50 años de relaciones España-China

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En marzo de 1973 la España del régimen franquista, caracterizada por un férreo anticomunismo, y la República Popular China anunciaron, para gran sorpresa de muchos, el establecimiento de relaciones diplomáticas. Se cumple pues en estos días el 50 aniversario del establecimiento de estas relaciones.

Los antecedentes de las relaciones entre España y China eran más bien escasos. España había tenido históricamente unas relaciones relativamente reducidas con China –y con Asia en general–. Por otra parte, la propia internacionalización de España, y en particular de su economía, eran limitadas. El contraste con la situación actual, en la que grandes empresas multinacionales españolas operan con éxito en los mercados internacionales, es muy marcado. En aquellos primeros años 70 la presencia internacional de empresas españolas era modesta. España llegaba a China más tarde que otros países y con menos potencia económica.

En una China que se estaba empezando a abrir al mundo exterior, y en la que existía un gran desconocimiento sobre éste, el desconocimiento sobre España, sus capacidades, su realidad en general, era muy intenso.

La prioridad del eje económico

El eje principal sobre el que se han basado las relaciones entre los dos países durante estos 50 años ha sido el económico.

En los últimos años han crecido ciertamente otras vertientes de la relación, como la de la educación. A pesar de que ha aumentado de manera significativa el número de estudiantes chinos que vienen a España, ésta sigue siendo un destino secundario en comparación con los destinos principales, EEUU, el Reino Unido, Alemania, etc.

Desde mediados de los años 80 España se propuso entrar en el mercado chino. Y durante un período de tiempo hubo una política coherente y sostenida para lograr este objetivo y para vencer las dificultades que se derivaban del desconocimiento que existía en China sobre las capacidades de la industria y la tecnología españolas.

Como contexto general, hay que destacar que durante estas cinco décadas China y España han mantenido en general buenas relaciones políticas. No han existido conflictos significativos, con la excepción de los procesamientos judiciales a altos dirigentes chinos impulsados por algunos jueces españoles sobre la base de la “jurisdicción universal”. Las tensiones creadas solo serían superadas tras la reforma legislativa de la norma sobre Justicia Universal.

Dentro de estas buenas relaciones un hito importante es la política que España mantuvo a raíz de los sucesos de Tiananmen de 1989. España defendió, de manera particular en la UE, una política de moderación.

Las sanciones económicas, que propugnaban diversos sectores sociales y políticos en numerosos países, no eran la política más adecuada. No era aislando a China como se favorecería su evolución hacia una situación de mayores libertades, que podría desembocar con el paso del tiempo en una evolución hacia estructuras democráticas. (Hoy en día, en la era de Xi Jinping, está claro que se ha producido una involución en esa tendencia hacia mayores libertades y en general una involución en la política exterior china, que se ha vuelto más asertiva y menos acorde con las normas del orden internacional.)

De hecho, fue el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernández Ordóñez, el primer ministro de un país comunitario que visitó China en noviembre de 1990. Por parte de China, de sus dirigentes y de su pueblo, se valoró como un gesto amistoso y positivo la política que España desarrolló tras los sucesos de Tiananmen.

Liderazgo de la Administración

En lo que se refiere a la presencia empresarial, la política española durante esta primera época se caracterizó por el liderazgo de la Administración. Fue ésta la que animó y “arrastró” a las empresas españolas para que entraran en el mercado chino, cuyas enormes posibilidades ya se vislumbraban con claridad desde que China había abordado la política de reforma y apertura al exterior.

Las relaciones institucionales fueron un elemento fundamental en esa política. En 1985 el entonces presidente del gobierno, Felipe González, visitó China al frente de una delegación de empresas españolas. En los años siguientes se mantuvo una política de contactos institucionales, que en un país con las características políticas de China era necesaria. Los Reyes ya habían visitado China en 1978. Volverían en 1995. Felipe González, por su parte, repetiría visita en 1992.

Aparte de las visitas de estos máximos representantes del país, hubo un flujo regular de visitas de ministros y otros representantes de la Administración, en ambos sentidos. Esta política de contactos institucionales, sin embargo, no ha mantenido una continuidad a lo largo de los años, y eso ha repercutido sin duda en las relaciones.

Junto a la relación institucional, la otra gran palanca de la política española fue la política de financiación: el ofrecimiento de créditos del Fondo de Ayuda al Desarrollo, en condiciones concesionales muy favorables, para financiar la realización de proyectos por parte de empresas españolas. Se trató de una política imprescindible: otros países avanzados la estaban utilizando con firmeza y ambición. Sin una alineación con ellos, difícilmente las empresas españolas hubieran sido tomadas en consideración en China.

A corto plazo esta política de financiación tuvo resultados favorables. Un número importante de empresas firmaron contratos para la realización de proyectos. A medio y largo plazo, sin embargo, la efectividad de esta política ha sido puesta en cuestión. Tras desaparecer los créditos concesionales, la exportación española a través de la ejecución de proyectos industriales se frenó hasta niveles reducidos.

En todo caso, esta política de financiación y la ejecución de proyectos que facilitó tuvo un efecto positivo en el sentido de que promovió un mayor conocimiento de España y de sus capacidades, algo que ha repercutido favorablemente hasta nuestros días.

Expansión de las inversiones y las importaciones de China

China se ha convertido en la actualidad en el primer suministrador de importaciones de España en todo el mundo, superando ampliamente a Alemania, que había ocupado tradicionalmente este puesto. Es un tema que en el actual contexto geopolítico debería llevar a una reflexión, que escapa al alcance de este artículo.

Si en el comercio exterior las cifras no parecen muy positivas para España, en las inversiones ha habido claramente un mayor dinamismo, con una apreciable presencia de empresas españolas implantadas en China.

Por su parte, las inversiones chinas en España han crecido de manera muy notable en los últimos años, algunas de ellas en sectores estratégicos, algo que debería respaldar esa reflexión a la que me refería anteriormente.

En suma, creo que el balance que se puede trazar de las relaciones en estos 50 años es positivo, aunque con diversos matices. Mirando hacia el futuro el panorama es sin duda más complicado, teniendo en cuenta las relaciones cada vez más difíciles de China con buena parte de la comunidad internacional y, en concreto, con el bloque al que pertenece España, la UE.


Imagen: banderas de China y España. Créditos: Mehaniq41 (China, España).