La crisis de Ucrania, la UE y la cohesión occidental

La crisis de Ucrania, la UE y la cohesión occidental. Cordillera Chornohora, los Cárpatos en Ucrania.
Cordillera Chornohora, los Cárpatos en Ucrania. Foto: Iurii Bakhmat (CC BY-SA 2.0)

La crisis actual en torno a Ucrania está cargada de peligros, pero al mismo tiempo abre algunas oportunidades que, si se aprovechan, podrían dar lugar a un refuerzo en lugar de un debilitamiento de la seguridad transatlántica, y al mismo tiempo poner de relieve el papel de la UE en la seguridad europea

A pesar de cierto ruido ambiente al respecto, lo cierto es que Occidente ha mostrado una gran cohesión en torno a una triple respuesta: (1) disposición a dialogar, pero no a negociar lo innegociable; (2) puesta en pie de medidas disuasorias frente a una acción militar rusa en Ucrania, principalmente a través de sanciones comerciales y financieras que tendrían graves consecuencias para Rusia, medidas que algunos países han complementado con el envío de armamento defensivo a Ucrania; y (3) el compromiso con la seguridad de los Estados miembros de la OTAN en la zona, mediante el envío o la puesta en alerta de fuerzas aliadas adicionales.

Rusia ha escogido a sus interlocutores en su órdago a Occidente: EEUU, la OTAN y la OSCE. En efecto, cada uno de ellos tiene una trayectoria en materia de diálogo de seguridad con Rusia, de la que la UE, a pesar de algunos intentos en este sentido, carece. Si la intención rusa era provocar fisuras en el campo occidental al marginar a la UE, no ha tenido éxito. Como ha señalado el alto representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE y vicepresidente de la Comisión, los socios de la UE, y singularmente EEUU, han consultado de forma constante, antes y después de sus contactos con los rusos, a los representantes de la UE; y la UE ha centrado sus esfuerzos en reforzar la cohesión occidental.

Si la intención rusa era provocar fisuras en el campo occidental al marginar a la UE, no ha tenido éxito.

Ricardo López Aranda

Con todo, resultaría erróneo concluir de lo anterior que la UE debe jugar un papel secundario en la gestión de la actual crisis y en la seguridad europea en general.

En primer lugar, porque las sanciones comerciales y financieras europeas en caso de agresión rusa se están preparando en el marco de la UE, que es el único foro europeo que tiene competencia y capacidad para adoptar este tipo de medidas. Además, durante esta crisis la UE ha prestado a Ucrania un importante apoyo político, simbolizado por la visita del alto representante de la UE y vicepresidente de la Comisión a Kyiv a principios de enero, y ha anunciado un incremento de su apoyo financiero, que vendrá a sumarse a los más de 17.000 millones de euros que bajo la forma subvenciones y créditos ha otorgado a Ucrania desde el año 2014.

Pero la UE también desempeña un papel fundamental a la hora de garantizar un amplio apoyo entre los europeos a la posición occidental, dado el alto nivel de adhesión que suscita en las opiniones públicas de los Estados miembros. Así, la implicación de la UE constituye un antídoto eficaz contra el peligro de que esta crisis sea percibida por algunos como un conflicto ajeno. La legitimidad de cualquier acción occidental descansa más firmemente sobre las dos piernas de sus dos principales organizaciones políticas, la OTAN y la UE, que sobre una sola.

Finalmente, una respuesta cohesionada y eficaz a la preocupante evolución del actual contexto internacional y europeo, en el que se ponen en cuestión los valores fundamentales que las sociedades occidentales defienden, exige preservar la relación transatlántica, y dentro de ella la relación entre EEUU y la UE. En los últimos meses se han dado pasos importantes para consolidar esta relación, como el lanzamiento del Consejo de Comercio y Tecnología (TTC) y el diálogo sobre seguridad y defensa acordado en diciembre pasado. La respuesta conjunta a la crisis provocada por Rusia en torno a Ucrania es una ocasión para visibilizar ante las sociedades estadounidense y europea que la UE y EEUU son y siguen siendo socios esenciales en la defensa de los valores e intereses que comparten. Al analizar el desarrollo de la presente crisis los estadounidenses no sólo miran a Rusia, miran también a Europa y a su voluntad y capacidad de arrimar el hombro. En un momento en que EEUU tiende a centrar su atención en el desafío chino y en el que se percibe cierta tendencia al retraimiento en la política exterior estadounidense, para la UE es también importante ser percibida en EEUU como un socio que cuenta y con el que se puede contar.

En definitiva, este es un conflicto no deseado por Europa ni por EEUU, pero una vez impuesto por Rusia requiere una respuesta adecuada y común. La opción preferida por Occidente para salir de la actual crisis es la de la diplomacia, y es de esperar que se llegue a acuerdos en lo que es negociable (por ejemplo, las modalidades de una vuelta al Acuerdo de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio –INF en sus siglas en inglés–), el establecimiento de medidas de confianza sobre fuerzas convencionales, etc.

En definitiva, este es un conflicto no deseado por Europa ni por EEUU, pero una vez impuesto por Rusia requiere una respuesta adecuada y común.

Ricardo López Aranda

Pero, si se llega a la agresión armada, Occidente en general, y los europeos en el marco de la UE en particular, ya han manifestado públicamente que darán una respuesta masiva en términos de sanciones comerciales y financieras. Se trata de una exigencia para la preservación de la democracia, la legalidad internacional y la seguridad europea, y de una muestra de unidad de propósito con EEUU.

Las espadas están aún en alto, pero del desarrollo hasta ahora de esta crisis pueden extraerse algunas lecciones provisionales en lo que toca a la cohesión occidental.

En primer lugar, en cuanto a las relaciones entre Europa y EEUU, esta crisis es una ocasión para reforzar la confianza mutua y contribuir a despejar en EEUU las reticencias de algunos hacia el deseo europeo de dotarse de mayores capacidades en el terreno de la seguridad, algo que responde a la lógica de la integración europea y a la necesidad de adaptarse a un contexto internacional más desafiante, que la crisis de Ucrania no ha hecho sino confirmar. En el actual contexto internacional dicho reforzamiento de la dimensión securitaria de Europa sólo puede redundar en beneficio de la seguridad transatlántica.

En segundo lugar, la actual crisis ha puesto de relieve que por mucho que EEUU desee incrementar su atención en los asuntos asiáticos, el revisionismo de Rusia le obliga a mantenerla también en los asuntos europeos. El retraimiento del escenario europeo no es una opción viable, pues los riesgos que entraña son demasiado altos. A la vista de que la necesidad de dar una respuesta firme al desafío ruso –junto con la percepción de China como un competidor estratégico– constituye uno de los elementos que concitan un consenso bipartidista bastante amplio entre republicanos y demócratas, sería deseable que la crisis de Ucrania fuera también una oportunidad para renovar un compromiso con la seguridad europea entre los dos grandes partidos que quede por encima de los vaivenes electorales.

Finalmente, la crisis actual proyecta su sombra hacia otros escenarios, y sin duda es observada con atención tanto por China como por el conjunto de los países asiáticos. Por ello la cohesión occidental y la solidez en la relación transatlántica que se ha puesto de manifiesto trasciende en sus implicaciones al escenario puramente europeo.

Se ha dicho que para el presidente Putin –contrariamente al discurso oficial del Kremlin– la crisis actual no tiene como elemento central la seguridad de Rusia, sino la independencia de Ucrania. Cabría añadir que para los occidentales no se trata sólo de la preservación de la democracia y de la integridad territorial de Ucrania, sino también de reforzar la solidez de la relación transatlántica, en sus diversas manifestaciones, tanto en el marco de la OTAN como en el eje EEUU-UE.


Imagen: Cordillera Chornohora, los Cárpatos en Ucrania. Foto: Iurii Bakhmat (CC BY-SA 2.0)