Tema
El uso del soft power o poder blando por parte de los Estados mediante la celebración de grandes acontecimientos deportivos.
Resumen
Lejos de haber respondido una aspiración puntual, la celebración en Marruecos de la Copa del Mundo de fútbol en 2030 –compartiendo sede con España y Portugal– es el premio a una auténtica carrera de fondo. No en vano, hasta en cinco ocasiones en los últimos 30 años presentaron las autoridades marroquíes su candidatura para albergar el segundo acontecimiento en relevancia mediática del mundo después de los Juegos Olímpicos. Conscientes del impacto positivo de la celebración de un Mundial para la imagen del país, las autoridades marroquíes se esmeran en la preparación del acontecimiento deportivo dentro de una estrategia más amplia de soft power o poder blando desarrollada en las últimas décadas. Sin duda, mejorar la percepción internacional de Marruecos –presentando una imagen de país moderno, tolerante y emergente– es el objetivo global y a largo plazo de sus autoridades. No será el único: en este trabajo analizamos cómo el Mundial 2030 aspira a servir de acicate para el desarrollo de la economía marroquí a través de un amplio programa de obras públicas, reforzar la legitimidad del sistema político monárquico y hasta avanzar en el reconocimiento internacional de las posiciones de Rabat en el conflicto del Sáhara Occidental, con los riesgos inherentes a tales ambiciones.
Análisis
Pocas iniciativas o empresas colectivas han recabado en los últimos tiempos en Marruecos un nivel de adhesión y entusiasmo como la celebración de la Copa del Mundo de fútbol 2030, en candidatura conjunta con España y Portugal. Después del buen desempeño de la selección nacional en la última cita mundialista, la de Qatar 2022 –el combinado marroquí concluyó en cuarto puesto– y la inyección de moral colectiva que supuso el resultado deportivo, con la celebración de la Copa del Mundo 2030 Marruecos –Estado y sociedad, en rara y sincera comunión– espera llevar a cabo una auténtica puesta de largo internacional como país capaz de organizar con garantías un evento del máximo nivel.
Como la de cualquier otro Estado, la política exterior marroquí combina tanto formas de presión o coerción como formas soft power o poder blando –ejercidas a través de la atracción o la seducción– destinadas a lograr los objetivos deseados en cada momento. No en vano, el politólogo estadounidense Josep Nye, quien acuñó el término, precisaría en un artículo en 2017 que “el poder blando es sólo un componente del poder y raramente suficiente por sí mismo. La capacidad de combinar poder duro y blando en estrategias exitosas donde se refuercen mutuamente puede considerarse ‘poder inteligente’”.
Este trabajo explica cómo la candidatura marroquí para el Mundial 2030 –desde los preparativos, en los que el país se encuentra plenamente inmerso, como su celebración y posterior legado– será para el Estado norteafricano una forma de ejercer ese poder blando en sus relaciones internacionales.
1. El contexto de una renovada política exterior: diversificación de alianzas, sin menoscabo de la vocación occidental, y regreso a África
La candidatura conjunta para el Mundial 2030 ha de insertarse en el contexto de una renovada política exterior marroquí caracterizada por la diversificación de alianzas más allá de los tradicionales socios europeos y estadounidense sin menoscabo de la tendencia occidental –constitutiva de la monarquía magrebí desde la consecución de la independencia– y el regreso con fuerza al escenario africano con los objetivos estratégicos de la preservación de la integridad territorial y una búsqueda de una mayor autonomía en los ámbitos económico y de seguridad y defensa en un escenario internacional multipolar y volátil.
Sin duda, sus reclamaciones de soberanía sobre el Sáhara Occidental continúan siendo la prioridad de la política exterior marroquí. Con mayor determinación si cabe, el incremento del número de apoyos internacionales a sus posiciones en el conflicto del Sáhara –y la consolidación de los ya recabados– se convierte en objetivo prioritario de la acción exterior del Estado marroquí en el último lustro (2020-2025) empleando formas desacomplejadas y a menudo asertivas.
En este sentido, Marruecos puede presumir del balance positivo de su política exterior en los últimos años. En diciembre de 2020, Rabat obtiene de la Administración Trump el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara, en un acuerdo a tres bandas que exigirá a Rabat restablecer relaciones diplomáticas con el Estado de Israel. De esta manera, la monarquía norteafricana se adhiere a los países que en septiembre de ese año habían firmado los Acuerdos de Abraham (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Estados Unidos –EEUU– e Israel).
Menos de año y medio después, España manifestará, por su parte, su apoyo a la propuesta autonómica para el Sáhara presentada por Rabat ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2007, al calificarla como “la base más seria, creíble y realista” para la resolución del conflicto. A España le seguirá Alemania, que respaldará por primera vez, en agosto de 2022, la iniciativa de autonomía al calificarla como “una buena base” para lograr una solución mutuamente aceptable para las partes. En agosto de 2023, Italia saludará los “esfuerzos serios y creíbles” de Marruecos a fin de resolver el conflicto. A finales del mes de julio de 2024, Francia irá más allá al afirmar que la propuesta de autonomía es “la única base” para la resolución de la cuestión del Sáhara.
2. Diversificación de alianzas y vocación africana
Sin comprometer su tradicional tendencia prooccidental y anclaje en el mundo árabe, la política exterior marroquí ha sabido entender a la perfección la necesidad de diversificar sus relaciones y alianzas en otras latitudes del mundo –Rusia, Turquía, China– en un mundo multipolar como el actual. En este sentido, ha de destacarse cómo la última década del reinado de Mohamed VI está caracterizada por una renovada y decidida vocación africana. Uno de los principales hitos de la nueva estrategia continental marroquí es el regreso a la Unión Africana (UA) en 2017, organización que Rabat había abandonado en 1984. La vuelta de Marruecos a la organización 32 años después coincide con una estrategia en pos de la influencia política y de expansión económica a lo largo y ancho del continente, con la prioridad puesta en el Sahel y el África occidental. En 2024, la inversión directa marroquí en el continente alcanzará los 38.000 millones de dólares, según la empresa de auditoría BDO Maroc.
La propia UA será, además, escenario de la disputa de fondo entre Rabat y Argel –principal patrocinador del Frente Polisario y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD)– a propósito del conflicto del Sáhara. A día de hoy, Marruecos cuenta con el apoyo a su propuesta de autonomía de un total de 40 Estados y, desde 1980, 20 países africanos han retirado su reconocimiento a la RASD, siendo Gana –el pasado enero– el más reciente de ellos. En este sentido, el 28 de abril, los ministros de Exteriores de los países integrantes de la Alianza de Estados del Sahel (Mali, Burkina Faso y Níger) escenificaron ante el rey Mohamed VI su apoyo a la iniciativa comercial lanzada a finales de 2023 por Rabat con el objetivo de facilitar el acceso al Atlántico a los citados países sahelianos a través de los puertos de Marruecos y contrarrestar así el peso histórico de Argel en la región.
3. Un Mundial para lucir “soft power”
Como ya se ha apuntado, las autoridades marroquíes parecen haber comprendido a la perfección que, valga el símil futbolístico, el partido se juega no sólo en las sedes de los ministerios de Exteriores, Naciones Unidas y en el resto de las instituciones y foros internacionales. También se juega en otros ámbitos más sugerentes como el de la cultura y el deporte: al fin y al cabo, en el de la imagen.
En este sentido, consciente de una percepción internacional no siempre positiva y a menudo influida por los excesos en la gestión migratoria y las violaciones de derechos y libertades, las autoridades de Marruecos trabajan desde hace años en la construcción de una imagen seductora como país abierto y tolerante, emergente y capacitado para empresas del máximo nivel de exigencia, seguro y estable, cercano y exótico a la vez, en la siempre difícil región norteafricana y árabe.
Toda una estrategia, en fin, de poder blando desarrollada a distintos niveles cuyo fin no es otro que el de lograr sus metas y defender sus intereses como Estado, ya se trate de objetivos en la esfera interna o exterior. Valgan como ejemplo la promoción de un islam moderado y tolerante o de los derechos de las mujeres tras las dos reformas del Código de Familia o Mudawana (2004 y 2024).
En esa estrategia ha de enmarcarse, por tanto, la apuesta de las autoridades marroquíes por convertir el país en uno de los líderes turísticos regionales y continentales (el objetivo del gobierno es alcanzar los 26 millones de visitantes en 2030; en 2024 se cifraron 17,4 millones) y alzarse como referente en la celebración de grandes acontecimientos, desde congresos profesionales y encuentros de organismos multilaterales hasta festivales de cine o moda pasando por grandes citas deportivas.
En este sentido, Marruecos puede mirarse en el espejo de otros países con sistemas políticos similares –las monarquías del Golfo– que fueron premiados con la celebración de grandes acontecimientos deportivos y los aprovecharon para mostrar al mundo sus capacidades organizativas y sus progresos en materia política, económica y social. Por ejemplo, el pequeño e influyente emirato de Qatar fue sede del Mundial de fútbol 2022. Cuatro años después del Mundial 2030, Arabia Saudí tomará el relevo de Marruecos para albergar la siguiente edición. En el marco de la Visión 2030, Riad ha apostado decididamente por la celebración de acontecimientos deportivos de relevancia mundial como la final de la Supercopa de España, el Six Kings Slam de tenis y el Gran Premio de Fórmula 1, entre otros).
Lo cierto es que, en un país, como el caso de Marruecos, donde la práctica del deporte y el seguimiento de los grandes acontecimientos desempeña un relevante –y benéfico– papel social, hace tiempo que sus autoridades fueron conscientes de su potencial. Junto a los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol es el acontecimiento con mayor seguimiento y repercusión mediática a escala mundial. Algo que el país magrebí pudo comprobar gracias a su inesperado y exitoso desempeño en la última edición de la competición, cuando su selección nacional se erigió en orgullosa representante del continente y el mundo árabe –la primera vez que una selección africana o árabe alcanzaba unas semifinales– además de haberse ganado la simpatía y el respeto del público.
No en vano, el Mundial 2030 es el premio a la persistencia: las autoridades marroquíes lo habían intentado antes presentando candidaturas hasta en cinco ocasiones: 1994, 1998, 2006, 2010 y 2026. Y lo cierto es que la empresa cuenta con la simpatía generalizada, cuando no el entusiasmo, de la población marroquí y de su gobierno. Hay un orgullo colectivo claramente perceptible en las calles de las ciudades marroquíes que contrasta con la acogida más discreta que la cuenta atrás hacia la celebración del acto está teniendo en las otras dos sedes: España y Portugal.
Varios son los hitos que, a falta de más de cinco años para su celebración, ha logrado ya el Mundial 2030: será la primera edición transcontinental (después de los tres partidos inaugurales previstos en Argentina y Uruguay, se disputará entre Europa y África), por lo que representará la constatación de que europeos y africanos son capaces de trabajar en una empresa común. Sin duda, un poderoso mensaje de cooperación entre las dos orillas de un Mediterráneo convertido en los últimos años en la ruta migratoria más letal del mundo. Será también el Mundial del centenario de la competición.
Además, el Mundial 2030 pondrá en valor la historia compartida entre Marruecos y la península Ibérica (el mitificado y mixtificado al-Ándalus en el otro lado del Estrecho) y permitirá a las autoridades y sociedad marroquí zafarse, al menos temporalmente, de complejos históricos para hablar de tú a tú a dos Estados miembros de la Unión Europea (UE) a pesar de las enormes brechas existentes. España –por su modélica transición y su desarrollo económico y social– ha sido un ejemplo y modelo para Marruecos en las últimas décadas y la empresa del Mundial es un motivo de satisfacción colectiva. Antes, entre diciembre de 2025 y enero de 2026, Marruecos tendrá oportunidad de poner a prueba sus dotes organizativas con la celebración de la Copa de África de fútbol.
4. Implicaciones domésticas del Mundial
Al margen del efecto que la celebración del Mundial pueda tener en la imagen de Marruecos en el exterior y las repercusiones políticas o económicas que se deriven de ello, el hito de 2030 tendrá también implicaciones en el ámbito doméstico. Dada la generalizada percepción de simpatía de gran parte de la población por la candidatura, el Mundial puede servir al régimen para mejorar su legitimidad interna en un momento de crecientes tensiones sociales y de una tendencia regresiva a escala regional.
Camino de los 15 años desde que una ola de protestas que recorriera el mundo árabe con la aspiración de una mayor justicia social, libertad y dignidad, Marruecos, como el resto de países de su entorno regional, no puede hacer un balance positivo en el camino hacia mayores cotas de democracia. Poco ha quedado en los últimos años del impulso reformista de la corona marroquí –cuya legitimidad interna puso al régimen a salvo del descontento de la población, como fue el caso del resto de monarquías árabes–, cuyo mayor hito fue la aprobación de la Constitución de 2011, que, sobre el papel, reforzaba el papel de las instituciones representativas en detrimento de la institución monárquica.
Prácticamente desaparecida la narrativa democrática del discurso público, suspendida la agenda de reformas políticas y en medio de un escenario zigzagueante –marcado por los excesos y las rectificaciones– en relación a los derechos y libertades individuales, los mayores avances de la última década se inscriben en el ámbito económico y social (avances hacia la cobertura sanitaria universal, reforma del Código de Familia, etc.).
5. Un ambicioso plan de infraestructuras y obras públicas
Sin duda la manifestación más visible de los preparativos del Mundial 2030 en Marruecos es un ambicioso plan de infraestructuras y obras públicas, que viene a dar continuidad a la apuesta de las autoridades del país magrebí por mejorar la red viaria, aeroportuaria y ferroviaria, además de las infraestructuras urbanas, especialmente en las dos últimas décadas. La economía marroquí continúa recuperándose del frenazo en seco sufrido por mor de la pandemia y el encarecimiento de las materias primas vinculado a la guerra en Ucrania, además de la sequía, y sus autoridades confían en el efecto positivo del Mundial, sobre todo en forma de inversión extranjera, en los próximos años en un país que presenta aún altas tasas de pobreza.
Las seis ciudades que serán sede de la competición (Tánger, Rabat, Fez, Casablanca, Marrakech y Agadir) y las comunicaciones internas e internacionales (amplia renovación de la red viaria y de los aeropuertos) concentrarán la mayor parte de los esfuerzos de las administraciones marroquíes. Según las autoridades marroquíes, la organización de la Copa del Mundo de fútbol supondrá al Estado un presupuesto global de 5.100 millones de dólares, 1.200 millones sólo para infraestructuras.
El proyecto estrella de la candidatura marroquí es la construcción del faraónico Gran Estadio Hasán II de Casablanca, que aspira a ser el mayor del mundo con sus 115.000 espectadores previstos, y, sobre todo, a albergar la final del Mundial (un objetivo con el que las autoridades del país magrebí confían en poner la guinda al pastel).
Como se ha apuntado, las autoridades marroquíes pretenden renovar y ampliar los estadios existentes en las ciudades de Fez, Rabat, Tánger, Agadir y Marrakech. De igual manera, el gobierno marroquí pretende acometer la ampliación y mejora de los aeropuertos de Casablanca, Agadir, Fez, Marrakech y Tánger mediante una inversión de más de 2.600 millones de euros y la meta de alcanzar conjuntamente los 35 millones de pasajeros en el horizonte de 2029. Asimismo, las autoridades del país magrebí tienen como objetivo la eliminación total de barrios de chabolas (bidonvilles) e infraviviendas –un proyecto en el que se hallan embarcadas desde hace años– en la periferia de las principales ciudades.
Por otra parte, tanto medios marroquíes como españoles han retomado con insistencia en los últimos meses las informaciones sobre el proyecto de construcción de un túnel subterráneo que conecte las dos orillas del estrecho de Gibraltar, a propósito del anuncio del encargo por parte del gobierno español de dos estudios destinados a analizar la viabilidad del proyecto. Con todo, dada la complejidad técnica y los elevados costes que acarrearía, los expertos ingenieros advierten de que el túnel ferroviario de 60 km destinado al transporte de mercancías y pasajeros no estaría operativo antes de 2040.
6. Los riesgos del agravio comparativo y la corrupción
Dadas las importantes carencias que sigue presentando el país norteafricano en materia de infraestructuras y medios –algo que quedó patente en la tragedia del terremoto del Atlas de septiembre de 2023–, uno de los riesgos que corren las autoridades marroquíes es que, en un momento de creciente malestar social por el encarecimiento paulatino del nivel de vida en los últimos años, una parte de la población juzgue excesiva una inversión destinada fundamentalmente a instalaciones deportivas o grandes infraestructuras de transporte. Máxime habida cuenta de que la gran mayoría de las actuaciones están previstas en zonas urbanas –y en el privilegiado eje Tánger-Rabat-Casablanca-Marrakech– en perjuicio de las regiones del interior tradicionalmente menos favorecidas y atendidas por las administraciones.
Igualmente, la ejecución de obras en zonas periféricas o distritos populares de las grandes ciudades sin el necesario diálogo social y con la prioridad puesta en lo meramente estético (y no en el bienestar de la población) puede provocar manifestaciones públicas de rechazo entre ciertos grupos de la población. No en vano, a comienzos de 2025 se registraron una serie de protestas contra la demolición de viviendas en barrios populares de la capital marroquí (una forma de proceder que se asemeja a la practicada por las autoridades egipcias en los últimos años en su afán por renovar infraestructuras y hasta levantar ciudades de nuevo cuño a costa de la eliminación de barrios o de la destrucción del patrimonio arquitectónico. Otro de los grandes interrogantes de la preparación del Mundial es si las administraciones serán capaces de evitar posibles casos de corrupción vinculados a los contratos de las grandes obras en un país que registra aún elevados niveles de opacidad.
7. Un impulso a las relaciones con España
Transcurridos tres años desde que el respaldo del gobierno de España al plan de autonomía marroquí para el Sáhara, con el que ambos países dieron por superada la crisis bilateral sufrida durante más de un año y anunciaron el comienzo en una “nueva etapa”, ambos gobiernos subrayan el “extraordinario” momento que atraviesan las relaciones hispano-marroquíes.
Por ende, la celebración conjunta del Mundial deberá redundar en un nuevo impulso de las relaciones políticas, económicas y sociales y en el aumento de la cooperación bilateral en la línea de la hoja de ruta pactada por ambas administraciones en la Reunión de Alto Nivel celebrada en Rabat el 2 de febrero de 2023 y en el resto de los encuentros ministeriales habidos en los últimos años.
La cooperación migratoria entre ambos países, una de las grandes preocupaciones del gobierno de España en un contexto de alza migratoria tanto en la ruta mediterránea como en la atlántica, es hoy estrecha y eficaz, como lo evidencia la caída registrada en la llegada de migrantes irregulares a suelo peninsular procedente de Marruecos en los últimos años. Otro ámbito en el que ha tenido su reflejo positivo el buen estado de las relaciones bilaterales es el de la cooperación en la lucha antiterrorista, que se ha traducido en la desarticulación de numerosas células terroristas que preparaban atentados en suelo español y marroquí. Por otra parte, las relaciones comerciales entre España y Marruecos batieron récords en 2024 y, no en vano, España es desde 2013 el primer socio comercial del país vecino.
Conclusiones
La preparación y celebración conjunta, con Portugal y España, del Mundial de fútbol 2030 será una oportunidad más que propicia para las autoridades de Marruecos de mejorar la percepción e imagen internacional del país, en particular, a fin de apuntalar su política crecientemente asertiva respecto al Sáhara Occidental.
Con el segundo mayor acontecimiento en relevancia mediática planetaria, el país norteafricano podrá exhibir un perfil de país moderno, abierto, serio y capacitado para organizar actos del más alto nivel. Una imagen seductora en la que el Estado marroquí trabaja desde distintos ámbitos como forma de poder blando. En ese sentido, la celebración de grandes actividades deportivas se ha convertido en un ejemplo paradigmático de ejercer estas formas de poder a través de la influencia y la seducción.
La del éxito en la preparación y la celebración del campeonato –incluido el estrictamente deportivo– es una ilusión colectiva que comparten autoridades y sociedad marroquí. Salvando las distancias, 2030 podría ser para Marruecos una suerte de 1992 español (con la exitosa celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla). Una puesta de largo, en resumen, del Marruecos emergente del siglo XXI.
Desde que se confirmara la designación de la candidatura, el país magrebí vive inmerso en un auténtico zafarrancho de obras en torno a la mejora de sus infraestructuras. El más simbólico de los proyectos es la construcción del Gran Estadio Hasán II de Casablanca, que aspira a ser sede de la final del Mundial y mayor estadio del mundo; el símbolo indiscutible de la renovada “marca Marruecos”.
A corto plazo, el ambicioso plan de renovación y ampliación de infraestructuras y proyectos de mejora en el ámbito urbano –en un país que presenta aún importantes déficits y carencias– tendrá efectos positivos en el desempeño de la economía marroquí, aunque resta por ver si ello acaba redundando en los grupos sociales más desfavorecidos. El reclamo del Mundial confirmará la tendencia ascendente del turismo en un país que quiere seguir mostrar lo mejor de sí mismo al planeta.