En los últimos 40 años España y China han experimentado un espectacular desarrollo en todos los ámbitos, que también se refleja en una notable intensificación de su relación bilateral. Sin embargo, España puede hacer más para aprovechar las oportunidades económicas que ofrece China, como evidencian las cifras de comercio, inversión y servicios que mantienen con el gigante asiático nuestros socios de la UE. China, por su parte, ha solido estar más interesada en la influencia política de España en sus espacios de actuación tradicional (sobre todo en Europa y Latinoamérica) que en su potencial económico. Es decir, España y China han tenido diferentes motivaciones para estrechar sus relaciones bilaterales. Asimismo, aunque los intercambios entre los dos países siguen aumentando sustancialmente en múltiples áreas y existe una buena sintonía entre ambos Estados, podría decirse que la relación bilateral ha perdido cierta prominencia dentro de la política exterior de ambos países.

La UE es la mejor plataforma con la que cuenta España para intentar compensar la evidente asimetría que existe en su relación con China. De ahí que sea deseable aumentar el peso de España en la política de la Unión hacia este país. Dicha política debería estar orientada a estrechar los lazos entre Europa y China sobre la base de la reciprocidad, el beneficio mutuo y el respeto al derecho internacional. Esta línea política se aplica de manera más eficaz cuanto más cohesionados estemos los europeos, por lo que España no debería contribuir a la creación de un foro subregional con China en el sur de Europa. Además, España y sus socios europeos deberían esforzarse en consolidar un orden internacional multilateral eficaz, inclusivo, en el que cooperasen el máximo posible de actores, especialmente actores con tanto peso dentro de la comunidad internacional como China, en vez de hacia la contención del gigante asiático.