Las ambiciosas políticas rusas en Georgia: desde fomentar conflictos secesionistas hasta desencadenar la guerra

Las ambiciosas políticas rusas en Georgia: desde fomentar conflictos secesionistas hasta desencadenar la guerra

Tema

Tras un largo enfrentamiento por la oposición de Moscú a la restauración de la integridad territorial georgiana, Rusia invadió Georgia el 8 de agosto de 2008.

Resumen

Desde la independencia de Georgia en 1992, el nuevo Estado ha intentado recuperar el control de las regiones de Adjaria, Abjazia y Osetia del Sur. Por su parte, Rusia se ha opuesto siempre a la reintegración de las regiones de Georgia y ha apoyado a grupos pro rusos o a movimientos separatistas étnicos con el fin de mantener su influencia en la región. Por el mismo motivo, Rusia ha rechazado la entrada de Georgia en organizaciones occidentales como la OTAN y la UE, así como la internacionalización de las fuerzas de mantenimiento de paz en la región. La presencia de fuerzas de paz rusas en Osetia del Sur y Abjazia, junto con los miles de personas con pasaporte ruso, proporcionan a Rusia una gran ventaja para evitar la reintegración negociada de ambas regiones a la soberanía georgiana.

Este ARI repasa la evolución de los hechos ocurridos en agosto de 2008 en ese contexto, las tensiones previas al conflicto, la intervención rusa y las iniciativas diplomáticas encaminadas a evitar la ocupación rusa del territorio de Georgia. Desde una perspectiva georgiana, este trabajo se centra en la campaña en Osetia del Sur aunque el conflicto militar presenta mayores implicaciones para Abjazia, Georgia, el Cáucaso y el orden internacional.

Análisis

Antes de que Rusia invadiese Georgia el 8 de agosto de 2008, la situación en las zonas en conflicto en Georgia se encaminaba desde hace años hacia la confrontación militar. Moscú es en gran medida culpable de esta situación. Si Rusia hubiera colaborado en las iniciativas de internacionalización del proceso de paz georgianas y occidentales, si hubiera desistido en su empeño de obstruir la restauración de la integridad territorial de Georgia aceptando la legislación internacional y los derechos de las minorías étnicas, esta guerra hubiera podido evitarse. Pero Rusia utilizó estos conflictos en beneficio de sus propias ambiciones imperialistas.

Los conflictos territoriales de Georgia han sido el principal motivo de desacuerdo entre Rusia y Georgia durante más de una década. Este asunto ha estado marcado por varios factores importantes. En primer lugar, Rusia es culpable de haber apoyado a los separatistas. Moscú siempre ha ayudado militarmente a los regímenes secesionistas y ha utilizado los derechos de las minorías étnicas como un pretexto para impulsar sus propias ambiciones. Georgia se convirtió en Estado independiente en 1991 tras el colapso de la Unión Soviética y pronto se vio envuelto en dos guerras secesionistas con movimientos separatistas étnicos en Abjazia y en Osetia del Sur. Los movimientos independentistas recibieron un firme apoyo por parte de la Rusia de Boris Yeltsin, pero los líderes rusos posteriores también han dado su apoyo político y su ayuda militar a los separatistas pro rusos para favorecer el resurgimiento de un nuevo tipo de Unión Soviética, tanto en el territorio georgiano como en otras zonas de la ex Unión Soviética.

Otro factor de los conflictos territoriales de Georgia está relacionado con la dominación institucional rusa y el bajo nivel de fuerzas neutrales de pacificación internacionales, ausentes en los últimos 16 años. Rusia ha utilizado su capacidad de veto en la diplomacia de la ONU, la división en las políticas de la UE y las provocaciones sobre el terreno, para impedir la internacionalización de estos conflictos.

La intervención rusa en el conflicto entre Georgia y Abjazia hizo imposible su resolución y supuso el principal obstáculo en las tensas relaciones entre Georgia y Rusia. Moscú proporcionó apoyo militar a los separatistas de una minoría étnica, los abjazos, en una guerra secesionista contra los georgianos, que constituían el 60% de la población de Abjazia. En 1993, los separatistas abjazos apoyados por Rusia y los voluntarios de la región rusa del norte del Cáucaso derrotaron finalmente a las autoridades centrales georgianas, se independizaron de Georgia y expulsaron a unas 300.000 personas de origen georgiano en una campaña de “limpieza étnica”, con un resultado de 10.000 georgianos muertos. Dados los intereses económicos rusos en Abjazia, Moscú siguió reforzando sus vínculos económicos, diplomáticos y militares con Sukhumi. Las Naciones Unidas, ocupada en otros asuntos urgentes, delegó las tareas de mantenimiento de paz en Abjazia a las fuerzas de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), una organización que, en opinión de muchos, estaba al servicio del interés ruso de restaurar su dominio en la antigua Unión Soviética. Después de 15 años, el hecho de que la ONU haya mantenido solo una pequeña e ineficaz misión de observadores, la Misión de Observadores de Naciones Unidas para Georgia (UNOMIG), sin fuerzas de pacificación propias, ha resultado ser contraproducente. Desde el punto de vista de Georgia, las tropas de pacificación de la CEI, formadas por efectivos rusos, así como el acuerdo que impuso Moscú en 1994 por el cual se declaró un alto el fuego y la separación de las tropas resulto ser una importante herramienta de influencia para la Federación Rusa. En este período de tiempo, no hubo una paz duradera basada en la resolución del conflicto territorial, de acuerdo con las fronteras de Georgia reconocidas internacionalmente y con las normas internacionales, puesto que los rusos no aceptaron una mediación ni unas fuerzas de mantenimiento de paz imparciales.

Desde la “Revolución de las rosas” en 2003, los georgianos estaban tan insatisfechos con las negociaciones como con la estructura de las fuerzas de mantenimiento de paz en Osetia del Sur. Sobre el terreno, las fuerzas de pacificación procedían de la Federación Rusa, Osetia del Sur y Osetia del Norte (perteneciente a Rusia), situándose frente al contingente georgiano en una Fuerza de Pacificación Conjunta, que originó numerosas tensiones. Al mismo tiempo, el formato de negociaciones ideado por Moscú en 1992 se consideraba cada vez más sesgado y contrario a los intereses de Georgia, puesto que la Comisión Conjunta de Control (CCC), que demostró ser un placebo, se constituyó con la misma fórmula tres contra uno (los negociadores eran Rusia, Osetia del Norte –parte como hemos dicho de Rusia– y la pro rusa Osetia del Sur, por un lado, y Georgia del otro). No había cabida para una verdadera mediación internacional y objetiva. Los representantes de la misión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y un reducido número de observadores militares desempeñaron un limitado papel únicamente de observación. Georgia deseaba cambiar el marco de las negociaciones, al considerar que la Comisión Conjunta de Control ya no reflejaba la realidad, puesto que ni incluía a otros actores internacionales fiables, ni tomaba en cuenta la opinión de los osetios favorables a Georgia. Por ello, en los dos últimos años, Georgia ha puesto sobre la mesa de negociaciones un plan para sustituir a la Comisión Conjunta. Tbilisi se centró en un formato “2+2+2” en el que los actores en las discusiones incluyesen a georgianos, rusos, separatistas pro rusos de Osetia del Sur bajo el liderazgo del presidente de facto, Eduard Kokoity, la administración del líder pro georgiano de Osetia del Sur, Dmitry Sanakoyev, EEUU y la UE. Esta iniciativa fue rechazada con firmeza tanto por la república secesionista como por los diplomáticos rusos.

Rusia se negó a admitir que había muchos osetios que estaban de acuerdo con vivir junto a los georgianos en un único Estado. Las autoridades georgianas presionaron para que se desmilitarizase la zona en conflicto y se pusieran en marcha proyectos de recuperación económica. Esto último fue llevado a cabo, con la asistencia de la OSCE y de la UE, por la administración del ex líder separatista pro georgiano, Dmitry Sanakoyev, elegido en 2006 como presidente alternativo de Osetia del Sur. En 2007, Sanakoyev fue nombrado jefe de la Entidad Administrativa Provisional de Osetia del Sur. Se trataba de un gobierno alternativo, compuesto de ex separatistas étnicos osetios y con competencia sobre las zonas de Osetia del Sur controladas por Georgia. Negociaron con las autoridades centrales de Georgia un estatus autonómico de Osetia del Sur con una destacada aportación de las comunidades étnicas de Osetia residentes en Georgia.

El gobierno georgiano había optado por una política de resolución del conflicto con tres elementos: (1) apartar a la Comisión Conjunta de Control dominada por Rusia y sus “títeres” de Osetia del Sur; (2) debatir sobre las modalidades de estatuto autonómico para Osetia del Sur con osetios moderados, basándose en la práctica internacional; y (3) utilizar tácticas tipo “zanahoria” y “poder blando” contrastando la creciente prosperidad de los pueblos controlados por Georgia, que conforman el 40% de Osetia del Sur, con las poco halag?eñas perspectivas ofrecidas por el régimen de Tsjinvali. Esta última táctica estaba dirigida probablemente a suscitar una cierta revuelta popular contra el actual régimen corrupto de Eduard Kokoity. Sin embargo, fue interrumpida por las permanentes provocaciones militares de la milicia de Kokoity, que desencadenaron la respuesta de Georgia, en tanto que las fuerzas de mantenimiento de paz rusas no quisieron o no pudieron detener estos acontecimientos (los mayores enfrentamientos se produjeron en el verano de 2004, con un saldo de docenas de muertos en ambos bandos).

Los rusos siguieron aportando una intensa ayuda militar al régimen pro ruso de Eduard Kokoity (enviando material militar disfrazado de material para la “pacificación”, designando oficiales militares y de seguridad rusos como altos cargos del gobierno de Osetia del Sur, construyendo una base militar en Java, etc.). De nuevo, Rusia opuso resistencia, de forma directa o indirecta, a los esfuerzos de Georgia y de EEUU para internacionalizar y revitalizar los marcos del mantenimiento de paz y de las negociaciones en Osetia del Sur. Moscú entregó además grandes cantidades de pasaportes a los surosetios, alegando que eran ciudadanos rusos que serían protegidos por Rusia en el caso de que las autoridades de Georgia decidieran emplear la fuerza contra ellos (y lo mismo respecto a los abjazos).

El desacuerdo sobre el asunto clave de la internacionalización y la continua militarización de la región por parte de Rusia fueron los desencadenantes que llevaron al estallido del conflicto militar el 7 de agosto. Aunque la guerra empezó en Osetia del Sur, ha sido Abjazia, la mayor de las dos regiones secesionistas de Georgia, quien ha acaparado mayor atención internacional recientemente.

Tensiones previas al conflicto

El gobierno georgiano ha descrito a menudo las acciones de Rusia en Georgia como “provocaciones”. De hecho, dada la volatilidad de la situación en las regiones secesionistas de Georgia y la escalada militar por ambas partes, Rusia adoptó medidas que podían provocar en cualquier momento la reanudación de las hostilidades, incluso en contra del deseo de ambas partes.

Las provocaciones del Kremlin se centraron especialmente en Abjazia, pero ello exacerbó también la situación en Osetia del Sur, aliada de Abjazia. El 6 de marzo de 2008, el ministro ruso de Relaciones Exteriores anunció que Moscú abandonaba el régimen de sanciones de la Comunidad de Estados Independientes contra Abjazia; esto implicaba que Rusia se negaba abiertamente a acatar las sanciones económicas, comerciales, financieras y de transportes impuestas a Abjazia en 1996.

La situación se agravó especialmente tras la declaración unilateral de independencia de Kosovo el 18 de febrero y su posterior reconocimiento por varios Estados occidentales, a pesar de la firme oposición de Rusia y sus advertencias de que este hecho tendría efectos desestabilizadores en el sur del Cáucaso.

Rusia intensificó sus provocaciones tras la Cumbre de la OTAN en Bucarest los días 2 a 4 de abril, cuando Alemania y Francia, por temor a provocar la ira de Moscú, bloquearon la concesión del MAP (Plan de Acción para la Adhesión) a Georgia y Ucrania. Los aliados de la OTAN acordaron que en el futuro ambos países ex comunistas se integrarían en la Alianza y prometieron replantearse la concesión del MAP en diciembre. Tal y como advirtieron los georgianos, este fracaso de la OTAN serviría como “luz verde” para que Rusia mantuviera su actitud de acoso. De hecho, el 16 de abril, Vladimir Putin difundió instrucciones a las agencias gubernamentales rusas para que mantuvieran contactos con sus colegas de Osetia del Sur y de Abjazia pasando por encima de las autoridades georgianas.

Todo esto llevó a lo que los expertos georgianos llamaron “anexión sigilosa”, seguida tan sólo tres meses después por la ocupación militar. Más tarde, el cuerpo de ingenieros militares rusos entró en Abjazia para construir el enlace ferroviario –por razones humanitarias, según aseguró Moscú– que se utilizó en realidad para llevar a cabo un rápido despliegue de las tropas rusas tras el estallido de la guerra en Osetia del Sur. El deseo de Rusia de empujar a Georgia al enfrentamiento militar quedó demostrado cuando un cazabombardero ruso derribó una patrulla de reconocimiento georgiano en Abjazia este verano. Rusia aumentó de forma unilateral el número de sus fuerzas de “mantenimiento de paz”. Pese a las protestas de Georgia y a la presión internacional, Rusia se negó a dar marcha atrás e incluso hizo alarde de poderío militar aéreo. Los cazabombarderos rusos penetraron en el espacio aéreo georgiano mientras la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, visitaba Tbilisi con objeto de instar al presidente Saakashvili a resistirse a las provocaciones rusas (cuatro soldados de las fuerzas de pacificación georgianos habían sido detenidos por el gobierno de facto de Osetia del Sur y Georgia estaba amenazando con tomar medidas). Los rusos admitieron la violación del espacio aéreo georgiano y señalaron que su intención era “calmar los encendidos ánimos” en Tbilisi.

En Osetia del Sur, las provocaciones anteriores a la guerra también se multiplicaron. En julio, las autoridades de facto intentaron asesinar a Dmitry Sanakoyev, buscando la reacción de Tbilisi. El 1 de agosto, cinco policías georgianos resultaron gravemente heridos en la explosión de un automóvil en Osetia del Sur. El fuego cruzado continuó hasta el 7 de agosto con bajas y heridos entre los civiles georgianos y los soldados de las fuerzas pacificadoras, pero también entre los surosetios. Georgia trató de establecer conversaciones directas con las autoridades de Osetia del Sur para evitar que la escalada de tensiones llegase a la confrontación militar. El 7 de agosto, el ministro para la Reintegración georgiano se trasladó a la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali, con el propósito de mantener conversaciones directas con el gobierno separatista y el enviado ruso, Yuri Popov. Sin embargo, el negociador ruso no se presentó, alegando que su coche se había averiado de camino a Tsjinvali, por lo que las conversaciones no tuvieron lugar. Era evidente que Moscú no quería facilitar las negociaciones directas entre Tbilisi y Tsjinvali.

La “campaña OTAN” de Rusia

Las tensiones en Osetia del Sur se agudizaron el 7 de agosto, cuando varias localidades georgianas fueron bombardeadas por la milicia de Osetia del Sur. Las bombas cayeron en viviendas de civiles, matando a sus ocupantes. En una alocución televisiva el presidente georgiano Saakashvili declaró un alto el fuego unilateral e instó a que se llevasen a cabo conversaciones de paz. Pese al alto el fuego, las fuerzas de Osetia no sólo se negaron a detener los bombardeos sino que intensificaron los ataques. Por ello, a medianoche del día 8 de agosto se decidió enviar tropas georgianas a Tsjinvali. La operación tenía por objetivo la toma de control de la capital de la provincia en un corto período de tiempo y acabar con el régimen separatista eliminando a sus fuerzas de combate. Inmediatamente después, el 58 regimiento ruso cruzó la frontera entre Georgia y Rusia en Osetia del Sur, con más de 100 tanques, a través del Túnel Roki, que conecta Osetia del Sur con la región rusa de Osetia del Norte. Tbilisi ha alegado ante Rusia que sus tanques entraron en Georgia antes de hubiera una reacción por parte de las autoridades georgianas.

Las posiciones osetias dentro y alrededor de Tsjinvali fueron bombardeadas por la artillería georgiana, y los tanques y las fuerzas aéreas de Georgia también entraron en combate. Las fuerzas gubernamentales georgianas tomaron brevemente el control de Tsjinvali y otras muchas localidades cercanas. El líder de facto de Osetia del Sur huyó a Java. Aunque en un principio, las fuerzas georgianas destruyeron las primeras columnas de los soldados rusos y su material bélico, y derribaron una docena de aviones de combate rusos, las fuerzas georgianas no pudieron con la llegada masiva de centenares de carros de combate y miles de soldados rusos, que penetraron por el túnel Roki, y con los contraataques de la artillería y las fuerzas aéreas rusas. Georgia retiró a sus fuerzas de Tsjinvali el 8 de agosto, y finalmente el 11 de agosto del resto de sus posiciones en Osetia del Sur. Las tropas rusas y las milicias de Osetia del Sur siguieron penetrando en zonas de Georgia que estaban al margen del conflicto territorial, mucho más allá de Osetia del Sur, perpetrando todo tipo de crímenes: saqueos, incendio de casas, violaciones, limpieza étnica? Los habitantes de etnia georgiana comenzaron a huir por miles (85.000 en total). Con el tiempo, los soldados y los tanques rusos ocuparon la cercana ciudad de Gori y la carretera central –dividiendo el país en dos– y destruyeron instalaciones militares por doquier.

Cuando empezó la guerra en Osetia del Sur, las fuerzas rusas y abjazas abrieron un segundo frente en Abjazia. Bajo la presión de los bombardeos aéreos rusos, las unidades policiales georgianas se retiraron y los georgianos huyeron de la garganta kodori controlada por Georgia en Abjazia, pero 9.000 soldados rusos continuaron su marcha hasta ocupar la hasta entonces no disputada ciudad de Zugdidi, la principal ciudad portuaria de Poti, bloqueando de esta forma el acceso al Mar Negro y tomando el control de la carretera y la ciudad de Senaki con una base militar georgiana, así como otras ciudades, todas ellas del oeste y el centro de Georgia.

Al mismo tiempo, desde el primer momento los cazabombarderos rusos no se limitaron a bombardear las posiciones georgianas o las tropas georgianas en retirada en Osetia del Sur o Abjazia, sino que sufrieron ataques aéreos prácticamente todos los objetivos estratégicos, militares e incluso civiles en toda Georgia, incluyendo los barrios residenciales de la ciudad de Gori, el aeropuerto internacional y las estaciones de radar de la capital, Tbilisi. Murieron cientos de civiles.

Los dirigentes rusos acusaron a Georgia de cometer “genocidio” contra los surosetios y justificaron lo que denominaron con cinismo “operación para la pacificación” recordando los acontecimientos de 1999. El Kremlin parecía estar dirigiendo una obra de teatro y repartiendo los papeles: Rusia era la OTAN de 1999, el presidente Saakashvili, en este guión, era el serbio Slobodan Milosevic, mientras que Osetia representaba a Kosovo. Por su parte, Georgia y las naciones occidentales han rechazado cualquier paralelismo entre Kosovo y las regiones secesionistas de Georgia. Representantes del gobierno de Georgia rechazaron la comparación alegando que el genocidio y la limpieza étnica en Abjazia no se llevaron a cabo contra una minoría, como en Kosovo, sino contra la mayoría de los georgianos, por lo que el reconocimiento de su independencia sería tanto como legalizar estos crímenes.

Reacciones diplomáticas

Además, las tácticas rusas recordaron a Occidente las incursiones soviéticas en Finlandia, Hungría, Checoslovaquia y Afganistán. La reacción diplomática inicial de Occidente decepcionó a muchos georgianos y a su presidente, pues percibieron una falta de medidas y de firmeza contra el agresor. El presidente norteamericano George W. Bush advirtió que EEUU tomaba “muy en serio” la situación en Georgia y exhortó al “cese de los bombardeos rusos y al regreso de las partes al status quo del 6 de agosto”. Más tarde, el presidente Bush emitió un comunicado muy firme en el que recordaba que la “guerra fría ha terminado” y que “para restablecer su lugar en el mundo, Rusia debe respetar la libertad de sus vecinos”. EEUU decidió enviar ayuda humanitaria a Georgia en buques y aviones militares, un gesto recibido con agradecimiento por los georgianos. La desproporcionada reacción rusa fue objeto de la condena de los líderes occidentales que acudieron rápidamente a Tbilisi prometiendo ayuda humanitaria y ayuda para la reconstrucción, así como para estudiar la situación en el terreno.

Los amigos tradicionales de Georgia –los Estados Bálticos, Suecia y Polonia– fueron especialmente contundentes a la hora de condenar las acciones rusas. El ministro de Relaciones Exteriores lituano voló a Georgia cuando el país estaba todavía siendo bombardeado intensamente. Estos países fueron también activos a la hora de instar a la UE a adoptar una posición firme respecto a Rusia. Los líderes de Polonia, Estonia, Lituania, Letonia y Ucrania estuvieron presentes en la concentración masiva organizada en la capital para mostrar la unidad de Georgia y dirigieron palabras de apoyo a los ciudadanos georgianos.

Francia desempeñó un papel crucial a la hora de intentar resolver la crisis Georgia–Rusia El presidente francés Nicolas Sarkozy, presidente de turno de la UE, fue muy activo en la mediación de un acuerdo de alto el fuego entre Tbilisi y Moscú. El ministro de Relaciones Exteriores francés, Bernard Kouchner, y su homólogo finlandés, Alexander Stubb, presidente en la actualidad de la OSCE, visitaron Tbilisi el 11 de agosto y luego fueron a Moscú, donde exhortaron al cese de hostilidades. Finalmente se alcanzó un acuerdo de alto el fuego de seis puntos los días 15 y 16 de agosto en el marco de la diplomacia francesa, después de que el líder georgiano lo firmara sin gran entusiasmo. El presidente Sarkozy llamó repetidamente al presidente ruso, Dmitry Medvédev, para asegurarse la conformidad de Moscú con el alto el fuego y otros compromisos. El acuerdo alcanzado con la mediación francesa obliga a ambas partes a detener las hostilidades y a retirar sus tropas hasta las posiciones del status quo ante bellum, así como a permitir la asistencia humanitaria. Georgia se compromete a no utilizar la fuerza en adelante mientras que Rusia puede adoptar “medidas de seguridad adicionales antes de la creación de mecanismos internacionales”, definidas de forma absolutamente vaga. La ambig?edad de esta cláusula ha llevado al aplazamiento de la retirada rusa. El acuerdo exige también el inicio de conversaciones internacionales sobre los planes de seguridad y de estabilidad en Abjazia y Osetia del Sur. Rusia ha sugerido conversaciones sobre el estatus de las regiones, pero accedió a modificar esta provisión tras las objeciones de Tbilisi.

El 13 de agosto, Francia convocó una reunión de urgencia del consejo de ministros de Relaciones Exteriores de la UE para abordar el conflicto en Georgia. Según Bernard Kouchner, muchos miembros de la UE estaban dispuestos a enviar observadores, pero necesitaban una resolución de la ONU. Esta perspectiva no resultaba prometedora, pues a pesar de varias sesiones del Consejo de Seguridad, la ONU fue incapaz de acordar una resolución sobre el asunto. Rusia utilizó su veto contra los borradores de resolución de los países occidentales y en un juego de toma y daca presentó sus propios borradores que no incluían ninguna referencia a la integridad territorial de Georgia.

Conclusiones

Este conflicto a gran escala fue provocado en primer lugar por las políticas de Rusia en la región. Moscú temía que de permitirse la intervención internacional, Georgia lograría fácilmente recuperar su integridad y escapar a la influencia de Rusia colocándose en inmejorable posición para el ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, el adversario del Pacto de Varsovia durante la guerra fría. Mantener su dominio en estas regiones proporcionaba a Rusia una influencia considerable en la política interior de Georgia y en su desarrollo económico. Por lo tanto, muchos creían que a Rusia le favorecía mantener una “inestabilidad controlada” allí. Pero como se ha demostrado sus objetivos iban mucho más allá.

Es obvio que el propósito de la invasión rusa era “proteger” a los surosetios o salvar a los “suyos”, sino destruir la capacidad militar georgiana, inflingir un daño insoportable y humillar a este país, además de paralizar su economía (bloqueando sus carreteras, volando sus puentes ferroviarios, arruinando sus infraestructuras civiles e incluso quemando sus bosques). Con todo ello, Moscú esperaba instigar el descontento social contra el presidente Saakashvili al que inicialmente pensaban derrocar bombardeando y tomando la capital por la fuerza. Al parecer, Rusia pretendía sumir a Georgia en el caos desbaratando los planes del país de integrarse en la OTAN.

Esta guerra caliente en un cálido agosto envía otros mensajes a Occidente: desde los esfuerzos del Kremlin por tomar el control de las rutas alternativas de la energía que cruzan Georgia hasta advertir a Ucrania y a otros miembros de la CEI contra sus tendencias pro occidentales, y posiblemente señalar el regreso de la “guerra fría”. Esta brutal invasión con más de 20.000 soldados rusos de un país al que le iba tan bien con la ayuda de de Occidente no ha podido estar motivada solo por Osetia del Sur.

Occidente debe entender que hasta que se envíen fuerzas pacificadoras y observadores independientes a Georgia, la situación seguirá siendo peligrosa.