¿Un paso atrás para la hegemonía chavista? Las elecciones legislativas del 26 de septiembre de 2010 en Venezuela (ARI)

¿Un paso atrás para la hegemonía chavista? Las elecciones legislativas del 26 de septiembre de 2010 en Venezuela (ARI)

Tema: Se analizan las elecciones legislativas venezolanas de septiembre de 2010 teniendo presente la forma en que su resultado pueda incidir en las próximas elecciones presidenciales de 2012.

Resumen: Hugo Chávez ha construido en torno suyo un partido que alcanzó la hegemonía política. El 26 de septiembre de 2010 tuvieron lugar las elecciones para elegir, entre otros cargos, los 165 escaños de la Asamblea Nacional. Sin embargo, no fue posible organizar ningún control electoral que contara con la presencia de observadores internacionales. La jornada electoral transcurrió, en términos generales, en un ambiente de calma relativa, pese a los actos de proselitismo electoral por parte del oficialismo. La participación en los comicios alcanzó el 66,5% de los inscritos (un punto más que en las elecciones regionales de 2008 y tres menos que en el referéndum de 2009). El conjunto de los votos de oposición alcanzó el 52% del total y los del oficialismo el 48%. En base a esos resultados y gracias al sistema electoral vigente, el oficialista Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) obtuvo 98 diputados y la oposición sólo 67. Sin embargo, el oficialismo perdió la mayoría calificada de 110 escaños. El resultado supuso un desencanto para el chavismo. Al mismo tiempo la figura de Chávez ha sufrido un grave deterioro. De esta forma, los próximos tres meses, el tiempo que va hasta la toma de posesión de los diputados de la nueva Asamblea Nacional, pueden ser decisivos: o Chávez decide acelerar el proceso de reformas en que se halla inmerso o acepta continuar con un nuevo modo de gobernar, menos polarizado que el del pasado. El análisis de las elecciones de septiembre de 2010 en Venezuela sirve para poner en perspectiva, por una parte, el dilema que debe afrontar Chávez en el futuro inmediato: (1) radicalizar su política a riesgo de un hundimiento acelerado del régimen; o (2) poner en ejecución mecanismos de concertación a riesgo de confirmar y reforzar la oposición. Por la otra, pone de relieve el mayor reto de la oposición: concebir un programa creíble y presentar una nueva cara, más dinámica, para las elecciones presidenciales de 2012, con el riesgo de romper el frágil equilibrio existente en el seno de la alianza opositora.

Análisis: Hugo Chávez ha construido en torno suyo un partido político para alcanzar la hegemonía, sin buscar la creación de un partido único, de tipo fascista o comunista. Este partido, el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), cambió de nombre en las varias ampliaciones sucesivas que tuvieron lugar en los últimos años. El PSUV se vincula estrechamente al Estado, pero con fuertes lazos tanto en la sociedad civil como en las fuerzas armadas. Pero más que un partido-Estado, el partido de Hugo Chávez es un partido del Estado, un partido oficialista por excelencia. Un poco a la manera del PRI en su época, el PSUV puede ganar las elecciones gracias a la movilización de sus bases, a las manipulaciones legales del escrutinio y a la debilitad de sus opositores más que a través de fraudes flagrantes en el cómputo de los votos.

El marco general de las elecciones legislativas
En primer lugar, recordemos algunos datos sobre el funcionamiento del sistema electoral. El Consejo Nacional Electoral (CNE) es la institución del Poder Electoral responsable de la organización, administración y supervisión de todos los actos relativos a los comicios en el ámbito nacional, regional, municipal y parroquial. La administración del Consejo Nacional Electoral descansa en cinco miembros, los denominados Rectores Electorales, elegidos (como sus suplentes) por la Asamblea Nacional de acuerdo a un procedimiento implementado por la reforma de ley orgánica de sufragio y participación política del poder electoral de 1998.

Por la ley orgánica de 2009 que regula las elecciones, el sistema electoral vigente para la elección de los integrantes de la Asamblea Nacional es doble: por una parte, de personalización del sufragio para los cargos de circunscripciones uninominales y, por la otra, de representación proporcional para los cargos de lista. Los cargos unipersonales se eligen en base a la mayoría relativa de votos. Hay 113 diputados (incluyendo los tres escaños reservados a los indígenas) elegidos en circunscripciones uninominales con un solo turno, mientras los 52 restantes se eligen por escrutinio de lista.

El voto electrónico se estableció por la ley orgánica de procesos electorales de 2009. El voto se realiza directamente en la máquina de votación a través de boletas electrónicas donde el elector pulsa la opción de su preferencia. La opción aparece en la pantalla y el elector tiene la posibilidad de confirmar su voto presionando la opción “votar”. La máquina emite un comprobante de votación con la información del voto que se debe depositar en cajas de resguardo para su posterior y eventual auditoría. El paquete de votos de cada máquina viaja encriptado a través de una red provista por la empresa de telecomunicaciones estatal CANTV.

El 26 de septiembre de 2010 tenían lugar dos elecciones diferentes: por una parte, a la Asamblea Nacional (cámara legislativa única de acuerdo con la Constitución de 1999) y, por otra, los 12 diputados que Venezuela tiene en el Parlamento Latinoamericano o Parlatino (embrión de asamblea regional al estilo del Parlamento europeo en sus inicios). Los 165 escaños de la Asamblea Nacional se eligen según un doble procedimiento. Es importante subrayar que la última reforma electoral del 31 de julio de 2009 presenta además dos novedades fundamentales. La primera permite aumentar el número de diputados uninominales elegidos en los estados más poblados, a la vez que disminuye la cantidad global de electos por listas (votando por la denominación de un partido). La segunda permite que los rectores del CNE puedan dividir los municipios a fin de crear nuevas circunscripciones electorales.

El 22 de enero de 2010 el CNE dio a conocer su proyecto de modificación de los circuitos electorales, según el cual los distritos rurales menos poblados resultan claramente sobrerrepresentados respecto a los distritos urbanos. Es así como estos últimos tienen menos diputados en relación al número de votantes de las zonas rurales y más despobladas. Una proyección realizada entonces, y que tenía en cuenta la votación realizada en el referéndum constitucional del 15 de febrero de 2009, indicaba que de mantenerse la votación la oposición perdería hasta 14 diputados en comparación con el sistema anterior. Con este nuevo ordenamiento, para elegir un diputado la oposición necesita más de 87.870 votos, mientras que el oficialismo debe reunir poco más de 55.620 votos. Hay que agregar a este marco legal, que de por sí penaliza en grado sumo a la oposición, la situación real existente en Venezuela, la atmósfera de la vida cotidiana. Si bien las actividades de la sociedad civil y de la oposición política no están prohibidas, hablando en sentido estricto, sí están más bien controladas y limitadas mediante presiones y amenazas verbales y físicas provenientes de los más diversos orígenes. Así, se ha instalado entre las filas de la oposición y de la sociedad en general una suerte de autocensura, provocada fundamentalmente por los ataques verbales provenientes del presidente Chávez y de otros destacados representantes del poder, y también por los ataques físicos de grupos paramilitares. Por ejemplo, la alcaldía de Caracas, ganada por la oposición en las últimas elecciones regionales, fue saqueada, y la Universidad Central, un espacio libre de formación del espíritu republicano, está sometida a constantes ataques armados. Algunos grupos actúan a las órdenes del poder, pero otros parecen sobrepasar al presidente “por la izquierda” y escapan de su control inmediato.

De este modo, la violencia se ha convertido en un modo de gobierno y de gestión política por parte de los grupos dominantes en la Venezuela de Chávez. Según señala un manual de formación de trabajadores, publicado por un sindicato oficialista: “la violencia es el medio de implementación de las sociedades modernas (según Marx)”. Pese a ello, la prensa escrita goza de bastante libertad. Dirigida esencialmente a los intelectuales y a una parte limitada de la clase media, este medio de comunicación no llega a las grandes masas de la población. Aún así, los diarios no claramente chavistas se encuentran siempre bajo la amenaza del agotamiento de las existencias de papel prensa, ya que el control de su distribución corresponde al gobierno. Es más, algunas figuras de la oposición están siendo perseguidas, como es el caso del antiguo líder del MAS, Teodoro Petkoff, director del diario Tal Cuál, que fue procesado por atentado a la seguridad del Estado, o el de Rafael Poleo, director del diario El Nuevo País y del periódico Zeta, quien debió salir de Venezuela para huir de una más que segura encarcelación.

Donde más se observa la política del gobierno es en el sector de la radio y la televisión. En estos medios está cada vez más excluida la voz de la oposición o cualquier crítica al gobierno. La evocación de posibles amenazas a la seguridad nacional es el argumento más frecuente para legitimar la censura en estos medios de comunicación. Actualmente, todos los canales de televisión en abierto están bajo control gubernamental y más de 40 estaciones de radio que no comulgaban con el oficialismo fueron cerradas en agosto de 2009. Estos mecanismos permitieron limitar, de hecho, la libre expresión de la oposición durante la campaña electoral.

De manera semejante, en cierta medida se restringieron las posibilidades de control democrático del proceso electoral, tanto por la oposición política como por los organismos independientes, nacionales o internacionales. La Organización de Estados Americanos (OEA), que actúa únicamente a petición de los Estados miembros, no fue invitada por Venezuela en esta ocasión a organizar un control electoral independiente. Ninguna otra instancia intergubernamental u ONG internacional fueron admitidas para desarrollar ningún tipo de control electoral. Con el fin de obtener el estatus de visitante extranjero, que concedían las autoridades venezolanas, los observadores y analistas extranjeros debían estar registrados con uno de los dos bloques políticos que estaban en condiciones de hacerlo ante el CNE: (1) la alianza conformada alrededor del PSUV (que también cuenta entre sus principales socios al partido Comunista de Venezuela); y (2) la Mesa Unitaria Democrática (MUD), compuesta de 21 partidos de centro o de izquierda como Acción Democrática (AD), el Movimiento al Socialismo (MAS) y Podemos, o inclusive más cercanas a la democracia cristiana como COPEI o Primero Justicia. También había otros grupos o partidos que habían estado más próximos al movimiento chavista, como Voluntad Popular, Causa R o Socialistas y Bolivarianos).

Sin embargo, el CNE no reconocía la categoría de observador internacional independiente. Esta situación de no reconocer el estatus de observador internacional independiente y no admitir la presencia de observadores independientes respecto a los partidos políticos, provocó que la polarización política y electoral se prolongara entre los propios observadores extranjeros, pese a su resistencia.

La jornada electoral
Se puede señalar que el país, en términos generales, pasó el día y la noche de la elección en una calma relativa. En la capital, Caracas, donde la polarización es mayor, el día de la elección se notó un activo proselitismo, el día previo a los comicios e incluso durante la votación. Desde las cuatro de la madrugada, algunas calles del centro de Caracas, comenzando por la Plaza O’Leary, estaban ocupadas por manifestantes chavistas muy ruidosos (que hacían estallar petardos y fuegos artificiales). Encabezados por un joven candidato a diputado nacional, Robert Serra, los manifestantes llamaban a la población a involucrarse en la batalla electoral y salir a votar en masa por “el socialismo”.

A las cinco de la madrugada, una hora antes la apertura de las urnas, el presidente Chávez dio un discurso en el canal VTV llamando a votar en defensa de la revolución en marcha. En esta ocasión, Chávez recordó los mensajes de apoyo transmitidos por otros líderes políticos, como Fidel Castro, Lukachenko y Evo Morales, pero también de personajes como Maradona. Se trató de un discurso clásico, donde proclamaba “vamos con Dios!” y calificaba la democracia de Venezuela como “modélica” frente a “las normas electorales del imperio norteamericano”. Durante toda la jornada electoral, militantes chavistas vestidos con camisetas rojas permanecían en los alrededores de varios lugares de votación bajo la mirada tranquila de los militares y policías especialmente movilizados para la ocasión.

En la parroquia “23 de enero”, del municipio Libertador en Caracas, las fuerzas paramilitares pro-chavistas permanecían armadas y, como siempre, formaban controles que, en esta ocasión, impedían a los observadores extranjeros penetrar en el barrio. Sin embargo, los ciudadanos votaban en calma mediante la utilización de máquinas electrónicas, que manejaban con bastante destreza. En aquellas mesas donde había militantes de la oposición actuando como testigos de la votación, ésta se desarrollaba en una atmósfera relativamente apacible.

Un hecho destacable fue el desalojo por parte de fuerzas policiales del centro de cómputo paralelo e independiente montado por los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar. Esta organización, llamada “Voto Joven”, actuaba, sin embargo, con permiso de las autoridades nacionales y del rector de la universidad. Todo el material allí existente fue incautado por la policía y los estudiantes arrestados y confinados en locales policiales durante todo el día de la votación. Pese a esta represión, el sistema de cómputo al margen del CNE funcionó en un local alternativo, clandestino, y permitió una valoración múltiple del escrutinio.

El CNE, la máxima autoridad electoral, tardó mucho en dar los resultados definitivos. Estos comenzaron a conocerse a partir de las dos de la madrugada del lunes 27, aunque las mesas se habían cerrado a las 18 horas del domingo. El CNE, como acostumbra a hacer en estas ocasiones, no dio los datos globales sino parciales y desagregados estado por estado. De este modo, sumando los datos oficiales, comprobados simultáneamente con otros datos extraoficiales, se pudo obtener unos porcentajes globales bastante fiables, tanto a escala nacional, como estado por estado. Los resultados coinciden tanto con la anulación del oficialismo de la fiesta de su victoria que los chavistas habían previsto en la Capital, como con la postura de seriedad sin triunfalismo adoptada por la oposición.

Una evaluación de los resultados
En un contexto de voto no obligatorio, la participación del 66,5% de los inscritos es una buena cifra. En primer lugar, si la comparamos con la asistencia a las urnas de las elecciones legislativas precedentes, en 2005. Entonces, votó sólo un 24,5%, pero la oposición había decidido boicotear los comicios. Si bien, posteriormente, los partidos no chavistas analizaron su postura abstencionista como un grave error político, pudieron iniciar un lento proceso de coordinación de sus propias fuerzas a fin de participar en el juego electoral, aunque las reglas estuvieran retorcidas en favor del oficialismo.

Para intentar abrir una brecha democrática en el sistema electoral vigente, la oposición empezó a organizarse durante 2009, y con ese objetivo se creó la Mesa Unitaria Democrática (MUD). Esta situación les permitió presentar candidatos únicos en cada circunscripción (la mayoría por consenso, y el resto a través de elecciones primarias). Respecto a la participación electoral, las legislativas de 2010 deben compararse con las elecciones regionales de 2008 (65,5%) y, sobre todo, con el referéndum de 2009 (69,5%), donde ganó el “Sí” con cerca de 6.300.000 votos sobre 11.700.000 votantes. Teniendo en cuenta el crecimiento natural del número de inscritos desde 2009, algo más de 11 millones de votantes suponía un 66,5% de participación, un 2% menos que en el último referéndum.

Todas las cifras aquí presentadas están construidas a partir de varias fuentes cruzadas, incluso las oficiales, especialmente agregando las cifras de la elección al Parlatino en cada departamento (23 más el Distrito Capital), a fin de obtener el número total de votantes, ya que el CNE no ha dado datos globales. Los resultados globales, en cifras aproximadas, serían los siguientes:

  • El bloque PSUV y aliados: 5.450.000 votos, el 48% de los votantes y 98 diputados nacionales.
  • La MUD: 5.340.000 votos, cerca del 47% de los votantes y 65 diputados nacionales.
  • El PPT (Patria Para Todos, disidentes chavistas): 350.000 votos, cerca del 3% y dos diputados nacionales.
  • El 2% restante se divide en varias listas pequeñas, no obteniendo ninguna representación.

Conclusiones: De estos resultados globales se pueden extraer algunas conclusiones de cara al futuro. En primer lugar, el chavismo ha perdido la mayoría en términos absolutos sobre la votación total (número de votos) y relativos (porcentaje) en relación con el conjunto de la oposición (la suma de la MUD y el PPT). La oposición obtuvo algo más del 52% de los votos. Por otro lado, el bloque del PSUV perdió la mayoría cualificada de los dos tercios en la Asamblea, al obtener menos de 110 diputados, pese a estar sobrerrepresentado en número de diputados debido al diseño de las circunscripciones, más favorable al oficialismo en aquellos territorios donde el chavismo tiene un mayor control electoral. De hecho, el chavismo perdió 860.000 votos en relación al referéndum de 2009 y casi 1.860.000 respecto a las elecciones presidenciales de 2006.

Pese a las cifras obtenidas, los seguidores de Hugo Chávez no pudieron celebrar su victoria como hubieran querido, como prueba la cancelación de la fiesta en Caracas la noche electoral. Pero la oposición tampoco puede presumir de su victoria. Finalmente, la MUD sólo ganó algo más de 260.000 votos respecto a 2009. Esto significa que el amplio sector de los “ni ni” (ni con Chávez ni contra Chávez) no se movilizó en favor de la oposición, quedándose en la abstención y a la expectativa de lo que pueda ocurrir en el futuro. Por un lado, si bien dentro del chavismo se experimenta una erosión continua en sus bases, y pierde poco a poco a grupos e individuos sinceros que querían mejorar el país, aunque esto no significa que alíen automáticamente a las fuerzas políticas opositoras; por otra parte, todavía hay cerca de un tercio de la población que no vota ni al chavismo ni a la oposición.

El desencanto con el chavismo y, sobre todo, con la figura de Hugo Chávez es cada día más claro. Una encuesta de la empresa venezolana independiente de análisis sociológicas Hinterlaces, de comienzos de septiembre de 2010, señalaba que con independencia del grupo considerado (chavistas, no chavistas, o “ni ni”), entre el 60% y el 70% de la población estaba en contra de una nueva candidatura de Chávez en las elecciones presidenciales de 2012.

El descenso del PIB en Venezuela está perjudicando al gobierno, de la misma manera en que la crisis financiera internacional de 2008 y la caída del precio del petróleo han tenido graves consecuencias para el país. La devaluación del bolívar en enero de 2010 contribuyó a reducir la capacitad del Estado de financiar planes de ayuda a los más pobres. Sin embargo, también se siente una desilusión con el modelo chavista y un desfase entre las proclamas gubernamentales del socialismo bolivariano y las aspiraciones de la población. Más de la mitad de los ciudadanos piensa que el país está en un “mal camino”.

Pese a que la oposición se ha unificado, todavía no logra capitalizar el descontento reinante. La MUD tiene que ganar en credibilidad, en particular con una propuesta movilizadora y de gobierno creíble tanto a corto como a medio plazo. Y, más importante, la oposición debe renovar su cara, cambiando sus cuadros y lanzando nuevas figuras en las elecciones municipales de 2011 y, sobre todo, en las presidenciales de 2012. En la noche electoral, los personajes que aparecieron en la televisión en nombre de la MUD eran mayoritariamente figuras del pasado, de la época pre-chavista, y eso debe cambiar. Un líder del movimiento social como Leopoldo López podría tener un papel más relevante si tanto el oficialismo como los viejos caciques de la oposición le permiten lanzarse a la arena electoral. En las últimas elecciones municipales en Caracas su candidatura fue descalificada por las autoridades chavistas, pero esa medida se vivió con un poco de alivio en parte de la oposición. También una persona de alto valor moral, como la rectora de la Universidad Central de Caracas, Cecilia García Arocha, podría ayudar a la renovación de la oposición y a contribuir a movilizar a los “ni ni”.

Los tres meses posteriores a las elecciones pueden ser decisivos desde otro punto de vista. La nueva Asamblea Nacional comienza su período el próximo 5 de enero. Hasta entonces, la asamblea saliente, donde Chávez mantiene los dos tercios, puede actuar de dos maneras bien distintas: o seguir a marchas forzadas con el proyecto chavista, imponiendo medidas autoritarias y nuevas nacionalizaciones; o, por el contrario, lo que sería más acorde a una situación democrática, iniciar negociaciones con la nueva asamblea para realizar una transición pacífica, dando una nueva oportunidad para el desarrollo de la democracia en Venezuela. Hasta hoy, la apropiación del marco legislativo fue un elemento clave del dispositivo gubernamental para asegurar la perpetuación de Hugo Chávez en el poder para poder desarrollar el proyecto del llamado “socialismo del siglo XXI”.

Estas elecciones han tenido lugar en el marco de la estrategia chavista de ir al socialismo de manera progresiva, combinando las reformas legales con otros métodos más directos. Chávez optó de manera manifiesta por una democracia plebiscitaria. De este modo se han celebrado elecciones cada año entre 1998 y 2000, y después, tras una pausa entre 2001 y 2003, la serie se mantiene de 2004 a 2012. Cada consulta debía manifestar un creciente apoyo popular al presidente. Incluso aquellas elecciones que no fueron explícitamente un referéndum, lo han sido de hecho. Por eso, el descenso en el número de votos así como la pérdida de la mayoría calificada son malas señales para Hugo Chávez en el marco de su propio proyecto.

El resultado de estas elecciones legislativas se perfila como une encrucijada de caminos: o se profundizan los rasgos autoritarios del régimen, convirtiéndose cada vez más en un sistema autoritario, o la dirección de las aperturas electorales, pese a su torpeza, puede seguir abriendo perspectivas democráticas y la construcción de un nuevo consenso nacional. Actualmente, Venezuela presenta una realidad compleja, una suerte de mosaico formado de teselas de democracia y teselas de dictadura, armando un cuadro general un poco surrealista. En este contexto resulta bastante difícil predecir el futuro inmediato del país.

Renée Fregosi
Profesora y directora de investigaciones en Ciencia política IHEAL/CREDA Paris 3 Sorbonne Nouvelle