Un balance de la Cumbre UE-CELAC

Mario Lubetkin, canciller de Uruguay; Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo; Gustavo Petro, presidente de Colombia; y Kaja Kallas, alta representante de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la UE, en la rueda de prensa de la Declaración de Santa Marta en la Cumbre UE-CELAC 2025 en Santa Marta, Colombia. (09/11/2025). Al fondo, se puede ver el logo de la IV Cumbre CELAC-UE.
Mario Lubetkin, Antonio Costa, Gustavo Petro y Kaja Kallas en la rueda de prensa de la Declaración conjunta de Santa Marta en la IV Cumbre UE-CELAC 2025 en Santa Marta, Colombia. (09/11/2025). Foto: Juan Cano, Fotografía oficial de la Presidencia de Colombia / Flickr

La IV Cumbre UE-CELAC, celebrada el pasado 9 de noviembre en Santa Marta (Colombia), estaba enmarcada entre la X Cumbre de las Américas que debía celebrarse en diciembre de 2025 en Punta Cana (República Dominicana) y retrasada en el último momento a 2026, y la XXX Cumbre Iberoamericana que tendrá lugar en Madrid en noviembre del año próximo. De algún modo, la cita de Santa Marta retrata la coyuntura geopolítica regional marcada por la fragmentación y por la pésima relación interpersonal entre muchos presidentes. En este momento, América Latina, al igual que el resto del mundo, vive en carne propia el enfrentamiento entre Estados Unidos (EEUU) y China, a lo que hay que añadir el empeño de la Unión Europea (UE) por reforzar la relación birregional euro-latinoamericana. En este contexto, se asiste a un cierto reordenamiento de los equilibrios regionales y en otros foros internacionales como el G20 y los BRICS.

De algún modo, la cita de Santa Marta retrata la coyuntura geopolítica regional marcada por la fragmentación y por la pésima relación interpersonal entre muchos presidentes.

Trump y América Latina

La suspensión de la Cumbre de las Américas, anunciada por el país anfitrión se justificó en la tensión prebélica en el Caribe. Al parecer, la coyuntura no invitaba a mantener la cita entre EEUU y los países latinoamericanos. La suspensión, si bien explicable, resulta funcional para la Administración Trump, más partidaria de reuniones bilaterales que colectivas. Si en las primeras puede desplegar estrategias unilaterales y ejercer su influencia financiera y económica, en las segundas puede escuchar las quejas y críticas de aquellos países contrarios al intervencionismo. No se trata sólo de Cuba, Venezuela y Nicaragua, ya excluidos, sino de otros como Brasil, México y Colombia, las tres democracias, especialmente la última, que discrepan de su estrategia en el Caribe.

Donald Trump, que al comienzo de su gestión mostró un cierto desinterés por América Latina, ha acabado dedicando al hemisferio una parte considerable de sus esfuerzos, que van más allá de las agendas migratoria y de lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Su posición se ha visto reforzada por el voto de castigo a ciertos gobiernos de izquierda y por el triunfo electoral de candidatos de derecha, más que de centroderecha. En su agenda hemisférica destacan el rescate financiero a Argentina y la ayuda para paliar el déficit de combustibles al que se enfrenta el nuevo gobierno de Bolivia. Milei ha reforzado el vínculo con Washington mucho más que sus predecesores. Alineado con Trump, no participará en la cumbre del G20 en Johannesburgo (Sudáfrica), el 22 y 23 de noviembre.

El estilo de Trump se refleja en su relación con Lula da Silva. Tras un fuerte encontronazo con Brasil, con subidas en los aranceles del 50%, optó por bajar el tono y negociar desde una posición de fuerza, un diálogo que Lula aceptó. Esto propició un cierto acercamiento entre los dos países y el descenso de los aranceles al café.

Los apoyos a Trump han aumentado a partir de las victorias de candidatos pro-EEUU, como la reelección de Daniel Noboa en Ecuador y Rodrigo Paz en Bolivia. Esto podría reforzarse si se confirman los resultados anunciados por algunas encuestas en Honduras (noviembre) y en Chile (diciembre). La llegada de Paz es significativa porque pone fin a 20 años de discursos antiimperialistas del Movimiento al Socialismo (MAS), dirigido por Evo Morales. De este modo, el país se abrió a colaborar con diferentes agencias internacionales, como la Administración de Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA) estadounidense. Es más, durante su visita a EEUU Paz logró el apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI) materializado en un respaldo de 1.400 millones de dólares, claves para remontar la crisis financiera en que está sumido el país.

La política latinoamericana de la UE

Frente al unilateralismo de Trump, la UE apuesta por una relación diferente. Se busca una alianza birregional institucionalizada, en pie de igualdad y defensora de las reglas y del libre comercio. La apuesta es por el multilateralismo, el crecimiento mutuo, con desarrollo, innovación, respeto a los derechos humanos y al equilibrio medioambiental. 

La cita en Santa Marta confirma la importancia del organizador de la cumbre y, especialmente, de su lugar de realización. Esto se vio en la Cumbre UE-CELAC en Bruselas en 2023 o, en sentido contrario, en la Cumbre Iberoamericana de 2024 en Cuenca (Ecuador). La cuestión de la deficiente infraestructura se repitió en Santa Marta, lo que agravó el problema de la participación. De hecho, desde el punto de vista de la participación la Cumbre de Santa Marta, a la que asistieron sólo 13 de los 60 jefes de Estado y Gobierno, se salvó gracias a la presencia de Lula da Silva y de Pedro Sánchez. Desde el punto de vista latinoamericano para el éxito de este tipo de Cumbres es necesario el compromiso de países como Brasil y México y, de ser posible, su participación al más alto nivel.

Una muestra del arduo trabajo previo que acompañó a esta Cumbre, señal del interés de las partes, fue la declaración final de 52 puntos firmada por 58 de los 60 países participantes, aunque otros, como Argentina, expresaron sus reservas sobre algunos puntos. Se da la circunstancia añadida de que tanto en la Cumbre UE-CELAC como en la Iberoamericana no hay exclusiones de ningún tipo, ni siquiera por motivos políticos o ideológicos. Los dos países que no firmaron la Declaración final fueron Nicaragua, previsto desde el comienzo, y Venezuela. Caracas se descolgó en el último momento, tanto por la mención a Ucrania como por su deseo de una condena explícita de las maniobras militares de EEUU en el Caribe, rechazado por Bruselas y algunos gobiernos de América Latina (Argentina, Ecuador, El Salvador y Paraguay, entre otros). Cuba, con una diplomacia realista y una estrategia de mayor alcance basada en el pragmatismo, firmó la declaración como un gesto de acercamiento a Bruselas, tal como había hecho en la Cumbre anterior.

La declaración firmada abordó temas geopolíticos (el compromiso para disminuir los efectos del cambio climático y la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y referencias a la guerra en Gaza y en Ucrania) y económicos (defensa del multilateralismo comercial). También se alude a la lucha contra el crimen organizado y a la seguridad ciudadana, a la innovación (transformación digital), la equidad social (educación, migración, sistemas de cuidados y seguridad alimentaria) y la cultura.

Esa declaración, ambiciosa y de consenso, tuvo diversas objeciones y muestra una región dividida entre países críticos con EEUU y otros cercanos a Trump. Los más próximos a la Casa Blanca (Argentina, Paraguay, Ecuador, Costa Rica, El Salvador, Panamá y Trinidad y Tobago) no se adhirieron al párrafo 10, que abordaba la “Zona de Paz” en la región y hacía alusiones indirectas a la situación en el Caribe y el Pacífico. Unos lo vieron ambiguo y otros –los siete citados– crítico con EEUU.

Tampoco Argentina, Ecuador, Panamá y Paraguay apoyaron el punto 15, que condenaba los atentados de Hamás y la respuesta desproporcionada de Israel en Gaza, y el 18 sobre la condena al embargo de Cuba. En el caso de Argentina y Paraguay también hubo una postura ideológica de rechazo a la Agenda 2030. Argentina también salvó la referencia de “género” en el punto 9 y, junto con Paraguay, del “Pacto por el Futuro” en el 20 y de la “Agenda 2030/ODS” en el 22. También del 42 y 44 (referidos a la Inteligencia Artificial, desinformación y género) por considerarlos una injerencia en políticas internas.

En medio de la pugna entre EEUU y China, la UE debe insistir en su interés hacia la región y en las ventajas que podría aportar la relación birregional ante el poderío económico chino y el músculo financiero y militar estadounidense. De ahí la importancia de cerrar finalmente el Tratado de Asociación UE-Mercosur, lo que hubiera enviado un fuerte mensaje del interés de Bruselas en América Latina. Esto podría haberse producido de no existir resistencias proteccionistas en países como Francia, Austria y Polonia, centrados más en cuestiones sectoriales que en una visión a largo plazo y desde una perspectiva más global. Pese al tajante rechazo de Emmanuel Macron, resulta probable que el anuncio se haga en breve. Esto podría ocurrir a fines de diciembre en la Cumbre del Mercosur en Brasilia, según Lula, aunque en Bruselas son más prudentes. También es vital cerrar la modernización del acuerdo con México y dar un giro a la iniciativa del Global Gateway y los proyectos asociados. La invasión de Ucrania, la guerra comercial de Trump y la mayor presencia china han funcionado como un incentivo para que los países europeos menos orientados hacia América Latina replanteen su postura, incluso en lo relativo al aumento del comercio birregional.

De ahí la importancia de dar un nuevo impulso al Global Gateway, a fin de ofrecer un abanico de propuestas más amplio, aun a sabiendas de que no se trata de competir con la iniciativa de la Franja y la Ruta. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, habló de un nuevo impulso del Global Gateway. Tras movilizar 31.000 millones de euros se trata de ofrecer un nuevo paquete de proyectos hacia áreas como las infraestructuras, que tiene grandes déficits en América Latina y se reflejan en la baja productividad regional. Entre las propuestas sobresale la extensión del programa de cable Bella a América Central y Perú, la integración de las redes eléctricas de América Latina y el Caribe, y una mayor conectividad digital vía satélite para ampliar la cobertura de Internet.

La UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se comprometieron a reforzar la alianza birregional con una cooperación más intensa en seguridad, salud y lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico, intensificando el diálogo policial y judicial. Todo ello en la búsqueda “del pleno cumplimiento del derecho internacional”.

El mensaje de esta cumbre para citas futuras, como la de Madrid de 2026, pasa por empoderar a los países latinoamericanos, especialmente a los más relevantes, y asumir los proyectos tanto euro-latinoamericano como el iberoamericano. Sin ello, el alcance de las iniciativas europeas y españolas sería mucho más limitado. De ahí la necesidad de incorporar a la agenda de las Cumbres temas sensibles para las sociedades de ambos lados del Atlántico, como la inseguridad ciudadana, las migraciones, el crecimiento económico, el coste de la vida y la reducida inversión en capital físico y humano. Europa afronta el reto de ser una alternativa creíble ante la pugna entre China y EEUU. Su protagonismo y proyección pasan por consolidar la relación birregional con América Latina.

En definitiva, la Cumbre en Santa Marta puede ser contemplada con una mirada agridulce. Su misma celebración es una buena noticia porque da continuidad a la alianza euro-latinoamericana. Cabe recordar que durante ocho años ambas regiones vivieron de espaldas y no se celebraron cumbres entre 2015 y 2023. Sin embargo, la cita colombiana no sirvió para anunciar la ratificación del acuerdo con el Mercosur. La reactivación del Global Gateway no compensa las ausencias y las divisiones internas que lastran la alianza. Como colofón, la declaración final es extensa, generalista y poco concreta. América Latina necesita hechos y no palabras, algo que ha comprendido muy bien China y también la estrategia pragmática de Donald Trump, como refleja su clara postura junto al nuevo gobierno boliviano, algo que Bruselas no ha hecho.