Síntomas de fatiga en la guerra en Ucrania

Daños por bombardeos y un erizo checo en Kyiv durante la guerra en Ucrania (15/03/2022)

Primero ha sido en las redes sociales y en los medios de comunicación. Al ritmo que va el universo mediático es prácticamente imposible que un asunto logre mantener la atención de las audiencias más allá de unos días y de ahí que, como antes ha ocurrido con otros conflictos tanto o más graves, la guerra en Ucrania haya dejado de ocupar las cabeceras de los medios y haya perdido posiciones en las redes. Desgraciadamente nada de eso significa que el conflicto haya sido resuelto o esté próximo a hacerlo. Por el contrario, su carga mortal sigue aumentando, con unas pérdidas humanas diarias que Kyiv estima en unos 200 soldados (el doble que lo que se calculaba hace tan solo dos semanas), más otros 800 heridos, a las que se añaden las bajas civiles, los casi 10 millones de refugiados y los más de seis millones de desplazados.

A eso se suma también una visible fatiga de la guerra también en el orden político y militar. Por una parte, hasta Vladimir Putin da señales de estar cansado de defender una narrativa fracasada, según la cual la “operación especial militar” solo pretende liberar a la población ucraniana de un gobierno nazi y genocida, con el complemento de que la OTAN tiene la culpa de todo. Ahora, en un momento de debilidad (o de exceso de sinceridad) se le ha escapado que su verdadera pretensión es recrear el imperio ruso, emulando a Pedro el Grande 350 años después. Y en ese empeño no va a cejar por difícil que le esté resultando la tarea en Ucrania.

Por otra, lo mismo cabe decir de una ONU que, desde la baldía visita de su secretario general, António Guterres, a Moscú y a Kyiv en el pasado mes de abril ha desistido de explorar alguna salida no violenta al conflicto. Consciente de que ambos bandos siguen creyendo que aún pueden mejorar sus posiciones actuales por la vía de las armas y que, por tanto, ninguno de ellos muestra la más mínima intención de sentarse a negociar ni siquiera un cese de hostilidades, la ONU ha vuelto a desaparecer de la escena.

Fatiga es la que deben sentir igualmente quienes llevan casi cuatro meses en primera línea de combate, tanto en uno como en otro bando, sin relevo a la vista y sufriendo un desgaste que les imposibilita para llevar a cabo maniobras de suficiente calado como para dar un vuelco radical a lo que ya se ha convertido en una macabra rutina. Desde hace semanas no se registran movimientos a gran escala a lo largo del amplio frente abierto en la zona oriental del país, lo que no quita para que haya intentos de maniobrar a pequeña escala alrededor de algunas localidades. Eso deriva en que, mientras se acerca al punto culminante de su ofensiva en el Donbás, se producen lentos avances rusos en Severodonetsk –lo que aproxima a Moscú al dominio total del oblast de Lugansk–, simultaneados con retrocesos en los oblast de Jersón y de Járkov. Un claro indicio de la falta de impulso en el ámbito terrestre es que ahora haya cobrado una inusitada importancia la disponibilidad de material artillero por ambos bandos, como si una mayor potencia de fuego fuera a determinar por sí sola el resultado de la guerra.

Precisamente en relación con ese asunto, se percibe asimismo que el suministro de armas a Kyiv por parte de países occidentales está rozando ya sus límites. Por un lado, Volodímir Zelensky y sus portavoces se desesperan demandando más y más armas, como único medio para resistir el empuje ruso y evitar una derrota que sienten inevitable si la guerra se prolonga en estas condiciones. Pero, por otro, son cada vez más visibles las reticencias a dotar a las fuerzas ucranianas de todo lo necesario para expulsar a los invasores de la totalidad del país por temor a que eso pueda desencadenar una escalada total que derive en una guerra, como mínimo, continental. Queda por ver en esta línea el resultado de la ya anunciada (pero sin fecha) visita conjunta de Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Mario Draghi a Kyiv –sin buscar, como sería recomendable, la compañía de ninguno de los mandatarios de países comunitarios vecinos de Rusia–, en lo que más que una muestra de apoyo (contando con que hasta ahora ninguno de ellos ha visitado la capital ucraniana), más bien parece un ejercicio de presión conjunta para que Zelensky termine por aceptar un cese de hostilidades que apacigüe a Putin. Al que, a pesar de todo, no parece que le afecte de momento el cansancio es al propio Zelensky. Erigido en líder indiscutible y motor fundamental de la moral de combate de sus tropas y de la resistencia de su población, Zelensky sigue dando muestras de determinación para mantener el pulso ante un enemigo claramente superior, consciente de que lo que se juega es, simplemente, la existencia de Ucrania como Estado soberano. Y eso, cuando la paz no está próxima y la reconstrucción de Ucrania va a suponer un enorme desafío, no se garantiza solo con ánimos y aplausos.


Imagen: Daños por bombardeos y un erizo checo en Kyiv durante la guerra en Ucrania (15/03/2022). Foto: Kyivcity.gov.ua (Wikimedia Commons / CC BY 4.0).