Ocho claves para comprender el Partido Comunista Chino (parte I)

Ocho claves para comprender el Partido Comunista Chino (parte I)

Ver también: Ocho claves para comprender el Partido Comunista Chino (parte II)

Tema: En este año 2011 el Partido Comunista Chino celebra su 90 aniversario. Además, se dispone a abordar el proceso de renovación de sus puestos dirigentes clave, renovación que se formalizará en el Congreso previsto en 2012. El presente análisis, dividido en dos partes, pretende analizar una serie de características con el objetivo de comprender el papel que el Partido Comunista desempeña en China.

Resumen: El objetivo del presente ARI es exponer las características y peculiaridades claves del Partido Comunista Chino (PCCH), que se han agrupado en ocho grandes apartados. En esta primera parte del análisis se tratan cuatro de estos apartados: (1) la continuidad del PCCH y del actual sistema político chino con las tradiciones históricas del país; (2) la capacidad del PCCH para conservar su legitimidad ante el pueblo chino; (3) los paralelismos del sistema político chino con los de otros países de Asia Oriental; y (4) el avance que China viene registrando en las últimas décadas en libertades y derechos humanos.

Análisis: Una de las ideas centrales del presente análisis es destacar las particularidades del “caso” chino, que tiene un carácter único en el mundo contemporáneo. Por ello resulta difícil aplicarle esquemas o plantillas de análisis desarrollados para otros países.

El Partido Comunista Chino (PCCH) no es un partido político “convencional”, que pueda ser analizado como los partidos políticos de otros países. El PCCH agrupa a las personas que ejercen la función de gobierno en la sociedad china. Es un partido que tiene unas características propias, específicamente “chinas”, que le vinculan con tradiciones de organización política del país que han existido desde hace muchos siglos.

Esta peculiaridad del caso chino es lo que hace impracticable la aplicación en China de ciertas teorías convencionales sobre evolución política. Así ha sucedido, por citar el ejemplo más destacado, con la predicción, que se viene realizando desde hace tiempo por numerosos analistas, de que la modernización económica debería producir un cambio del sistema político. China ha cambiado económicamente de forma espectacular; el sistema político, sin embargo, aunque ha evolucionado, ha conservado sus bases fundamentales, entre las cuales ocupa un lugar central el dominio del poder por el Partido Comunista.

Hemos identificado ocho aspectos clave para comprender el papel y la naturaleza del PCCH, de los que se van a analizar cuatro en este ARI.

(1) El PCCH y su continuidad con las tradiciones políticas de China
La revolución china fue más una revolución nacionalista que una revolución comunista. El objetivo fundamental de los comunistas chinos que tomaron el poder en 1949 no era tanto construir una sociedad “comunista” como reconstituir la soberanía nacional de China, restablecer su unidad y terminar con su debilidad y con las agresiones exteriores que ésta había posibilitado.

Una visión superficial de la China Popular, de su carácter revolucionario, “comunista”, podría llevar a pensar que supuso una ruptura radical con la evolución anterior del país. No es así: por el contrario, el comunismo se fusionó en China con buena parte de sus tradiciones milenarias.

El comunismo chino incorporó ingredientes tradicionales de la cultura china y, en concreto, de lo que constituye la médula de ésta desde hace muchos siglos: el confucianismo. Por otro lado, tomó del marxismo-leninismo fundamentalmente el segundo componente, el leninismo. El peso del marxismo, como ideología, como doctrina política, fue relativamente escaso.

Aclaremos que por leninismo entendemos una concepción organizativa que tiene tres componentes principales. En primer lugar, el Partido Comunista es el motor de la transformación, de la revolución en la sociedad. En segundo lugar, el Partido es una vanguardia dirigente, es decir, está formado por una minoría, por una elite de militantes y cuadros especialmente preparada para desarrollar una función de liderazgo en la sociedad. Y, en tercer lugar, el Partido tiene una organización férrea, centralizada y jerárquica.

Por su fusión de la cultura confuciana y del leninismo es por lo que el régimen comunista chino ha sido calificado por algunos autores como confucianista-leninista. Como señala Lucian Pye, uno de los autores que ha estudiado con más detalle el concepto de confucianismo-leninismo, “la versión del leninismo que triunfó en China, y también en Corea del Norte y Vietnam, lleva el sello de la gran civilización del este de Asia, la confuciana”. Pye añade: “los chinos, como los norcoreanos y los vietnamitas, no abandonaron la esencia de su legado confuciano al adoptar el comunismo”.

En una perspectiva confuciana, la victoria comunista de 1949 puede ser contemplada como el triunfo de una fuerza política que empezó desde unas bases muy limitadas, pero que poco a poco, gracias al ejemplo moral y al sacrificio de sus militantes, fue ganando el respeto y el apoyo del pueblo. El papel de gobernante benévolo y supremo, que en la época imperial había sido ocupado por el emperador, fue restablecido en la figura de Mao Tse-tung y, a partir de 1978, en la de Deng Xiaoping. Los cuadros del Partido Comunista asumieron la función de gobierno que antes había correspondido a los mandarines.

En este sentido, el PCCH es un partido “especial”, no es un partido político como en otros países. El Partido aglutina a “los que gobiernan”, las personas que por sus méritos, su formación y su experiencia, tienen la responsabilidad de gobernar el país.

El leninismo presentaba algunos paralelismos con el sistema de la burocracia imperial de los mandarines que facilitaron su absorción en la China del siglo XX. Por un lado, en ambos sistemas las tareas de gobierno corresponden a “profesionales”, los mandarines o los cuadros del Partido, personas especialmente preparadas para ocupar los puestos de gobierno. En segundo lugar, ambos sistemas, el de los mandarines de la época imperial y el leninista del PCCH, se caracterizan por una organización fuertemente centralizada, algo que se considera imprescindible para mantener la unidad en un país tan vasto y poblado como China. Finalmente, los dos sistemas están altamente jerarquizados, con una estructura de niveles de poder bien definida, a través de los cuales van ascendiendo las personas en su carrera política.

En suma, el sistema leninista del Partido Comunista encajaba muy bien en las tradiciones chinas de gobierno por una minoría centralizada y jerarquizada de personas específicamente preparadas para realizar las tareas de gobierno. En palabras de John King Fairbank, “la clase dirigente china es heredera de su propia tradición, asumida, de manipulación benevolente de las masas… A los viajeros en la República Popular les llama la atención el fuerte sentido de la jerarquía que permanece como un componente del orden social, y el sentido del deber que tienen los cuadros del Partido de ‘servir al pueblo’ como una llamada especial”.

(2) La legitimidad del PCCH
El papel de liderazgo social y moral ejercido por el Partido Comunista se ha erosionado sin duda con el paso del tiempo. La crisis de Tiananmen fue un duro golpe a su prestigio. El paso del tiempo ha afianzado la convicción de que se cometió un error en la forma de resolver esta crisis. La violencia utilizada fue probablemente innecesaria y el daño infligido a la imagen de China fue muy grave. La corrupción y el nepotismo han dañado también en los últimos años la imagen del Partido Comunista.

Sin embargo, pese a los errores cometidos en las cinco décadas largas durante las que ha gobernado, el Partido Comunista conserva activos de peso frente al pueblo chino. La legitimidad del Partido Comunista se sustenta en dos factores. Uno de ellos se puede calificar como “histórico”: el Partido Comunista devolvió a China la unidad nacional, le permitió superar una larga crisis que se arrastraba desde mediados del siglo XIX, y le ha transformado en una potencia temida y respetada en la comunidad internacional.

Desde hace muchos siglos, la filosofía política china ha considerado la unidad como un fin esencial en la labor de los gobernantes. Haber recuperado la unidad y la soberanía nacional ha sido la primera fuente de legitimación del Partido Comunista. Como dice la Cambridge History of China, “situados en una larga trayectoria histórica, los comunistas chinos pueden ser vistos como otra ‘dinastía’ unificadora, equipada con un presidente ‘imperial’, una burocracia, una ideología”. “Si la unidad era el ‘legitimador de las dinastías’, por así decirlo, entonces el éxito del Partido Comunista Chino al unificar China continental, algo que Chiang Kai-shek nunca había logrado, confirió sobre el Partido el tradicional ‘mandato del cielo’”.

El segundo factor está ligado a la etapa de reforma de las últimas tres décadas. El Partido está liderando un gran proceso de transformación económica que ha producido una mejora espectacular en las condiciones de vida de la población, ha permitido una gran extensión de las libertades personales y ha multiplicado las oportunidades que se abren ante los ciudadanos.

Guste o no, concuerde o no con una visión más romántica o deseable de los hechos, lo cierto es que el Partido Comunista tiene en China un arraigo muy superior al que tenía en los países de Europa del Este. Pese a los errores cometidos en las seis décadas largas durante las que ha gobernado, conserva activos de gran peso frente al pueblo chino.

El Partido Comunista es el Partido de la reforma y la apertura al exterior, la nueva orientación que China asumió a fines de los años 70 del siglo pasado, y gracias a la cual ha protagonizado la mayor revolución económica de la historia de la humanidad, en el sentido de que nunca antes un colectivo tan grande de población había experimentado una mejora tan radical de sus condiciones materiales de vida en un periodo de tiempo tan corto.

(3) El contexto geográfico: China en Asia Oriental
La situación política de China, y el papel del Partido Comunista, deben ser valorados en su contexto tanto en su contexto geográfico como temporal.

El modelo político chino no debe ser contemplado aisladamente, sino que hay que situarlo en un contexto geográfico más amplio, el de Extremo Oriente, que se ha caracterizado por una marcada tendencia a regímenes políticos de corte autoritario. No es una coincidencia: el sustrato cultural común a varios países de la zona es el confucianismo, en especial en los países y territorios de población china, como Singapur, Taiwán y Hong Kong.

China se alinea en este sentido con las tradiciones políticas de las sociedades asiáticas de influencia confuciana, caracterizadas por un alto grado de estabilidad política (o incluso autoritarismo). En Japón, el Partido Liberal Demócrata estuvo en el poder varias décadas (salvo un breve paréntesis en 1993) hasta 2009. En Singapur, desde la independencia gobierna el mismo Partido, el PAP (People’s Action Party), que en las últimas elecciones de 2006 obtuvo 82 de los 84 diputados elegidos por los ciudadanos. En una sociedad china, en Taiwán, cuando empezaron a celebrar elecciones genuinamente democráticas, el Kuomintang, el mismo partido que había gobernado dictatorialmente durante un largo período de tiempo, fue el ganador en las urnas.

Singapur es una referencia importante para los gobernantes chinos. Para algunos analistas, es el modelo que muchos de éstos verían como el objetivo ideal para la China del futuro, un modelo basado en esencia en una combinación de prosperidad económica y autoritarismo político.

Finalmente, no está de más recordar que los tres vecinos de China en Asia Oriental, Japón, Taiwán y Corea del Sur, evolucionaron hacia la democracia en una importante medida como consecuencia de una presión exterior. Los tres estaban sometidos a una fuerte influencia de EEUU, que ejerció un papel clave de impulsor del establecimiento de sistemas democráticos.

(4) El contexto temporal: un progresivo avance en libertades y derechos humanos
A veces se tiende, con excesivo simplismo, a considerar que, mientras China ha registrado una gran transformación económica, no ha habido ningún cambio en el sistema político y en el marco de libertades.

Un hecho que normalmente se infravalora es que, durante estos años de la era de la reforma, se ha registrado una enorme mejora en las condiciones de libertades personales en que vive el pueblo chino. En los últimos años Internet, y las comunicaciones en general, han contribuido de forma espectacular al desarrollo de la sociedad civil, a un flujo e intercambio crecientemente intenso de información que tiene muchas más oportunidades de escapar a la censura y el control que en la etapa anterior a la revolución de las tecnologías de información.

Si bien la reforma no se propuso traer a China la democracia, con ella el pueblo chino ha dejado de vivir con el miedo a los sobresaltos, las campañas políticas y las purgas que caracterizaron a la China de Mao. Desde un punto de vista personal, la situación se ha vuelto más segura y predecible. El menor énfasis en la política, en comparación con la época de Mao, ha ido acompañado de una disminución de la intervención del Estado en la vida social. El estudio político ha perdido la importancia que tenía antes, la actitud hacia la religión se ha vuelto más tolerante y ha habido una apertura cultural hacia el exterior. Se ha abandonado la práctica de colocar a la gente etiquetas políticas y de clase, como “derechista” o “contrarrevolucionario”. Gracias al cambio de objetivos –de la lucha de clases y la revolución permanente a la modernización económica– y, asimismo, al abandono de las campañas políticas con las que Mao creía que había que poner en tensión regularmente a la sociedad, el pueblo chino se ha beneficiado de un relajamiento de la atmósfera social.

La China de la reforma ha supuesto una gran mejora en el nivel de vida, pero también en las libertades y en la seguridad personales, aunque la distancia que todavía pueda haber con otras partes del mundo siga siendo grande.

Conclusiones: El Partido Comunista Chino tiene unos rasgos propios que le confieren un carácter especial. El Partido se inscribe en una línea de continuidad con las tradiciones políticas de China desde hace siglos. El PCCH conserva una fuerte legitimidad ante el pueblo chino, por haber liderado la regeneración del país tras un largo período de crisis y decadencia, así como haber impulsado la política de reforma que ha permitido un espectacular crecimiento de la economía y del nivel de vida. Por otra parte, el sistema político de China debe ser situado en su contexto, tanto geográfico como temporal. En su contexto geográfico, China se halla en una zona, Asia Oriental, de influencia confuciana, en la que los sistemas políticos han mostrado una apreciable tendencia al autoritarismo y la estabilidad. En su contexto temporal, se minusvalora con frecuencia el progreso que China ha experimentado en las últimas décadas en libertades personales y derechos humanos de la población.

Enrique Fanjul
Antiguo consejero comercial de la Embajada española en Pekín, antiguo presidente del Comité Empresarial Hispano-Chino y autor de varios libros sobre China


[1] Lucian W. Pye (1988), The Mandarin and the Cadre. China’s Political Cultures, The University of Michigan Press, Michigan.

[2] Cita extraída del libro de Fairbank, China Watch, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1987.

[3] The Cambridge History of China, Cambridge University Press, Cambridge, vol. 15, 1991.