Qué puede esperar Latinoamérica del próximo presidente de EEUU (ARI)

Qué puede esperar Latinoamérica del próximo presidente de EEUU (ARI)

Tema: ¿Qué puede esperar Latinoamérica del próximo presidente de EEUU, y qué puede esperar el próximo presidente de EEUU de Latinoamérica?

Resumen: Con los mercados financieros sumidos en el caos y los norteamericanos cada vez más preocupados por su futuro económico, no es sorprendente que las cuestiones de política exterior –incluidos la guerra de Irak y el terrorismo internacional– hayan quedados relegados a un segundo plano en la carrera presidencial norteamericana. Hace algunos meses, aprovechando el Día de la Independencia Cubana, tanto Barack Obama como John McCain pronunciaron importantes discursos acerca de Latinoamérica ante audiencias en Miami. John McCain llegó incluso a viajar a Colombia y México. Tras esto, la región desapareció prácticamente de las dos campañas durante varios meses. No fue hasta el último debate del 15 de octubre que los candidatos abordaron algunos temas claves referentes a las relaciones de EEUU con Latinoamérica –entre otros el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA en inglés), el acuerdo comercial firmado pero no ratificado entre EEUU y Colombia, y el peligro de depender del petróleo importado de Venezuela–.

Análisis

Objetivos prioritarios
La escasa atención que se ha prestado a Latinoamérica en la campaña presidencial evidencia que la región no va a ser una prioridad para la próxima Administración, sea quien sea el presidente elegido. No se considera una amenaza para la seguridad. Al margen del prolongado conflicto colombiano, Latinoamérica es una región que disfruta de paz y está prácticamente libre de actividad terrorista y de conflictos armados internos o entre países. Tampoco se espera que Latinoamérica ofrezca las inmensas oportunidades económicas de países en crecimiento acelerado como son China y la India. Aunque en Washington se habla mucho de la necesidad de un mayor compromiso con la región, nadie –ni en EEUU ni en Latinoamérica– reclama iniciativas importantes de EEUU en los países de la región. Los gobiernos latinoamericanos prefieren cada vez más ocuparse de sus propios problemas regionales, mientras que los sondeos reflejan un clima de escaso interés por los asuntos mundiales entre los votantes norteamericanos, quienes están preocupados principalmente por sus tribulaciones internas.

Y eso podría no ser tan malo. Después de todo, la mejor forma que tiene Washington de favorecer los intereses de Latinoamérica es lograr reactivar la economía de EEUU –que es claramente la prioridad número uno de la política nacional del país–. Lo que más necesita la región de lo que puede ofrecer EEUU es un mercado en expansión para las exportaciones latinoamericanas y una fuente fiable de préstamos, inversiones y remesas. Una economía norteamericana fuerte, dinámica y abierta ayudará a reforzar la economía mundial, lo cual redundará también en beneficio de Latinoamérica. Otra preocupación clave para el próximo presidente de EEUU será poner orden en la fracasada política exterior heredada de Bush y restablecer la credibilidad de EEUU en todo el mundo. Esto también sería bien recibido en Latinoamérica, donde se ha extendido un sentimiento antiamericano provocado por la política exterior de Washington, incluyendo su agresivo unilateralismo, su abuso del recurso a la fuerza militar y el empleo de la tortura.

Barack Obama tiene una clara ventaja a la hora de imprimir una nueva dirección y espíritu a la política exterior de EEUU. Es el candidato preferido, por amplio margen, en casi todos los países del mundo. También está, por así decirlo, limpio de culpa. Se opuso a la Guerra de Irak desde el principio y ha expresado en todo momento su compromiso con el diálogo, la negociación y el multilateralismo. Por el contrario, a McCain se le identifica, aunque a veces injustamente, con las posturas actuales de la Casa Blanca. El candidato republicano se ha manifestado enérgicamente en contra de la tortura y de otras políticas de Bush, pero sigue siendo un defensor entusiasta de la Guerra de Irak, y ha reclamado sistemáticamente las opciones militares para enfrentarse a desafíos como la intervención rusa en Georgia, las amenazas chinas sobre Taiwán y el riesgo de que Irán se convierta en un poder nuclear. Da la impresión de que, en las situaciones críticas, su instinto es recurrir a la fuerza más que a la negociación.

Es demasiado pronto para predecir hacia dónde se dirige la crisis financiera mundial. Se comprenden mal sus causas y se desconocen hasta dónde puede llegar. Nadie sabe aún cuáles son los remedios apropiados. Sin embargo, Obama podría tener también ventaja sobre McCain a la hora de abordar los problemas y reparar los daños. Está claro que cualquier solución requerirá una respuesta que implique la colaboración internacional y Obama sería el socio mejor recibido en casi cualquier parte. Es cierto que los demócratas tienen más objeciones que los republicanos a la globalización y al libre comercio, pero también es verdad que los demócratas están mucho menos comprometidos con la rígida ideología del libre mercado. Se sentirán más cómodos con una mayor participación del gobierno en la economía, una postura que facilitará la colaboración en asuntos financieros con Europa y el resto del mundo –si Obama está dispuesto a resistir la presión de su partido para que, una vez elegido presidente, se ocupe prioritariamente de los asuntos internos–.

Más allá de las cuestiones financieras, las dos áreas de la política norteamericana que más preocupan a Latinoamérica hoy en día son la inmigración y el comercio. Estos son los dos puntos principales de la inacabada agenda de la Administración de Bush para la región. Es llamativo constatar que también se han convertido en dos puntos fundamentales en la agenda europea respecto a Latinoamérica. Por desgracia, los sentimientos aislacionistas de la opinión pública norteamericana dificultarán enormemente el progreso en ambos frentes, sea quien sea el nuevo presidente tras las elecciones de noviembre.

Inmigración
Los gobiernos latinoamericanos aplaudieron la amplia reforma sobre inmigración emprendida por Bush –que incluía un mayor número de visados temporales para trabajadores, un camino hacia la ciudadanía para los 12 millones de inmigrantes que están en EEUU de forma ilegal, y una aplicación más firme de las leyes de inmigración estadounidenses–. Ambos candidatos apoyaron aquella iniciativa de reforma. Pero McCain (que, junto a Ted Kennedy, introdujo la legislación necesaria en el senado) ha dado marcha atrás desde entonces en sus posiciones a favor de la reforma, que era muy impopular entre los republicanos, y asegura que ahora votaría en contra de su propia legislación. Obama sigue apoyando estas reformas, lo que explica en parte porqué dos de cada tres hispanos piensan votarle. Una victoria de Obama con este amplio margen de apoyo latino supondría una presión considerable sobre su gobierno para que apoye nuevas leyes sobre inmigración –aunque, de todas formas, sería una batalla política muy complicada–. El palpable clima anti inmigración que existe en EEUU (y en Europa) se ha agravado sin duda por los malos datos económicos.

Comercio
Cuando el nuevo presidente de EEUU asuma el cargo en enero, el punto más urgente de la agenda comercial será si se envían al Congreso los acuerdos comerciales de este país con Colombia y Panamá para su ratificación y cuándo se hará esto. El acuerdo con Colombia es el que presenta más dificultades. Fue firmado por primera vez por ambos países en 2006 y el Parlamento colombiano lo ha aprobado dos veces. Una gran mayoría de los demócratas se oponen a él, y hasta el momento han impedido su votación en el Congreso. Obama, que critica la mayoría de los acuerdos de libre comercio, dejó claro en su debate con McCain que votaría en contra del acuerdo con Colombia en su forma actual, debido fundamentalmente a la violencia laboral existente en el país. Por su parte, McCain, como defensor acérrimo del libre comercio, apoya su inmediata ratificación.

El próximo año, ganen o no la presidencia, los demócratas ampliarán su mayoría en ambas cámaras del Congreso. Ello significa que el acuerdo no será ratificado, probablemente ni siquiera votado, a menos que se realicen cambios en el texto y que Colombia se comprometa a mejorar la situación de los derechos humanos en su país. Pero una vez introducidos esos cambios y compromisos, es probable (aunque no seguro) que tanto Obama como McCain encuentren el modo de asegurar la ratificación de los acuerdos con Colombia y Panamá. Es difícil imaginar cómo podría EEUU denegar el estatus de libre comercio a un aliado esencial como Colombia, cuando lo aprueba con otros muchos países.

Otras cuestiones comerciales más amplias para el próximo presidente se centrarán en qué hacer con la casi agotada Ronda Doha de negociaciones comerciales multilaterales y qué puede hacerse (si es que se puede hacer algo) con el moribundo pacto comercial con todo el continente americano. McCain es a todas luces el defensor más firme de ambas cuestiones. Ha adoptado posiciones impopulares que harían avanzar ambas negociaciones, como oponerse a la mayoría de los subvenciones a la agricultura y exhortar a poner fin a los aranceles sobre las importaciones de etanol brasileño. Obama no ha aclarado su posición en algunos puntos comerciales importantes. Su problema es cómo salvar la distancia entre sus puntos de vista ortodoxos en economía y el rechazo que sienten la mayoría de sus seguidores demócratas y sindicales ante las nuevas iniciativas comerciales. Obama ha solicitado la revisión del TLCAN, pero pocos creen que vaya a tomar alguna medida para cambiar sustancialmente este acuerdo que ya tiene 15 años de vida. En principio, aprueba una ampliación del comercio pero es impreciso a la hora de explicar qué está dispuesto a hacer en la práctica. Obama y McCain, curiosamente, coinciden en la necesidad de favorecer programas asistenciales más generosos para los trabajadores que pierden sus empleos a causa del comercio exterior. Más que nada, esta ayuda de ajuste comercial es esencial para conseguir el apoyo de ambos partidos a los nuevos acuerdos comerciales y podría ser el punto desde donde la próxima administración debería de empezar a definir su política comercial.

Los desafíos bilaterales
Las relaciones bilaterales figurarán entre los desafíos más complicados a los que tendrá que enfrentarse el próximo presidente. México, el país con el que EEUU tiene relaciones más importantes en Latinoamérica, está atravesando un período turbulento en el que la violencia generada por las organizaciones criminales están poniendo en peligro su seguridad y su estabilidad política y, por otro lado, su economía se ve amenazada por los problemas financieros globales. Amenazas potenciales, mayores incluso que las mexicanas, se ciernen sobre la mayoría de las pequeñas naciones de Centroamérica y el Caribe. Washington tiene ahora competidores geopolíticos de peso. Brasil se está erigiendo como un líder a nivel regional e incluso cada vez más a nivel mundial, en tanto que Venezuela se ha convertido en un adversario beligerante y potencialmente peligroso para EEUU. Cuba puede estar al borde de cambios impredecibles y Haití va en camino de convertirse en un Estado fallido.

Venezuela
El desafío más visible y ampliamente debatido procede de Venezuela y de su círculo de seguidores. El presidente Hugo Chávez ha logrado centralizar el poder hasta tal punto que Venezuela apenas puede ser calificada ya de democracia. A nivel regional, Chávez está perjudicando las relaciones entre los países del subcontinente americano, alimentando los conflictos internos en varios países andinos, ofreciendo una vía de acceso a Latinoamérica a adversarios de EEUU como Irán y Rusia, y desconcertando con su actitud cambiante a EEUU y a muchos países latinoamericanos. Aunque actualmente su alianza anti estadounidense solo integra a cuatro o cinco de los países más débiles e inestables de la región latinoamericana muchos otros países están mirando a Venezuela como fuente del apoyo financiero que necesitan.

Obama y McCain tienen recetas políticas muy distintas para tratar con Venezuela. El discurso de McCain acerca de Latinoamérica recuerda a la retórica de la Guerra Fría. Considera a Latinoamérica como una región de adversarios y aliados –y a su juicio la primera tarea de Washington es movilizar y ayudar a estos últimos para que se enfrenten a los primeros, liderados por Venezuela–. Este fue el instinto político inicial de Bush, pero fracasó en su intento porque no tuvo en cuenta la creciente complejidad e independencia de Latinoamérica. Pasó por alto el hecho de que la mayoría de los países de la región, incluidos los mejores aliados de EEUU, no sólo quieren evitar enfrentarse a la agresiva y rica en petróleo Venezuela, también quieren mantener buenas relaciones económicas y políticas con este país.

Obama parece más inclinado a seguir el planteamiento más reciente del gobierno de Bush, que ha moderado mucho sus respuestas a las bufonadas y amenazas de Chávez, y ha dejado de presionar a otros países para que restrinjan sus relaciones o se opongan a Venezuela. Obama ha afirmado también que, en las circunstancias adecuadas, estaría dispuesto a entablar un diálogo con Chávez. Pero la próxima Administración norteamericana podría verse obligada a compensar o neutralizar la influencia de Venezuela –por ejemplo ofreciendo ayuda a más países de Latinoamérica para afrontar sus problemas más graves, incluyendo el precio todavía elevado de la energía y los alimentos, las crecientes preocupaciones sobre seguridad y los daños que va a provocar la crisis financiera–. Pero ello exigirá recursos y compromiso político, dos cosas que no abundarán gane quien gane las elecciones.

México
Chávez y Venezuela pueden ser el desafío más visible de Washington, pero seguramente el más peligroso sea un México cada vez más convulso –enfrentado hoy por hoy a amenazas cada vez mayores a su seguridad e incluso a su estabilidad interna por parte de la violencia criminal y el narcotráfico–. Más aún, al estar tan estrechamente conectada a la estadounidense, la economía mexicana corre el riesgo de sufrir un serio revés y probablemente una prolongada recesión, que se vería agravada por la parálisis política que, por ejemplo, actualmente no permite que el país adopte las medidas necesarias para detener el declive de su producción de petróleo.

EEUU poco puede hacer respecto a estos problemas, sea quien sea el próximo presidente. Principalmente será México quien tenga que resolverlos. En 1995, durante otra crisis mexicana, EEUU aportó una buena parte de un paquete de rescate de 50.000 millones de dólares; esto sería imposible ahora dada la situación de crisis que vive EEUU. Los fondos norteamericanos destinados al Plan Mérida pueden ofrecer alguna ayuda a México para enfrentarse a los problemas asociados con el crimen organizado y las drogas ilegales, pero la mayor parte de los recursos y de la determinación política tendrán que venir de México. Desde luego, EEUU podría hacer mucho más para tratar de poner coto a la venta de armas estadounidenses a criminales mexicanos y gastar más en reducir la demanda de drogas ilegales. Pero reiteramos que lo mejor que puede hacer EEUU por México (y por el resto de Latinoamérica) es poner en orden su economía y sus finanzas.

Las autoridades mexicanas no están particularmente entusiasmadas por ninguno de los dos candidatos. La imagen de McCain se ha visto seriamente empañada por su giro respecto a la reforma sobre la inmigración y su apoyo reiterado a aplicar una mayor firmeza a la hora de hacer cumplir las leyes de inmigración, incluyendo la construcción de un infame muro en la frontera entre EEUU y México. Por su parte, las virulentas críticas de Obama al TLCAN y sus llamamientos para que se renegocie suenan a veces a desprecio hacia México.

Centroamérica y el Caribe
En mayor peligro incluso que México se encuentran las 23 pequeñas naciones de Centroamérica y el Caribe –con una población total de unas 70 millones de personas–. Aunque muy distintos en bastantes aspectos, todos ellos dependen económicamente de las exportaciones, el turismo, las inversiones y las remesas de EEUU. Al igual que México, muchos de ellos están sufriendo niveles récord de violencia criminal y una propagación del abuso y el tráfico de drogas. Algunos gobiernos, sobre todo los de los Estados pequeños parecen cada vez más infiltrados por criminales. La mayoría de estos países importan la mayor parte de sus alimentos y energía –con precios que todavía siguen estando muy por encima de lo que estaban hace un año–. La suma de todos estos factores podría llevar a una crisis en el conjunto de la región, que afectaría a una gran parte de los países. La mejor prueba del peligro es el gran número de países que ya ha pedido ayuda a Venezuela. Ninguno de los dos candidatos ha reconocido siquiera los problemas de la región, a la que a menudo se denomina la tercera frontera de EEUU.

Haití
Tampoco ha habido ninguna mención por parte de los candidatos acerca del caso especial de Haití, el único Estado de la región que ha fracasado o está a punto de hacerlo. Sin las tropas de la ONU, Haití es incapaz de mantener por sí mismo el orden y la seguridad, el gobierno apenas funciona y la economía, a pesar de que ha crecido últimamente, tiene gravísimos problemas. Tras dos huracanes devastadores, con elevados precios de los alimentos (lo cual ha provocado disturbios masivos y la destitución del primer ministro) y con la recesión en EEUU, la economía de Haití continuará desmoronándose, sumiendo en una mayor desesperación a su población de cerca de 8 millones de habitantes. Ninguna Administración norteamericana en la memoria reciente ha hecho gran cosa por Haití, y el próximo presidente se enfrentará a este problema con menos recursos y con más necesidades. El gobierno de Haití ha propuesto una sencilla medida a Washington: que deje de deportar a los emigrantes de Haití sin tener en cuenta su estatus legal (algo que ha hecho en el pasado con los refugiados salvadoreños y guatemaltecos). Ninguno de los dos candidatos ha manifestado su posición a este respecto.

Cuba
Un cambio político que toda Latinoamérica aplaudiría sería una auténtica apertura de EEUU hacia Cuba. Ningún otro asunto está tan cargado de mayor peso simbólico ni en ningún otro se encuentran tan alejadas las posturas de Washington y de Latinoamérica. Casi todos los gobiernos de la región mantienen relaciones normales con La Habana, ningún gobierno (ni siquiera Washington) consideran que Cuba sea una amenaza y todos ellos piensan que la actitud actual de EEUU es un obstáculo –no un incentivo– para que se produzcan avances democráticos y reformas económicas en la isla. Sin embargo, cualquiera que sea el presidente, es poco probable que se plantee un giro drástico respecto a Cuba. La poderosa comunidad cubana residente en EEUU mantendrá su influencia sobre la política cubana y se opondrá a todo lo que no sean cambios de poca monta. Las dos cámaras del Congreso de EEUU han estado en manos de los demócratas en los dos últimos años sin que se haya propuesto ni una sola iniciativa legislativa sobre Cuba. McCain sigue siendo un defensor a ultranza del embargo norteamericano sobre la isla y de otras restricciones asociadas (pese a haber abogado en el pasado por la normalización de las relaciones con Vietnam). Obama podría estar más abierto al cambio, pero ha sido prudente –proponiendo tan solo una muy modesta iniciativa que permitiría a los cubanos que viven en EEUU visitar la isla con más frecuencia y ha eliminado los límites sobre las remesas (dos medidas con las que, por cierto, la mayor parte de los cubano-americanos parecen estar a favor)–. El candidato demócrata se ha mostrado dispuesto además a encontrarse cara a cara con el presidente cubano, aunque bajo condiciones que La Habana probablemente rechace. No obstante, la política estadounidense evolucionará seguramente de forma gradual y los cambios requerirán el apoyo de los cubanos que viven en EEUU así como acciones recíprocas por parte del gobierno de La Habana.

Brasil
Tanto Obama como McCain reconocen la creciente importancia de Brasil en los asuntos regionales y mundiales, y ambos sugieren, aunque de forma un tanto imprecisa, la necesidad de una colaboración más estrecha, incluso una asociación con este país. En el continente Americano, Brasil tiene peso claramente mayor que cualquier otro país aparte de EEUU –y en varias ocasiones recientes ha tenido una mayor influencia que Washington porque se considera que sus puntos de vista son más equilibrados–. Las relaciones interamericanas giran a menudo en torno a ambos países; cuando están de acuerdo, casi todo el mundo está con ellos; cuando discrepan, la colaboración intercontinental se estanca. Es cierto además que Brasil podría ser un socio valioso en un amplio número de cuestiones internacionales, incluyendo negociaciones de comercio mundial, no proliferación nuclear, protección medioambiental, reforma de instituciones internacionales, aumento de la producción de alimentos y de la energía, y relaciones interraciales. Pero Washington y Brasilia no son siempre socios naturales. Brasil podría convertirse en un adversario problemático en varias de las cuestiones que hemos mencionado.

Para mantener una relación constructiva con Brasil, EEUU tiene que aceptar la política exterior independiente de este país y asumir las diferencias de intereses y perspectivas entre ambos países. La Administración Bush logró hacer esto bastante bien, hasta el punto de que altos cargos brasileños aseguran que las relaciones entre EEUU y Brasil son las mejores que han tenido nunca. Por su temperamento, Obama parece más capaz que McCain de aceptar la ambigüedad y la tolerancia que requieren las buenas relaciones con Brasil, pero ésta no será una tarea fácil para la próxima administración norteamericana.

Conclusiones: Tanto Obama como McCain reconocen que las relaciones de EEUU con Latinoamérica se han deteriorado gravemente en los últimos años. Ambos candidatos –al igual que casi todo el mundo en Washington– han reclamado un “liderazgo renovado de EEUU” y un “mayor compromiso” en la región. Pero no parece probable que ninguno de los dos candidatos introduzca cambios políticos fundamentales. EEUU se ha vuelto una nación cada vez más insegura y podría centrarse más en sí misma que nunca hasta ahora. Por otro lado, es improbable que Latinoamérica figure entre las máximas prioridades de la política exterior norteamericana. La atención y los recursos de Washington se centrarán seguramente en otras regiones y asuntos.

Pero, tristemente, esto podría no importar demasiado a Latinoamérica. La mayor parte de los países de la región han dejado de mirar hacia EEUU en busca de liderazgo o de un compromiso global. En algunas cuestiones, la mayoría de los gobiernos desearía que EEUU redujese su implicación. Piensan que pueden valerse por sí mismos. Brasil y otros países latinoamericanos han respondido con habilidad a dos conflictos recientes en la región –un enfrentamiento interno en Bolivia y el estallido ocurrido hace varios meses entre Ecuador, Colombia y Venezuela–. Pocos gobiernos latinoamericanos buscan una mayor implicación de EEUU en cuestiones como la promoción de la democracia o incluso el desarrollo social. Estos son desafíos que a su juicio pueden resolver sin necesidad de la ayuda de EEUU. Aún así, hay áreas en los que muchos países agradecerían un mayor compromiso –por ejemplo en cooperación comercial y cuestiones económicas (pese a la debacle financiera sufrida por EEUU), o en sus esfuerzos por luchar contra el crimen organizado–. La próxima Administración en Washington acertará si es selectiva en cómo, dónde y en qué cuestiones se involucra en Latinoamérica. Para asumir los cambios en la región, en EEUU y en todo el mundo, el nuevo presidente necesitará un enfoque más considerado y moderado en su política en Latinoamérica y el Caribe.

Peter Hakim
Presidente del Diálogo Inter-americano