Las elecciones europeas de 2009 y el espectro de la extrema derecha (ARI)

Las elecciones europeas de 2009 y el espectro de la extrema derecha (ARI)

Tema: Las recientes elecciones europeas han supuesto un éxito para los grupos de la extrema derecha xenófoba y nacionalista.

Resumen: La derecha radical o extrema derecha ha ganado posiciones progresivamente en el Parlamento Europeo desde las primeras elecciones en 1979. En las últimas, los diferentes partidos ocupan un total de 35 escaños, pero la gran diversidad de posiciones en su interior hace difícil su colaboración en un solo grupo parlamentario y por tanto su influencia política directa en la UE seguirá siendo pequeña. Un problema diferente es su influencia indirecta a través de los Estados nacionales, especialmente en lo relativo a las políticas migratorias.

Análisis: Hoy resurge, al hilo de los resultados de las elecciones europeas recientemente celebradas, la imagen de la extrema derecha como un espectro que amenaza las sociedades europeas desde hace dos décadas. Los resultados electorales de junio de 2009 suponen en conjunto un éxito para los partidos de la nueva derecha radical. Partiendo de muy modestos inicios –en las primeras elecciones europeas de 1979 sólo obtuvieron representación dos formaciones minoritarias– la nueva derecha radical ha mejorado sus resultados desde que en 1984 el grupo de las derechas europeas capitaneado por el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen –con 10 europarlamentarios– irrumpieran de forma ruidosa en el Parlamento europeo, para quedarse hasta la fecha. Cabe preguntarse si, en este período de 30 años, el espectro es el mismo y estamos hablando del mismo fenómeno.

Los apoyos electorales a las nuevas derechas europeas han modificado la geografía de su éxito. Si el Movimiento Social Italiano (MSI) estuvo representado en el primer Parlamento europeo elegido directamente en 1979, hoy el fascismo, e incluso el posfascismo representado por su heredera Alianza Nacional, carecen de europarlamentarios. La inclusión de esta última y de la Alternativa Social de Alessandra Mussolini en el nuevo partido de Berlusconi, el Pueblo de la Libertad, y su integración en el grupo popular europeo ilustran lo lejos que se ha llegado en este proceso de transformación en el caso italiano. La ampliación de la UE ha distribuido el peso y fuerza de la nueva derecha en la UE hacia Europa del Este. De la misma manera que los partidos nacionalistas minoritarios se han visto perjudicados por la ampliación –ya que existen muy pocas formaciones en Europa del Este de estas características– las perspectivas de la nueva derecha radical han mejorado con la presencia de partidos en países como Hungría, Rumania y Bulgaria. Por otra parte, el apoyo a la extrema derecha se ha ampliado en el norte de Europa y los países escandinavos. Más allá de la geografía, en la actualidad estos partidos representan una realidad miscelánea que incorpora de forma fragmentada retazos de viejas y nuevas ideologías ultranacionalistas y xenófobas de corte sobre todo populista.

Las elecciones de junio de 2009 han favorecido a estas formaciones en dos sentidos. En primer lugar, han permitido que algunos de estos partidos entren por primera vez en el parlamento europeo, como el Partido Nacional Británico (British National Party, BNP) y el Partido por la Libertad holandés (Partij Voor de Vrijheid, PVV). En segundo lugar, entre aquellos que ya estaban representados en el Parlamento europeo, algunos partidos han, al menos, doblado su representación en relación a las elecciones europeas de 2004, como el Partido del Pueblo danés, el Partido Liberal austriaco o la misma Liga Norte. Un repaso a los resultados de la nueva derecha radical en las elecciones europeas de junio de 2009 por países deja un mapa en el que la nueva derecha radical obtiene representación en el parlamento europeo en 12 países de la UE, de un total de 27. La Tabla 1 presenta los resultados de aquellos partidos que han obtenido representación en 2009.

Tabla I. Resultados electorales de la extrema derecha en las elecciones europeas de 2009


País
Partido% voto
2009
% voto
2004
Escaños
2009
Escaños
2004
Reino UnidoBNP (British National Party)6.04.92
FranciaFN (Front Nationale)6.39.837
ItaliaLN (Lega Nord)10.25.094
AustriaFPÖ (Freiheitliche Partei Österreichs)13.16.321
HolandaPVV (Partij Voor de Vrijheid)17.05
BélgicaVB (Vlaams Belang)10.714.323
DinamarcaDF (Dansk Folkeparti)14.86.821
BulgariaAtaka12.011.932
RumaniaPRM (Partidul România Mare)8.64.23
FinlandiaPS (Perussuomalaiset)9.81
HungríaJobbik Magyarországért Mozgalom17.03
GreciaLAOS (Laikós Orthódoxos Synagermós)7.24.121

Nota: los datos de 2004 se refieren sólo a los partidos que han conseguido representación también en 2009.

Aun así, la trayectoria de la nueva derecha radical en las elecciones europeas no es sólo un camino de éxitos. En estas últimas elecciones hay claros perdedores. Por primera vez en las dos últimas décadas, el ascenso de Interés Flamenco (Vlaams Belang) ha sido frenado después de 14 elecciones continuadas de éxito de la extrema derecha flamenca, un freno originado por la competición de otros partidos, como los nacionalistas flamencos de la Alianza por un Nuevo Flandes y una nueva formación de corte populista, la lista Dedecker. Un sonoro fracaso en estas elecciones europeas es el del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, que pierde más de la mitad de su representación en el parlamento europeo (de siete a tres escaños). Por último, la división de la extrema derecha austriaca ha consolidado al Partido Liberal austriaco (Freiheitliche Partei Österreichs), mientras que la Alianza por el Futuro de Austria del difunto Haider ha quedado excluida.

Las características tanto de las elecciones europeas como de los propios partidos condicionan la interpretación de los resultados y de su peso y fuerza en la UE. En primer lugar, y como es bien sabido, las elecciones europeas tienen una dinámica institucional propia. A pesar de que el sistema electoral no es común, la utilización de la fórmula electoral proporcional supone que, en general el sistema electoral sea más favorable a los pequeños partidos, así como los costes para competir, como los costes de campaña, más limitados. Su condición de elecciones de “segundo orden” permiten un comportamiento electoral anómalo: baja participación y voto de castigo al gobierno. Además, los temas en las elecciones europeas no giran sobre Europa y lo que ponen en juego los partidos son sus posiciones programáticas internas y agendas nacionales. Estas características hacen que, por un lado, el voto en las elecciones europeas premie a las formaciones minoritarias o alternativas, como los partidos de la nueva derecha radical, y por otro lado, las elecciones europeas sirvan de plataforma y escaparate de sus reivindicaciones internas. Paradójicamente, los partidos de extrema derecha son muy homogéneos en sus posiciones con respecto a la integración europea, son el extremo del euroescepticismo, y su movilización gira en torno a las demandas internas.

Precisamente entre las características de los partidos de la nueva derecha radical hay que señalar su heterogeneidad. Diferentes etiquetas –extrema derecha, nueva derecha radical, derecha populista– han intentado expresar sus transformaciones de las dos últimas décadas. Los partidos de extrema derecha son una realidad variopinta caracterizada por su nacionalismo y la xenofobia, de los que derivan su oposición frontal a la inmigración. Dos de los nuevos partidos que entran en el parlamento europeo, el Partido por la Libertad holandés y el Partido Nacional Británico, representan generaciones diferentes (BNP creado en 1982, PVV en 2006) y situaciones políticas internas opuestas entre la marginalidad y la “normalización” política (el BNP obtiene el éxito europeo en 2009 pero sigue siendo marginal a nivel estatal, mientras que para el PVV holandés el éxito europeo refuerza el éxito nacional). En los Países Bajos el PVV creado por Geert Wilders concurría por primera vez a las elecciones europeas. En estas elecciones se convierte en el segundo partido holandés después de la Democracia Cristiana. Este partido recuerda la desaparecida Lista de Pim Fortuyn cuyo repentino éxito –y fracaso– -conmocionó los pilares de la política holandesa. El PVV, como la lista Fortuyn, es de corte xenófobo y se caracteriza en particular por su islamofobia pero rechaza expresamente su equiparación con partidos racistas como el BNP. Por su parte, el BNP, liderado por Nick Griffin, ha sido una formación marginal en el sistema de partidos británico, y su rechazo a la inmigración en la sociedad británica se expresa con un carácter y perfil más propio de la extrema derecha europea. De hecho, sus lazos con Jean Marie Le Pen son bien conocidos.

Esta diversidad entre los partidos se ha traducido en la falta de una política y estrategia común en el parlamento europeo. A diferencia de la mayoría de las familias de partido europeas que han desarrollado una trayectoria homogénea en torno a las federaciones de partidos primero, y luego a los partidos europeos, la extrema derecha ha tenido un comportamiento claramente divergente. A pesar de que el objetivo declarado de algunos de estos partidos ha sido la formación de un grupo político propio en el Parlamento europeo, se han integrado y probablemente se van a integrar en esta legislatura en al menos tres grupos políticos diferentes, Unión por la Europa de las Naciones (UEN), Independencia y Democracia, y el grupo de los No Inscritos. Así, el comportamiento estratégico diverso de estos partidos se refleja en políticas y en votos en el Parlamento, como la posición ante las medidas contra la inmigración irregular. Su acción no es coordinada, ni apoya necesariamente las medidas de control restrictivas propuestas por la UE. En el caso de la Directiva de retorno aprobada en junio de 2008, los grupos políticos de UEN, Independencia y Democracia, y los No Inscritos, votaron de forma diferente (a favor UEN, en contra los otros dos). De ahí se deduce que no pueda sumarse sin más el peso obtenido por estos partidos, y que las posibilidades de avanzar sus agendas institucionalmente en el futuro Parlamento europeo sean escasas. Por otro lado, vale la pena recordar que su éxito electoral tiene un impacto indirecto ya que han promovido el endurecimiento de las agendas sobre inmigración y seguridad, no sólo en sus países sino en la propia UE, como la iniciativa italiana en la Directiva de retorno.

El termómetro de los fracasos de la nueva derecha radical, a pesar de su creciente éxito electoral, ha sido la incapacidad por traducir esa visibilidad en fuerza política y sumar apoyos en las distintas legislaturas para formar un grupo político propio. Para la mayoría de los analistas, la emergencia de una única derecha radical europea es absurda y contradictoria porque la derecha radical rechaza el proceso de integración europea y defiende la soberanía nacional frente a la UE. Sin embargo, una acción colectiva común a través de un grupo político en el Parlamento y un partido europeo es un objetivo muy deseado por algunos de estos partidos para reforzar su posición institucional en el Parlamento y abandonar la marginalidad del grupo de los No Inscritos. Hoy, a pesar de las dificultades, el objetivo se mantiene y se amplía a la creación de un partido político de ámbito europeo, cuyo nombre provisional, atendiendo a las declaraciones de algunos líderes como Gollnish y Molzer, podría ser el de Partido Patriótico Europeo. El intento más reciente de dejar el grupo residual de los No Inscritos para formar un grupo político propio está en la creación del grupo parlamentario Independencia, Tradición y Soberanía en 2007 tras la ampliación a Bulgaria y Rumanía. Los partidos políticos que integraron el grupo fueron FPÖ, VB, Ataka, FN, AS-FT (Acción Social-Llama Tricolor), PRM y un eurodiputado disidente del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), hasta un total de 20 eurodiputados. El experimento político duró poco: tras 10 meses de cooperación, los insultos proferidos por Alessandra Mussolini a los inmigrantes rumanos en Italia fueron el detonante de la salida de los representantes del PRM rumano y la pérdida del estatus de grupo político.

Institucionalmente, los partidos minoritarios tienen problemas para cumplir los requisitos establecidos por el Parlamento europeo para la formación de grupos políticos, requisitos que han ido cambiando en las distintas legislaturas. En el artículo 29 del reglamento vigente en la legislatura anterior, se establecía un mínimo de 19 eurodiputados representando al menos un quinto de los países de la UE. El reglamento del Parlamento europeo que estará vigente a partir del próximo 14 de julio ha establecido (nuevo artículo 30) que son necesarios al menos 25 miembros que representen al menos un cuarto de los países de la UE. La Tabla 1 que recoge los resultados de las elecciones de junio de 2009, incluye 35 escaños de 12 países (cinco escaños más que en 2004), pero algunos de estos partidos no han colaborado ni colaborarán en un grupo político común.

Los factores ideológicos ya apuntados también juegan un papel en las dificultades de acción colectiva de estos partidos, puesto que el nacionalismo suele ser su único elemento compartido. Al hilo de la defensa nacional aparecen elementos comunes como el rechazo a la presencia de inmigrantes y a la diversidad cultural que representan. Sin embargo, por un lado su objetivo es la defensa del particularismo propio, y por otro existen diferencias importantes en su forma de entender el nacionalismo, como el estatal del Frente Nacional y el étnico de Interés Flamenco, o la política en general (entre ellos hay neoliberales y populistas).

Por último, los factores nacionales condicionan las estrategias de los partidos en el Parlamento europeo. La existencia de distintos umbrales de tolerancia en los distintos países de la UE en relación a estos partidos hace que puedan estar incluidos o excluidos dentro de la frontera de aceptabilidad de los respectivos sistemas. Por ejemplo, la Liga Norte es un partido con un discurso equiparable a otros partidos de la extrema derecha europea en inmigración (como el Frente Nacional e Interés Flamenco), pero forma parte de una coalición de gobierno en Italia. Otros países, sin embargo, tienen un cordon sanitaire alrededor de los partidos de extrema derecha que los aísla y en los que la aceptabilidad de los partidos en términos de los límites de legalidad y legitimidad son mucho más estrictos, como en el caso belga y el francés. En algunos países se pone en juego no sólo la legalidad (en aquellos casos en los que los partidos o sus líderes han sido procesados por delitos relacionados con el racismo, el revisionismo etc., como el Frente Nacional o el Partido Nacional Británico), sino también la legitimidad (en aquellos casos en los que los partidos son considerados anti-democráticos) y los partidos quedan excluidos del juego político. El resultado es que algunos partidos, muy señaladamente el núcleo de la extrema derecha, arrastra un estigma. Así, la división de las nuevas derechas en el Parlamento europeo separa a los partidos de la nueva derecha radical. Por un lado, aquellos partidos que están dispuestos a actuar aceptando públicamente el estigma, individual y colectivo, porque ya lo han hecho en el pasado: FN, FPÖ, VB, BNP y los de Europa del Este, Ataka y PRM. Por otro lado, los demás partidos que intentan evitar la asociación con la extrema derecha tradicional y se alejan públicamente del núcleo duro, aunque compartan en muchos aspectos bases programáticas, especialmente en políticas migratorias. Así, el estigma de los partidos en la vida nacional se convierte en un factor determinante de las posibilidades, fuerza y peso de la derecha radical en Europa. El Parlamento europeo ofrece la posibilidad de integrar algunos de estos partidos en grupos políticos más “aceptables” o incluso en los tradicionales y así escapar el cordon sanitaire. Partidos como la Liga Norte (Lega Nord) y el Partido del Pueblo Danés (Dansk Folkeparti) han preferido trabajar en el grupo de Unión por la Europa de las Naciones.

Con los resultados de las elecciones de junio de 2009 en la mano, existe la posibilidad de que se forme un grupo parlamentario de extrema derecha sumando escaños de formaciones minoritarias y algún independiente, pero sería un escenario caracterizado por la precariedad e inestabilidad, como ocurrió con la corta experiencia del grupo de 2007. Un escenario alternativo, más probable, es una situación de “más de lo mismo” en el que el núcleo duro de la nueva derecha radical en Europa (FN, FPÖ, VB, más los búlgaros y rumanos de Ataka y PRM) no consiga formar su propio grupo parlamentario y se integre en el de los No Inscritos, distribuyéndose los demás partidos de la nueva derecha entre UEN e ID. En juego, como en pasadas legislaturas, está la posibilidad de obtener más visibilidad, más recursos y más responsabilidades dentro del propio Parlamento europeo.

Conclusión: El éxito de la extrema derecha en las elecciones europeas de 2009 puede no suponer un cambio sustancial en su limitado peso y fuerza en el Parlamento europeo. Sin duda, lo que se refuerza en estas elecciones es una miscelánea de partidos con agendas programáticas parcialmente afines pero unidas en la defensa de la soberanía nacional, en la oposición frontal a la inmigración en la UE y, en general, contrarias al consenso pro-europeo de los grupos políticos tradicionales. Así, el nuevo Parlamento europeo puede representar un escenario de “más de lo mismo” en relación a la pasada legislatura. Un escenario en el que algunos partidos de la nueva derecha radical luchan por formar grupo político propio y definir una posición europea común, mientras otros escapan del estigma y la exclusión buscando legitimidad en otros grupos políticos nacionalistas y euroescépticos. En este sentido, es quizá más preocupante el auge de formaciones políticas que formalmente no encajan con los exabruptos racistas de la extrema derecha del Frente Nacional de Le Pen y el Partido Nacional Británico de Griffin, pero que, sin embargo, tendrán una trayectoria institucional en el Parlamento europeo menos tortuosa que el núcleo duro de la nueva derecha radical, con recursos, espacio y legitimidad para desarrollar sus agendas políticas.

Margarita Gómez-Reino
Profesora titular de Ciencia Política, UNED