaciones en Kazajistán
ONGCBloque 12870Vietnam2005ONGC obtuvo una participación del 100% en un nuevo bloque offshore de exploración (su quinta concesión en el país)
CNPC/SinopecEnCana1.420Ecuador2006CNPC posee el 55% de Andes y Sinopec, el 45%
ONGCDiversos bloquesCuba2005ONGC compró a Repsol-YPF (la empresa explotadora) una participación del 30% en siete bloques de gas y petróleo
SinopecSynenco Energy83Canadá2005Una participación del 40% en el proyecto Northern Lights con arenas bituminosas planificado por Synenco
CNOOCMEG Energy124Canadá2005CNOOC adquirió el 17% de esta empresa especializada en arenas bituminosas
PetroChinaEnbridgeCanadá2005Enbridge firmó un memorando de entendimiento con PetroChina para suministrar 200.000bd procedentes del proyecto Gateway Pipeline (una ruta de exportación para arenas bituminosas).
SinopecFirst International Oil150Kazajistán2004
CNPCSheer EnergyIrán2004
CNPCPluspetrol Norte200Perú2004CNPC compró el 45% de Pluspetrol Norte

Nota: ONGC es la principal NOC de la India.

Fuente: Booz Allen Hamilton, publicado por John McCreery y Adrian Del Maestro, “UNOCAL: A Bump in the Road”, Petroleum Economist, abril de 2006, y otras fuentes.

La búsqueda china de suministros de hidrocarburos en el exterior también ha llevado a una búsqueda directa de relaciones diplomáticas más estrechas con una serie de países productores de gas y petróleo considerados parias por EEUU (y a menudo también por Europa), como Irán, Sudán, Uzbekistán y Venezuela, por no hablar de los acuerdos estratégicos en materia de energía firmados por China con Rusia, Arabia Saudí y la India. Esta nueva tendencia diplomática hace que Occidente se pregunte cuáles son las intenciones estratégicas de la política china: ¿Debería esto interpretarse como un intento de competencia geopolítica o sencillamente como el resultado de una política energética no coordinada por parte de China que a menudo parece entrar en competencia con los intereses o las preferencias estadounidenses o europeas?

Todavía no está claro si el Gobierno chino está dirigiendo sus empresas estatales o si las propias empresas energéticas tratan sencillamente de asegurarse un respaldo diplomático del Gobierno chino. China ha carecido durante mucho tiempo de una agencia central de gobierno que supervisara y regulara su sector energético, y hasta hace poco no ha empezado a tratar de solventar esta carencia. Además, las empresas energéticas chinas tienen poca experiencia en la gestión de los riesgos políticos y económicos derivados de entrar en mercados exteriores. En muchos casos, especialmente en África y América Latina, las empresas chinas han sido capaces de conseguir concesiones de exploración y explotación, o de comprar participaciones en explotaciones ya existentes de gas y petróleo, sencillamente porque están dispuestas a asumir un nivel de riesgo económico e incertidumbre política muy superior al de sus homólogos occidentales del sector privado.

En cualquier caso, dos cosas están claras. Por un lado, hasta el momento, las empresas energéticas chinas no han tenido más que un efecto mínimo en la producción mundial de energía y el acceso directo a las importaciones, actuando, en la mayor parte de los casos, en sustitución de empresas occidentales más sensibles al recelo de sus inversores a operar en zonas altamente inestables o peligrosas del mundo. Por otro lado, en la medida en que las empresas energéticas chinas sean capaces con los años de hacer aportaciones significativas a la producción mundial, esta posibilidad debería ser bien recibida por todos, ya que añadiría mayores cantidades de petróleo a un mercado mundial fungible (aun cuando gran parte de ese nuevo petróleo producido volviera a China). Después de todo, China, como cualquier otra economía del mundo, tendrá que obtener su energía de algún sitio; si diversifica sus importaciones ampliándolas a África, por ejemplo, esa misma posibilidad, lejos de suponer un acaparamiento de los recursos petroleros por parte de China, implicaría que otros suministros de petróleo quedarían libres en mercado mundial para ser utilizados por Occidente.

Aun así, el entorno internacional no se ha mostrado hospitalario con las NOC chinas. En 2003, tanto a CNOOC como a Sinopec se les negó la participación en la explotación de un yacimiento petrolífero en el Mar Caspio; los socios existentes decidieron aumentar su propia participación en vez de dejar entrar a China. A su vez, China ha bloqueado la entrada de empresas privadas occidentales en su mercado onshore (aunque se ha mostrado más flexible con el acceso a sus zonas offshore, en las que China sigue dependiendo más de la tecnología y los conocimientos extranjeros). EEUU ha respondido con una política similar, frenando el intento mucho más destacado por parte de CNOOC de adquirir UNOCAL. En los últimos años se ha venido manteniendo ese enfoque tan nacionalista y competitivo, en detrimento de la opción mucho más preferible de entablar una dinámica de cooperación a la que invitan de forma natural el escenario energético internacional y la globalización, y ha acrecentado la desconfianza y la incomprensión.

Oriente Medio

Desde la década de 1980, la diplomacia china con respecto a Oriente Medio, la fuente del 60% de sus importaciones actuales de petróleo, ha venido siendo problemática para Occidente, sobre todo teniendo en cuenta la acusación de que China vende armamento para asegurarse el acceso a los suministros de petróleo, lo cual minaría los esfuerzos destinados a frenar la proliferación armamentística. En los últimos diez años, China ha entablado relaciones sólidas con Libia, Arabia Saudí, Siria e Irán. No obstante, el Gobierno chino ha moderado su comportamiento al percatarse de que le interesa que los flujos de petróleo procedentes de Oriente Medio sean básicamente tan estables como los de EEUU y el resto de las economías del mundo. Aun así, China ha empezado a mostrarse más activa en la región con la seguridad energética como claro objetivo principal.

La diplomacia energética de China con respecto a Irán ha sido especialmente polémica. En 2004 Sinopec (que maneja el 80% de las importaciones chinas de petróleo) trató de conseguir derechos de explotación sobre 16 yacimientos de petróleo iraníes a pesar de los esfuerzos estadounidenses por impedirlo. A finales de ese mismo año, Sinopec firmó finalmente un acuerdo por valor de 70.000 millones de dólares con Irán para explotar el yacimiento petrolífero de Yadavaran (el Departamento de Energía del Gobierno de Estados Unidos calcula que dicho yacimiento podría producir en un momento dado 300.000bd). Este asunto provocó un enfriamiento de las relaciones sino-estadounidenses, y quizá incluso determinó en cierta forma la formulación de la nueva política estadounidense con respecto a la India, que trata abiertamente de hacer de este país una superpotencia regional para intentar contrarrestar la influencia china en Asia e incluso prevé una cooperación con la India en materia de tecnología nuclear. Es evidente que semejante respuesta por parte de EEUU no hace sino reforzar la postura de los partidarios de una línea dura en China, que quizá consideren la geopolítica y la diplomacia como el único medio viable de lograr una seguridad energética.

África

El primer viaje del presidente Hu Jintao a África a principios de 2004 (año en que la demanda china de petróleo se disparó bruscamente) fue un claro signo de que China considera vital ese continente para el suministro de energía a China. La visita del primer ministro Wen Jiabao, en junio de 2006, siguió de cerca el camino trazado en las visitas al continente del ministro de Asuntos Exteriores, Li Zhaoxing, en enero, y de la última visita del presidente Hu Jintao a Marruecos, Nigeria y Kenia en abril. Entre los tres, estos líderes chinos visitaron 15 países africanos en seis meses, lo cual pone de manifiesto la intensidad de los actuales esfuerzos diplomáticos de China por asegurarse el acceso a los recursos africanos, sobre todo a su energía. China no sólo ha adelantado recientemente al Reino Unido como tercer socio comercial más importante de África (por detrás de EEUU y Francia), sino que en la actualidad África suministra casi un tercio de las importaciones de petróleo de China, siendo Angola la segunda fuente extranjera individual más importante del crudo importado por China, por detrás tan sólo de Arabia Saudí.

La relación en materia energética que mantiene China con Sudán, donde CNPC tiene importantes participaciones en yacimientos petrolíferos que actualmente producen petróleo, ha resultado tan controvertida como su relación con Irán. Muchos consideran que la presencia china en ese país ha obstaculizado cualquier posible solución internacional rápida a la crisis de derechos humanos que azota Darfur. Un número cada vez mayor de expertos en China y África, tanto occidentales como chinos, han mostrado también su preocupación por que CNPC corra el riesgo de sufrir ataques a nivel local similares a los que recientemente han afectado a la producción de petróleo en la región del Delta de Nigeria, sobre todo si empieza a percibirse que los beneficios derivados de las explotaciones petrolíferas no repercuten en la economía local.

Latinoamérica

Incluso en Latinoamérica, el tradicional “patio trasero” geopolítico de EEUU, China ha comenzado a tratar de granjearse la amistad de los países productores de petróleo de la región, especialmente en la turbulenta región andina (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú, entre otros) pero también en Brasil y posiblemente en un futuro próximo también en Argentina. La simple idea de que las NOC chinas (probablemente en colaboración o en tándem con las NOC rusas) puedan llegar a reemplazar a las empresas energéticas privadas internacionales en la explotación de los recursos energéticos de los países andinos ha fomentado indirectamente la nueva tendencia a la nacionalización de las empresas que se percibe claramente hoy en día en Venezuela y Bolivia (y, en cierta medida, también en Ecuador), lo que provocado que las empresas energéticas privadas internacionales se replanteen sus actividades, e incluso su presencia, en esos países.

Eurasia

En la región de Eurasia existen síntomas esperanzadores de una posible cooperación entre China y sus vecinos en materia energética. Una serie de acuerdos de codesarrollo han abierto recientemente la posibilidad de desbloquear los posibles recursos energéticos existentes en el Mar de China Meridional, una zona offshore que durante años se ha visto sometida a disputas territoriales entre China y sus vecinos. Además, los dos mayores consumidores de energía de el Asia en desarrollo, China y la India, firmaron en 2005 su propio acuerdo de cooperación estratégica en materia energética con el objeto de evitar los efectos negativos de una competencia innecesaria entre sus respectivas NOC en mercados productores de terceros países.

Aun así, una serie de polémicos incidentes en 2005 y 2006 en torno a labores de reconocimiento en el yacimiento gasístico de Chunxiao, entre Okinawa y China, y en otros posibles yacimientos de gas y petróleo del Mar de China Oriental reflejan las sensibilidades geopolíticas vinculadas a un aumento del suministro procedente de esta zona.

A fin de cuentas, Eurasia en su conjunto (con la excepción obvia de Oriente Medio) y la región del Pacífico siguen cubriendo una proporción muy pequeña de las necesidades energéticas de China. A pesar de las perspectivas futuras de un aumento de las importaciones de gas natural licuado (GNL) desde Malasia y Australia, y en parte como resultado de la competencia en materia de consumo entre EEUU y Japón, los suministros de energía procedentes de los países de la región Asia-Pacífico siguen suponiendo menos del 18% del total las de importaciones chinas.

Kazajistán es el único país de Asia central que actualmente suministra energía a China, y en muy pequeñas cantidades. El ducto Kazajistán-China que se está construyendo actualmente podría aumentar ese suministro, y posiblemente repercutir en la dependencia que ambos países muestran con respecto a Rusia para cuestiones energéticas, pero resulta difícil prever cómo la energía del Mar Caspio podría hacer algo más por ayudar a mejorar el mix de energía de la zona noroeste de China. El transporte de gas desde el Mar Caspio hasta Shanghai no podría competir eficazmente con importaciones alternativas de GNL a la costa este de China. En la actualidad, la energía rusa y centroasiática constituye tan sólo aproximadamente el 6% del suministro energético total de China.

 En vista del delicado equilibrio energético mundial previsto para 2030 y de los debates actuales sobre las posturas nacionalistas en materia energética que están adoptando la mayor parte de los principales países productores y consumidores, parece existir una clara necesidad de cooperación entre China y la comunidad internacional en este ámbito. El respaldo, al menos indirecto, de China a Estados parias como Sudán e Irán no hace sino alimentar el sentimiento de una inminente competencia geopolítica por los recursos energéticos entre China y Occidente.

La gran ironía de todo esto es que, para bien o para mal, un bien fungible como el petróleo no puede ser acaparado por un Estado concreto. El creciente consumo de un país compite con el crecimiento consumo de cualquier otro país en el mercado mundial del petróleo, y en última instancia el árbitro es el precio, pero las agresivas estrategias para producir más petróleo en el exterior no entran en competencia directa las unas con las otras: en el peor de los escenarios posibles, las actividades de las NOC chinas ocuparían el lugar dejado por las empresas occidentales, más cautelosas, en las zonas más inestables en las que han penetrado, y en el mejor, estas actividades se complementarían mutuamente, lo que supondría una mayor contribución al total de la producción mundial. Si se considera fríamente esta posibilidad, se observa que en realidad una competencia geopolítica en el ámbito del petróleo resultaría ilógica. Y aunque sí podría serlo en el ámbito del gas natural transportado mediante gasoductos, a largo plazo las perspectivas de un mercado internacional de GNL también echan por tierra la lógica de una competencia por los recursos.

La verdad es que para que la competencia por los recursos energéticos se convirtiese en una opción lógica, tendría que ponerse fin a todo el razonamiento económico de la globalización, o echarse abajo. China, quizá más que cualquier otro país, es consciente de que su futuro (independientemente de sus tendencias políticas) está estrechamente ligado a una economía mundial abierta, fluida e integrada. La energía es la base de esa economía mundial; dividir o sacar del mercado recursos energéticos mundiales como consecuencia de nacionalismos en competencia no sólo resultaría ineficaz para todos, sino que pondría en peligro esa economía mundial integrada y nos situaría más cerca que nunca de la dinámica previa a la Primera Guerra Mundial.

Conclusión

Los dos últimos años han visto resurgir en el escenario energético mundial a Asia, en general, y a China en particular. Esto se observa con respecto a la creciente demanda asiática de gas y petróleo y el consiguiente aumento en la presión sobre los precios mundiales, y también en la presencia cada vez mayor de las empresas petroleras chinas e indias en los mercados productores de todo el mundo, especialmente en Asia central, Oriente Medio, África y Latinoamérica. Por último, los países asiáticos (con China, la India y Japón a la cabeza de esta tendencia) han asumido un papel cada vez más activo en la geopolítica energética internacional, compitiendo entre ellos y con los principales países consumidores de Occidente por influir sobre los países productores de petróleo y acceder a sus recursos.

Aun así, han surgido una serie de iniciativas de cooperación entre países asiáticos que han recibido escasa atención y que trabajan por contrarrestar las tendencias de competencia dentro de Asia. Por ejemplo, la Iniciativa Qingdao 2004, auspiciada por el Diálogo de Cooperación Asiática, tratar de reunir a 25 Estados miembros asiáticos con vistas a fomentar una infraestructura energética que beneficie a toda Asia. El reciente acuerdo estratégico entre China y la India para evitar una competencia innecesaria en el mercado productor internacional también demuestra que la política energética de China presenta ciertos rasgos integradores. De hecho, aunque lo más probable es que los recursos energéticos fomenten la competencia geopolítica, es por lo menos igual de probable que se produzca esa rivalidad entre Asia y Occidente que entre China y Japón, por un lado, o entre China y la India, por el otro.

Paul Isbell

Investigador principal, Economía Internacional, Real Instituto Elcano

(*) El original de este documento es una versión inglesa de un artículo escrito originalmente para aparecer como capítulo del Anuario Asia-Pacífico 2005 (CIDOB-Casa Asia-Real Instituto Elcano) que se publicará en otoño de 2006.

Referencias bibliográficas

Asian Development Bank, “The Challenge of Higher Oil Prices”, The Asian Development Outlook 2005 Update.

Zha Daojiong, “China’s Energy Security: Domestic and International Issues”, Survival, vol. 48, nº 1, Spring 2006, p. 179-189.

Lyle Goldstein and Vitaly Kozyrev, “China, Japón and the Scramble for Siberia”, Survival, vol. 48, nº 1, Spring 2006, p. 163-178.

Paul Isbell, “El gran creciente: el cambiante escenario energético de Eurasia”, Política Exterior, marzo-abril 2006.

Paul Isbell

Escrito por Paul Isbell

Paul Isbell fue investigador sénior asociado del Real Instituto Elcano, e investigador principal de Economía Internacional (hasta 2012). Tambien es CAF Energy Fellow en el Centro para las Relaciones Transatlanticas (CTR) de la Universidad Johns Hopkins SAIS en Washington, D.C., y el director de investigación de los proyectos el Atlantic Basin Initiative (ABI) y el […]