Legislativas marroquíes 2002: un esfuerzo insuficiente para el cambio democrático

Legislativas marroquíes 2002: un esfuerzo insuficiente para el cambio democrático

El partido socialista marroquí ha sido el que más escaños ha obtenido en estas pasadas eleciones legislativas marroquíes. Aunque la Constitución no le obliga a ello, el rey Mohamed VI le encargará probablemente formar gobierno. Se habla, incluso, de la posibilidad de que le pida al primer ministro saliente, Abderramán el Yusufi, que había decidido retirarse ya de la política, que acepte dirigir el gobierno durante al menos dos años, para pilotar los cambios institucionales que se preparan. Será una tarea difícil por la fragmentación del mapa político marroquí y porque el Istiqlal, que casi le iguala en votos, será más exigente a la hora del reparto de las carteras. El ascenso del partido islamista Justicia y Desarrollo (PJD), convertido sin ningún esfuerzo en la tercera fuerza política del país es, no obstante, el hecho más sobresaliente de las legislativas marroquíes del pasado 27 de septiembre e instala al islamismo como variable insoslayable de la ecuación política del país. En este panorama, las competencias ejecutivas del rey Mohamed VI serán probablemente más visibles aún que en la pasada legislatura. Un dato que interesa a España, aunque de momento se trata sólo de una especulación de prensa, es la probable sustitución del ministro de Asuntos Exteriores, Mohamed Benaissa, por el actual embajador en París, Hassán Abu Ayub. 

Cuatro partidos para un gobierno
Cuatro partidos de sensibilidades diferentes, la USFP socialista (50 escaños, 7 menos que en la pasada legislatura), el conservador y nacionalista Istiqlal (PI) (48 escaños, 16 más que en la legislatura pasada), el PJD islamista ( 42 escaños, 33 escaños más) y la Reagrupación Nacional de Independientes, RNI (41 escaños, 5 menos) han obtenido un número similar de diputados en la Cámara, en las elecciones de más alto índice de abstención (48 por ciento) de toda la historia electoral de Marruecos. La segmentación del mapa político del país, previsible dado el número elevado de partidos que concurrían (26), es también la más marcada de todas las legislativas. El índice de votos nulos, que el ministro del Interior dijo que había sido superior al 15% y que los estudiosos de los procesos electorales asimilan a la abstención, fue también el más alto de todas las anteriores contiendas electorales. Lo mismo ocurrió con el número de marroquíes –cercano a los dos millones- que no se inscribió en las listas electorales, otro 15 por cien del electorado. La representatividad de la Cámara que debe inaugurar sus sesiones de invierno el próximo viernes 11 será, pues, muy limitada.
Tanto los socialistas, que es lógico que formen gobierno, como el partido Istiqlal (PI) si el rey así se lo encomendara, tendrán necesariamente que recurrir a alguno de los otros tres más votados y a varios otros partidos más para alcanzar en la Cámara la mayoría de 163 diputados necesaria para gobernar. El gobierno que resulte de esa coalición, no sólo no será fuerte, como habían deseado durante la campaña electoral la USFP y el PI, sino que ni siquiera será un gobierno coherente. El primer ministro no tendrá a su disposición más que una suma de ministros de cuatro, cinco o seis partidos, sin mucho denominador político común. Esta vez, sin embargo, tendrán que hacer frente a una oposición del PJD cuyo respaldo social es aún superior a su fuerza parlamentaria.
Una vez más se cumple aquello que estudiosos de los procesos electorales marroquíes como el profesor Mustafá Sehimi han sostenido siempre: todos los procesos electorales en Marruecos terminan reforzando la legitimidad y la capacidad de actuación del soberano. El arbitraje, la preeminencia y las comptencias ejecutivas del rey Mohamed VI serán probablemente más visibles aún que en la pasada legislatura. Su entorno de poder, lo que en ciencia política marroquí se conoce con el nombre de Majzen, el millar de altos mandos militares, técnocratas y consejeros, muchos de ellos exministros, encargados de misión en Palacio, antiguos compañeros de colegio con altas responsabilidades en la proximidad del rey, ha resultado una vez más, a pesar de las críticas que recibe y de las embestidas de que ha sido objeto en esta campaña y en las anteriores, lo más coherente y estable del Estado y el gobierno de Marruecos.
¿Fatalidad, destino, incapacidad de los partidos políticos de modernizarse, desvertebración de la política, falta de voluntad de Mohamed VI de mejorar el país y avanzar hacia una auténtica democracia? Nada de eso. Son simplemente las consecuencias de cuarenta años de falsificación de la voluntad popular, de intervención del Ministerio del Interior en los procesos electorales, de segmentación consciente del mapa político del país, de imposibilidad de los gobiernos de mejorar la vida diaria de los marroquíes y finalmente de la falta de confianza de la ciudadanía en que de las urnas pueda salir algo nuevo. Como si quisiera corroborarlo, el Centro de Estudios y de Investigaciones Demográficas marroquí, en su informe nacional sobre la política de población 2001, dado a conocer después de las legislativas, sostiene que uno de cada cinco marroquíes vive por debajo del umbral de la pobreza y que los pobres son 5,3 millones de ciudadanos, una notable progresión con respecto a 1985, en que eran 4,6 millones.
En los tres años de reinado de Mohamed VI, no obstante, la prensa ha conquistado espacios notables de libertad. Los atentados contra los derechos políticos y civiles, humanos, de los ciudadanos, moneda corriente durante la mayor parte del reinado de Hassán II, han desaparecido. El rey ha sido receptivo a la reforma de la Mudawana, el Código de Familia -que se rige por la ley Coránica y que es causa del papel subordinado de la mujer- solicitada por los colectivos de mujeres y auspició un Plan para la Integración de la Mujer al Desarrollo. Creó un Instituto Real de la Cultura Amazig, que no satisface todas las aspiraciones de los bereberes pero que es mucho más de lo que su padre estuvo nunca dispuesto a aceptar. Que todo ello sea suficiente o no es otra cuestión. El debate en torno a la reforma de la Constitución que ha precedido y acompañado a estas legislativas demuestra que ni los partidos políticos ni la ciudadanía consideran todavía que se encuentren reunidas las condiciones necesarias para que se instaure en Marruecos una autentica democracia y un verdadero estado de derecho.
El islamismo, que con tanta facilidad obtuvo el tercer puesto entre los partidos, a pesar de que sólo se presentó en 66 circunscripciones, mientras que la USFP y el PI presentaron listas de candidatos en las 91 existentes, en contra de la moderación que se le atribuye al PJD, ha asomado muy pronto la oreja. La falta de finesse de algunos de sus líderes le han hecho perder, a las 24 horas de su triunfo, cualquier posibilidad de que el PI -el único partido cuyos dirigentes habian sostenido que podrían aliarse con él y con el que el PJD había reconocido que podría cooperar- pudiera ofrecerle una alianza para gobernar.
La cuota de 30 escaños concedida a la mujer, que sumados a los 4 obtenidos por ellas en las listas normales –el cien por cien más que en la pasada legislatura- hará que con 34 mujeres en el hemiciclo, el marroquí sea el Parlamento magrebí con más mujeres. Pero ello se presta a equivoco. Con frecuencia los analistas occidentales han sostenido que la mujer es el verdadero baluarte contra el avance del integrismo. Los hechos en Marruecos no avalan esa presunción. La facilidad con que el PJD logró hacer elegir a cuatro mujeres entre sus candidatas, casi lo mismo que dos partidos históricos como la USFP –laicizante- el PI –a la vez modernista y conservador- y el RNI, catalogado de centro, sugiere que en Marruecos la condición de mujer por sí sola no aporta más modernidad ni más democracia.
La implantación real en la sociedad del islamismo marroquí,  por todos reconocida, es muy superior al número de escaños que obtuvo el PJD. Otra cosa es que ese favor del electorado hacia el islamismo sea necesariamente equivalente a una islamización real de la sociedad. Abdelilah Benkiran, el verdadero hombre fuerte del PJD, decía en una primera entrevista destinada a tranquilizar que  “la gente no nos ha votado porque quiera que apliquemos la Charia (ley islámica), sino porque piensa que podemos solucionar mejor sus problemas vitales”. Puede que lleve razón.
El descalabro electoral más notable fue el del partido Unión Constitucional (UC), que perdió 34 diputados (de 50 escaños sólo conserva 14) pero su derrumbamiento no asombra por cuanto se trata de uno de los partidos más claramente administrativos (constituidos gracias a la intervención del anterior ministro del Interior) del panorama político marroquí. Le siguió en el ranking de caídas electorales sonadas el Movimiento Democrático y Social (MDS), que perdió 25 de los 32 escaños que tenía, lo cual tampoco constituyó ninguna sorpresa, ya que su Secretario General, Mahmud Archane, un antiguo policía del Ministerio del Interior, había sido señalado por la prensa y las organizaciones de los derechos humanos como torturador. Toda el área de partidos berberistas como el Movimiento Nacional Popular (MNP) y el Movimiento Popular (MP), aunque pierden algunos escaños, conservan la fidelidad del electorado de las zonas bereberes del país. Junto a ellos, el Frente de Fuerzas Democráticas (FFD), una escisión del antiguo partido comunista, el PPS, heredero directo del partido comunista original, que conservan más o menos su anterior implantación, y otros cuantos partidos más, serán muy cortejados por quien el rey encargue la complicada misión de formar gobierno.
Marruecos, con un penoso historial de manipulación electoral, no ha quedado esta vez tampoco totalmente al abrigo de sospechas. Los retrasos en publicar los resultados, incomprensibles desde que hace ya más de una legislatura la empresa española Indra informatizara al Ministerio del Interior marroquí para estos fines, son inconcebibles. Resulta, pues, difícil hablar de un antes y un después democrático, y puede que haya que esperar a una próxima ocasión para que las elecciones no sólo sean limpias sino que además lo parezcan.  

El irresistible ascenso del islamismo
Desde hace años los estudios realizados por el Ministerio del Interior marroquí reflejaban un notable ascenso de la influencia de los movimientos islamistas en la sociedad. Nadie Yassin, hija del histórico líder de la organización Al Adl ua-l Ihsan (Justicia y Beneficencia), decía poco antes de estas legislativas, que si su grupo pudiera participar, arrasaría. Al Adl es probablemente la organización islamista más implantada en Marruecos y su líder Abdesalam Yassin es quizá uno de los que más esfuerzos ha hecho en todo el mundo islámico por reflexionar sobre el estado islámico  la economía islámica, la relación entre Islam y Occidente. El triunfo electoral del PJD ha llevado a sus líderes a considerar la posibilidad de reclamar una respuesta del Ministerio del Interior a la petición que le formularon en 1981 de ser autorizados a constituirse en partido político. La posibilidad de que participe en unas próximas legislativas no deja mucho margen para dudar de que el islamismo podría realmente obtener una cómoda mayoría en un futuro parlamento marroquí.
El PJD es descrito por la Administración marroquí y por la prensa como un partido islamista moderado. Moderado o no, no cabe duda de que vehicula una visión del mundo que, como en el caso de la casi totalidad de los grupos islamistas árabe-islámicos, busca su propia personalidad en oposición a Occidente.
La falta de tacto del jefe del grupo parlamentario islamista, Mustafa Ramid, quien dijo que su partido podría imponer –a largo plazo-  la Charia (ley islámica), y la carencia total de finesse y de sentido táctico de otros de sus dirigentes que llegaron a decir a una agencia extranjera que en Marruecos –a largo plazo también- se amputaría la mano del ladrón, asestó un golpe a los intentos del Secretario General Abdelilah Benkiran de negociar con los otros partidos una posible cooperación poselectoral.
Pero este avance islamista invita a revisar algunos de los tópicos habituales sobre la supuesta oposición visceral entre el islamismo y la mujer, por ejemplo. Las mujeres que se mueven en el entorno islamista no se reclutan entre ese 82% de mujeres analfabetas de Marruecos, principalmente las de las áreas rurales. Las islamistas que militan en los distintos grupos marroquíes son de las más preparadas y profesionalmente capacitadas. Nadia Yassin, la hija del líder Abdesalam Yassin, la Pasionaria del islamismo marroquí, tiene dos licenciaturas universitarias.
El mapa político del islamismo también rompe con otro prejuicio bien asentado. El islamismo no es fuerte en las zonas deprimidas y analfabetas. Lo es en los grandes núcleos urbanos como Casablanca y su electorado se encuentra entre las profesiones liberales y la atristocracia obrera.
El profesor e investigador Mohamed Tozy, probablemente el mejor conocedor del islamismo marroquí, entendía que el triunfo del PJD no significa realmente un avance del islamismo sino que se explica por la forma en que el partido ha llevado a cabo su campaña electoral. Para él, los resultados electorales del PJD van a tener influencia sobre todo en el islamismo marroquí, al que van a dinamizar y donde van a salir a la luz con mayor claridad las divergencias de pensamiento existentes entre las corrientes que lo componen.

La mujer en la Cámara
Treinta cuatro mujeres, treinta en las listas de cuota  nacionales reservadas a la mujer, y cuatro en las listas por circunscripciones, dos más, el doble, que en las legislativas de 1997, lograron un escaño en la próxima cámara. Por un curioso azar, en esas treinta mujeres a elegir por las listas nacionales, la posibilidad de decidir qué partido de entre los tres más votados iba a ser realmente el ganador de estos comicios. El voto en favor de la mujer repitió finalmente las mismas inclinaciones mostradas por el electorado por las listas masculinas, aquéllas en que se debían elegir a los otros 295 miembros de la Cámara.
Aunque el Artículo 8 de la Constitución marroquí, tanto la de 1992 como la de 1996, establece que el hombre y la mujer tienen los mismos derechos políticos, la mujer no ha recibido nunca, hasta la década de los años noventa, respaldo popular alguno a sus intentos de entrar en una Cámara misógina. Habría que esperar a las legislativas de 1997 para que dos mujeres, por primera vez en la historia parlamentaria de Marruecos, accedieran a la Cámara.
La mujer constituye actualmente el 51 por cien de la población marroquí y aunque su participación en la sociedad, en la cultura y en la economía del país es realmente significativa, legislar y gobernar le había estado hasta ahora vedado en la práctica.
En cualquier caso, el número elevado de candidatas, 697 para los treinta escaños de cuota y 269 candidatas para los 295 escaños al alcance indistinto de hombres y mujeres, que contrastan con las 72 candidatas que concurrieron a las anteriores legislativas de 1997, confirman el enorme interés que ha despertado en las mujeres la posibilidad que por primera vez en la historia de Marruecos se les ha ofrecido de obtener una representación honorable en la Cámara de Representantes.

La cuestión bereber a debate
Olvidados y preteridos durante muchos años, los bereberes, los primitivos pobladores de Magreb, han podido, amparados en las promesas de libertad y limpieza para estas elecciones del gobierno en los últimos dos años, plantear a la luz pública sus reivindicaciones históricas, y abogar por el reconocimiento de la identidad, la lengua y la cultura bereber. Aunque el tema no ha figurado abiertamente en los debates de la campaña electoral, sí fue objeto de discusión en los meses que la precedieron.
Ahmed Assid, dirigente bereber, decía en los meses que precedieron a la campaña electoral que “con anterioridad los militantes amazigs (bereberes) no se sentían concernidos por las elecciones, porque éstas le ignoraban y rechazaban su identidad, su lengua y su cultura”. “Ahora”, agregaba “queremos una Constitución democrática que de paso a un auténtico estado de derecho”. En los encuentros que celebraron, algunos de ellos prohibidos por las autoridades, dijeron que ningún gobierno hizo nada en defensa de la identidad bereber, y que es necesario que el poder reconozca la diversidad étnica y cultural de Marruecos que pivota sobre tres pilares, árabe, amazig, e islámico. El Proyecto Alternativa Amazig, la Red Amazig por la Ciudadanía, la AMREC, el Manifiesto Amazig. La Asociación Tamaynut y otras organizaciones amazigs, que funcionan en Marruecos básicamente en el seno de ONGs, han reclamado la elaboración de una nueva Constitución que reconozca al tamazight (la lengua bereber) también como lengua oficial de Marruecos y que establezca una clara separación entre religión y Estado.
Curiosamente no son los islamistas, como podría pernsarse, los que más se oponen a estos movimientos sino la izquierda y los conservadores.En el diario socialista Liberation, Mohamed El Gahs, periodista elegido en estas elecciones, escribía que “muchos son escépticos en cuanto a la visibilidad de lo amazig porque creen sinceramente en las virtudes de la integración nacional”. Luego advertía contra una intrumentalización sectaria de esa cuestión, aunque reconocía la ”pertinencia y la legitimidad de la reivindicación cultural amazig” así como que “existe una injusticia que reconocer y que reparar y una demanda que satisfacer”.
Por el contrario, el semanario profrancés Maroc-Hebdo, en un artículo escrito por su articulista principal Abdelatif Mansur titulado La Amenaza Berberista escribía “¿Quien puede hoy seriamente, después de siglos de promiscuidad, decir que es totalmente bereber, totalmente árabe, o totalmente árabe-andaluz?” ”Se trata, añadía, de una tendencia peligrosa especialmente ahora que acometemos una solución política integrada para nuestras provincias del Sur.”
En cualquier caso, la cuestión amazig está planteada, y la autonomía amplia prometida para el Sahara como señuelo para ganar la simpatía occidental no dejará de tener consecuencias en unas regiones bereberes de Marruecos que, lo entienda o no el resto del país, reivindica el respeto de su especificidad cultural y linguística. 

Reforma de la Constitución
El debate constitucional es probablemente el tema más recurrente en toda la historia del Marruecos independiente. En esta consulta de 2002 ha sido, quizá con la excepción de las primeras controversias por una Constituyente bajo Mohamed V en 1956, cuando con mayor resonancia se ha debatido sobre la necesidad de reformar la Constitución como garantía previa para el advenimiento de una auténtica democracia en Marruecos.
Aunque la reforma de la Constitución es percibida como una reivindicación fundamentalmente de la izquierda marroquí, prácticamente todos los sectores del país, islamistas y conservadores incluidos, han pedido la reforma de algún que otro aspecto de la Constitución. Desde un punto de vista político, lo esencial de la revisión constitucional solicitada concierne a los extensos poderes y prerrogativas que concede a la Monarquía, cuya centralidad en el sistema político marroquí consagra el texto constitucional.
En julio pasado, la prensa marroquí anunciaba el nacimiento de un movimiento integrado por 27 organizaciones por una Constitución democrática. La presentación de este movimiento en los primeros dias de julio fue acompañada por una mesa redonda sobre este tema. El abogado Ahmed Benyellun, animador de una de las corrientes de izquierda, afirmaba que la gente ha perdido la confianza en los partidos políticos y en los discursos oficiales y que la situación económica del país no ha hecho más que empeorar. En consecuencia, se preguntaba. “¿para qué pueden servir unas elecciones, aunque sean transparentes y sinceras, si la Constitución seguirá siendo la misma y no permitirá el advenimiento de una democracia auténtica ni garantizará que se pueda formar un gobierno fuerte responsable de la política del país?”
Sin duda quienes plantearon la revisión de la Constitución tenían en mente la existencia de una decena de artículos que conceden al rey una competencias que juzgan exorbitantes, como la de poder proponer al primer ministro y a los ministros, tener bajo su tutela la defensa y la seguridad del país, poder exigir la revisión de un texto de ley elaborado por la Cámara y poder dirigir mensajes al Parlamento que no pueden ser discutidos, etc. A ello se añaden los ministerios llamados de  soberanía, Justicia, Asuntos Exteriores, Religión y Bienes Religiosos, Interior, que permiten afirmar que el Rey dirige un segundo gobierno, paralelo al que teóricamente debe ser consecuencia de la voluntad expresada por los electores.

Quién gobierna Marruecos
Por todo lo que antecede, la pregunta de quién gobierna en Marruecos parece pertinente. La cuestión fascina desde todos los tiempos a los majzenologos (los estudiosos del Majzén o gobierno paralelo que dirige el rey) y las respuestas nunca han sido fáciles. Las cosas se han aclarado un tanto con Mohamed VI y en cierta medida se puede pretender que ese segundo gobierno con el cual el rey dirige las cuestiones realmente importantes y sensibles para el país, está constituido por un grupo de militares en la cúpulas de los diferentes centros de mando, técnocratas reclutados entre antiguos ministros del gobierno o profesores y universitarios de diferentes especialidades, consejeros, personas de confianza procedentes de familias ricas e influyentes, antiguos compañeros del Colegio Real que se encuentran en el entorno de mayor confianza del rey, y finalmente la propia familia real.
Algunos nombres militares son ya bien conocidos como los generales Hamid Laanigri, jefe de la DST o espionaje interior, Ahmed el Harchi, director de la DGED o espionaje exterior, Hosni Bensliman, jefe de la Gendarmeria, y el también general Buchaib Arrub, jefe del Tercer Buró del Estado Mayor.
Entre los técnocratas, figura de forma destacada el Secretario de Estado para Asuntos Exteriores, Taieb Fassi Fihri, y los exministros Mohamed el Kabbaj, Mohamed Moatassim y Ahmed el Midaui (ex Interior). Entre los consejeros, destaca sobre todos André Azulay, inciador de una especie de think tank llamado G-14, que ha dado numerosos consejeros al rey, Abdelazis Mezian Belfkih, jefe de la Oficina Real,  Fadel Benyaich, y una mujer, Zulika Nasri.
Pero son los antiguos compañeros de colegio, los más próximos al rey, los que le dan coherencia y organizan todo ese tejido cuasi-gubernamental. Algunos de sus nombres nos son familiares por el protagonismo que tuvieron durante la Crisis de Perejil de este verano. Son, sobre todos, Fuad al Himma, actualmente Secretario de Estado de Interior, Hasssan Aurid, portavoz de Palacio, Abdelhak Lemrini, jefe del Protocolo Real y, en  mayor cercanía del rey, Mohamed Rochdi Chraibi, director del gabinete real.
Luego están, pero en una categoría inferior en el escalafón del entorno del Rey, quienes son a la vez ministros del gobierno a cargo de los Ministerios de soberanía como Mohamed Benaissa (Exteriores) Driss Yetú  (Interior) Omar Azziman (Justicia) y Abdelkebir Alaui Mdagri (Religion).
Por último, en una relación ya de confidencialidad, su hermano el príncipe Mulay Rachid, las princesas Lalla Asma, Lalla Hasna y Lalla Meriam, los hijos de Lalla Meriam, Lalla Sukaina y Mulay Driss, y los primos del rey Mulay Abdalá Alaui y Mulay Dris Alaui, y otros numerosos familIares.

Domingo del Pino

Escrito por Domingo del Pino