La Cumbre de Asunción y el futuro de las Cumbres iberoamericanas (ARI)

La Cumbre de Asunción y el futuro de las Cumbres iberoamericanas (ARI)

Tema: La XXI Cumbre Iberoamericana se celebró en medio de grandes ausencias y con profundas críticas sobre el funcionamiento del sistema y su porvenir. Este ARI estudia los resultados de la Cumbre, tanto los positivos como los negativos, y la necesidad de una profunda reflexión sobre el funcionamiento del sistema iberoamericano para salvaguardar su patrimonio y su futuro.

Resumen: La XXI Cumbre Iberoamericana celebrada en Asunción, Paraguay, no será recordada –al menos según las crónicas de prensa, las que más llegan a la opinión pública– como una de las más exitosas de su trayectoria. Las numerosas ausencias presidenciales ensombrecieron no sólo la capacidad organizativa de Paraguay, sino también la realidad de las Cumbres e, incluso, su futuro. Sin embargo, hay que diferenciar los problemas inherentes de las Cumbres Iberoamericanas, a las que habría que dar respuestas particulares, de otros comunes a la proliferación de este tipo de reuniones cada vez más abundantes en el mundo globalizado.

Por otro lado, ha habido algunos éxitos importantes que no obtuvieron la difusión necesaria, minimizados por las críticas y los vaticinios más agoreros. Al igual que en las últimas Cumbres, se llegó al encuentro de jefes de Estado y de gobierno tras un intenso trabajo de más de un año de preparación, con una importante movilización de personas y recursos en reuniones y seminarios preparatorios. También hubo una mayor apertura de lo iberoamericano a las opiniones públicas y al mundo académico, en buena medida a través de las redes sociales, permitiendo su mayor difusión y conocimiento. Finalmente, se puso orden, y financiación, en los múltiples proyectos iberoamericanos de cooperación, algunos de gran valor, como el Fondo de recursos hídricos y el Programa Iberlh (a través de los Bancos de Leche Humana). Tampoco se puede olvidar la solicitud de Haití de vincularse como miembro observador al sistema iberoamericano.

Entre los problemas de la Cumbre hay que mencionar el absentismo, la dificultad de arribar a consensos ante la fragmentación latinoamericana y la postura beligerante de los países del ALBA, la debilidad española consecuencia de la crisis económica que la acecha y de una pérdida relativa de interés por la región y un cierto agotamiento del formato de las Cumbres Iberoamericanas. Ante esta situación, y pensando especialmente en la próxima Cumbre, que se celebrará a fines de 2012 en Cádiz (todavía no está fijada la fecha ni cerrado el tema central), es necesario que el gobierno y la diplomacia españoles, pero también los gobiernos latinoamericanos, realicen una profunda reflexión ante una encrucijada crucial que puede determinar el futuro de la Comunidad Iberoamericana.

Análisis: La XXI Cumbre Iberoamericana se celebró en Asunción del Paraguay el 28 y 29 de octubre de 2011, y su tema central fue “La transformación del Estado y el desarrollo”. La elección del tema de la reforma del Estado correspondió, como es costumbre en la organización de estos encuentros, al país anfitrión, y en torno a él giró buena parte del proceso de preparación de la Cumbre, su realización posterior y la redacción de la declaración final.

El absentismo: las ausencias no son una cifra sino un síntoma
El dato más importante que la prensa se encargó de difundir acerca de la Cumbre, su organización y resultados fue las numerosas ausencias producidas. Once de los 21 jefes de Estado o de gobierno que debían presidir sus delegaciones nacionales no acudieron a la cita, una cifra sin parangón en la historia de las Cumbres: Cristina Fernández, Argentina; Dilma Rousseff, Brasil; Juan Manuel Santos, Colombia; Laura Chinchilla, Costa Rica; Raúl Castro, Cuba; Mauricio Funes, El Salvador; Porfirio Lobo, Honduras; Daniel Ortega, Nicaragua; Leonel Fernández, República Dominicana; Hugo Chávez, Venezuela; y José Mujica, Uruguay.

Siempre me negué a valorar el éxito o fracaso de una Cumbre Iberoamericana en función de la participación presidencial, y ahora no será diferente. Sin embargo, el elevado número de ausencias producidas en esta ocasión, más de la mitad de los convocados, ha dejado de ser una cuestión de pura cantidad para convertirse en un problema de calidad. Por eso, las ausencias no pueden analizarse sólo como una mera cuestión aritmética, ya que no puede desconocerse que tantas ausencias son en si mismas el síntoma de una grave crisis que viene de lejos. Es verdad que hubo explicaciones para todos los gustos, algunas de ellas plenamente entendibles, pero tampoco se puede desconocer la magnitud de lo ocurrido.

Hubo justificaciones más plausibles que otras para explicar las incomparecencias. Entre ellas la grave enfermedad de Hugo Chávez –que no le impide al presidente venezolano tener una febril actividad preelectoral–, la cargada agenda de Dilma Rousseff –con múltiples viajes internacionales, pese a que la cita paraguaya estaba agendada con mucha antelación–, las elecciones nicaragüenses, las lluvias que tanto castigaron a América Central y el luto de Cristina Fernández –que inauguraba un colosal mausoleo en homenaje a su marido–. Junto a ellas hay otras ausencias menos explicables, como la de Raúl Castro, que no ha ido a ninguna Cumbre pese a que su hermano Fidel era un participante constante.

El presidente de Paraguay Fernando Lugo restó importancia a las ausencias de sus colegas: “Siempre hubo ausencias, yo no creo que esto sea una cuestión casi planificada como muchas veces la queremos mostrar, o que han dado la espalda a Paraguay o al presidente de Paraguay, yo creo que es todo lo contrario”. Para reforzar su idea de que esto no debían ser leído en clave catastrófica manifestó que la ausencia de un presidente no implica que su país no esté representado: “Los acuerdos que se firman no dependen exclusivamente del presidente, sino del país”, y aquellos cuyos presidentes estén ausentes “van a asumir como país todo lo que se asuma, se firme o se trate dentro de esta cumbre”.

Se ha dicho que 18 delegaciones estuvieron encabezadas por los presidentes o los vicepresidentes, como si se tratara de figuras intercambiables o del mismo nivel. Cierto es que las delegaciones nacionales, encabezadas por los vicepresidentes o los ministros de Exteriores actúan de forma mancomunada con lo ordenado por sus presidentes, pero el mismo nombre de la reunión, “Cumbre”, alude a un encuentro al más alto nivel de los jefes de Estado y de gobierno. En este sentido, la delegación de la representación por parte del presidente en un miembro de su gobierno no puede esconder el hecho de que de ese modo se está traicionando uno de los objetivos centrales de estas reuniones: el contacto personal y directo entre los mandatarios iberoamericanos.

De todas formas, en esta ocasión no se debe desconocer la responsabilidad del país organizador en el fracaso de la convocatoria, pese a los esfuerzos de su gobierno y su diplomacia para organizar la Cumbre. De ahí que sea relevante la pregunta de si las ausencias de los presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay, todos socios de Paraguay en Mercosur, fue sólo una casualidad o hubo algo premeditado. Se ha especulado en torno a la incidencia de algunos problemas internos de una organización, Mercosur, que se prolongan desde hace años. Entre ellos, el conflicto entre los países grandes (Argentina y Brasil) y pequeños (Paraguay y Uruguay) del Mercosur.

A esto se agrega un hecho no menor, como que el Parlamento paraguayo aún no ratificó el ingreso de Venezuela en Mercosur, el único paso que queda para satisfacer el pedido realizado en su día por Hugo Chávez, tras salir abruptamente de la CAN (Comunidad Andina). Como señaló Carmen de Carlos, un grupo de parlamentarios paraguayos del Parlasur manifestó su disgusto ante estas ausencias: “¿No será que Cristina Kirchner y Dilma Rousseff rehúyen reiterativamente su venida al Paraguay a raíz del monto de asuntos pendientes que tienen con su socio regional?”, aludiendo a los bloqueos fluviales, a cuestiones energéticas, y al diferendo con Venezuela.

Otro factor que probablemente ha incidido en esta situación, pese a que es difícil decir en qué magnitud, fue la ausencia del presidente de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, a la Cumbre de Mar del Plata, en 2010. Fue la primera vez que un presidente español faltó a la cita y esto propició un precedente que será difícil de olvidar. No se trata de que en esta oportunidad, con motivo de la Cumbre de Asunción, se hubieran producido represalias por la actitud española, sino que muchos latinoamericanos relativizaran la importancia de la cita con el argumento simplista de que si el principal interesado se permitía el lujo de faltar, porqué no lo podían hacer ellos. Según algunos trascendidos, la presidente argentina, Cristina Fernández, respondiendo al llamamiento del rey don Juan Carlos para animarla a acudir a Asunción, le recordó, en tono de justificación de su actitud, la ausencia de Rodríguez Zapatero a la Cumbre de Mar del Plata, de la que ella era anfitriona.

La reorganización de la diplomacia española con motivo del ajuste presupuestario tampoco ayudó. La eliminación de la secretaría de Estado de Iberoamérica redujo el nivel de interlocución de los gobiernos latinoamericanos a los diplomáticos españoles desplazados a la región, ya que no es lo mismo que los presidentes o los ministros de Exteriores reciban a un secretario de Estado que a un director general, por más español que sea. La situación se agravó tras la salida de María Teresa Fernández de la Vega de la vicepresidencia primera del gobierno. Mientras permaneció en su cargo, la vicepresidente organizaba una gira anual a varios países de América Latina, que ante la menor presencia presidencial en la región, servía para insistir en el interés español en América Latina y para “fidelizar” a los presidentes visitados con la próxima Cumbre. Su sucesor en el cargo, por los motivos que sea, dejó de lado estas funciones.

Los logros
Frente al desasosiego causado por las ausencias, hubo en Asunción una serie de cuestiones, muchas menos visibles a simple vista, pero que permiten un balance más sosegado y menos pesimista. Baste recordar la solicitud de Haití de vincularse a las Cumbres Iberoamericanas como observador, lo que señala el interés de muchos países, bastantes europeos, por el proyecto iberoamericano. Esta noticia permite contraponer el interés de este pobre país caribeño con el desinterés de muchos otros en la marcha del proyecto. De ahí, que uno de los objetivos prioritarios de la Segib y de la diplomacia española sea convencer a los países latinoamericanos de la importancia de un proyecto que si ellos no lo asumen como propio está condenado al fracaso.

Al mismo tiempo, destacan los múltiples encuentros bilaterales, como el mantenido por las máximas autoridades españolas con Ollanta Humala, el presidente peruano que debutaba en estas lides. Eran precisamente estos encuentros, algunos planificados, otros informales, uno de los activos más valiosos de las Cumbres. Sin embargo, hay que tener presente que la multiplicidad de cumbres en la región, y con ellas la posibilidad de reforzar los contactos personales entre los mandatarios, ha mermado, aunque no eliminado totalmente, la validez de este objetivo.

Pese al impacto negativo de las ausencias sobre la proyección de las Cumbres Iberoamericanas, no se pueden desconocer varios hechos positivos, comenzando por que ésta fue la Cumbre número 21 celebrada desde 1991. Todas se celebraron con una periodicidad anual, lo que habla de la continuidad y el éxito del proceso iberoamericano. Como señaló Enrique Iglesias, el máximo responsable de la Segib, nadie en aquel entonces hubiera pensado en todo lo construido en estas dos décadas, comenzando por la secretaria general, que ha adquirido un protagonismo insospechado.

En esta ocasión, al igual que en las Cumbres más recientes, se llegó al encuentro de jefes de estado y de gobierno tras un intenso trabajo de más de un año, con una importante movilización de personas y recursos en reuniones y seminarios preparatorios, con intensos debates políticos y técnicos. Entre las reuniones previas destacan los encuentros ministeriales y de los responsables nacionales encargados de las cumbres. En esta ocasión se trató de racionalizar y agilizar el sistema realizando un menor número de reuniones ministeriales, agrupándolas de la forma más conveniente.

Simultáneamente, hubo una mayor apertura de lo iberoamericano a las opiniones públicas y al mundo académico, en buena medida a través de las redes sociales, permitiendo una mejor y mayor difusión y conocimiento del producto. Uno de los temas centrales del debate académico, que contó con el respaldo del Instituto Universitario de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca, giró en torno a ciudadanía y opinión pública en América Latina.

También hubo una gran participación de organismos internacionales, hasta diez, entre los que se contaban el Banco Mundial, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), la CAF (Corporación Andina de Fomento), la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), la CEPAL (Comisión de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe) y el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo). A través de las intervenciones de sus representantes quedó claro que una de las cuestiones decisivas que debe afrontar América Latina en su futuro inmediato, si quiere consolidar el proceso de crecimiento de los últimos años, es la inversión en infraestructuras.

En relación con la presencia de los organismos internacionales y los encuentros y los foros (I Encuentro Interreligioso Iberoamericano; VII Encuentro Empresarial, VII Encuentro Cívico, el VI Foro de gobiernos locales o el VII Foro parlamentario, entre otros) hay un tema que merecería una profunda reflexión. Es la combinación de la cumbre presidencial con un montaje mucho mayor, que supone la gran apuesta por lo iberoamericano. La duda que surge en este punto es si un esfuerzo semejante y una movilización de recursos de tanta envergadura son buenos o útiles, o si por el contrario habría que presentarlos como eventos y procesos diferentes. Una opción sería seguir el ejemplo de “afroXXI: Encuentro Iberoamericano del Año Internacional de los Afrodescendientes”, realizado en Salvador de Bahía, Brasil, del 16 al 19 de noviembre de 2011. El encuentro tuvo lugar en una ubicación geográfica distinta a la de la Cumbre y sin coincidir con ella. De este modo, la difusión del evento y del proyecto iberoamericano fue mayor, y se implicó a un país distinto, con lo que esto supone. Este esquema podría replicarse en Cádiz, celebrando los distintos foros en los dos o tres meses anteriores a la Cumbre y fuera de España. Una opción es Portugal, pero también otros países latinoamericanos.

Finalmente, se puso orden en los múltiples proyectos iberoamericanos de cooperación, algunos de gran valor, como el Fondo de recursos hídricos y el Programa Iberlh (a través de los Bancos de Leche Humana). También se ha valorizado la cooperación sur-sur, una manera de delegar parte de la responsabilidad en aquellos países latinoamericanos, de más antigua o más reciente tradición, que han decidido incursionar en la cooperación al desarrollo, como Chile, Brasil y México, pero también Cuba o Venezuela. Sin embargo, lo más importante es que se haya decidido continuar sólo con aquellos proyectos de cooperación que tengan asegurada sus fuentes de financiación.

El debate entre los presidentes y jefes de delegación, tanto en el encierro como en la comida que mantuvieron fue de buen nivel. Quizá lo más interesante, desde la perspectiva latinoamericana, fue la transmisión por Rodríguez Zapatero y Pedro Passos Coelho, primer ministro portugués, del estado de la crisis financiera y económica que afecta a Europa y a los países ibéricos. La crisis europea reemplazó, de hecho, a la reforma del estado como tema central de discusión. Este interés, desde la perspectiva latinoamericana se explica por otras dos cuestiones: (1) en esta oportunidad América Latina no es el origen de la crisis y está en mejor situación que muchos países europeos, comenzando por España y Portugal; y (2) por los posibles efectos de una ralentización del crecimiento del mundo desarrollado (EEUU y la UE) sobre China y América Latina.

Los problemas
En este apartado, y con independencia de las ausencias ya tratadas in extenso, habría que comenzar por los organizativos. Hasta los elementos estuvieron en contra de los organizadores. La intensa tormenta caída en Asunción antes de la inauguración de la Cumbre, en el salón de convenciones de la Confederación Sudamericana de Futbol (CSF), provocó un corte de luz de más de 20 minutos. La lluvia caída se filtró en algunos sectores de la sede, y hubo que colocar lonas para permitir la celebración de las conferencias de prensa de los presidentes o sus representantes.

En otros sentidos esta Cumbre no fue muy diferente de las anteriores. Ausentes Fidel Castro (al igual que su hermano Raúl) y Hugo Chávez, la responsabilidad de lo inesperado recayó en otro representante del ALBA, Rafael Correa, que con grandes aspavientos se ausentó de la reunión mientras hablaba la representante del Banco Mundial, Pamela Cox. Previamente Correa había criticado al mexicano Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, con el argumento de no permitir lecciones de los europeos, pese a su condición de latinoamericano: “Me preocupan estas intervenciones de los países más desarrollados para darnos cátedra de buenas costumbres en política económica”. Por eso sugirió que “en reciprocidad, a la próxima reunión de la OCDE vaya un representante latinoamericano a darles cátedra”. Al mismo tiempo, el desplante a Pamela Cox crea un precedente complicado para las Cumbres Iberoamericanas, que hasta ahora se habían caracterizado por el respeto entre los asistentes, más allá del episodio del “por qué no te callas”.

Si bien la declaración final concluye de forma genérica en que hace falta más Estado, ya que el mercado por si solo no es suficiente y que es necesario compatibilizar Estado y mercado con mayor regulación, hay cuestiones, como la del tamaño del Estado, que no entraron en el debate. La fragmentación de América Latina y las diferencias entre sus gobiernos explican la dificultad de llegar a conclusiones comunes, más allá de los tópicos o las generalizaciones, devaluando la declaración final. Una declaración que, por otro lado, es demasiado larga y meticulosa, con 58 conclusiones, lo que hace luego más difícil su seguimiento y cumplimiento. De ahí que haga falta una declaración final más concisa y concreta, más enfocada en torno al tema central de la Cumbre.

Otro rubro que habría que simplificar es el de los comunicados especiales. Esta vez se firmaron 14 comunicados de este tipo: (1) fortalecimiento del Estado e institucionalidad democrática; (2) cambio climático y agricultura en Iberoamérica; (3) coca originaria y ancestral, patrimonio de Bolivia y Perú; (4) necesidad de poner fin al bloqueo económico y financiero impuesto por el gobierno de EEUU a Cuba, incluida la ley Helms-Burton; (5) apoyo a la lucha contra el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones; (6) seguridad ciudadana/seguridad pública; (7) encuentro conmemorativo del año internacional de los afrodescendientes; (8) declaración de 2013 como año internacional de la quinua; (9) iniciativa Yasuní ITT; (10) compromiso para la inclusión social; (11) migración en Iberoamérica; (12) cuestión de las Islas Malvinas; (13) ayuda oficial al desarrollo (AOD) en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá y República Dominicana de cara al IV foro de alto nivel sobre eficacia de la ayuda; y (14) derecho a la paz. Tamaña cantidad de comunicados especiales hace que nadie los lea y pierdan impacto, especialmente si muchos de ellos se repiten cual letanía de año en año, como con las Islas Malvinas. Lo mejor sería incluir los de carácter permanente en el acervo de la Comunidad Iberoamericana y sólo difundir aquellos que sean novedad en ese año.

Mirando al futuro: ¿qué reformas se pueden o se deben hacer?
En su intervención de evaluación de la Cumbre, Enrique Iglesias anunció una importante iniciativa mexicana, un seminario programado con ocasión de los 20 años de las Cumbres y que podría servir para una profunda reflexión acerca de qué hacer para relanzar la Comunidad Iberoamericana y las Cumbres. En lo relativo al funcionamiento de estas últimas habría que comenzar por convertirlas en bienales, una propuesta ya antigua pero que vuelve a cobrar actualidad. En los años alternos se podrían celebrar reuniones de los ministros de Exteriores. Recientemente se habría celebrado una discreta reunión entre representantes diplomáticos mexicanos y brasileños con este objetivo. De ser cierto el trascendido se trataría de una excelente noticia, ya que implica, de alguna manera, una mayor implicación brasileña con lo iberoamericano. La bienalidad de las Cumbres podría entrar en vigor después de la de Panamá, planificada para 2013. El hecho de no haberse elegido todavía ninguna sede posterior facilita las cosas en este sentido. La fecha también adquiere importancia por cuanto el mandato Iglesias, el secretario general iberoamericano, llega a esas fechas y sería conveniente comenzar a pensar en la sucesión.

También habría que abogar por una mayor coordinación entre la relación iberoamericana y la eurolatinoamericana, un terreno en el que ya se ha incursionado, pero que tiene un gran recorrido, especialmente si se busca una mayor coordinación entre las Cumbres Iberoamericanas y las Cumbres ALCUE (América Latina, Caribe, UE), que ya se celebran cada dos años. Una opción sería celebrar un año la Iberoamericana y al siguiente la ALCUE, lo que introduciría algo más de racionalidad en toda la relación birregional. La otra ya existe en América Latina, la celebración de varias cumbres presidenciales simultáneas, o una después de otra pero en jornadas sucesivas. Esto ocurrió, por ejemplo, en diciembre de 2008, en el balneario brasileño de Costa do Sauípe, estado de Bahía, cuando se celebraron cuatro Cumbres presidenciales en dos jornadas. Estas Cumbres afectaban bien a instancias de diálogo político (Grupo de Río), bien a instancias que impulsan procesos de integración regional de distinta amplitud geográfica (Mercosur y Unasur), o bien al primer intento de crear una organización que agrupara a todos los países de América Latina y el Caribe, una experiencia inédita en los casi 200 años de vida independiente del continente, que resultó el embrión del proyecto de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CEALC, CELAC o CALC). La realización simultánea de las Cumbres Iberoamericanas y ALCUE reduciría el número de desplazamientos de los mandatarios implicados.

El nuevo gobierno español deberá repensar el funcionamiento de las Cumbres, el de toda la relación con América Latina y el papel que se le quiere dar en el contexto de la política exterior española. La relación con América Latina debe construirse diariamente, sin improvisaciones, y sin olvidar o postergar a la región. La presencia del gobierno de España, a su máximo nivel, es importante y debe ser constante, ya que si una relación tan privilegiada no se cuida, se deteriora. La Cumbre Iberoamericana de Cádiz, en 2012, puede ser una gran oportunidad, aunque sin olvidar algunos desafíos, como elegir cuidadosamente el tema central de la Cumbre. Pese a que la Constitución gaditana de 1812 hizo posible, entre otras cosas, la gran extensión de los cabildos indígenas en el ambaleante imperio español, no es de descartar que más de uno cuestione la conveniencia de la cita con el argumento de que los indígenas no tuvieron nada que ver con ese experimento de nuevas libertades y ciudadanía.

En esta época de crisis económica y financiera, cuando las empresas, no sólo las grandes e internacionalizadas, sino también las pequeñas y medianas, apuestan por mirar al exterior y conquistar nuevos mercados, América Latina vuelve a emerger como una región llena de oportunidades. El peso, presencia y protagonismo logrado a partir de la inversión española en la zona es un activo que no se debe perder. Si se tiene en cuenta la presencia de nuevos y viejos actores, con proyectos renovados, el esfuerzo por mantener y ampliar la influencia lograda debe ser importante. De ahí la importancia de volver a contar con un secretario de estado para América Latina, prueba evidente del interés de España en la región. Es importante reforzar el contenido bilateral de la relación con América Latina, especialmente con aquellos países que más interesen a España, sin descuidar, evidentemente, a los demás. EEUU, el otro país junto con España que tradicionalmente tuvo una política global latinoamericana, en los últimos años ha bilateralizado su relación en función con la naturaleza y especificidad de sus interlocutores.

Ahora bien, siendo España uno de los principales actores del sistema de Cumbres no es el único responsable de su funcionamiento. Para que el proyecto funcione es necesario que todos los países implicados lo hagan suyo, lo que implica que en algún momento habrá que desactivar el tutelaje español. Caso contrario, como ya se ha dicho, la Comunidad Iberoamericana estaría llamada al fracaso y de poco servirá el esfuerzo político y económico que pueda realizarse desde Madrid. Si bien la sede de la Segib se puede mantener en Madrid, habría que apostar por una mayor descentralización de sus actividades, reforzando su presencia en América Latina y dando un mayor protagonismo a los latinoamericanos.

Conclusiones: Las Cumbres Iberoamericanas llevan dos décadas de existencia y las relaciones de España y Portugal con sus antiguas colonias mucho tiempo más como para que en esta ocasión nos dejemos llevar por las prisas y la fuerza de la coyuntura. Cierto es que la situación económica de América Latina es mucho mejor que la de Europa, comenzando por España y Portugal que no pasan por su mejor momento. O que antes de 2020, y de continuar con su ritmo de crecimiento actual, Brasil se habrá convertido en la sexta economía del mundo, tras superar a Francia, el Reino Unido y Alemania y que ese mismo año varios países de la región habrán superado el mítico listón de los 20.000 dólares de renta per cápita. O que América Latina mira atentamente a China, y a otros mercados asiáticos, lo que refuerza la presencia de nuevos actores extrarregionales en el continente.

Pero no conviene sacar las cosas de contexto e inventarse una realidad que dista mucho de ser tal. Es verdad, como recordó con acierto Enrique Iglesias, que las empresas multilatinas vez invierten más en Europa, y otras partes del mundo, y que sus capitales serían muy bien recibidos en la Península Ibérica, al ser fuente potencial de riqueza y de creación de nuevos puestos de  trabajo. Pero en tanto relación estratégica y no coyuntural ésta es una relación de ida y vuelta, que debería permitir a sus miembros protegerse mejor de avatares coyunturales. Pese a todo lo comentado, y al peso de las ausencias en tanto síntoma de problemas más serios, no es conveniente caer en el alarmismo, creer que todo ha terminado y que sólo con cambios profundos y radicales se podrá salvar lo construido y evitar que la próxima cita, en Cádiz, sea un nuevo fracaso. Las prisas no son buenas consejeras y las medidas que se adopten deben ser producto del mayor consenso posible entre todos los implicados.

Si bien se puede señalar que hubo más de lo mismo, incluyendo una larga y minuciosa declaración, también podría pensarse que esta Cumbre debería marcar el principio de una profunda reflexión sobre el  significado de la relación iberoamericana, una relación que debe darse en múltiples direcciones, actuando todos los participantes en pié de igualdad y de forma responsable. En este sentido Cádiz será una cita clave para determinar el rumbo futuro del sistema iberoamericano, ya que bien puede marcar el inicio de la recuperación o ser el principio de un prolongado declive.

Para evitarlo hay que repensar todo el mecanismo de las Cumbres, auspiciando su bienalidad, pero sabiendo que eso soluciona muy poco. Hay que ir más allá y repensarlo todo de arriba abajo, comenzando por el papel de España. Hay que descentralizar todo el entramado iberoamericano, dando mayor protagonismo y responsabilidades, incluyendo los aportes económicos, a los latinoamericanos. Son muchas las cosas que se pueden y se deben hacer, pero para ello es necesario abrir un período de reflexión y potenciar, por encima de todo, la relación entre los países ibéricos y América Latina.

Carlos Malamud
Investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano