Movimientos fundamentalistas: concepto y estructura (ARI)

Movimientos fundamentalistas: concepto y estructura (ARI)


Tema:
 El objeto de este ARI es subrayar las características de los comportamientos y las estructuras de los movimientos fundamentalistas.

Resumen: Este ARI está destinado a servir como base de discusión y para generar una reflexión sobre el fundamentalismo, más que a ser un escrito dirigido a explicar el fenómeno en sí. En primer lugar, se busca una definición adecuada del fundamentalismo, para el posterior análisis de las causas que explican por qué nacen dichos movimientos. En un siguiente paso, se estudia brevemente la organización de los grupos, para mejorar la comprensión de sus formas de trabajo. De la organización nos acercamos en la siguiente sección a lo que es la evolución de los movimientos en cuestión. En la penúltima parte, el interés del presente análisis se dirige hacia los vínculos entre democracia y los movimientos fundamentalistas. Terminamos el ARI con algunas reflexiones sobre los límites de este fenómeno social.

Análisis

Introducción

El análisis de los llamados movimientos fundamentalistas es importante en el análisis de la violencia política ya que con frecuencia ésta surge desde los entornos fundamentalistas. Con ello no se quiere decir que todos los movimientos fundamentalistas llevan automáticamente a la violencia, ni que la violencia política tenga necesariamente como base el fundamentalismo. Tan sólo se hace hincapié en que los hechos históricos muestran que dentro de los movimientos fundamentalistas se origina y aparece con alguna frecuencia la práctica de la violencia. No está claro cuál es el dinamismo y las circunstancias que impulsan a la violencia. Por ello, se empieza esta serie de trabajos sobre el terrorismo con el tema del fundamentalismo. Este trabajo sobre el terrorismo está basado en un seminario organizado por el DERI (Doctorado de Economía y Relaciones Internacionales) de la Universidad Autónoma de Madrid y la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) en el año 2005.[1]

De 1991 a 2003 la Universidad de Chicago llevó a cabo una investigación sobre los movimientos fundamentalistas aparecidos recientemente en el mundo. Dicho proyecto se denomina Fundamentalism Project. Fruto de esta investigación ha sido la publicación de voluminosos trabajos sobre los diversos movimientos fundamentalistas en los que se analizan sus características, estructuras y evolución. En 2003 se publicó un libro de Gabriel Almond et al. que modeliza –con la ayuda de los resultados obtenidos en la investigación de Chicago– los movimientos fundamentalistas.[2] El presente trabajo tiene un objetivo mucho más modesto, ya que tan sólo se pretenden subrayar las características de los comportamientos y las estructuras de estos movimientos.

Este artículo está destinado a servir como base de discusión y para generar una reflexión sobre los temas, más que a ser un escrito dirigido a explicar el fenómeno del fundamentalismo. En primer lugar, se busca una definición adecuada del fundamentalismo, para el posterior análisis de las causas que explican por qué nacen dichos movimientos. En un siguiente paso, se estudia brevemente la organización de los grupos para mejorar la comprensión de sus formas de trabajo. De la organización nos acercamos en la siguiente sección a lo que es la evolución de los movimientos en cuestión. En la penúltima parte, el interés del presente análisis se dirige hacia los vínculos entre democracia y los movimientos fundamentalistas. Terminamos con algunas reflexiones sobre los límites de este fenómeno social.

¿Qué es el fundamentalismo?

El concepto de fundamentalismo viene de los EEUU y tiene su origen en una serie de panfletos que fueron publicados entre 1910 y 1915 con el título “The Fundamentals: A Testimony to the Truth”. Es difícil dar un nombre al fundador del concepto; no obstante, se considera al editor Curtis Lee Laws como la persona que introdujo el nombre “fundamentalismo”. En estas circunstancias, se entendió el fundamentalismo como una respuesta al declive de la influencia tradicional del “revivalismo” del siglo XIX.

Empezamos por la definición de fundamentalismo adoptada por el proyecto de Chicago: se refiere a un patrón peculiar de militancia religiosa a través de cuya actividad “los creyentes intentan frenar la erosión de la identidad religiosa, fortaleciendo las fronteras de su comunidad religiosa y creando alternativas viables al comportamiento e instituciones seculares”. La característica más significativa de estos movimientos es que buscan proteger y defender su identidad religiosa, que consideran amenazada por el secularismo. El secularismo relega lo religioso a la vida privada, lo convierte en una relación espiritual entre el individuo y su Dios. La creencia se privatiza y de esta manera se evita que salga y repercuta en la actividad pública. El fundamentalista se opone a esta interpretación del fenómeno religioso. El fundamentalista equipara la religiosidad, el núcleo religioso, con la vulnerabilidad y ésta con la uniformidad de creencias y de prácticas religiosas.

Los líderes fundamentalistas se abrogan para ellos el derecho de escoger y elegir la legitimidad de las enseñanzas y prescripciones, escogiendo los pasajes de los textos sagrados que se adecuan mejor a sus propósitos inmediatos. De esta manera, el fundamentalismo crea un enclave y círculo cerrado contra otras ideas e individuos. Las fronteras de este enclave están fuertemente protegidas, la entrada de no-miembros es prácticamente imposible y solo se entra en él después de un aprendizaje en el que el futuro miembro tiene que demostrar su unidad y lealtad. No hay sitio para la innovación y la evolución; las iniciativas son tomadas siempre por el líder –o con el consentimiento del líder–, cuya autoridad es incuestionable.

Dada esta estructura, la relación entre el enclave –ese núcleo de unidad– y el entorno –la periferia del enclave, que es percibida como impura– es siempre problemática, porque puede contaminar el interior del núcleo. El contacto enclave/entorno y unidad/pasividad siempre se consideran como peligrosos y perjudiciales para el mantenimiento de las creencias religiosas. La virtud interior del enclave tiene que protegerse frente al cambio, la modernidad introducida por el cambio y las ideas y comportamientos de la periferia externa, es decir, del entorno social en el que está asentado el fundamentalismo. La deserción, la salida del virtuoso del encalve y su establecimiento en el entorno tiene que evitarse. La solución que se busca para evitar esta huida está basada en parte en la doctrina indiscutible de la autoridad y validez del texto sagrado y de sus comentarios aprobados por la autoridad. De esta manera, el texto sagrado –sea de la religión que sea– se convierte en la frontera ente la virtud y el vicio, entre lo interno del enclave y lo externo al enclave, es decir, el abismo. Para llegar a una interpretación del texto sagrado se necesita una autoridad; esta autoridad relaciona los textos, los interpreta y, más aún, estructura los mecanismos de aplicación de la autoridad dentro del encalve. De esta manera, el factor vital de la autoridad es el carisma: el líder debe ejercer un poder carismático para que se evite el caos dentro del enclave.

En este tipo de estructura organizativa el liderazgo y su carisma son esenciales para el mantenimiento de la cohesión y la disciplina del grupo. El liderazgo se centra en la personalidad del líder y sobre sus habilidades y aptitudes retóricas. Es el líder, al que no se le discute, quien mantiene la cohesión y la unidad del enclave. La labor del líder es fundamental y no fácil: es necesaria una continua y ardua labor cotidiana. Un elemento esencial en esta dinámica retórica es la afirmación y la transmisión de la creencia de que los programas innovadores del enclave están basados en la autoridad sagrada transmitida desde el pasado, tanto si el pasado es representado por un texto tradicional seleccionado o si está representado por el conocimiento carismático que ha sido transmitido y/o adquirido por el líder en un proceso de reflexión.

¿Por qué surgen los movimientos fundamentalistas?

Los movimientos fundamentalistas constituyen una reacción y una defensa frente al proceso y las consecuencias de la secularización y de la modernización de la sociedad introducida por la cultura occidental y que ha penetrado en las comunidades religiosas. El fundamentalismo es una fuerza militante, una posición activa para contrarrestar esta tendencia secularizadora. Para poder calificar a un movimiento de fundamentalismo puro, el objetivo de éste tiene que dirigirse a evitar la erosión del sentimiento religioso generado por el secularismo y defender el papel activo y militante de la religión en la sociedad en la que está el movimiento. Esta tarea de defensa de la religión es una conditio sine qua non para el nacimiento de un movimiento fundamentalista; sin este objetivo militante que impregna todo el programa de acción de un movimiento, éste no se podría calificar de fundamentalista.

La reacción frente a la marginalización de la religión en el comportamiento cotidiano de una sociedad no puede estar ausente del programa de ningún movimiento fundamentalista: constituye su impulso original y una continua referencia a la razón de ser. El movimiento reacciona ante la secularización de forma oportunista de doble sentido: por un lado, se opone a ella y rechaza todas las ideas asociadas con ella; por otro, aprovecha las nuevas tecnologías y formas de comunicación para sus fines. Hay que subrayar la gran capacidad de adaptación del fundamentalismo y su maestría en aprovechar las modernas técnicas de comunicación y reclutamiento para conseguir –en un mercado abierto de ideas y en una sociedad de lealtades fraccionadas– captar la atención y las lealtades, apropiándose de fracciones determinadas de la historia de la tradición, seleccionadas e interpretadas en la dirección que sirva a los fines del movimiento.

Para el fundamentalismo la luz triunfará sobre la oscuridad. El mundo exterior está contaminado, el mundo interno del enclave es puro y hay que conservarlo así y disfrutarlo. El bien vencerá al mal y el creyente tiene la promesa sagrada de su triunfo. Lo importante es la certeza de la obtención del triunfo: al final acabará el sufrimiento, la espera se verá compensada; esta es la promesa del mesianismo. Todo este mecanismo está basado en la promesa de un todopoderoso redentor y es el líder carismático quien guía al creyente a lo largo del camino.

La sociedad civil, fruto de la modernización y organizada para defender sus intereses, introducir y promover cambios frente al poder establecido, que a su vez defiende el statu quo, es vista como una amenaza por el fundamentalismo que la identifica en sus propias argumentaciones como representación del Estado secular, como mecanismo de la secularización civil de la sociedad y como símbolo de la corrupción. La forma de organización de esa sociedad civil se estructura alrededor de asociaciones que se reúnen en defensa de derechos específicos: estas asociaciones tienen en general un marcado significado civil, al margen del elemento religioso defendido por el fundamentalismo.

La organización de los grupos fundamentalistas

La estructura de organización del fundamentalismo hace que los líderes religiosos sean pieza clave en sus fundamentos y mecanismos de actuación, negando así la percepción desde fuera de estos movimientos y sus procedimientos de toma de decisiones. Las condiciones estructurales determinan a largo plazo las alternativas que sus líderes pueden elegir y las prioridades de las opciones posibles se ven afectadas por la presencia o ausencia de conflictos armados en la región. La posible elección de alternativas se amplía o estrecha cuando la casualidad interviene en la forma de sucesos inexplorados que puedan disparar la potenciación o el declive de los movimientos fundamentalistas. Esta es la razón por la cual los movimientos fundamentalistas son tan dependientes de los sucesos que ocurren en su entorno; de ahí el peligro de que las condiciones adecuadas para el nacimiento de estos movimientos se mantengan durante períodos de larga duración y de que no se busquen soluciones para resolver los problemas básicos, ya que cualquier acontecimiento en el entorno puede disparar los mecanismos de la violencia. Así, los factores estructurales son los que puedan crear nichos donde aparecen movimientos fundamentalistas: el desempleo –que puede crear un campo abonado para el reclutamiento de futuros miembros del movimiento y dar lugar a sentimientos propicios como el resentimiento–, la persecución, las diferencias entre grupos étnicos, los desplazamientos de población y la búsqueda por parte de grupos de emigrantes de una nueva identidad y una comunidad a la que adherirse. Todo esto crea malestar social y la desesperación, frustración y humillación suficientes para que se busquen soluciones en el sentimiento religioso, ya que el mundo material no los ofrece. No obstante, los factores estructurales a largo plazo son necesarios pero no suficientes para la aparición de los fundamentalismos; sin duda, sin la tendencia a una fuerte secularización promovida por la modernidad no habría fundamentalismo. Para la transformación de estas potencialidades en una realidad se precisa la existencia de la elección humana, es decir, la decisión de los líderes y la necesidad y demanda de los miembros y simpatizantes de los movimientos. Esto es lo que constituye la causa suficiente, en el sentido en que convierte los elementos constituyentes en movimientos reales. El factor del liderazgo es esencial, en estos momentos, para la creación de un movimiento fundamentalista, es decir, la aparición de un líder carismático que sea aceptado por un número suficiente de miembros y con voluntad política fuerte para llevar a cabo el proyecto. Con frecuencia, se dan las situaciones de conflictos –económicos, sociales, étnicos, religiosos o políticos– necesarios pero lo que se precisa es que ocurra algún acontecimiento que precipite y dispare esta situación que está inerte, neutralizada o en estado latente. Estos acontecimientos suelen darse en procesos de cambio y tienen el efecto de movilizar a grupos que se sienten agraviados.

Los fundamentalistas tienen la habilidad de diagnosticar los problemas con los que se enfrentan sus sociedades y también poseen la capacidad para aprovechar la polarización de dichas sociedades; explotan hábilmente las debilidades de las estructuras sociales que se producen durante períodos de cambio. No obstante, siendo necesaria esta situación, no es explicación suficiente para comprender su aparición. Por tanto, es necesario que existan individuos ansiosos que estén buscando tanto seguridad como respuestas aceptables a los problemas que están surgiendo en el proceso de cambio. Asimismo, es necesaria la aparición de líderes religiosos que ofrezcan soluciones fundamentalistas: ideas, organizaciones y programas que encajen en las necesidades de los individuos y apacigüen sus inquietudes, dándoles reglas y pautas de comportamiento que les libere de esta inquietud.

Un movimiento necesita líderes y seguidores y estos últimos tienen que ser sensibles al mensaje y aceptar el llamamiento fundamentalista. Los líderes convierten estas aptitudes de los seguidores en compromisos, movilizándolos alrededor de los objetivos y programas que los líderes designen, moldeando de esta manera las relaciones de los seguidores con el mundo exterior. No obstante, los líderes no pueden actuar en el vacío, necesitan movilizar el sentimiento de sus seguidores, necesitan su confianza y que sus decisiones no se pongan en entredicho ni que se discutan y tienen que conseguir que se acepten ciegamente. La posición y el papel del fundamentalismo hacia el mundo exterior dependen de la percepción que se tiene de él y del papel que el movimiento interprete –en cumplimiento del plan divino de mantenimiento de la unidad–. Cualquiera que sea esta interpretación en tiempo histórico, cualquiera que sea la interpretación de ese mundo exterior, nación, Estado rival o poder ejercido por un Gobierno percibido como enemigo, el fundamentalismo actúa para eliminar al enemigo de un modo o de otro, más pronto o más tarde.

Evolución de los movimientos fundamentalistas

Entre las condiciones más influyentes en la estrategia, crecimiento y declive de los movimientos fundamentalistas, está la naturaleza de los regímenes políticos bajo los que compiten por obtener influencia y poder, la heterogeneidad étnica o homogeneidad en la sociedad en la que están enclavadas, de tal manera que son estos condicionamientos los que determinan si la confrontación tiene que ser abierta o encubierta, los métodos pacíficos o violentos y el enfoque gradualista o integralista. Bajo regímenes autoritarios, los movimientos fundamentalistas adoptan diferentes formas dependiendo de la presión coercitiva del régimen. En tiempos pasados, los esfuerzos del fundamentalismo para penetrar y transformar la sociedad se enfrentaron a una coerción extrema por parte de los Gobiernos, forzándolo a operar en la clandestinidad. La experiencia histórica sugiere la existencia de una relación directa entre las políticas de un Gobierno y los cambios de estrategia de los fundamentalistas. Es importante analizar los cambios de estas estrategias ya que los movimientos han mostrado una gran capacidad de adaptación en sus tácticas y estrategias frente a los Gobiernos, incluso en bastantes ocasiones una habilidad para moderar sus actuaciones y planes de acción en respuesta a políticas más benévolas. No es apropiado asignar posiciones inflexibles a los movimientos fundamentalistas puesto que en numerosas ocasiones han modificado sus tácticas y políticas, adaptándose a los cambios que se producían en su entorno.

Para comprender bien estos movimientos es necesario entender su indiscutible dimensión religiosa. Esta dimensión religiosa se manifiesta en la personalidad carismática del líder, cuya autoridad se enraíza en la interpretación de la tradición religiosa, legitimando su discurso, sus percepciones y su interpretación de los textos sagrados y guiando a sus adeptos en el camino para implementar las políticas iniciadas por el líder. La militancia, la construcción de la nueva sociedad y la diplomacia toman caminos y ritmos propios del fundamentalismo. Debido a su carácter religioso, todos tienden a ser hegemónicos, pero sus tácticas e impulsos en la conquista del mundo exterior difieren en multitud de aspectos. Como entidades políticas, los movimientos están en la práctica frecuentemente a merced de las tendencias económicas, políticas y sociales a largo plazo de sus propias sociedades. Las tendencias económicas y sociales afectan a los sentimientos y frustraciones de los individuos, determinando su comportamiento y acercamiento –o alejamiento– de los movimientos fundamentalistas. Como entidades religiosas, su carácter anti-tradicional –es decir, su tendencia a manipular la tradición religiosa e introducir innovaciones políticas en vez de plantear propósitos estrictamente espirituales– puede llevarlas a quedar deslegitimadas a los ojos de muchos creyentes.

Los movimientos fundamentalistas y la democracia

Los fundamentalistas se convierten en autoritarios absolutistas en un entorno pluralista. Lo que se conoce como globalización es interpretado por los fundamentalistas como una tendencia corrosiva, en el sentido de que la expansión y crecimiento de los mercados –con una cultura de consumo fomentada por los medios de comunicación– hace que las sociedades se vuelvan más abiertas y acomodaticias a la diversidad y, por tanto, a la secularización. La diversidad y el pluralismo son las “bestias negras” del fundamentalismo, pues en cierto sentido representan el materialismo, mientras que el cambio hacia una mayor prosperidad material –facilitado por la economía de mercado– sofoca a otros competidores en la esfera de los valores. Es el triunfo de lo material y sus prioridades frente a los valores y sentimientos de la espiritualidad. La expansión de la clase media en las sociedades desarrolladas hace que los que disfrutan del bienestar sean más cautos frente al alto riesgo que puedan suponer las reformas sociales y más conservadores en cuanto a la estabilidad del gobierno. Los regímenes faltos de liberalización hacen oídos sordos a las críticas religiosas y morales de los comportamientos sociales. Globalización no es sinónimo de democratización, ni supone una garantía de que se instaure dicho proceso. Al contrario, puede reforzar las llamadas “democracias no liberales”, Estados donde se toleran reformas democráticas limitadas pero se niega el pleno reconocimiento e institucionalización de los derechos civiles. En Estados democráticos los movimientos fundamentalistas, en general, se encuentran bajo presión social para hacer concesiones y formar coaliciones con otros movimientos políticos. Los movimientos fundamentalistas tienen que competir en situaciones pluralistas o, más ampliamente, en contextos internacionales. Se podría argumentar que la expansión y consolidación de la democracia ha tenido un efecto positivo en la expansión del fundamentalismo: la pluralidad y la tolerancia han dado lugar al secularismo –que separa lo religioso y lo material– y como consecuencia ha surgido el fundamentalismo. De esta manera el fundamentalismo se podría interpretar como una consecuencia natural de la modernización y la democratización de nuestras sociedades. La mejora del nivel de vida material –gracias al crecimiento económico– reduce la frustración social pero también crea desigualdades y a medida que aumenta la prosperidad crece el resentimiento y la humillación. Esta sería otra manera de interpretar la aparición de los factores estructurales que favorecen la aparición del fundamentalismo.

En general, los movimientos fundamentalistas tienden a ser –por su dinámica interna– necesariamente conservadores social y culturalmente. No obstante, en su orientación económica son muy diversos. En situaciones de desigualdad económica y de débiles sistemas de seguridad social, los movimientos fundamentalistas adoptan políticas populistas y corporativistas avanzadas. No obstante, al ir arraigándose la dinámica de la globalización en la conciencia popular, será cada vez más difícil para los fundamentalistas contener y aún frenar las tendencias hacia la reforma económica; y puede suceder que las reformas económicas exitosas y que den origen a un crecimiento económico y mejoras en el nivel de vida introduzcan cierta debilidad en las relaciones estructurales de dichos movimientos. Así, frecuentemente los movimientos ejercen una política de represión frente al intento de reformas económicas basadas en la liberalización del sistema. La globalización y la internacionalización de las relaciones económicas son un impedimento a la maduración de los fundamentalismos radicales e innegablemente modelan su futuro, al igual que la participación en procesos electorales cambia la estructura organizativa y de liderazgo de los movimientos fundamentalistas y diluye la ideología religiosa debido a la mejora en los niveles económicos. Lo que el núcleo duro del fundamentalismo percibe como un pluralismo insidioso es el efecto cognitivo más poderoso que se genera por la apertura y exposición al mercado global y de los medios de comunicación, con la explosión de sectas, movimientos de protesta y religiones que han experimentado las sociedades modernas. La rapidez de la proliferación de religiones –a un ritmo desconocido en las sociedades pre-modernas– en un ambiente globalizador es una preocupación para el fundamentalismo, que se enfrenta con el problema de defender sus límites y proteger sus enclaves, amenazados por la penetración de un enemigo invisible. El fundamentalismo se hace más vulnerable con la pluralidad y la apertura de la sociedad en la que está enclavada.

Los limites del movimiento fundamentalista

En tanto que el fundamentalismo extremo ha luchado en el pasado para expansionarse y asegurar su territorio, hoy sus confines se ven atacados por un mundo en el que sus enemigos son tanto la proliferación de religiones como las tendencias hacia la secularización promovidas por las mejoras de los niveles de vida materiales. El fundamentalismo ha adoptado la violencia cada vez con mayor frecuencia como instrumento para conseguir sus objetivos político-religiosos. En ocasiones los actos de extrema violencia son realizados bien por individuos aislados, bien por pequeñas células de radicales que operan independientemente de la voluntad del líder o de su estructura jerárquica. Estos actos de violencia no pueden atribuirse estrictamente a los movimientos fundamentalistas como organización. Tampoco son actos que se puedan asimilar a la violencia colectiva. No obstante, el fundamentalismo ayuda a instigar en ocasiones actos violentos de este tipo. Con más frecuencia lo que hacen es explotar estas situaciones utilizando el caos social resultante en su propio beneficio. La protesta popular continuaría su camino en ausencia de las manipulaciones fundamentalistas en la mayoría de las ocasiones, aunque es igualmente cierto que los fundamentalistas continuarán buscando oportunidades para manipular la violencia en beneficio de sus propósitos. La violencia fundamentalista es una respuesta a la opresión gubernamental de grupos sociales que amenaza directamente a los intereses fundamentalistas. El comportamiento de los movimientos fundamentalistas indica que aprenden con rapidez de sus fallos y experiencias y que se adaptan rápidamente a los acontecimientos; en ocasiones esto les lleva a cuestionar la utilidad a largo plazo de una violencia ejercida de manera indiscriminada y radical. Si la democracia funciona, pueden mostrarse dispuestos a acomodarse al sistema y participar en la vida política de una sociedad pluralista en la que se respetan los derechos humanos. Esta tendencia se puede observar desde hace algún tiempo en una buena parte de los fundamentalismos que practicaban la violencia como instrumento político. En sociedades no democráticas el poder puede ejercer una fuerte represión, convirtiéndose en un oponente eficaz del fundamentalismo, aunque esta política es difícil de mantener a largo plazo, pues las elites dominantes no suelen ser magnánimas en la victoria y su estrategia suele basarse en la eliminación total del enemigo: el objetivo es difícil y en ocasiones contraproducente a largo plazo, ya que lo que se consigue es la radicalización.

Conclusión: El fenómeno fundamentalista subsistirá, sin duda, en el siglo XXI. Sufrirá cambios y permanecerá en forma de minorías de oposición, aunque en ocasiones podría llegar a asumir el poder directamente o infiltrándose en las estructuras de poder del Estado. Prueba de ello son los recientes acontecimientos en Oriente Medio. No debemos olvidar que el fundamentalismo desea gobernar el mundo, pero su esencia es intrínsecamente local, lo que reduce sus posibilidades en un mundo con tendencia a la internacionalización. ¿Podrá el fundamentalismo sobrevivir a la globalización, los mercados mundiales y la expansión democrática? ¿Podrá cambiar sus alternativas espirituales por un pluralismo cultural creciente y mantener su estructura asistencial? La historia nos enseña que no debemos apresurarnos en contestar estas preguntas. El impacto innegable del fundamentalismo en la iglesia, en el Estado, en la familia y en la sociedad secular ha obligado a toda comunidad a confrontar este fenómeno y adaptarse para sobrevivir. Pero ¿buscarán los líderes militantes religiosos acomodo con las elites seculares en vez de debilitarse en una confrontación con ellas? Las comunidades religiosas no-fundamentalistas no pueden ignorar las cuestiones planteadas por los fundamentalistas, ya que conocen el peligro de perder influencia, y lo mismo se puede decir de políticos, diplomáticos, académicos y científicos, incluso aquellos que continúan preguntándose sobre el papel de las religiones militantes en esta vida que supuestamente se dirige hacia una sociedad post-religiosa.

Alejandro V. Lorca Corróns

Cátedra Jean Monnet, Universidad Autónoma de Madrid

Martin Jerch

Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma de Madrid


[1] Este seminario fue organizado por los profesores Lorca, Collado y Jerch. Sus sesiones están colgadas en la web de la UNED.

[2] Gabriel A. Almond, R. Scott Appleby y Emmanuel Sivan (eds.), Strong Religion: The Rise of Fundamentalism Around the World, University of Chicago Press, Chicago, 2003.