El pasado 17 de Enero de 2014, el presidente Obama compareció públicamente para explicar a sus compatriotas y a la comunidad internacional las medidas que su administración adoptará para controlar las actividades que realizan las agencias de inteligencia del país – especialmente la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) – en materia de la inteligencia de señales. Recogidas en la Presidential Policy Directive 28 (PPD-28), estas medidas pretenden compatibilizar los procesos de obtención de información de los servicios de inteligencia con los derechos civiles y la privacidad de los ciudadanos estadounidenses y del resto del mundo.
Sin embargo, las medidas expuestas, aunque importantes, no son lo más relevante del discurso del presidente Obama. La PPD-28 ha sido el camino escogido por la administración estadounidense para zanjar una crisis que se ha prolongado demasiado en el tiempo, desde que en el mes de mayo de 2013 Edward Snowden, ex-contratista de la CIA y la NSA, filtrase miles de documentos con información clasificada sobre los programas de ciberespionaje masivo del gobierno de Washington. Una crisis que no sólo ha inquietado a la administración Obama; sino que también ha puesto en alerta a muchos aliados del país e irritado al resto de la comunidad internacional.
Los 45 minutos que duró la intervención del presidente Obama suponen un hito, al tratarse del primer discurso que un líder mundial – en este caso el presidente de la primera potencia del mundo – dedica íntegramente al poder en el ciberespacio. Obama recordó a sus compatriotas, aliados, socios y adversarios la importancia estratégica que tiene el ciberespacio para el desarrollo económico, político y social, así como para la seguridad y defensa de su país. Además, el presidente Obama proclamó la supremacía estadounidense en este ámbito e incidió en cómo esta supremacía permitía al país mantener su condición de primera potencia mundial. En este sentido, resulta pertinente recordar que se estima que el 80% de la inteligencia que emplea la administración estadounidense para apoyar sus decisiones políticas provienen del ciberespacio.
Antes de finalizar su intervención, el presidente Obama quiso disipar cualquier duda sobre el papel que los Estados Unidos van a desempeñar en el ciberespacio y que no dista mucho del desempeñado hasta ahora: «Déjenme ser claro. Nuestros servicios de inteligencia continuaran recolectando información sobre las intenciones de los gobiernos de la comunidad internacional, y no sobre sus ciudadanos, del mismo modo que lo hacen los servicios de inteligencia del resto de naciones. No pediremos disculpas por el hecho de que nuestros servicios de inteligencia sean más eficaces. Pero, los jefes de Estado y de Gobierno de las naciones con las que tenemos una estrecha colaboración y de cuya cooperación dependemos deben tener la seguridad de que los trataremos como verdaderos socios«.
Tampoco quiso dejar pasar la oportunidad de recordar a sus compatriotas, aliados y socios que Rusia y China, con los que Estados Unidos libra la guerra del ciberespacio desde hace más de 20 años, constituyen la principal amenaza tanto para la hegemonía del país en el ciberespacio como para la libertad y el desarrollo del resto de las naciones en este dominio. La referencia a ambas naciones resulta elocuente: «Nadie espera que China debata abiertamente sobre sus programas de vigilancia o que Rusia tenga en cuenta la privacidad de los ciudadanos en cualquier parte del mundo«.
En definitiva, el ciberespacio es una dimensión configurada para ejercer poder. Así de fácil, así de complejo.