Las remesas de los emigrantes en España: una oportunidad para la acción exterior

Las remesas de los emigrantes en España: una oportunidad para la acción exterior

Tema: Con el incremento de los inmigrantes residentes en España, también ha crecido la cifra de divisas que remiten a sus países de origen. Estos flujos, llamados remesas, suponen una relevante fuente de oportunidades para la Acción Exterior.

Resumen: Las remesas que envían a sus países los inmigrantes que residen en España ascendieron a 2.895 millones de euros en 2003. Una cifra formidable, que equivale al PIB de Malta y, por compararla, casi multiplica por tres el presupuesto anual del ministerio de Asuntos Exteriores. Pero España no tiene conciencia de la importancia de estos flujos, de los que dependen varios millones de familias en todo el mundo.

Análisis: En España las remesas de los emigrantes son la principal expresión de la solidaridad internacional en términos económicos. Algo que también ocurre a escala global, donde el flujo mundial de remesas más que duplica la Ayuda Oficial al Desarrollo global. Pero estos fondos son mucho más que caridad familiar.

Globalmente, alcanzaron en 2001 los 117.373 millones de dólares según la UNCTAD y en muchos países superan a los ingresos que reciben por turismo, inversiones extranjeras o ayuda al desarrollo, como ocurre en Marruecos. Pero habría que tomarse esta cifra como una estimación a la baja. Las remesas son muy difíciles de contabilizar ya que no tienen ninguna contrapartida verificable. Son flujos esencialmente privados y muy frecuentemente informales, entregados por medio de mandatos personales, redes de Hawala donde en realidad el dinero no viaja, o enviados en especie. Ninguna estadística recoge más que una fracción de su volumen real.

Pero esa perspectiva en términos brutos supondría minusvalorar la importancia de las remesas, que son esencialmente gratuitas y a cambio de nada tangible. Las remesas carecen de contraparte que drene divisas del país que las recibe como ocurre entre las exportaciones e importaciones. Las remesas suponen ingresos netos, limpios de polvo y paja, e inmediatamente disponibles, mientras los demás flujos económicos internacionales entrañan egresos de divisas. Medido en términos netos, las remesas son el principal ingreso en divisas de casi 90 países del mundo, algunos pobres de solemnidad como Lesotho, otros en vías de desarrollo como Marruecos e incluso algunos ya abandonando ese estadio como Filipinas. A escala global, las remesas son hoy el principal vehículo para trasladar recursos económicos desde los países ricos a los países pobres.

Por ejemplo, con las remesas que emite España se podría pagar un sueldo anual a 4,3 millones de trabajadores, calculándolo con la tarifa vigente del salario mínimo en un país bastante desarrollado como Bulgaria. Pero no existe un mapa fiable del destino de las remesas de España, aunque posiblemente buena parte termine en países más precarios que Bulgaria, cuyo acceso a la UE está previsto para 2007. En conjunto, el primer remesador del mundo es la Unión Europea, con 33.042 millones de dólares en 2002. Esta cifra bastaría para sufragar un salario anual a 37,8 millones de trabajadores a la tarifa mínima vigente en Bulgaria. Por ello, el impacto de estos flujos europeos es muy relevante. Y no solo en términos económicos, también políticos e incluso de imagen. Las remesas ofrecen a millones de familias una expresión concreta, directa e inmediata de la Unión Europea, quizá la única que perciban en sus vidas. Por ello, son la principal tarjeta de presentación de la UE en los países en desarrollo.

Y todo ello sin considerar que las cifras oficiales de remesas son apenas una fracción de la cifra real. El Banco de España señala que las “remesas potenciales” tienen una dimensión que multiplica casi por tres la cifra oficial hasta unos 6.500 millones de euros anuales. Algo que supondría algo más del 1% del PIB español (véase http://www.realinstitutoelcano.com/documentos/167.asp para una definición del concepto “remesas potenciales”)

¿Benefician o perjudican?

Viendo la notable importancia de estos flujos, y la extrema dependencia que algunos países tienen de ellos, cabría esperar la existencia de un buen número de análisis al respecto del que hubiera nacido un consenso de buenas prácticas sobre su gestión. Y aunque hay varios decálogos sobre ello, ni siquiera existe un acuerdo teórico sobre si recibir remesas favorece o perjudica al país que las recibe. Quizá esto parezca chocante por su obvio efecto benéfico en el bolsillo del que las recibe. Eso sin contar con su alto valor moral, ya que están basadas en la generosidad de quien las envía, que de forma altruista se desprende de sus fondos en favor de sus allegados más pobres, para que afronten su precariedad.

Pero no siempre la rectitud moral tiene un efecto económico acumulado de igual signo.

En trazos muy gruesos, podría decirse que el Banco Mundial tiene en alta estima a las remesas, considerando que reducen la pobreza e incrementan el desarrollo en la acepción más amplia de este término. Algo, por otro lado obvio, puesto que si alguien recibe fondos del exterior es menos pobre que si no los recibiera y puede destinar esos recursos a cuestiones tan esenciales como la salud o educación, aparte de alimentarse. Frente a ellos, algunos representantes del Fondo Monetario Internacional (FMI) afirman que “las remesas tienen un efecto negativo sobre el crecimiento económico”, señalando que “no actúan como una fuente de capital para el desarrollo” (Ralph Chami, Connell Fullenkamp y Samir Jahjah, Are Remittance Flows a Source of Capital for Development?, FMI Working Paper, septiembre de 2003). El mecanismo que según ellos une remesas y falta de crecimiento económico es el ubicuo “moral hazard”. Su razonamiento subraya que el receptor de las remesas no se siente obligado a invertirlas por el hecho de recibirlas, y tampoco a realizar esfuerzos para dejar de necesitarlas. Lo más habitual es que se las gaste sin más, (normalmente en comer). Se podría pensar que este efecto es similar para el país en conjunto. Sobre todo si las remesas permiten cuadrar las cuentas de la nación eludiendo las reformas de calado que suelen requerir los países que generan emigración.

Frente a esta visión, no está de más recordar que España no experimentó ninguna incompatibilidad entre el notable crecimiento económico que registró en los años 60 y su dependencia de las remesas, una de sus principales fuentes de divisas en la época.

Habría que señalar que ningún flujo económico internacional carece de efectos negativos en las economías de las que parte o las que arriba. Pero en el caso de las remesas falta la abultada investigación que existe sobre otros flujos; estudios que han generado un consenso teórico sobre sus aspectos positivos y negativos, permitiendo la creación de códigos de “buenas prácticas” para eludir sus riesgos y obtener los beneficios.

Hay un buen número de razones para que no sea así en el caso de las remesas.

La principal es que las remesas es el único flujo económico internacional de relevancia que carece de un organismo multilateral especializado en su análisis, estudio o gobierno. Por ejemplo, los flujos turísticos disponen de una Organización Mundial del Turismo, los comerciales son atendidos por la Organización Mundial del Comercio. La financiación bancaria internacional es contabilizada y analizada por el Bank for International Settlements, mientras las inversiones extranjeras directas son analizadas en detalle por la UNCTAD entre otros organismos. Incluso flujos de importancia inferior a las remesas como la Ayuda al Desarrollo merecen la atención de la OCDE, que dedica una sus Divisiones a contabilizarla y analizarla. Sin el impulso de una Organización semejante no es extraña la falta de un corpus teórico al respecto, todo ello sea dicho sin menoscabo del notable esfuerzo ya citado que viene realizando el Banco Mundial y sus organismos vinculados, sobre todo el Banco Interamericano de Desarrollo y su Fondo Multilateral de Inversiones.

Otra razón que explica el escaso interés recibido por las remesas es que son el flujo económico internacional más moderno. Mientras el comercio nació con la humanidad, hace miles de años, las remesas solo son un fenómeno global y relevante desde hace menos de cincuenta años. Es cierto que su precondición, las migraciones, llevan entre nosotros tanto tiempo como el comercio. Pero las remesas no aparecieron hasta que las rentas del trabajo fueron suficientemente altas como para permitir a los emigrantes el ahorro periódico. Su aparición también depende de la creación de vías de comunicación seguras para enviarlas a países lejanos, bien bancarias o simplemente que los viajes para llevarlas físicamente se convirtieron en algo predecible. Según el FMI las remesas de emigrantes solo alcanzaron una media anual de 1.456 millones de dólares entre 1970 y 1974. Esta media alcanzó 59.402 millones de dólares en el periodo 1995-1998 y llegó en 2001 a los 117.373 millones que refiere la UNCTAD. Es decir, en apenas 30 años su volumen se ha multiplicado casi por 100.

En el caso concreto de España, el incremento aún ha sido más veloz. Desde 1990 las remesas que emite España se han multiplicado casi por doce. De España parten el 3,18% de todas las remesas del mundo, convirtiendo al país en el octavo emisor mundial. Pero en 1990 España solo suponía el 0,31% del total mundial. Por esta vía, España tiene una importancia capital para algunos países en desarrollo. Por ejemplo, las remesas que van desde España a Marruecos ascendieron en 2003 a 3.205 millones de dirhams (300 millones de euros).

Al filo del año 2000 las remesas se habían convertido en una relevante fuente de divisas para los países en desarrollo. Pero continuaban siendo un asunto poco estudiado y que solo concitaba el interés de un escaso número de estudiosos interesados por su relación con el desarrollo. Tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York, se redobló el interés por las remesas, con una nueva corriente más interesada por cuestiones de seguridad. Todo ello debido a la sospecha de que estos flujos son una de las vías, quizá la principal, por la que se financian las redes de terroristas islámicos. Justo después de los atentados, el Financial Action Task Force que existe en paralelo a la OCDE comenzó a interesarse por la financiación del terrorismo emitiendo ocho recomendaciones específicas, que incluyen una mayor vigilancia sobre las remesas.

Siguiendo esas recomendaciones, el Departamento del Tesoro de EEUU comenzó a dedicar una parte de los esfuerzos de su Oficina para el Terrorismo y la Inteligencia Financiera a analizar los mecanismos de las remesas. Entre otras cuestiones, repararon que un país sospechoso como Arabia Saudí, era el segundo remesador del mundo. En 2002 la propia Interpol elaboró varios estudios analizando la relación entre remesas y delitos como lavado de dinero. Estos estudios han desembocado en la creación en 2004 de un “Interpol Working Group sobre Lavado de dinero y Financiación del Terrorismo”, que incluye un subgrupo específicamente dedicado a “sistemas de remesas alternativos”.

En las remesas confluyen hoy intereses de seguridad y desarrollo, siendo, además, uno de los principales flujos económicos internacionales. Gracias a la confluencia de estos tres puntos de vista, las remesas se han insertado en la agenda política de Estados Unidos de forma muy destacada. Por ejemplo, el Congreso acaba de dedicar uno de sus interesantísimos hearings (http://financialservices.house.gov/hearings.asp?formmode=detail&hearing=259) a la cuestión, mientras que el propio Presidente Bush puso a las remesas en la lista de temas a discutir en la última cumbre del G-8 celebrada en Sea Island. De allí surgió un compromiso de los países más ricos para actuar sobre esta cuestión por medio de un amplio “Action Plan” (http://www.g8usa.gov/d_060904a.htm). Por él, los países del G-8 se comprometen “a trabajar con el Banco Mundial, FMI y otras instituciones para mejorar los datos sobre remesas y desarrollar estándares para su contabilización”. Además, los ocho países más ricos de la tierra se comprometen “a liderar un esfuerzo internacional para ayudar a reducir el coste de enviar remesas”.

Todo ello introduce la cuestión de las remesas de forma irreversible en la agenda internacional con una relevancia al menos igual a su notable y creciente volumen.

No obstante, España permanece al margen de estas iniciativas, a pesar de ser la octava potencia mundial por emisión de remesas. El rápido crecimiento de estos flujos no se ha reflejado en proyectos concretos de la acción exterior de España, que todavía no desarrolla ningún programa para potenciarlos. Por ejemplo, los estudios más solventes calculan que el coste de enviar remesas podría suponer hasta el 15% de su valor total. Si España lograse reducirlo en un solo punto, cada año los países en desarrollo recibirían 28,9 millones de euros más. Si España lograra reducir ese coste en un 56%, igual que hizo EEUU con las remesas que envía a México, los países más pobres recibirían de España cada año 243 millones de euros más en remesas. Para valorar esta cifra no solo habría que considerar su impacto económico, además habría que valorar también los réditos políticos que proporcionaría.

Tampoco España desarrolla ningún programa para incrementar el efecto de las remesas en el desarrollo de los países receptores. Si el 1% de las remesas que envía España a Marruecos se destinara a inversiones, se crearían centenares de puestos de trabajo, algo que reduciría de forma contundente la presión migratoria en este país. Y ello, financiado por los propios emigrantes que de ese modo se vincularían económicamente con su país de origen.

Además, España carece de un papel en las iniciativas internacionales sobre la cuestión. Ni siquiera está implicada en las principales iniciativas que podrían desembocar en la creación de un organismo internacional especializado, tal y como existe como para cada flujo económico internacional.

Por último, España esta afectada, igual que cualquier otro país, por los problemas de seguridad relacionados con estos flujos. Al convertirse en un relevante emisor de remesas, también se ha elevado la posibilidad de que este canal se utilice de forma impropia. Existen redes que se apoyan en las remesas para evadir capitales o eludir controles de cambio, pero estos opacos flujos también pueden ser un vehículo para financiar actividades más preocupantes. Sobre todo si tienen como destino países que destacan por albergar redes mafiosas vinculadas a la emigración ilegal, narcotráfico o terrorismo.

Conclusiones: España debe adquirir conciencia de su importancia en los flujos mundiales de remesas, que tuvieron una importancia capital en su propio desarrollo, cincuenta años atrás. Algo que convendría poner de manifiesto para ofrecer a terceros su larga experiencia en este terreno y aspirar a un papel acorde con ello en las iniciativas internacionales que se adivinan. Todo ello sea dicho considerando que cualquier iniciativa internacional dedicada a esta cuestión solo tendrá un éxito global basándose en la Unión Europea, con gran diferencia el principal remesador del mundo. Parece razonable proponer que en la UE se crease una institución para la defensa y promoción de las remesas. Esto permitiría coordinar las políticas nacionales de los Estados miembros buscando un efecto acumulativo y, por otro lado, ofrecería a los países que las reciben un punto de referencia internacional subrayando el carácter incluyente y solidario de la Unión.

Los otros dos problemas que presentan las remesas, su elevado coste y su impacto sobre el desarrollo de los países que las reciben, podrían afrontarse estimulando a los bancos y cajas de ahorros a participar en su envío, hasta ahora en manos de entidades especializadas llamadas “remesadores”. El Banco de España afirma que estos remesadores enviaron remesas en 2003 por valor de 2.821 millones de euros, la práctica totalidad de los 2.895 millones de euros que la balanza de pagos recoge por este concepto. Esto sugiere que se podría incrementar fácilmente la competencia por realizar estos envíos, reduciendo con ello su coste. Las ventajas de “bancarizar” las remesas se revelan totalmente cuando se computa también su impacto en destino. En lugar de entregarse en mano y destinarse a consumo, una remesa enviada como transferencia llegaría a una cuenta bancaria, formalizando el ahorro del destinatario. Esto le permitiría solicitar a su banco pequeños créditos basados en la regularidad de estos flujos. De este modo sería posible transformar este dinero en capital.

Íñigo Moré, Director de la consultora Mercados Emergentes

NOTA: Este artículo está basado en un amplio Documento de Trabajo realizado por Iñigo Moré para el Real Instituto Elcano, disponible en http://www.realinstitutoelcano.com/documentos/167.aspDicho texto pertenece al proyecto de investigación “Riesgos estratégicos de la transición demográfica en el Norte de África: prioridades para el futuro y el papel de España”, coordinado por Rickard Sandell, responsable del Área de Demografía y Migraciones del Real Instituto Elcano. El autor quiere agradecer las aportaciones a ese documento de los miembros del Grupo de Trabajo (Juan Avilés, Carlota García Encina, José A. Herce, Antonio Hernández Mancha, Iván Martín, Simón Sosvilla, Juan Díez Nicolás, Alicia Sorroza y Paul Isbell), aunque todas las opiniones vertidas en el mismo son de su estricta responsabilidad. El autor agradece también los comentarios de Iliana Olivié, Analista Principal sobre Cooperación del Real Instituto. El apartado relacionado con las remesas de Marruecos recoge aspectos de un texto anterior publicado en el Atlas de la Emigración Marroquí, dirigido por Bernabé López.