¿Quién es Rex Tillerson?

El CEO de ExxonMobil y futuro secretario de Estado Rex Tillerson con el presidente ruso Vladimir Putin se reúnen en 2012. Foto: Kremlin.ru (CC BY 2.0)
El CEO de ExxonMobil y futuro secretario de Estado Rex Tillerson con el presidente ruso Vladimir Putin se reúnen en 2012. Foto: Kremlin.ru (CC BY 2.0)
El CEO de ExxonMobil y futuro secretario de Estado Rex Tillerson con el presidente ruso Vladimir Putin se reúnen en 2012. Foto: Kremlin.ru (CC BY 2.0)
El CEO de ExxonMobil y futuro secretario de Estado Rex Tillerson con el presidente ruso Vladimir Putin se reúnen en 2012. Foto: Kremlin.ru (CC BY 2.0)

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A golpe de tweet Donald Trump anunció el nombre del próximo secretario de Estado. Ni Giulini, ni Romney, ni Petraeus. Será Rex Tillerson, que representa como nadie el “sueño americano”. A la espera de su confirmación por parte del Senado, este tejano dejará su puesto y su empresa desde hace más de cuatro décadas, ExxonMobil, para servir a los intereses de su país.

Tillerson tiene un buen perfil internacional y una amplia experiencia en negociar con líderes extranjeros, sobre todo de grandes países petroleros. Bob Gates, ex secretario de Estado y ex director de la CIA, y Condoleezza Rice, ex secretaria de Estado y ex asesora de Seguridad Nacional, no han tardado en mostrar su apoyo y subrayar su valía. No son los únicos que creen que Tillerson puede llevar con gran éxito su experiencia en la gestión de una gran compañía al departamento de Estado que, al final y al cabo, se trata de un enorme ente, con miles de personas, embajadas y oficinas por todo el mundo, y muchos fondos que manejar dentro y fuera del país.

Y aunque poco se sabe acerca de su visión del mundo, o de sus ideas sobre la promoción de los derechos humanos y de la democracia, es miembro del consejo de administración del prestigioso think tank CSIS. Esta posición le ha permitido conversar a fondo con personas como Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski sobre asuntos de política exterior. Algunos incluso se atreven a decir que encajaría en un realismo pragmático y centrista. Dicen que cree en los valores norteamericanos, en el Estado de derecho, que escucha y quiere saber lo que la gente piensa. Algunos incluso recuerdan sus alabanzas al TPP.

Desde luego ha sido buen gestor, tiene mucho carisma y es un ganador, como le gusta a Donald Trump.

Pero también es cierto que, con su elección, han saltado muchas alarmas. No tanto por su fortuna personal o por su poca experiencia política, ni tan siquiera por la polémica y controvertida posición de Exxon en las cuestiones de cambio climático. De hecho, cuando Tillerson se convirtió en CEO de la compañía en 2006 llevó a Exxon a cambiar su posición y respuesta ante las cuestiones medioambientales. Tillerson es un firme defensor de los impuestos sobre el carbono y ha afirmado que el cambio climático es un problema global al que hay que hacer frente con determinación. Aunque tampoco no engañemos. Seguramente para Tillerson el cambio climático es esencialmente un problema económico.

La principal preocupación que ha despertado su nombramiento es su relación con Vladimir Putin. Fue a finales de los noventa cuanto Tillerson se convirtió en presidente de Exxon Neftgas y comenzó a trabajar en Rusia. Muchos años después gestionó los lazos entre la compañía y el Kremlin para alcanzar un acuerdo para tener acceso a los recursos rusos en el Ártico. Un acuerdo que fue bloqueado después de que la Casa Blanca sancionara a las compañías de gas y petróleo rusas en julio de 2014 por los acontecimientos en Ucrania. No es de extrañar, por tanto, que las sanciones a Rusia fueran duramente criticadas por Tillerson por los “amplios daños colaterales” que causaban.

Si bien es cierto que su relación con Moscú podría ser, en algunas cuestiones, un gran activo para su papel como secretario de Estado, nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde llega este acercamiento y seguramente deberá explicarlo en su confirmación en el Senado. La situación es dramáticamente complicada. En setenta años no ha existido en EEUU un presidente electo y unos nominados a formar parte de la próxima Administración tan complacientes con Moscú.

Rusia es importante para la presencia de EEUU en Afganistán, es esencial para el programa espacial de EEUU y es un socio crítico en la lucha contra la proliferación nuclear, además de indispensable para la búsqueda de una solución a la crisis siria. Pero ¿es el renacimiento del poder ruso, la insistencia del Kremlin de su liderazgo en la región euroasiática y su persistencia en que debe ser consultado en los principales problemas internacionales una amenaza directa a los intereses nacionales y a los valores de EEUU? La respuesta vendrá si la Administración Trump ve las acciones de Rusia como una molestia en vez de cómo una amenaza y si percibe el coste de alejarse de Rusia mayor que los beneficios de una acción colectiva con el Kremlin. Pero todo parece complicarse aún más tras la creciente polémica sobre la posible interferencia rusa en el proceso electoral norteamericano.

Desde octubre pasado las agencias de inteligencia en EEUU tienen la certeza de que ha existido dicha interferencia y de que además ha sido dirigida desde altas estancias del Kremlin. La novedad de las últimas informaciones no oficiales que salen a la luz es que el objetivo no sólo era recabar información y provocar cierto caos sino que todo apunta a un acción deliberada para favorecer a Trump en detrimento de Clinton. De ser cierto, sin duda un escándalo para cualquier democracia.