La defensa europea no debería ser la víctima del “gran cierre”

La defensa europea no debería ser la víctima del “gran cierre”. Banderas de los Estados miembros de la UE en Estrasburgo. Foto: © European Union 2014 - European Parliament (CC BY-NC-ND 2.0)
Banderas de los Estados miembros de la UE en Estrasburgo. Foto: © European Union 2014 - European Parliament (CC BY-NC-ND 2.0)

Europa se enfrenta en la actualidad a una crisis sanitaria sin precedentes que tendrá consecuencias económicas gigantescas y podría transformarse en una depresión grave. Mientras que la UE está planificando su “estrategia de salida” y una respuesta a largo plazo a la pandemia, el Marco Financiero Plurianual (MFP) para el período 2021-2027 se ha revisado en las últimas semanas para convertirse en la columna vertebral de su plan de recuperación. No cabe duda de que se centrará en sectores críticos como la salud o la energía. Creemos que el sector de la defensa debe incluirse entre estos sectores críticos y que una versión revisada del MFP debe ser la oportunidad de reafirmar un presupuesto verdaderamente ambicioso para el Fondo Europeo de Defensa.

Hoy estamos legítimamente centrados en la crisis relacionada con el COVID-19, pero la realidad es que no sabemos qué crisis están a la vuelta de la esquina. Esta pandemia demostró que lo que parecía impensable puede ocurrir. Con los importantes retos geopolíticos actuales a los que se enfrenta la UE, no es el momento de recortar o desinvertir en la defensa de Europa. De hecho, el COVID-19 no detendrá ni atenuará el actual empeoramiento del entorno internacional de seguridad que amenaza la seguridad y los intereses europeos. Por el contrario, es probable que el mundo sea más inestable y poco seguro. También nos recuerdan que, aparte de la pandemia, todavía arden numerosas crisis en las fronteras de la UE y en la vecindad en general. Recordemos asimismo, que el sector europeo de la defensa es un elemento central del nuevo impulso para que las capacidades militares europeas casen con el objetivo de proteger a los europeos, un pilar de la autonomía estratégica de Europa, de la capacidad para actuar y un activo creíble para sus aliados.

Aunque el COVID-19 y la crisis de 2008-2010 son muy diferentes, pueden tener efectos muy similares en las inversiones y la industria europea en materia de defensa si se aplicaran políticas de consolidación presupuestaria. De hecho, la recesión económica y los recortes en el gasto militar ya dieron lugar a un descenso significativo de las inversiones en defensa tras la crisis anterior. Con una caída del PIB en 2020 que podría ser –a escala de la UE– entre dos y tres veces superior a la de la crisis de 2008, existe el riesgo de que la defensa no aparezca, una vez más, como una prioridad para los líderes europeos durante la recuperación económica y la consolidación presupuestaria. Aún más preocupante, estos recortes después de 2008 y 2010 afectaron a la investigación y el desarrollo (I+D) y a su parte más prospectiva, la investigación y tecnología (I+T), que es crítica para anticipar la innovación en materia de defensa a largo plazo. Sin embargo, la disminución del dinero destinado a la investigación en materia de defensa puede poner en peligro la iniciación de los principales programas de defensa en un momento en que Europa está intentando desarrollar la próxima generación de aviones, vehículos, buques y otras capacidades de combate como los sistemas no tripulados, cruciales para su ventaja militar y tecnológica.

Por último, y aunque la duplicación y la fragmentación han sido problemas persistentes e importantes para la defensa europea, los programas de colaboración también se vieron gravemente afectados después de 2010. Si tal situación se vuelve a repetir en la actualidad, Europa perdería capacidades industriales y tecnológicas críticas y crearía nuevas dependencias respecto a terceros Estados. Esto no sólo obstaculizaría los esfuerzos de Europa por desarrollar su autonomía estratégica, sino que también obstaculizaría de forma significativa la credibilidad de las naciones europeas como socios militares, especialmente en el seno de la OTAN. Ya que las industrias de defensa generan cada vez más productos de doble uso y que la crisis económica está afectando a la economía, se ponen en riesgo capacidades industriales valiosas (tecnología avanzada, empleos muy cualificados, etc.) que pueden acabar desapareciendo. Será necesario un apoyo específico a este sector para mitigar los efectos de la crisis económica y preservar el futuro industrial a largo plazo de Europa.

Debemos aprender las lecciones de las consecuencias de la crisis de la zona del euro y no repetir nuestros errores del pasado. A raíz de la Estrategia Global de la UE de 2016, y junto con la Cooperación Estructurada Permanente (CEP), el Fondo Europeo de Defensa (FED) constituye una iniciativa clave para que nuestra defensa y seguridad sean más colectivas y creíbles, al tiempo que se garantiza un uso más eficiente del gasto público. Sin embargo, incluso antes de la pandemia, el Fondo Europeo de Defensa ya estaba amenazado por las negociaciones para el próximo Marco Financiero Plurianual y se propuso reducir a la mitad su presupuesto previsto. Esta situación obstaculizaría significativamente los esfuerzos realizados durante la última década para hacer de la defensa europea una realidad efectiva y creíble. Sería un despilfarro de tiempo y esfuerzo. Ahora es el momento de redoblar los esfuerzos y de utilizar el Marco Financiero para impulsar una mayor cooperación industrial en materia de defensa de la UE. Por lo tanto, creemos que el nuevo Marco Financiero debería mantener, como mínimo, la propuesta inicial de 13 millones de euros para el Fondo Europeo de Defensa (es decir, el 1% del presupuesto de la Unión) y, si es posible, prever un incremento realista.

A medida que Europa salga gradualmente de la pandemia, no puede haber ninguna “nueva normalidad” segura sin una defensa sólida europea.

Los firmantes son consejeros científicos del Grupo Armament Industry Research (ARES):

Felix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano; Daniel Fiott, editor de Seguridad y Defensa del IESUE; Keith Hartley, profesor emérito de la Universidad de York; Sylvie Matelly, Directora adjunta del IRIS; Jean-Pierre Maulny, director adjunto del IRIS; Alessandro Marrone, jefe del Programa de Defensa en el IAI; Edouard Simon, director de investigación en IRIS; y Margarita Šešelgytė, directora del Instituto de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas de la Universidad de Vilna.