La política exterior es un tema candente en la competencia electoral en Corea del Sur, con diferencias significativas entre los partidos conservadores y progresistas. Por tanto, es esperable que el gobierno de Lee Jae-myung, siguiendo las líneas maestras marcadas por gobiernos progresistas anteriores, desarrolle una acción exterior diferente a la del caído en desgracia Yoon Suk-yeol. En términos generales, se supone que esto supondría un deterioro de las relaciones con Japón, un enfriamiento de los lazos con EEUU, la búsqueda de distensión con Corea del Norte y Rusia, y una interacción más fluida con China. De hecho, desde el campo conservador se alerta de un supuesto giro ideológico que alienaría a los aliados y socios de la República de Corea y la debilitaría frente a Corea del Norte y un entorno regional amenazador.
Parece que habrá transformación más que revolución en la política exterior coreana y que el pragmatismo, no el extremismo ideológico, será el principio esencial que regirá este cambio
Tres semanas después de que Lee jurara el cargo, ya tenemos varios elementos de juicio para perfilar el alcance de los cambios que podemos esperar en el posicionamiento internacional de Corea del Sur para el próximo lustro. Parece que habrá transformación más que revolución en la política exterior coreana y que el pragmatismo, no el extremismo ideológico, será el principio esencial que regirá este cambio.
La primera aparición internacional del flamante presidente surcoreano fue en la cumbre del G7, celebrada en Canadá del 16 al 17 de junio, a la que Corea del Sur había sido invitada. Dichas invitaciones fueron habituales en la presidencia de Yoon Suk-yeol, ya que en su mandato abogó abiertamente por la incorporación de la República de Corea al G7 aludiendo al peso económico y tecnológico de su país, así como a la reducida presencia de países de una región tan relevante como el Indo-Pacífico. Además, este impulso diplomático estaba motivado por una visión estratégica: la solidaridad entre democracias para hacer frente a retos globales como las amenazas de los países autoritarios y la resiliencia y sostenibilidad del desarrollo económico. Para Lee habría sido sencillo declinar la invitación, dada la cercanía con su toma de posesión y la larga lista de asuntos internos urgentes que tiene en cartera. Sin embargo, en vez de apartarse del legado diplomático de su predecesor, optó por viajar a Canadá y dar varias señales de estabilidad y continuidad.
En primer lugar, aprovechó su primer acto internacional de alto nivel tras la destitución de Yoon para enfatizar que su país era estable y estaba listo para desempeñar un papel activo y constructivo dentro de la comunidad internacional. Por ejemplo, destacó la voluntad y capacidad de Corea para liderar la revolución de la inteligencia artificial para que sea inclusiva y sostenible. Además, durante su intensa agenda de reuniones bilaterales (Australia, Brasil, Canadá, la India, Japón, México, el Reino Unido, Sudáfrica y la UE) subrayó el deseo de Seúl de reforzar su colaboración práctica con estos países en múltiples áreas: economía, tecnología, seguridad y defensa. Este perfil pragmático fue especialmente significativo en su reunión con el primer ministro Shigeru Ishiba. Ahí, Lee se distanció de la retórica confrontacional con Japón del último presidente progresista surcoreano, Moon Jae-in (2017-2022), para abrazar el enfoque de “doble vía” de Roh Moo-hyun (2003-2008), quien abogó por una gestión pragmática de los lazos con Japón al mismo tiempo que mantenía una visión crítica del pasado colonial nipón. En palabras del presidente Lee: “Tenemos una relación inseparable, como vecinos que comparten el mismo jardín”. “Aunque tengamos pequeñas diferencias de opinión, espero que podamos desarrollar una relación en la que cooperemos y nos ayudemos mutuamente en diversas áreas”. Esta cooperación parece incluir también seguridad y defensa, lo que se ve respaldado mayoritariamente por las poblaciones de ambos países.
La reunión de Lee con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, también fue muy positiva para continuar profundizando en la asociación estratégica entre Corea del Sur y la UE. Se mencionaron explícitamente áreas como la cooperación en seguridad y defensa, especialmente en escenarios prioritarios como la península coreana y Ucrania; el comercio digital, al hilo de la conclusión en marzo de un Acuerdo de Comercio Digital bilateral; la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático, dinamizando la Asociación Verde Corea-UE; y la colaboración científica y tecnológica. Además, el nuevo mandatario surcoreano probablemente ponga más énfasis que su predecesor en la diplomacia multilateral, el desarrollo sostenible y los derechos humanos, lo que podría facilitar la cooperación en espacios multilaterales con la UE y algunos de sus Estados miembros sobre la base de principios progresistas.
Aunque Lee no pudo reunirse con Trump en Canadá ni ha asistido a la cumbre de la OTAN en La Haya, esto no significa, como alerta la oposición, que esté “priorizando China, Rusia y Corea del Norte por encima de sus aliados y socios tradicionales”. El flamante ministro de Exteriores, Kim Min-seok, declaró el 24 de junio ante la Asamblea Nacional de la República de Corea que: “En este momento, necesitamos el ‘fortalecimiento y consolidación adicionales’ de la alianza Corea-EEUU en todos los aspectos, no sólo en materia de seguridad, sino también en economía, política y cultura”. Es más, reivindicó la importancia de la alianza con EEUU por encima de las divisiones ideológicas en Corea: “La alianza Corea-EEUU es el eje fundamental de la política y la diplomacia en Corea desde el ex presidente Kim Dae-jung, de quien aprendí política, independientemente de si se trata de progresistas o conservadores”. Asimismo, clarificó que el único motivo por el que no hubo reunión bilateral entre Lee y Trump en Canadá fue el regreso anticipado de Trump a Washington por el recrudecimiento del conflicto entre Irán e Israel. Además, explicó que el presidente Lee, al igual que el primer ministro Ishida, decidió a última hora no participar en la cumbre de la OTAN de la Haya por el devenir de la situación en Oriente Medio y los cambios repentinos en la agenda de la cumbre, que apenas dejaban espacio a los cuatro socios del Indo-Pacífico. Tampoco parece que el nuevo gobierno coreano tenga prisa por dar marcha atrás en la cooperación trilateral en defensa con EEUU y Japón, a tenor de las declaraciones de los líderes de Corea y Japón en Kananaskis y la celebración el 19 de junio de ejercicios militares conjuntos al sur de la isla de Jeju entre aviones de las fuerzas aéreas de los tres países.
Por el contrario, el área donde el cambio de gobierno sí ha conllevado automáticamente a un cambio de estrategia ha sido en las relaciones intercoreanas. Aunque Lee ya dejó claro en su discurso inaugural que mantendría una fuerte capacidad de disuasión militar frente a Pyongyang, sustentada en la alianza con EEUU, también apuntó modificaciones significativas, mostrándose partidario de restablecer el diálogo intercoreano, incluyendo la restauración de líneas directas militares y de emergencia que habían estado inactivas durante años. Esta mayor orientación hacia el diálogo y las medidas de confianza quedó refrendada en los días posteriores con la suspensión de medidas hostiles, como la transmisión de propaganda a través de altavoces a lo largo de la frontera intercoreana, y el nombramiento de Chung Dong-young como nuevo ministro de Unificación. Chung ya ocupó este cargo entre 2004 y 2005 bajo la presidencia de Roh Moo-hyun, un período clave del llamado Sunshine Policy 2.0, caracterizado por una política más conciliadora, centrada en el diálogo y la cooperación con Corea del Norte.
Por último, es sintomático que aún no haya habido ningún desarrollo significativo bajo la administración Lee de las relaciones bilaterales de Corea con China o con Rusia, lo que parece indicar que la mejora de los lazos con estos países no será la prioridad de la política exterior de Lee y que estaría supeditada al devenir de los vínculos con los aliados y socios tradicionales de Seúl. En cualquier caso, es esperable que haya una descongelación de las relaciones con Pekín pues Lee se ha mostrado en múltiples ocasiones mucho más proclive que su predecesor al diálogo directo con las autoridades chinas en favor de una agenda positiva entre los dos países.
En conclusión, aunque aún es pronto para poder afirmar con rotundidad cuál será el impacto de la presidencia de Lee sobre la política exterior surcoreana, no se vislumbra ninguna revolución en el posicionamiento geopolítico de Seúl. Por el momento, sólo ha habido un giro en la política hacia Corea del Norte, en un intento de reducir la tensión y favorecer el diálogo intercoreano. En este contexto, es previsible que Corea del Sur se siga manteniendo como un socio fiable para la UE y para España en Asia.