Lecciones aprendidas: la Guerra de Irak desde la perspectiva francesa

Lecciones aprendidas: la Guerra de Irak desde la perspectiva francesa

Tema: En este documento se analizan las enseñanzas extraídas por los centros militares franceses de las operaciones realizadas por las fuerzas británicas y norteamericanas durante la última guerra de Irak.

Resumen: La decisión política francesa de no participar en las operaciones de la última guerra de Irak ha obligado al ejército a realizar un seguimiento exhaustivo del conflicto, con objeto de no permanecer ajenos a las enseñanzas que puedan obtener las fuerzas combatientes. El Centre d’Evaluation et de Retour d’Expériences (CEREX) del ejército de tierra francés ha asumido la mayor parte de la responsabilidad de un proceso de lecciones aprendidas en el que, por primera vez, se ha carecido de fuentes primarias de información. La evaluación del aporte de las nuevas tecnologías de defensa, durante las fases de planificación y conducción de la operación Iraki Freedom, contribuye a confirmar las tendencias doctrinales sobre las que se asientan los modelos futuros de las fuerzas armadas francesas, al tiempo que se apunta la dificultad de extrapolar estas enseñanzas a otro contexto geoestratégico.

Análisis: La interpretación y la práctica de conceptos, como el espíritu crítico y la disciplina, difieren de unas culturas militares a otras. El ejército estadounidense ha permanecido atento a un estilo de crítica que, sin menoscabar los principios de la disciplina, le ha permitido aprender rápidamente de sus propios errores. En el otro lado de la colina se han situado los ejércitos de filiación totalitaria, donde la crítica se confundía con una falta de disciplina. Entre ambos se encuentran los ejércitos de tradición latina, reacios a cuanto juicio pudiera cuestionar la jerarquía, pero cada día más abiertos al análisis constructivo. Actualmente, debido a la influencia norteamericana, los ejércitos modernos no sólo han aceptado la transcendencia de estos estudios, sino que la han institucionalizado en forma de lecciones aprendidas.

En Francia, en los últimos años, se ha impulsado decididamente el proceso de capitalización de experiencias. Tanto en el Estado Mayor Conjunto como en otras estructuras de mando específicas se han creado centros de lecciones aprendidas, donde se evalúan las actividades en las que participan unidades francesas, impidiendo que el bastón de mando que, a decir de Napoleón, todo soldado francés guarda en su mochila, se convierta en arma arrojadiza.

Por méritos propios, el Centre d’Evaluation et de Retour d’Expériences (CEREX) del ejército de tierra francés se ha convertido en el referente nacional. Desde su creación en el año 2000, su producción se ha difundido al resto de las fuerzas armadas francesas e, incluso, sus informes sobre las operaciones en Afganistán e Irak han fundamentado recientes decisiones de política de defensa. En este sentido, el seguimiento de la guerra de Irak constituye un caso especial: por primera vez las unidades francesas no han formado parte de la coalición y para quiénes recuerdan, frecuentemente, que Francia es de lo pocos países europeos que no ha estado en guerra contra EEUU, es difícil asumir el papel de observador.

Aunque existen varios centros que se han ocupado del tema, el análisis de la metodología y de las lecciones aprendidas en torno a la planificación y conducción de las operaciones en Irak se circunscribe a los trabajos realizados por el CEREX sobre la fase de coerción –fase de combate, a la que siguen las de estabilización y normalización– de la operación Iraki Freedom (20 de marzo a 1 de mayo de 2003).

Metodología
El seguimiento del segundo conflicto del Golfo supone un enorme desafío para el CEREX, pues a la desventaja de utilizar fuentes secundarias se une el vertiginoso ritmo de evolución de las doctrinas de empleo de fuerzas. Permanecer ajenos a las últimas enseñanzas de las operaciones en curso supondría la renuncia explícita a la capacidad de liderazgo, la agudización de las dificultades de interoperabilidad y un interrogante abierto sobre el prestigio del ejército francés.

El concepto actual de lecciones aprendidas está ligado a la definición del US Army Center for Army Lessons Learned (CALL): saber o experiencia validada, obtenida por la observación, el estudio y el análisis histórico del adiestramiento, de los ejercicios o de las operaciones. Sin embargo, la comunidad doctrinal francesa ha preferido emplear el término retour d’expérience, con objeto de precisar el significado. Fieles al espíritu de Alfred de Vigny, sostienen que, primero, es necesario extraer las lecciones del pasado; posteriormente, enseñarlas; y, por último, aceptarlas. Sólo se convierten en lecciones aprendidas al ponerlas en práctica. Son matices propios de la finesse francesa, que no alteran un concepto ampliamente generalizado.

El trabajo desarrollado por los analistas del CEREX en relación con la guerra de Irak se inscribe en el marco teórico del ciclo de lecciones aprendidas. Este proceso consta de seis fases: recopilación de datos, análisis, proposición, validación, difusión y seguimiento. Es decir, se trata de evaluar el diferencial entre la realidad y el modelo de referencia, con el fin de subsanar posibles deficiencias. La especificidad del caso radica en que se trata de explotar experiencias ajenas, en beneficio de una doctrina diferente de la que guió las operaciones.

Por lo que a la metodología concierne, la fase de recopilación ha adquirido un carácter completamente distinto al habitual. Los documentos fuente (informes de fin de misión, seminarios de actores, comisiones en el teatro de operaciones…) han sido desplazados por fuentes secundarias; la mayoría abiertas, aunque algunas clasificadas. Las referencias documentales corresponden a varios orígenes: informes extranjeros (británicos y americanos), notas informativas de los oficiales de enlace franceses acreditados en el Reino Unido y EEUU, testimonios de oficiales participantes en las operaciones, análisis de institutos de estudios estratégicos, artículos de los corresponsales de guerra, etc. La fase de análisis no ha variado, el tratamiento informático de los datos ha permitido una clasificación transversal por funciones de combate sobre la que se han basado las proposiciones. Aunque algunas de estas proposiciones ya han encontrado respuesta en materia de organización y equipamiento, su validación está mediatizada por los mismos problemas que experimenta la fase de recopilación. Mientras continúa el proceso de validación y se comienzan a difundir las primeras enseñanzas, su fruto quedará sometido al juez inapelable del próximo conflicto.

Los analistas del CEREX precisan que las enseñanzas de esta guerra quedan referidas a un contexto muy particular. Respecto al enemigo, la coalición se ha enfrentado a un ejército regular desmotivado y con grandes carencias de equipamiento, cuya amenaza era menor que en 1991. Por el contrario, los combatientes irregulares (milicias y fedayin) han modificado la naturaleza de la operación, al constituir una amenaza permanente sobre objetivos rentables, como los medios logísticos o los puestos de mando. Respecto a la zona de acción, desértica o semidesértica, abierta y con áreas que escapaban al control del poder central, ha propiciado un tipo de acción, la maniobra aeroterrestre blindada, difícilmente extrapolable a otras regiones geográficas.

Planificación
El planeamiento estratégico de la operación, según las palabras del general Franks, comenzó en diciembre del 2001 e integró a representantes de todos los escalones de mando. A pesar de las críticas difundidas sobre este proceso, los analistas franceses apuntan que las dificultades diplomáticas que precedieron a las hostilidades y el riesgo militar asumido fueron ampliamente compensados por la superioridad aliada en los dominios de la información, la flexibilidad de mando, las estructuras conjuntas, la precisión de las municiones…, todos ellos ligados a las ventajas que ofrece el empleo masivo de las nuevas tecnologías. A partir del inicio de las operaciones, la vulnerabilidad del ejército iraquí en el ciclo de decisión, puesta de manifiesto por el general Wallace, dejaba un margen de 24 horas para conservar la libertad de acción. En consecuencia, según el CEREX, los aliados llegaron a operar en un ciclo de decisión más reducido, frente al que no pudieron reaccionar los iraquíes. En términos “clausewitzianos”, los aliados impusieron su voluntad. Por tanto, la clave de esta superioridad radica mucho más en las nuevas tecnologías de la información que en la sofisticación del armamento.

La planificación conjunta se realizó en el Estado Mayor del “Mando Central” (CENTCOM, Tampa, EEUU) y en otros Estados Mayores subordinados que mantuvieron una relación fluida durante todas las fases del proceso. El desarrollo de las operaciones ha permitido, a los centros de lecciones aprendidas, señalar que la asunción del “espíritu conjunto” por el personal de planificación ha constituido una de las condiciones fundamentales del éxito. Desde la perspectiva francesa, el carácter conjunto de las operaciones, cada día más acentuado, requiere que el adiestramiento y la estructura de los puestos de mando sea conjunto desde tiempo de paz. Posiblemente, esta carencia obligó a los norteamericanos y a los británicos a eludir la creación de unidades multinacionales y a operar en zonas de acción diferenciadas.

Los analistas del CEREX han destacado, también, la coherencia de la elección del centro de gravedad de la operación –Sadam Husein y su entorno político– y de las acciones desencadenadas posteriormente. La sinergia entre el poder aéreo y la campaña terrestre ha potenciado el protagonismo del ejército de tierra en el marco de la maniobra conjunta. Otra muestra de coherencia relevante, que refuerza la doctrina francesa al respecto, es el rechazo del concepto de “cero muertos” difundido por los norteamericanos durante la primera guerra del Golfo. El trauma de los atentados del 11 de septiembre y los riesgos inherentes a la acción en tierra han facilitado el cambio del discurso oficial y la preparación de la opinión pública ante eventuales pérdidas.

El estudio de la proyección estratégica sobre el teatro de operaciones ha permitido extraer conclusiones importantes que refuerzan el sentimiento de fragilidad de las capacidades europeas. Los norteamericanos emplearon la totalidad de sus medios (222 C17 y numerosos buques de transporte) y consideran insuficiente dicha capacidad (US Air Force: Operation Iraki Freedom – By the Numbers). Los británicos estiman que, a pesar de ciertas dificultades de coordinación entre los Estados Mayores y algunas carencias de equipamiento que tuvieron que completarse por el procedimiento de compra urgente, la proyección fue un éxito. Sin embargo, se sugiere la necesidad de adquirir cinco C17 suplementarios en lugar de 50 Eurofighters.

En el nivel operacional, los analistas franceses subrayan que el planeamiento se ha caracterizado por la reactividad y por la necesidad de integrar sistemas de armas muy tecnificados y conceptos de empleo tradicionales. La capacidad de reacción de los Estados Mayores se puso de manifiesto en momentos críticos: al asumir la prohibición de paso por la frontera de Turquía y reorientar, hacia el sur del teatro de operaciones, la proyección y el despliegue de la 4ª División de Infantería de EEUU; al modificar el esfuerzo de la campaña aérea, en beneficio de las fuerzas terrestres, ante el decepcionante resultado del bombardeo estratégico (Shock and Awe) o al revelarse las ciudades como objetivos claves que se habían desechado en la planificación para respetar los principios de la maniobra mecanizada.

Los planes de operaciones quedaron condicionados por la concurrencia de imperativos geográficos. Terreno abierto y despoblado, surcado por dos ríos que multiplican el valor de unos puentes escasos y construidos en la proximidad de las ciudades. Este escenario representa uno de los modelos ideales del nuevo espacio de batalla digitalizado sobre el que se asienta la acción terrestre futura. El alargamiento de las líneas de comunicación, la seguridad en la zona de retaguardia y el control de las aglomeraciones constituyen riesgos potenciales que afectan a esta maniobra. A la vista del resultado de los combates, y a pesar de que la 4ª División de Infantería citada era la única unidad totalmente digitalizada, el CEREX sostiene que la “concentración de efectos” de los sistemas que definen este campo de batalla moderno, aparece como una constante del éxito operativo. Es necesario pasar de una maniobra de capacidades a una maniobra de finalidades. Dicha constatación contribuye a impulsar las actuales líneas de investigación del mando de doctrina francés. Este tipo de maniobra, en espacios vacíos, contempla la pervivencia de formas de acción clásicas; pero, sólo es viable mediante el concurso de funciones de información y de telecomunicaciones de gran capacidad. Los programas de digitalización de unidades y el desarrollo de sistemas C2 específicos exigen mantener el esfuerzo financiero previsto en la actualidad si se pretende que entren en servicio en el horizonte 2007.

Conducción
Desde el punto de vista francés, el incremento espectacular del ritmo de las operaciones y la reducción del ciclo de decisión de los aliados ha provocado la primacía de la conducción sobre la planificación. En este sentido, la telemática ha desempeñado una función esencial en el campo de batalla; ha consolidado la pertinencia de sistemas operativos actuales, como el Joint Surveillance and Target Attack Radar System (JSTARS), el Command, Control, Communications, Computers, Intelligence, Surveillance and Reconnaissance (C4ISR) y el Common Operational Picture (COP) y, al mismo tiempo, ha permitido la eclosión de otros elementos sobre los que se articularán las operaciones militares futuras. Así, el Network Centric Warfare está llamado a revolucionar la “guerra en red informática centralizada”; la Reachback Capability modificará la configuración y despliegue de los puestos de mando; y el Effect Based Operation, que tiende a sincronizar el conjunto de los medios de apoyo, reactivará el planeamiento de fuegos. Los expertos franceses subrayan que los ejércitos incapaces de asumir el desafío que representa la digitalización del espacio de batalla habrán perdido la ventaja competitiva de las nuevas tecnologías y tendrán problemas de interoperabilidad. Por ello, no sólo se requiere el impulso de nuevos programas de equipamiento, sino una formación específica que permita, al combatiente y a los cuadros de mando, operar con nuevos sistemas de armas en todo tipo de entornos. En este aspecto, las fuerzas especiales norteamericanas han realizado un esfuerzo de adaptación que ha sido validado desde el conflicto de Afganistán.

Tras el análisis de las primeras acciones de la coalición, los oficiales de enlace franceses en EEUU señalaron que el concepto de Land Attack First reafirmaba el carácter prioritario de la maniobra frente a los partidarios del poder aéreo. En el marco de la batalla, la maniobra –combinación de fuego y movimiento– ha recobrado un interés que los últimos conflictos habían desvirtuado. Adquiere nuevos matices y valida la pertinencia de las formas de acción clásicas: operación aerotransportada de la 173ª Brigada AB americana, operación anfibia de los Royal Marines británicos, incursiones de helicópteros contra-carro de la 101 ª División Aeromóvil americana, incursiones blindadas de reconocimiento… Esta maniobra se basa en la movilidad y la dispersión de los sistemas de armas, así como en la ya citada concentración rápida de sus efectos. Por su parte, los analistas del CEREX insisten en que este tipo de acciones exigen contar con elementos de maniobra y de apoyo preparados para el combate de alta intensidad (“quién puede lo más puede lo menos”) que debe permanecer como referente último del adiestramiento.

El carácter adquirido por el combate, no sólo interarmas, sino conjunto, ha sido destacado en todos los foros y ha dado lugar a diversos comentarios. La cooperación interarmas e interejércitos ha sido posible porque existía una panoplia de medios, completa y diversificada, que optimizó la sinergia de las unidades y facilitó la continuidad del apoyo. El Grupo Táctico, pequeña unidad interarmas de tipo batallón, se configuró como el elemento principal de la maniobra y la propia dinámica del combate puso de relieve la eficacia del carro de combate en diferentes combinaciones: infantería ligera-carro, vehículo de combate de infantería (VCI)-carro, VCI-carro-cañon-helicóptero, etc. Esta presencia del carro de combate de última generación (digitalizado, protegido frente a los RPG-7 y con gran potencia de fuego, incluso en apoyo directo) ha sido acogida con gran satisfacción en Francia, no sólo porque ha roto tópicos, como su vulnerabilidad en el combate en zonas urbanas, sino porque refuerza el concepto de fuerzas pesadas y abre una vía para mejorar la rentabilidad del carro Leclerc, producto estrella de la industria de defensa francesa, cuestionado tras la caída del muro de Berlín.

Otro aspecto que no ha pasado desapercibido, en el nivel táctico, ha sido el combate en zonas urbanas. Las ciudades se convirtieron en objetivos de la coalición al concurrir dos factores multiplicadores de su potencialidad defensiva: primero, su papel determinante en el control de las vías de comunicación (proximidad de los puentes) y, segundo, el carácter de zona fundamental que adquirieron en los planes de defensa Iraquíes. Los británicos, aprovechando sus experiencias en Irlanda del Norte, dominaron los puntos clave de Basora mediante la combinación de incursiones de ida y vuelta (Hit & Run), golpes puntuales con empleo de armas no letales, acciones psicológicas y cooperación cívico-militar (CIMIC). En Bagdad, los norteamericanos optaron por la acción en fuerza. En algunos casos, emplearon métodos de inspiración israelí (infantería-carros-helicópteros-bulldozers); en otros, prefirieron avanzar por grandes avenidas, con gran apoyo de fuego; y, en todo momento, explotaron los objetivos de oportunidad. Aunque se trata de ciudades diferentes, las nuevas formas de acción, analizadas por el CEREX, cuestionan los conceptos tradicionales sobre el combate en zonas urbanas y exigen un esfuerzo de revisión de la doctrina francesa.

Los analistas han subrayado que, hasta la caída de Tikrit, el conflicto adquirió el aspecto de un combate continuo (“todo tiempo”) gracias a las prestaciones de los equipos de visión nocturna, de orientación y de tiro. Las unidades terrestres han debido asumir rápidamente acciones simultáneas de coerción, de control de zona y de apoyo a la población que exigieron gran aptitud de reversibilidad, buena inteligencia de la situación y amplio dominio de las reglas de enfrentamiento. Se ha destacado que los oficiales y los soldados norteamericanos, al primar la protección, tienen más dificultades para cambiar de actitud operativa que los británicos, mucho más habituados al combate irregular. El blindaje de los vehículos y los equipos de protección individual han contribuido a fortalecer la moral del combatiente, decisiva en este tipo de acciones. Concluyen estos analistas que, ante la amplitud y diversidad del marco operativo actual, el factor humano seguirá siendo primordial: la disciplina y la experiencia de las tropas constituirá siempre una condición determinante del éxito.

El análisis también contempla las funciones de combate francesas. En relación con lafunción de mando, es preciso reforzar las secciones de planes y de maniobra futura de los Estados Mayores, con objeto de mantener el ritmo de la acción y respetar la iniciativa de los subordinados. Igualmente, los puestos de mando deben ser capaces de mandar en movimiento. Los planes de control de la zona de retaguardia y de seguridad de las líneas de comunicación adquieren gran transcendencia operativa. La función de inteligencia ha quedado cuestionada por la fragilidad de la “inteligencia de origen humano” (HUMINT) y por las dificultades experimentadas por los escalones inferiores para acceder a una inteligencia útil. Por otra parte, la combinación de diferentes medios de adquisición aparece como una de las claves del éxito. Además, este tipo de maniobra aeroterrestre en espacios abiertos exige un elemento de reconocimiento de contacto sobre la base del binomio blindado-helicóptero y la dotación de drones hasta las pequeñas unidades. Respecto a la función de logística, los dos tercios de los efectivos norteamericanos y el tercio de los efectivos británicos, dedicados a esta tarea, confirman su protagonismo en la acción terrestre. Ciertos riesgos asumidos (despliegues permanentes, acumulación reducida –just in time–, externalización…) han sido fuertemente criticados y sólo justificados por la especificidad del contexto. El papel desempeñado por los reservistas es evocado para impulsar la reserva operativa francesa. La función de combate de contacto ha descansado en la cooperación interarmas. El conjunto carro-VCI-cañón-helicóptero ha sido decisivo en las fases de alta intensidad, al tiempo que el binomio infante-zapador en el combate urbano. La protección de la zona de retaguardia y de las líneas de comunicación debe atribuirse a unidades suficientemente preparadas. En cuanto a la función de combate indirecto, la fuerza aérea ha sido reorientada hacia el apoyo de las fuerzas terrestres. El empleo masivo del Close Air Support (CAS) requiere, según los expertos franceses, medios específicos y una verdadera cultura conjunta que debe adquirirse mediante el adiestramiento común. La mayor eficacia del apoyo de fuegos terrestres, frente a los aéreos, especialmente en zonas urbanas, refuerza la necesidad de incrementar la artillería orgánica de las unidades e introducir nuevos tipos de munición. En la función de gestión del espacio terrestre, las unidades de ingenieros han sido fundamentales para acometer el combate en zonas urbanas. Al margen de algunos problemas de equipamiento (bulldozers pesados adquiridos precipitadamente en Israel, medios NRBQ…), el CEREX prevé que el carácter multidisciplinar de esta función propiciará la elaboración de una doctrina conjunta. La función de defensa aérea ofrece pocas enseñanzas válidas, dada la superioridad aliada. Los analistas sostienen que la artillería suelo-aire debe mantener una capacidad de cañón polivalente. Por lo que se refiere a la función de información pública, a la vista de la amplia “mediatización” del conflicto, la inserción de periodistas en las unidades de combate ha permitido aprovechar su proximidad anímica (explotación del “síndrome de Estocolmo”, según algunos expertos); pero, desde la perspectiva francesa, esta integración puede resultar contraproducente y hay que planificarla de acuerdo con el riesgo de la operación. La información administrativa, sobre todo a las familias, hay que atenderla de forma urgente y prioritaria. La función de cooperación cívico-militar (CIMIC) destaca por su impacto en la opinión pública, tal como pusieron de manifiesto los británicos en Basora. La acción humanitaria debe formar parte de un plan general que integra a otras organizaciones, institucionales y no gubernamentales, y necesita un gran esfuerzo de comunicación para evitar que parezca insuficiente.

Conclusiones: La decisión política de no intervenir en la segunda guerra del Golfo ha obligado a los militares franceses a realizar un seguimiento exhaustivo de las operaciones en Irak, con objeto de no permanecer ajenos a sus posibles enseñanzas. En este sentido, el CEREX ha constituido el centro de referencia nacional.

Desde la perspectiva francesa, las lecciones aprendidas de la operación Iraki Freedom confirman las tendencias apuntadas en los últimos conflictos. El contexto geoestratégico emergente tras el fin de la bipolaridad se ha caracterizado por la superioridad aérea total, por el dominio de las vías de comunicación marítimas y por el control del espectro electromagnético ejercidos por las coaliciones que ha liderado EEUU. Aunque una gran parte de la ventaja competitiva radica en las capacidades técnicas de los sistemas de armas, las tecnologías de la información aparecen como uno de los factores determinantes del éxito. No obstante, los analistas franceses comparten las palabras del general Wallace al sostener que la digitalización facilita el control, pero no transmite la sensación de combate. El jefe militar debe evaluar la situación sobre el terreno y mandar a la voz.

La batalla se ha desenvuelto según un modelo de maniobra aeroterrestre blindada, donde las fuerzas terrestres han asumido el esfuerzo principal. Mientras los ejércitos del aire debaten alternativas a los futuros aviones no tripulados; nuevos elementos de las zonas de combate, como la población y las zonas urbanas, refuerzan el protagonismo de los ejércitos de tierra a corto plazo. Las acciones de coerción y el combate de alta intensidad continuarán siendo la preocupación esencial del militar francés y el referente absoluto de la preparación operativa. Sin embargo, los problemas inherentes a la estabilización requieren la elaboración de una doctrina específica –actualmente inexistente– que arranque desde la propia fase de planificación.

Los analistas franceses asumen la relatividad del modelo operativo de EEUU, siempre desbordado por la realidad de sus capacidades. Prefieren alinearse con el modelo británico, más próximo en capacidades y plataforma obligada para declinar en términos europeos la doctrina norteamericana.

José Izquierdo