La guerra de la opinión pública

La guerra de la opinión pública

Tema: Las manifestaciones del 15 de febrero confirmaron que la opinión pública española es una de las más opuestas al ataque a Irak. En este análisis se intenta ahondar en las causas y anticipar posibles tendencias.

Resumen: Las manifestaciones multitudinarias del 15 de febrero confirmaron que la opinión pública española está mayoritariamente en contra de un ataque a Irak. De hecho, todo apunta a que esta oposición es una de las más altas del mundo. En el análisis, en primer lugar, se apuntan algunos de los mecanismos que han llevado a este estado de cosas. Algunos analistas han hecho una lectura “globalizadora” de la crisis española. Habría sido un episodio más en el enfrentamiento entre la superpotencia unilateralista de la “post-postguerra fría”, EEUU, y la nueva superpotencia multilateralista en gestación, la opinión pública europea e, incluso, mundial. Esta lectura es, en parte, errónea. Hay elementos específicamente españoles que explican lo ocurrido en nuestro país. A los desaciertos del gobierno a la hora de justificar una postura muy visible ante una opinión pública muy en contra, hay que sumar, por parte de la mayor parte de la población española, la debilidad del multilateralismo y la indiferencia respecto a la amenaza que supone Irak para la estabilidad mundial.

Análisis: Es indudable que, tras las manifestaciones del 15 de febrero, la opinión pública ganó la primera batalla y forzó a un cambio, cuando menos semántico, en el gobierno. Una vez cerrada esta primera crisis, debemos intentar anticipar los frentes en los que se van a librar las próximas batallas. En este sentido, en primer lugar, se señala que los españoles, aunque rechazan el ataque en los términos actuales, justifican el uso de la fuerza contra Irak si se dan unos supuestos determinados. En cualquier caso, un segundo factor a tener en cuenta, es que en la opinión pública española la causa de la polarización creciente respecto a la guerra no es Irak, cuestión sobre la que no hay apenas conocimiento ni preocupación, sino EEUU y más concretamente, la reorientación trasatlántica de la política exterior española.

Introducción
Las manifestaciones multitudinarias del 15 de septiembre constataron algo que ya sabíamos. La opinión pública española se opone mayoritariamente a un ataque de EEUU sobre Irak. Todos los sondeos realizados desde el comienzo de la crisis, en septiembre del año pasado, así lo confirman. Además, el rechazo es el mayor de entre todos los países en los que se han hecho encuestas al respecto: 74% frente a la media del 50% (sondeo de Gallup Internacional realizado en 39 países de los cinco continentes en enero de 2003).

Sobre este trasfondo, en las semanas anteriores a las manifestaciones se había asistido a una movilización creciente de las fuerzas opuestas tanto al ataque a Irak como al alineamiento del gobierno español con las tesis del Reino Unido y EEUU. Los manifiestos de actores y rectores entre los líderes de opinión fueron los episodios más señalados de la resistencia escenificada en la entrega de los premios Goya. Por su parte, en los últimos días el gobierno también había  intensificado sus apariciones en el Parlamento y los medios de comunicación, poniendo además en marcha una campaña de publicidad en prensa.

El gobierno español ha perdido la primera batalla en la guerra de la opinión pública. En el trabajo se intenta, en primer lugar, explicar por qué y, en segundo lugar, anticipar los próximos frentes en los que se van a librar las siguientes batallas, toda vez que, con el consenso logrado en la UE y la ruptura del frente común de la oposición en el Parlamento español, el resultado de la contienda es ahora más incierto.

La primera batalla
Probablemente desde el referéndum de la OTAN nunca se había producido en nuestro país tal grado de movilización en torno a una cuestión internacional. Seguramente porque tampoco, hasta ahora, España había asumido un protagonismo tal en una cuestión diplomática y militar de esta magnitud. La iniciativa de Aznar de promover la carta firmada con otros jefes de Estado europeos fue el símbolo de ese nuevo papel. Pero al hacerlo, también el gobierno dio una insólita visibilidad a su postura, lo que le enfrentó aún más a su opinión pública, incluyendo muchos de sus votantes. Antes del consenso alcanzado en la UE, España era probablemente el país europeo en el que el gobierno defendía más la necesidad del ataque en contra de su opinión pública.

La opinión pública española siempre ha sido recelosa respecto a las intervenciones militares en el exterior. Pero, además, como reza el dicho popular, quien da primero, da dos veces. El gobierno reconoce que informó a la opinión pública tarde y mal, en parte por el clima de opinión creado en torno a la catástrofe del Prestige, en parte por estar a la espera de nuevos acontecimientos en torno a Irak.

En un tema, como la guerra, que activa un fuerte sesgo de “deseabilidad social”, de respuesta en función de la opinión que se cree aceptada por la mayoría de la población, la espiral de silencio en contra de la postura belicista ya empezó mucho antes de que el gobierno diese explicaciones en el Parlamento. Las opiniones a favor de la guerra no son populares y no se hacen oír; los medios las reflejan y la población no las recibe; se refuerzan los argumentos en contra; y  así sucesivamente. A lo anterior hay que unir que, al no escucharse y no discutirse, las opiniones a favor no se pueden articular tan fácilmente en un discurso coherente y creíble –máxime cuando tampoco el discurso oficial lo ha sido-. El círculo vicioso es difícil ya de romper. Resultado: si en septiembre de 2002, un 68% de los españoles se oponían a una intervención militar en contra del régimen de Sadam Husein (Pulsómetro de la Cadena Ser del 16/09/02), en febrero de 2003 (Pulsómetro del 10/02/03) el porcentaje ha subido al 84%. Y ello a pesar de que en la segunda encuesta los entrevistados tenían muy frescas las pruebas aportadas por Colin Powell en la ONU el 5 de febrero.

Este círculo vicioso de la espiral de silencio también se produce por el efecto del contexto internacional. No se debe olvidar que la española no es la única opinión pública contraria. En el caso de una población, como la española, sin experiencia en cuestiones internacionales, lo que se piense en otros países puede ser tomado como referencia. Pero, además, la falta de consenso entre los gobiernos europeos crea una incertidumbre sobre los motivos del ataque que, a la postre, viene a reforzar la postura antibélica. Ahora la clave está en la postura contraria al ataque de las dos cabezas visibles de la ‘vieja Europa’: Francia y Alemania. El hecho de que algunos gobiernos europeos se manifiesten a favor no reequilibrará la balanza. Reino Unido se identifica con el antieuropeísmo y el proamericanismo militantes. Italia es un país periférico, como España, y qué decir de los nuevos países miembros del Este. Para los españoles, Alemania y Francia son los referentes, tanto más cuanto más “viejas” sean, es decir, por la experiencia internacional de la que carece España.

El gobierno de Aznar intenta poner una pica en EEUU, pero con ello desorienta a una opinión pública para la cual los países de referencia, al menos desde la Transición, siempre han sido los países europeos y no EEUU. La acción del gobierno no ha ido acompañada de las necesarias explicaciones a la opinión pública. No es extraño que en esta tesitura se haya hablado incluso de la ruptura del consenso español en política exterior. Los resultados del Barómetro del Real Instituto Elcano de noviembre de 2002 indican que, para los ciudadanos españoles, el área geográfica o geopolítica que España debe tener más en cuenta en sus relaciones internacionales es, en primer lugar, Europa y, a gran distancia, EEUU. El 73% de los entrevistados consideran que la prioridad es Europa. América Latina se sitúa en segundo lugar, con un 39%. Estados Unidos y las relaciones trasatlánticas ocupan el tercer lugar en las preferencias estratégicas de los españoles, con un 20% de menciones –casi cuatro veces menos que Europa.

El profundo europeísmo de los españoles opera como una barrera mental que hace que no se entienda el acercamiento a EEUU. El hecho de que precisamente Francia y Alemania se sitúen en el eje de la “vieja Europa” en contra de EEUU refuerza la postura en contra del ataque. Y de hecho esta brecha ha sido un argumento utilizado frecuentemente por los detractores del ataque, independientemente de los motivos y propuestas que aporten tanto Europa como EEUU.

Ahora bien, el internacionalismo europeísta de los españoles es más emotivo que racional. Todos los estudios de opinión pública sobre Europa realizados en España (desde la serie de Eurobarómetros al reciente Barómetro del Real Instituto Elcano) abundan en el desinterés y el desconocimiento de las cuestiones europeas y, en general, internacionales. Esto hace que los españoles no sean conscientes de la importancia de las instituciones multilaterales ni del papel que España puede jugar en ellas. En el mencionado Barómetro del Real Instituto Elcano se detectó que el apoyo que se daba en España a todos los organismos internacionales, excepto la UE, era sensiblemente inferior al que se registraba en otros países europeos y en EEUU.

Y, precisamente, la mayor oposición que se da al ataque en España en comparación con otros países viene dada por el rechazo al mismo aunque esté respaldado por la ONU. Según el Pulsómetro de la Cadena Ser de del 10/02/03, hasta el 65% de los españoles responde que no a la pregunta de si “apoyaría el ataque militar contra Irak si éste estuviese respaldado por la ONU”. En el sondeo de Gallup Internacional, citado anteriormente, en los 39 países en los que se realizó la encuesta, la media de encuestados a favor de una intervención militar respaldada por la ONU fue del 36% en UE, del 34% en Asia y Australia, del 30% en África, del 28% en América, y del 27% en países europeos fuera de la UE. En España fue del 13%, habiendo sólo tres países de los 39 (Argentina, Ecuador y Malasia) en los que se obtuvieron porcentajes inferiores. Para calibrar la excepcionalidad de la postura española en el contexto europeo, pensemos que en Alemania la tasa llegó al 39%, y en Francia al 27%. Si, como ha señalado algún analista recientemente, existe una Opinión Pública Europea Común (OPEC), los ciudadanos españoles todavía no siguen sus dictados.

Los próximos combates
Los analistas han señalado varios factores que cuestionarían no tanto el predominio de las actitudes contrarias a la guerra, que es indiscutible, sino su firmeza y estabilidad. Se habla, para empezar, de una opinión pública inmadura. Efectivamente, en cuestiones de defensa y política exterior, los españoles, frente a los ciudadanos de otros países, se caracterizan por su desconocimiento (altas tasas de no sabe/ no contesta en las encuestas) y despreocupación (baja percepción de amenazas). Es lo más normal tras un pasado de aislamiento y ensimismamiento. ¿Será suficiente con aumentar la información y fomentar el debate sobre Irak? Probablemente, si los datos fuesen abundantes y fiables. Pero, en cualquier caso, a corto plazo ya no parece posible, a no ser que se recurra a la exageración y la alarma, lo que a largo plazo será contraproducente –un “¡que viene el lobo!” constante acaba como en el cuento. El gobierno sabe que la amenaza del terrorismo internacional es, sin duda, clave para librar esta guerra en la opinión pública española, sensible a esa lacra. Aunque, de nuevo, mientras no haya pruebas concluyentes de la relación del régimen iraquí y Al-Qaida, la amenaza de Irak para la paz mundial puede resultar más defendible y creíble que cualquier otro tipo de argumentos.

Con el fin de relativizar los abrumadores porcentajes en contra de la acción militar, algunos analistas también aluden a los cambios en la opinión pública que podrían producirse entre el antes y el después de las intervenciones militares. Efectivamente, hay un miedo prebélico que suele disminuir durante la intervención. Desde el punto de vista del gobierno, si la guerra durase demasiado, fuese cruenta en exceso con los civiles iraquíes o no obtuviese los objetivos deseados (derrocar a Sadam) este efecto psicológico podría no producirse. Ahora bien, dentro de este tipo de consideraciones, la visibilidad de la ayuda humanitaria es clave para ganar la batalla de la opinión pública. Todas las encuestas realizadas en España en los distintos conflictos indican que se legitima la intervención de tropas españolas si es en esos términos.

Habría un tercer aspecto a tener en cuenta. Sobre todo, en un tema en el que no hay mucha información, la forma de plantear el problema es clave. Veámoslo con un ejemplo concreto. En el primer Barómetro del Real Instituto Elcano (recordemos que es de noviembre de 2002) el 60%  los entrevistados consideraba que EEUU no debería invadir Irak, y el 24% que, de hacerlo, EEUU debería contar al menos con el apoyo de sus aliados y de Naciones Unidas. Sólo el 2% apoyaba un ataque unilateral. Ahora bien, aunque el 60% de los entrevistados rechazaba categóricamente la acción militar liderada por EEUU, cuando genéricamente les planteaban motivos que pudiesen justificar una intervención militar contra el régimen de Sadam Hussein, esa postura era matizada: hasta un 61% -esto es: el mismo porcentaje anterior- consideraba que sería justificable atacar si Irak tuviese armas de destrucción masiva. Por el contrario, sólo el 43% aducía como motivo el petróleo.

% Horizontales. Justifica la guerra

Muy importante

Importante

Nada Importante

Ns/Nc

Si tuviésemos conocimiento de que desarrolla armas nucleares o de destrucción masiva

19

42

22

16

Si tuviésemos conocimiento de que colaboró en el ataque terrorista del 11 de Septiembre contra los EEUU

18

39

26

17

Si tuviésemos conocimiento de que planea invadir Kuwait otra vez

11

35

31

23

Si la mayoría de la población iraquí está reprimida por dicho régimen y puede ver en la intervención una liberación

12

35

33

20

Si peligra el abastecimiento del petróleo en España y otros países avanzados

11

32

37

20

Fuente: Barómetro del Real Instituto Elcano (noviembre de 2002)

Sin duda, el primer hecho a destacar es que hasta uno de cada dos españoles es indiferente a los distintos motivos. Hay incertidumbre y desinterés. Pero, a renglón seguido, hay que subrayar que la opinión pública puede ser sensible a determinados argumentos respecto al ataque a Irak  Se diferencian distintas razones, de manera que se justifica la intervención en algunos supuestos.

En todo caso, como pone de manifiesto el sondeo del Real Instituto Elcano (igual que muchos otros) se acaba rechazando el ataque. Sin embargo, no debemos equiparar esta aparente contradicción con irracionalidad. Bien al contrario. La clave de esta aparente incoherencia podría estar en el intenso recelo hacia Estados Unidos: en un contexto de desinformación e indiferencia respecto a Irak, la semántica de un ataque unilateral por parte de la superpotencia norteamericana  despierta el rechazo a una intervención que se justifica en términos generales.

El verdadero frente
El apartado anterior nos lleva al punto clave en el análisis de la opinión pública española. ¿En realidad, cuál es la causa de la división de posturas en España? ¿Cuál es el frente en el que se va a combatir en las próximas semanas?

Hay una clara polarización política de la opinión pública respecto al ataque. Según los resultados del mencionado Barómetro del Real Instituto Elcano, el porcentaje en contra es del 72% entre las personas que se consideran de izquierda, del 52% entre las de centro y del 42% entre las de derecha. Un 30% de diferencia, por lo tanto, entre la izquierda y la derecha.

   

IZQUIERDA

CENTRO

DERECHA

Opinión sobre el ataque de EEUU a Irak

% a favor

72

57

42

Opiniones sobre Irak % que cree que es una amenaza muy grave

25

24

24

% que justifica el uso de la fuerza si tiene armas de destrucción masiva

60

64

72

Opiniones sobre EEUU

Valoración de EEUU (escala 1 a 10)

4,3

4,9

5,8

% que valora positivamente el liderazgo de EEUU

15

30

44

% que considera que Europa debe ser más independiente

73

62

56

Valoración de Bush
(escala de 1 a 10)

2,3

3,3

4,5

Fuente: Barómetro del Real Insituto Elcano (noviembre de 2002)

(NOTA: son siempre porcentajes o medias horizontales)

Sin embargo, si ahondamos en la cuestión, en realidad no hay apenas diferencias entre las personas de izquierda o derecha en torno a Irak: para ambos sectores de población es una amenaza débil, pues sólo el 25% la considera “muy grave”. Y en ambos casos se justifica ampliamente el uso de la fuerza si se demuestra que Irak tiene armas de destrucción masiva. En definitiva, no hay polarización ideológica en esta dimensión de las actitudes. Esto concuerda con un punto señalado anteriormente: en realidad, la opinión pública española es indiferente a la cuestión iraquí.

Por lo tanto, hay que descartar que la causa última del desacuerdo sea Irak. En el fondo las diferencias tienen que ver con EEUU. De hecho, las personas de izquierda valoran peor a EEUU (y aún peor a Bush), rechazan más el liderazgo de EEUU y defienden, por lo tanto, una posición más independiente de Europa.

En definitiva, la causa última de la polarización ideológica sobre el ataque no es Irak en sí mismo –cuestión sobre la que existe más “no opinión” e incertidumbre que opinión formada, por motivos en los que no podemos entar aquí- sino EEUU y la afinidad del gobierno español con el norteamericano. En realidad, al menos en España, Irak es poco menos que irrelevante en el debate. La evolución de la opinión pública puede depender de cómo el gobierno y la oposición gestionen retóricamente esta cuestión, más que del ataque en sí mismo.

Conclusión
Algunos analistas han hecho una lectura “globalizadora” de la crisis española. Habría sido un episodio más en el enfrentamiento entre la superpotencia unilateralista de la “post-postguerra fría”, EEUU, y la nueva superpotencia multilateralista en gestación, la opinión pública europea o mundial. Esta lectura es, en parte, errónea. Hay elementos específicamente nacionales que deben tenerse en cuenta para explicar lo ocurrido en nuestro país. A los desaciertos del gobierno a la hora de justificar una postura muy activa y visible ante una opinión pública muy en contra, hay que sumar, por parte de la mayor parte de la población española, la debilidad del multilateralismo y la indiferencia respecto a la amenaza que supone Irak para la estabilidad mundial.

¿Cómo se va a desarrollar el conflicto en lo sucesivo? Ciertamente, la española es una opinión pública en proceso de maduración, y por lo tanto quizás más maleable que otras. Sin embargo, no es menos cierto que hay cuando menos dos factores de resistencia mayores que en otros países y que debieran tener en cuenta los líderes de opinión tanto defensores como detractores del ataque. En primer lugar, las actitudes antiamericanas están muy enraizadas –quizás más que en otros países europeos en los que se puede activar la retórica de la ayuda norteamericana en el pasado. El consenso internacional, como el logrado en el seno de la UE, puede cambiar algo esto. Aunque también conviene recordar que el cambio no podrá ser tan grande como en el caso británico, con una opinión pública menos opuesta que la española porque legitimaría más la intervención en caso de ir avalada por una segunda resolución de la ONU. En España esto no es así por un segundo factor de resistencia: la población española, dado su aislamiento internacional hasta hace poco tiempo, no comprende tanto como la británica la necesidad del multilateralismo.

En relación con el consenso internacional, la postura conjunta lograda por la UE (recordemos: forzada en parte por la resistencia de la opinión pública europea a un ataque inmediato) ha cambiado las reglas del juego. Lo hemos visto con la ruptura del frente común de la oposición al gobierno en el Parlamento español. Con el tiempo, la postura de rechazar un hipotético consenso de la ONU para el ataque quizás no logre una base social tan amplia como la actual. Ciertamente, en España el multilateralismo y la defensa de un ataque ratificado por la ONU son más débiles que en otros países. Pero esto no nos debe llevar a engaño. Hemos subrayado que los sentimientos de los españoles son profundamente europeístas y que, racionalmente, buscan puntos de referencia en el comportamiento de las potencias europeas. No entienden por qué ahora su gobierno está con Estados Unidos y no con la “vieja Europa”, pero, precisamente por lo mismo, no comprenderían que nos quedásemos al margen de Europa, defendiendo una postura en solitario. Ni solos a favor, ni solos en contra.

 

Javier Noya
Analista Principal, Percepción e Imagen Exterior de España

 
Javier Noya

Escrito por Javier Noya

Investigador Principal, Opinión Pública e Imagen Exterior de España, Real Instituto Elcano