La UE, EEUU y el mundo musulmán (ARI)

La UE, EEUU y el mundo musulmán (ARI)

Tema[1]: Las diferencias en las políticas y la percepción de las amenazas en EEUU y la UE en lo que respecta al mundo musulmán, así como en la cultura estratégica y la experiencia histórica hacen que la cooperación transatlántica sea menos estrecha de lo que exigen los desafíos actuales.

Resumen: Los procesos de radicalización que afectan a individuos y colectivos musulmanes están inevitablemente relacionados con la situación política y económica que se vive en Oriente Medio. Esto hace que sean, en gran medida, reversibles. El islamismo se está convirtiendo en una ideología de resistencia en distintos lugares del mundo. Cuanto más hincapié se haga en el factor religioso en lugar de la política para explicar el descontento popular en Oriente Medio con los regímenes autoritarios y con la política exterior de los países occidentales, mayor es el riesgo de que las democracias den validez al discurso de los ideólogos islamistas radicales, que sostienen que la religión es lo que nos separa a nosotros de ellos. EEUU y la UE tienen intereses estratégicos semejantes en Oriente Medio y el norte de África. Sin embargo, las diferencias existentes en la cultura estratégica y en las experiencias históricas a ambos lados del Atlántico siguen marcando las percepciones, prioridades y enfoques hacia la región.

Análisis: Desde principios de esta década, las relaciones internacionales y las políticas nacionales de Estados Unidos y Europa han estado marcadas por una percepción creciente de amenaza vinculada al radicalismo de individuos y grupos musulmanes alrededor del mundo. Aunque los atentados del 11-S fueron un punto de inflexión, el “choque de percepciones” se ha ido forjando durante décadas entre personas pertenecientes a las culturas occidentales y musulmanas, y también entre individuos de una misma tradición cultural.

Los procesos de radicalización están inevitablemente vinculados a la situación política y económica de Oriente Medio. Esto hace que sean, en gran medida, reversibles. Factores como el clima persistente de conflicto, la ausencia de perspectivas de una paz duradera, la frustración e ira acumuladas por la población como consecuencia de las expectativas no satisfechas, la perpetuación de los regímenes autoritarios y la política exterior de las potencias occidentales son utilizados por los ideólogos radicales para alimentar un discurso basado en la exclusión y la confrontación. El escaso interés mostrado por los regímenes autoritarios –incluidos los árabes “moderados”– en la promoción del pensamiento crítico y el respeto a la diversidad ha reforzado el discurso radical que apunta a Occidente como responsable de todos los problemas que acechan a la región.

Durante los últimos cuatro años, Oriente Medio ha sufrido un deterioro constante en términos de seguridad y estabilidad regional, así como de las condiciones internas en varios países. La tensión está creciendo rápidamente y es posible que la región se esté acercando a un verano explosivo. Los efectos de dicho clima se dejan sentir más allá de la región. Los acontecimientos en Oriente Medio están relacionados con la radicalización de individuos y colectivos musulmanes en otros lugares del mundo, incluidos los países occidentales. Las previsiones no ofrecen muchas razones para el optimismo. Los desequilibrios demográficos, el desempleo y el subempleo, los regímenes autoritarios, las luchas de poder etnosectarias, la ausencia de paz y los procesos de radicalización continuarán afectando la región en el futuro previsible.

¿Por qué es necesario implicar al mundo musulmán?
La religión está adquiriendo un papel importante en la política internacional. No obstante, la dimensión religiosa no basta, por sí sola, para explicar los orígenes del “choque de percepciones” existente. Al insistir en el carácter “islámico” del descontento actual de los habitantes de Oriente Medio con los regímenes autoritarios y las políticas exteriores occidentales, ¿acaso no se está dando validez al discurso de los ideólogos islamistas radicales, que sostienen que la religión es lo que nos separa a nosotros de ellos? ¿No corremos el riesgo de dar alas a todos los bin ladenes del mundo a quienes les gustaría alzarse como portavoces de la umma islámica en su totalidad? Al colocar la religión en el centro del debate, ¿qué opciones les quedan a quienes no desean vivir en una teocracia? En un momento en el que el islamismo se está convirtiendo en una ideología de resistencia, cuanto más se centre el debate en la religión en lugar de la política mayor será el riesgo de que se alimenten las frustraciones que refuerzan la cosmovisión de los radicales.

Bien es sabido que para alcanzar un compromiso se necesitan al menos dos partes. ¿Quiénes deben ser los interlocutores para garantizar un compromiso eficaz? ¿Existe tal cosa como una opinión pública musulmana o, incluso, una opinión pública occidental? ¿Qué se necesita para mejorar las percepciones mutuas? ¿Qué hace falta para convertir la radicalización en un proceso reversible? ¿Es la diplomacia pública una herramienta lo suficientemente eficaz como para compensar el impacto negativo de ciertas políticas?

El antiamericanismo y antioccidentalismo en Oriente Medio están directamente relacionados con lo que muchos consideran las consecuencias negativas directas o indirectas de las políticas occidentales y estadounidenses en la región. Aunque parte de este antiamericanismo es estructural, lo cierto es que este sentimiento es, en gran medida, reversible. En las sociedades de Oriente Medio existe un sentimiento de admiración hacia Occidente por su democracia, tecnología, ciencia y cultura. Sin embargo, esta admiración ha experimentado un rápido retroceso en los últimos años; las actitudes hacia EEUU son cada vez más negativas, no sólo en Oriente Medio sino en otros lugares del mundo, incluidos países occidentales. No es ningún secreto que, con la actual Administración, son muchas las personas en todo el mundo que perciben a EEUU como un país que provoca más conflictos de los que logra evitar.

En lugar de preguntarnos “cómo debemos implicar al mundo musulmán”, quizás resulte más adecuado buscar vías para reestablecer la confianza entre los distintos países y en el seno de los mismos. Puesto que los orígenes de muchos conflictos son de naturaleza política, también las soluciones han de ser de índole político. Todo esfuerzo realizado en dicha dirección se beneficiaría enormemente de una colaboración transatlántica honesta. Sin embargo, para que esto suceda es necesario que se produzca una convergencia gradual de los enfoques hacia los desafíos comunes procedentes de Oriente Medio. No obstante, todo apunta a que dicho proceso todavía no se está produciendo.

La UE y el Mediterráneo
El Mediterráneo es el reflejo de prácticamente todos los problemas fundamentales a los que se enfrenta la comunidad internacional en la actualidad. Existe un amplio espectro de preocupaciones, que van desde la estabilidad, el desarrollo, la seguridad energética y la democratización hasta las migraciones internacionales, el terrorismo, el tráfico de drogas y seres humanos y la protección del medio ambiente. Pese a haber lanzado varias iniciativas destinadas a Oriente Medio y el norte de África, la UE se ha mostrado extremadamente tímida en lo que respecta a la promoción de la democracia en sus vecinos del sur, apostando por una estrategia cautelosa a largo plazo al tiempo que trata de preservar la estabilidad en el corto plazo.

Cuando la UE creó la Asociación Euromediterránea (también conocida como Proceso de Barcelona) en 1995, el objetivo declarado era crear una “zona de paz, estabilidad y seguridad en el Mediterráneo”. La Asociación fue construida en torno a un amplio abanico de cuestiones económicas, sociales, culturales, políticas y de seguridad. El proceso ha arrojado algunos resultados, aunque limitados debido fundamentalmente a los cambios producidos en el contexto estratégico regional. Transcurrida ya más de una década desde la creación de la Asociación, la brecha existente entre los niveles de renta per cápita de la región mediterránea ha aumentado, al igual que los problemas a los que se enfrenta la región. Son muchas las personas del mundo árabe que consideran que las iniciativas de la UE están motivadas fundamentalmente por cuestiones de seguridad, incluido el temor a la inmigración procedente del sur.

Proliferación de iniciativas
Durante los últimos años, hemos sido testigos de una proliferación de iniciativas destinadas a abordar las causas del descontento que puede desestabilizar Oriente Medio. A nivel oficial europeo, la Asociación Euromediterránea es la herramienta de política exterior más consolidada para la región. La ampliación de la Política Europea de Vecindad, cuyo objetivo es promover un “anillo de amigos” en la nueva periferia europea, hacia los países del sur del Mediterráneo ha creado cierta confusión acerca de la relación entre este marco político y el Proceso de Barcelona. Según la doctrina oficial de la UE, ambos procesos se refuerzan entre sí. La Política de Vecindad está basada en el principio de lograr una mayor cooperación con aquellos países que se muestren más dispuestos a progresar en la consecución de una serie de reformas clave, creando una dinámica competitiva entre los países que desean recibir más ayudas y fondos europeos.

Algunos países han lanzado sus propias iniciativas políticas de cara al Mediterráneo y Oriente Medio. Por ejemplo, el recién nombrado presidente francés, Nicolás Sarkozy, anunció durante su campaña presidencial que trabajaría para promover la creación de una “Unión Mediterránea”, siguiendo el ejemplo de la UE, que incluiría un total de ocho países del sur de Europa, así como países del sur y este del Mediterráneo. Las negociaciones con todos los países candidatos se encuentran ya en curso. Queda por ver cómo se traducirá este proyecto en acciones concretas y si es compatible con las iniciativas ya existentes.

A nivel político y de seguridad, existen también iniciativas subregionales como el “Diálogo 5+5” (que incluye a los cinco países del Magreb y cinco países del sur de Europa: España, Francia, Italia, Malta y Portugal). La iniciativa 5+5 ha sido relanzada desde 2001 y pretende desarrollar estrategias dirigidas a los países del Magreb a nivel subregional y crear un proceso de socialización en el que se prueben nuevas ideas con los distintos socios en un clima informal.

La Fundación Euromediterránea Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas fue creada en Alejandría en el año 2005 como la primera institución común establecida y financiada conjuntamente por los entonces 35 países miembros de la Asociación Euromediterránea. Durante los últimos años, distintas iniciativas europeas han apostado por impulsar el diálogo cultural, tanto con el mundo árabe/musulmán como con las comunidades de inmigrantes musulmanes presentes en Europa. Tras dichos esfuerzos, se esconde un amplio abanico de contextos y filosofías así como un número considerable de informes sobre la necesidad de entablar un diálogo cultural más intenso. Hasta la fecha, las iniciativas han sido fragmentarias y no han tenido ningún impacto apreciable sobre el terreno.

Una de las iniciativas que mayor apoyo ha recibido es la “Alianza de Civilizaciones”, que promueven de forma conjunta España y Turquía bajo los auspicios de Naciones Unidas. La Alianza trata de “forjar  una  voluntad  política  colectiva  y  movilizar  acciones  comunes  a  nivel  institucional  y  de  la  sociedad  civil  para  superar  los  prejuicios,  percepciones erróneas y la polarización que milita contra este consenso”. No cabe duda de que se necesitan iniciativas bien intencionadas para impulsar el diálogo entre culturas y civilizaciones; no obstante, dichas iniciativas no bastarán para producir un cambio palpable si no cambian las condiciones políticas.

¿Es posible, o incluso deseable, la cooperación transatlántica en relación con Oriente Medio?
Podría decirse que Oriente Medio es el talón de Aquiles de las relaciones transatlánticas. Las diferencias en la percepción de las amenazas y en las políticas, así como en la cultura estratégica y experiencia histórica hacen que la cooperación entre EEUU y la UE de cara a Oriente Medio sea menos estrecha de lo que exigen las circunstancias actuales.

EEUU y la UE tienen intereses estratégicos semejantes en la región mediterránea en términos de estabilidad regional, seguridad en el suministro de petróleo, reforma política y económica, lucha contra el terrorismo transnacional y proliferación de armas de destrucción masiva. La UE, por su parte, tiene algunos intereses estratégicos adicionales en sus vecinos del sur, como combatir la inmigración ilegal y el narcotráfico y responder a los desafíos medioambientales.

Los ambiciosos proyectos anunciados por la Administración estadounidense hace algunos años para reformar el “Gran Oriente Medio” han sido efímeros. Por el contrario, la UE ya ha construido un acerbo en la región que debería conservar sus propias particularidades, para evitar así una posible confusión en los países implicados con respecto a los objetivos y medios de cada iniciativa. Actualmente, la UE se encuentra en condiciones de animar a los países árabes a reafirmar su compromiso con los principios de la Asociación Euromediterránea, que son percibidos por muchos como menos intervencionistas y más respetuosos con la soberanía nacional que las políticas de la actual Administración Bush.

La manera en la que se ha librado la “guerra global contra el terrorismo” hasta la fecha no ha contribuido a acercar las posturas de EEUU y la UE con respecto a Oriente Medio, al menos no a los ojos de la opinión pública europea. Es posible que los efectos polarizadores de la “guerra global contra el terrorismo” y la desastrosa aventura en Iraq puedan ser superados con los cambios de liderazgo producidos durante el último –y próximo– año y medio en Alemania, Francia, Reino Unido y EEUU. Sin embargo, tal como se ha mencionado antes, las diferencias en la cultura estratégica y en las experiencias históricas seguirán marcando las percepciones, prioridades y enfoques transatlánticos hacia Oriente Medio.

Lo cierto es que, a pesar de las diferencias existentes, las políticas de promoción de la democracia de Europa y EEUU tienden a reflejar deficiencias similares. Ni la UE ni EEUU están dispuestos a respaldar transiciones democráticas cuyos resultados sean impredecibles, ni tampoco a aceptar los resultados de elecciones transparentes en las que se elija a otro candidato que no sea su favorito. Los fondos destinados a la reforma política en Oriente Medio son bastante escasos si tenemos en cuenta la seriedad de los retos a los que nos enfrentamos. En el mejor de los casos, podemos esperar que se produzca inicialmente un mayor grado de coordinación transatlántica en estos ámbitos, y que se consolide después una cooperación más sólida. Una ventaja fundamental de la cooperación transatlántica es que a los regímenes de Oriente Medio les resultaría así más difícil enfrentar a EEUU y la UE entre sí con el fin de conseguir su apoyo.

Es la política exterior…
Mientras EEUU siga apostando por una política exterior que muchos europeos consideran unilateral y demasiado dependiente en el palo en lugar de la zanahoria, cabe preguntarse por qué la UE querría asociarse con los planes estadounidenses.

Las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional en Iraq y Guantánamo y el apoyo tácito de las políticas israelíes de mano dura contra el pueblo palestino y libanés están promoviendo la idea –no sólo entre los islamistas– de que EEUU está librando una guerra contra el islam, pese a las declaraciones oficiales que se afanan en negarlo. Para muchas personas en el mundo musulmán, el doble rasero que en su opinión aplican los responsables políticos y medios de comunicación occidentales refuerza su hostilidad. Una forma de romper este círculo vicioso consiste en traducir el discurso de las libertades, el Estado de Derecho y la democracia en acciones concretas, al tiempo que se exija a los regímenes de Oriente Medio que respeten sus compromisos internacionales y sus obligaciones para con sus pueblos. En otras palabras, es preciso alinear los principios con los intereses.

¿Es razonable esperar que desaparezca el actual “choque de percepciones” si EEUU no cambia su política hacia Oriente Medio, si la UE no define una política exterior común y muestra una voluntad política y si los regímenes autoritarios de Oriente Medio no permiten una liberalización política real? A estas alturas, lo que hace falta no es solo un diálogo cultural, sino más bien un cambio real de paradigma que permita desarrollar enfoques estratégicos comunes hacia y en la región.

Conclusión: En el futuro se podrían realizar una serie de acciones que promuevan la convergencia transatlántica para desarrollar iniciativas de cooperación. Una mayor implicación que consista en realizar esfuerzos mayores –y más creíbles– a favor de la paz para resolver el conflicto israelo-palestino y en mediar para alcanzar un acuerdo de paz entre Siria e Israel tendría un impacto positivo en la región. Pacificar Iraq en colaboración con los países vecinos crearía una nueva dinámica y fomentaría un multilateralismo eficaz. Es difícil imaginar que la próxima Administración estadounidense vaya a mostrarse tan poco comprometida con la promoción de la paz en Oriente Medio como la actual. Esto representaría una oportunidad para realizar esfuerzos transatlánticos renovados en la búsqueda de la paz y la promoción de la democracia, con el fin de mitigar la crisis de desarrollo humano que afecta a la región.

El objetivo último de todo régimen autoritario es perpetuarse en el poder, casi a cualquier precio. Lo que se necesita urgentemente en Oriente Medio es aumentar las oportunidades económicas, educativas y políticas para sus gentes. En lugar de “implicar a los musulmanes”, la cooperación transatlántica debería estar orientada a fomentar y ampliar dichas oportunidades. Si no puede o no desea hacerlo, un buen comienzo sería dejar de crear las condiciones para que nazcan y prosperen las ideas radicales.

Haizam Amirah Fernández
Investigador Principal de Mediterráneo y Mundo Árabe, Real Instituto Elcano


[1] Este texto fue presentado como documento de debate en la mesa redonda titulada “How to Engage the Muslim World?”, que fue celebrada en el marco del V Simposio Anual de Think Tanks organizado por el German Marshall Fund de Estados Unidos, Washington DC, 18 de junio de 2007.