La implicación política de la juventud marroquí: su desafección y apatía y el auge de corrientes islamistas entre ellos

La implicación política de la juventud marroquí: su desafección y apatía y el auge de corrientes islamistas entre ellos

Tema: Marruecos es un país joven; el 70% de los habitantes tiene menos de 35 años. Esta importante franja de población (alrededor de 20,5 millones de personas) vive actualmente un periodo de crisis social y económica. El paro, la pobreza y la falta de ilusión en un futuro mejor socavan esta juventud. El descrédito hacia el sistema político se impone tras años de desconexión y de ineficacia

Resumen: Marruecos es un país joven; el 70% de los habitantes tiene menos de 35 años. Esta importante franja de población (alrededor de 20,5 millones de personas) vive actualmente un periodo de crisis social y económica. El paro, la pobreza y la falta de ilusión en un futuro mejor socavan esta juventud. El descrédito hacia el sistema político se impone tras años de desconexión y de ineficacia. Muy pocos jóvenes se implican en una mejora de la situación, ya sea adhiriéndose a un partido político, a un sindicato o a algún otro tipo de movimiento asociativo. Este vacío, que intentan recuperar los partidos políticos, es terreno abonado para ideas islamistas que, con un trabajo de cercanía muy eficaz, consiguen atraer a esta población desarraigada.


Análisis: La juventud marroquí nunca ha estado tan preparada: la enseñanza se ha generalizado tanto en las ciudades como en el campo. Frente al analfabetismo alarmante (que llega al 83% en el caso de las mujeres en zonas rurales) se están llevando a cabo campañas de alfabetización y de lucha contra la abstención escolar (sobre todo de las niñas) que están, no sin problemas y retrasos, surtiendo efecto: la tasa de analfabetismo ha descendido de un 87% en 1960 a un 48% actualmente. Así, el joven marroquí medio ha realizado estudios, habla varias lenguas y se siente mucho mejor preparado que las generaciones anteriores. Sin embargo, existe un malestar generalizado, con unos altos índices de pobreza (un 19% de la población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza) y paro, el cual afecta a un 22 % de la población urbana.

Ante la falta de esperanza de un futuro digno en Marruecos, sus sueños se realizan gran parte de las veces en una Europa que no les es muy lejana. Conscientes de que al emigrar no siempre se les recibe con los brazos abiertos, no dudan de que allí se les ofrecerán más oportunidades. Una encuesta realizada por el semanario marroquí Le Journal en 1998 revela que el 70% de los jóvenes estudiantes desearía emigrar al extranjero. La pobreza, el paro y la desilusión son tres fenómenos que, de una manera u otra, afectan a la totalidad de la juventud marroquí.

Las cifras de los jóvenes licenciados en paro muestran el alcance de la situación: representan el 30% del total de la población en paro, de los que un 32% son diplomados de tercer ciclo. Desde comienzos de 2001 se han llevado a cabo continuas manifestaciones frente al Parlamento en Rabat; se pretendía que el gobierno revisara su política económica e insistiera en las medidas para la creación de empleo. Muchas de estas manifestaciones, organizadas de manera pacífica por la ANTPM (Asociación Nacional de Titulados en Paro de Marruecos), han sido disueltas violentamente por la policía. Muchos se plantean el sentido de realizar o finalizar sus estudios si la obtención de un diploma no facilita la consecución de un puesto de trabajo.

Para los jóvenes en las zonas rurales, la falta de infraestructuras de ocio, cultura y deporte y las dificultades económicas, que hacen que muchas veces no puedan continuar sus estudios, no les permite otra opción que la del duro trabajo en un campo azotado por la sequía de los últimos años y al que no ha llegado ninguna modernidad en los métodos y medios de trabajo. Estos jóvenes, aún más frustrados que sus coetáneos de las ciudades, sueñan con otra vida que la gran mayoría de las veces se encuentra fuera, ya sea en las ciudades, donde pasan a engrosar las barriadas que rodean las grandes zonas urbanas, o en el extranjero, arriesgando muchas veces su vida. Sin embargo, a pesar de todo este malestar, la opción islamista no tiene tanto peso como en las ciudades, seguramente debido a que en el campo todavía no se han roto los lazos familiares y tribales que sostienen y apoyan a cada individuo. Se cree que la falta de arraigo de los islamistas moderados del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) en las poblaciones rurales fue la causa de que no se presentaran en muchas circunscripciones en las elecciones del 27 de septiembre pasado.

Para las mujeres jóvenes, la situación es bastante más complicada. La Mudawana, o Código de Estatuto Personal basado en la Sharia, las considera eternas menores de edad. La pervivencia casi intacta de este cuerpo legal (en 1993 se llevaron a cabo pequeños cambios gracias a la lucha de las asociaciones de mujeres) hace que en Maruecos persista la poligamia, el repudio, la tutela matrimonial de la mujer o su inferioridad en los derechos de herencia (la mitad que el hombre).

El Gobierno de Yusufi propuso un Plan de Integración de la Mujer en el Desarrollo con 215 medidas concretas, pero fue bloqueado por los islamistas, para quienes su puesta en marcha conllevaría el fin de la institución del matrimonio y la desintegración de la familia. Debido al impasse de la situación, el Gobierno delegó (abril 2001) en una Comisión Real la revisión de la Mudawana.

El mantenimiento de este esquema patriarcal es insoportable en una sociedad en la que los jóvenes, por falta de recursos, se casan cada vez más tarde (la edad media en la que la mujer contrae matrimonio actualmente es de 27 años) y en la que las familias no tienen medios para mantener a sus hijas. Si era un fenómeno impensable hace algunos años, cada vez más jóvenes se ven tentadas por la emigración, sobre todo interna hacia las ciudades (se calcula que 6 de cada 10 son mujeres).

Las mujeres marroquíes, aún menos sensibilizadas hacia la política que los hombres, se encuentran representadas de manera separada en algunos partidos políticos, como el Istiqlal: la “Mujer Istiqlaliana”. En el caso de los movimientos islamistas, en estas secciones femeninas las “hermanas” se manifiestan por sus derechos, por su representación y por la obtención de responsabilidades, pero con el rechazo de lo mixto y la obligación de llevar el velo como telón de fondo: una especie de “feminismo islamista”.

La desafección política
Ante todo este malestar de origen socio-económico, los partidos políticos se han mostrado impotentes para resolver la situación. El desencanto y la incomprensión caracterizan la relación entre la clase política y una juventud que ha ido aumentado el descrédito y apatía hacia ésta.

En una encuesta anterior a las últimas elecciones legislativas (septiembre 2002), 2/3 de los jóvenes encuestados declaraban que no irían a votar. En efecto, la incidencia de voto fue muy baja, pero no sólo del voto joven: tan sólo un 50% de la población censada acudió a las urnas.

En las Universidades, los pocos que demuestran sensibilidad política suelen ser practicantes religiosos bastante estrictos y adherentes fáciles de un islamismo político, si no son ya parte integrante de algún movimiento islamista.

Mientras que para los jóvenes es muy difícil manifestar su malestar, ya que la sociedad no les ofrece vías para hacerlo, cuando se trata de Palestina o Irak, grandes manifestaciones autorizadas se desarrollan en diversas ciudades en todo Marruecos, quizá sirviendo de válvula de escape ante tanta frustración.

Ofertas de participación socio-política, la oferta islamista
Esta falta de interés en la política se ve suplida algunas veces por la actividad en asociaciones de tipo caritativo o social (desde los años noventa, Marruecos vive un verdadero ‘boom’ asociativo), aunque sigue siendo muy reducido el número de adherentes jóvenes. Una encuesta realizada por el ex Consejo Nacional de la Juventud y del Porvenir (CNJA) revela que tan sólo un 4% de jóvenes son miembros de alguna asociación, y que los que sí lo son, se inclinan por las de carácter recreativo.

Los partidos políticos son conscientes del peso decisivo de toda esta franja de población. En sus filas suele haber una “Shabiba”, o Juventudes (con mucha fuerza en el caso de la USFP –Unión Socialista de Fuerzas Populares-). Así, un repaso por los programas de los partidos políticos que se presentaban para la campaña de las legislativas del año pasado nos muestra que contienen propuestas concretas destinadas a los jóvenes: integración en la vida activa, mayor participación en el seno de la sociedad, ventajas económicas, aumento de clubes deportivos, de estudio y de recreo, etc. Toda esta serie de buenas intenciones demuestra, sobre todo, que se es consciente de la situación, pero el descrédito con el que son vistos por la juventud necesita mucho esfuerzo y resultados positivos para ser modificado.

Son los islamistas, sobre todo en los barrios humildes y chabolas de las grandes ciudades, los primeros en atender las penurias sociales (préstamo de dinero para entierros, bodas, cursos de repaso escolar o de alfabetización para las mujeres, etc.). Ante tanta desigualdad social, su política de cercanía y apoyo así como sus críticas al sistema e incluso a la monarquía (a su riqueza), se encuentran en la base de su popularidad. En la Universidad atienden y orientan a los estudiantes a su llegada en temas como el alojamiento, becas e incluso con las fotocopias de los apuntes. Son además los que se manifiestan a favor de causas comunes de identidad árabes o musulmanas, atrayendo de esta manera a los jóvenes, en principio poco politizados.

El auge del islamismo entre los jóvenes es tal que la reforma de la mayoría de edad electoral de 21 a 18 años no se llevó a cabo en las pasadas elecciones legislativas por miedo a un aumento del voto islamista (se espera que sea puesta en práctica en las elecciones municipales previstas para este año).

El único sindicato de estudiantes (UNEM –Unión Nacional de Estudiantes de Marruecos-), de izquierda y marxista durante los años 60-80, está actualmente dominado por del partido islamista Adal wa Ihsán (Justicia y Espiritualidad). Este partido, liderado por el jeque Yasín, representa, junto con el PJD islamista moderado presente en el Congreso, las dos opciones islamistas de más arraigo popular. Adal wa ihsán, sin representación parlamentaria, es uno de los pocos en Marruecos que critica abiertamente el sistema (para ellos cualquier Gobierno es ilícito porque lo consideran atado a las directrices reales) así como la riqueza real mientras el pueblo vive en la miseria. Todas estas críticas y exigencias unidas a su trabajo de base les han hecho muy populares. Hassan Bennehaj, portavoz de este movimiento estudiantil, asegura que controlan las asociaciones de estudiantes de 14 Universidades marroquíes, cuyos líderes han sido elegidos democráticamente.

Incluso la llamada “Generación MVI”, en referencia al nuevo rey, (jóvenes, muy preparados, de clase media-alta, que confiaban en que la entronización del nuevo rey significaría para Marruecos la llegada de una época de más libertades y progreso democrático) también se ha visto decepcionada. Durante el reinado de Hassan II, el descrédito político hacía que la población se decantara por un mayor apoyo a la monarquía. Para los jóvenes actuales incluso la figura real está perdiendo fuerza al no estar a la altura de todas las ilusiones creadas.

Conclusiones: La juventud representa el futuro y, por lo tanto, debe ser parte integrante del proceso de democratización y desarrollo de Maruecos. Se les debe ofrecer vías de integración en la vida política, puertas abiertas para el diálogo y la participación. A España le interesa apoyar la democratización y el desarrollo de Marruecos si quiere tener un vecino estable política y socialmente.

Tras los atentados de Casablanca, algunos temen que Marruecos retroceda en su proceso de democratización; estos hechos no deben servir de excusa ni para una mayor represión a movimientos islamistas moderados como Adal wa Tanmiya (Justicia y Desarrollo) ni para el control de la libertad de prensa alegando que “los mensajes falsos pueden ser causantes de los peores excesos y de dramas cuando son escuchados o leídos por espíritus frágiles”, cegando legítimas vías de expresión del sistema democrático.

España y la Unión Europea deben insistir en la importancia de la cláusula democrática en los acuerdos de cooperación, así como estudiar cualquier línea de cooperación que tenga una incidencia directa en la creación de empleo, la lucha contra la pobreza y en la mejora de la situación de la juventud en Marruecos.


Isabel Fajardo
Experta en Magreb y Mundo Árabe

Isabel Fajardo

Escrito por Isabel Fajardo