Tema: El antagonismo que ha enfrentado a Francia con EEUU durante la guerra contra Irak ha influido en las relaciones entre los Estados europeos y en las relaciones transatlánticas. La cuestión que se plantea hoy es saber si Francia cuenta con el suficiente número de seguidores que le permita desarrollar una política basada en un rechazo a la unipolaridad y en la adopción de una autonomía estratégica completa.
Resumen: El antagonismo que ha enfrentado a Francia con Estados Unidos durante la crisis iraquí supone un importante hecho en la medida en que ha influido en las relaciones entre los Estados europeos y, desde una perspectiva global, en las relaciones transatlánticas. La guerra de Irak ha puesto de manifiesto la profunda divergencia que existe con relación al futuro del orden mundial y la dirección de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC)
Análisis: El antagonismo que ha enfrentado a Francia con Estados Unidos durante la crisis iraquí supone un importante hecho en la medida en que ha influido en las relaciones entre los Estados europeos y, desde una perspectiva global, en las relaciones transatlánticas. La guerra de Irak ha puesto de manifiesto la profunda divergencia que existe con relación al futuro del orden mundial y la dirección de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). Existe una corriente de pensamiento francesa que se puede calificar como filosofía neo-gaullista. Tras el rechazo durante la Guerra Fría de la bipolaridad, París se alza hoy en contra de la unipolaridad e intenta asegurar a Europa una personalidad política revestida de una autonomía estratégica completa. La cuestión que se plantea hoy es saber si Francia cuenta, en Europa y en el resto del mundo, con el suficiente número de seguidores que le permita desarrollar esta política y si sus opiniones pueden destacar sin que se topen con una total oposición por parte de Estados Unidos.
Los antecedentes
Para poder comprender el planteamiento francés, hay que recordar la reacción que tuvo el presidente François Mitterrand tras la desintegración de la Unión Soviética. Como temía que se produjese un desequilibrio entre las potencias, intentó apresurar el proceso de formación de la Unión Europea e introdujo en el Tratado de Maastricht la posibilidad del desarrollo de una PESC. Intentó también devolver un papel más activo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el ámbito del desarme y del mantenimiento de la paz. Posteriormente, los conflictos en los Balcanes pusieron de relieve que los europeos necesitan desarrollar un instrumento de defensa común que sea capaz de enfrentarse a las crisis que se produzcan o de ayudar a prevenirlas. A pesar de las mejoras experimentadas y de la importancia del acercamiento estratégico franco-británico en Saint Malo (diciembre de 1998), la guerra de Kosovo puso de relieve la insuficiente capacidad de la UE, que tuvo que reclamar la ayuda de la OTAN, organización que depende en gran medida de los medios estadounidenses para la realización de operaciones aéreas y en la obtención de información operativa de calidad. En junio de 1999, en Colonia, los europeos decidieron alcanzar una nueva meta al poner en marcha los medios para la creación de un Cuerpo Europeo que debía estar operativo en 2003. Esta decisión responde al deseo de «europeizar» los Balcanes, como declaró Védrine, ministro de Asuntos Exteriores en 1999. En última instancia, el objetivo consiste en convertir a Europa en una zona de seguridad para las personas y los bienes, dentro del respeto de los derechos humanos y de los principios democráticos. Dentro del espacio de seguridad europeo, la guerra ya no debería representar un instrumento al servicio de la política en la medida en que la definición de enemigo pierde su significado entre socios unidos por una comunidad de intereses.
Los objetivos de Francia
1.- Negación de la hegemonía de una potencia imperial, de un orden mundial que emane de la Casa Blanca o del Congreso de Estados Unidos y promovido por motivos internos e intereses eminentemente nacionales sobre los que ningún aliado, incluso el más cercano, tiene medio de acción alguno. En resumen, la autonomía impide que la política interior de un Estado, política que influye de forma inevitable en las decisiones exteriores, tenga poder de decidir el destino de los pueblos aliados. Se trata de seguir siendo dueño de su propio destino. Los intereses de París, de Berlín o de Madrid no pueden definirse mediante un proceso de toma de decisión que se ubique entre Dallas y Miami.
2.- La idea de constituir un «contrapeso» no constituye, pues, novedad alguna en la política exterior de Francia. La legitimidad internacional de la ONU se ha convertido en uno de los argumentos clave de su diplomacia. No se trata de oponerse a Estados Unidos, sino de dejar de ser dependientes y de no tener que seguir a Washington obligatoriamente cuando exista una diferencia en cuanto a la forma de resolver un conflicto. Como apuntaba el almirante Lanxade, antiguo Jefe del Estado Mayor del Ejército francés, Europa, y Francia en particular, da prioridad a la «resolución de la crisis» mientras Estados Unidos tiene mayor tendencia a recurrir a la guerra.
3.- Francia aceptó unir su destino al de sus socios, mucho antes y de forma más profunda que el Reino Unido, incluso si esta unión implicaba cesiones de soberanía que hoy afectan directamente a los «elementos de soberanía fundamentales»: la diplomacia y las fuerzas armadas.
4.- Convertir a la Unión Europea en una potencia con doble capacidad: la garantía de la seguridad europea y la capacidad de defensa del territorio de la Unión contra ataques externos. Garantizar la autonomía estratégica de Europa. Éste es el motivo por el que parece necesaria, como lo ha subrayado el grupo de trabajo «Defensa» de la Convención Europea, una nueva formulación de las misiones de Petersberg de 1992 para poder definir mejor la naturaleza de los objetivos y de las misiones comunes. En la reunión que se mantuvo en Bruselas el 29 de abril de 2003 (Alemania, Francia, Bélgica y Luxemburgo) se manifestó el deseo de adoptar un concepto de Unión Europea de Seguridad y Defensa (UESD). En muchos aspectos, la postura franco-alemana sugiere la formación de un Tratado de Washington «a la manera europea» que incluya, en particular, una cláusula de asistencia parecida al artículo 5 de dicho tratado.
5.- Estas ideas, como se ha podido comprobar a lo largo de la primavera 2003, resultan muy atractivas para los pueblos de Europa, sedientos de paz. Pero las opiniones dependen, en primer lugar, de la política interior, principalmente cuando el peligro no está a las puertas del país. Las masas se han mostrado hostiles a las políticas de algunos Estados europeos (España, Italia, Reino Unido) pero esta oposición no parece tener porvenir ni representatividad real (como demuestran los sondeos de opinión británicos). En Italia, los manifestantes atacaban más la política interior de Berlusconi que sus posiciones con respecto a Irak. En Francia, el presidente Chirac ha recibido de facto el apoyo de los manifestantes de izquierda, pero este apoyo no le ha granjeado ningún beneficio en el ámbito de la política interior. Por otra parte, el contribuyente europeo está poco interesado por el gasto militar, acerca del que está mal informado.
6.- Para París, la PESD resulta indispensable, como si de una necesidad histórica se tratase. A partir del momento en que la Unión Europea se convierte en una potencia económica, comercial y financiera, debe dotarse a su vez de una capacidad diplomática y militar para asegurar y garantizar la amplitud de su personalidad. Sin embargo, este concepto no lo comparten necesariamente todos los gobiernos de la Unión Europea. Mientras que los británicos se remiten a la «special relationship» que mantienen con Estados Unidos, la mayoría de los países europeos parecen darse por satisfechos con una Unión económica que esté militarmente asegurada por la OTAN y con un gasto mínimo. Francia estima que a esta visión, demasiado limitada, le falta lógica. Hay que hacer especial hincapié en resaltar que Estados Unidos lleva más de diez años repitiendo que no está dispuesto a financiar la seguridad de Europa. ¿Abonarán los europeos el precio de su seguridad al comprar material americano? Esta opción es la que Francia desea evitar. A su debido momento se planteará también la cuestión de la defensa de los intereses vitales europeos mediante la disuasión que ofrece la fuerza nuclear. Sin embargo, después de las infructuosas tentativas de 1991 y de 1995-96, Francia ha optado por una postura de espera, a la expectativa de que sus socios se muestren interesados por una cuestión que no está aún madura.
7.- Francia no deja de repetir, sin lograr realmente convencer, que la PESD es un complemento de la OTAN y que refuerza la Alianza Atlántica, «sin redundancias ni duplicidades». Los principales miembros de la Alianza muestran una mayor reserva ante esta fórmula ritual y diplomáticamente obligatoria. En algunos ámbitos como el transporte militar estratégico, la información espacial o los medios de mando y de seguimiento operativo, la redundancia resulta inevitable e incluso aconsejable.
8.- ¿Para qué y a quién beneficia esta Alianza que se justificaba por la amenaza soviética y el Pacto de Varsovia? En un entorno totalmente diferente, la Alianza Atlántica vive actualmente una doble evolución. Una está en relación con la seguridad interior de Europa y pertenece a los europeos; la otra, de componente claramente mundial, sirve los objetivos de superioridad de Estados Unidos. La Alianza se plantea nuevas misiones como «la guerra contra el terrorismo», dentro de las que se pueden implicar aquellos miembros que desean seguir estas misiones sin saber muy bien dónde les llevará: Afganistán, Irak y el día de mañana ¿en qué otro lugar? Pero el gobierno francés se niega a firmar un cheque en blanco. Si bien la lucha contra el terrorismo mundial del tipo del que desarrolla el grupo terrorista Al Qaeda resulta fundamental tanto para Estados Unidos como para Francia, no ha quedado demostrado, hoy por hoy, que fuera necesaria una invasión de Irak, país en el que nadie ha encontrado armas de destrucción masiva. En cuanto a la relación existente entre Sadam Husein y el grupo terrorista Al Qaeda, la propia CIA se encuentra en un gran aprieto.
9.- De esta manera, la OTAN evoluciona, a tenor de la voluntad estadounidense de encontrarle nuevas misiones que se adapten a la «guerra contra el terrorismo». Han desaparecido las zonas («áreas»). Las tropas estadounidenses salen de territorio europeo y se desplazan hacia el Este de la masa continental euroasiática. En todo el planeta, numerosos son los gobiernos que, como en Pekín, Teherán, Nueva Delhi, Tokio y Moscú, ya no entienden cuál es la razón que justifica la existencia y las misiones de la OTAN. Estos Estados también tienen dudas sobre el futuro de su seguridad. En cuanto a la Unión Europea, debería estar en posición de facilitarles una respuesta, independientemente de Estados Unidos.
10.- Los dos factores principales de la construcción de la seguridad y defensa europea son el dinero y la tecnología. Francia dispone de una capacidad tecnológica mayor a la de muchos Estados europeos. Ésta es una ventaja que se malinterpreta a menudo porque se presenta de forma incorrecta. La Administración francesa no funciona aún en armonía con sus propias industrias, que se emanciparon de la tutela del Estado y que han creado lazos con países europeos, a veces incluso lazos transatlánticos. La Europa armamentística que Francia desea y para la que no deja de formular propuestas, carece aún de coherencia. Un gobierno nacional no puede ser constituido por un consejo de accionistas multinacionales, ni viceversa. Sin lugar a dudas, será necesario un período de ajustes que llevará cierto tiempo. Si bien se exagera a menudo la cuestión de la brecha tecnológica, los Estados europeos no deben descuidarla. La interoperabilidad entre europeos, y en el seno de la Alianza Atlántica con Estados Unidos, exige un mayor esfuerzo, en especial, en el ámbito de las tecnologías de la información.
Los obstáculos… y los riesgos: ¿la fractura de Europa?
La política francesa implica tomar unos riesgos importantes. Al oponerse a Estados Unidos, Francia puede provocar una fractura dentro de la Europa que pretende construir. La carta de los 8 Jefes de Estado y de gobierno defendiendo la postura americana en el asunto iraquí, así como la violenta reacción francesa con respecto a la posición de los nuevos países que se incorporan a la Unión o los países candidatos a una futura adhesión, han transmitido la sensación de una fractura profunda y duradera. ¿Se debe por ello hablar de «vieja Europa», como lo hiciera, con su inigualable ausencia de matices, Rumsfeld? Es precisamente en nombre del pasado que Polonia tiene la visceral necesidad de la garantía militar de Estados Unidos debido a su proximidad siempre angustiosa con Rusia. Es deber de la Unión Europea garantizar con seriedad y de forma duradera el territorio y los intereses de Polonia o de Checoslovaquia, garantía que no está aún en posición de ofrecer a estos países. Francia desea que esta garantía constituya uno de los principales objetivos.
En resumidas cuentas, el peso de la historia une a los países más que dividirlos, al igual que la comunidad del espacio geográfico acerca a los europeos. La cercanía de África del norte agrupa a numerosos Estados europeos alrededor de un mismo deseo de prosperidad compartida y de gestión eficaz de los riesgos de inestabilidad política y social. Porque, de una forma u otra, la geografía es relevante. Y, a pesar de la globalización, el estado de Utah sigue a 12.000 km de distancia de los Balcanes.
El objetivo de Francia es aprovechar todas las oportunidades de progreso de la construcción europea. Es consciente de que no se podrá construir nada serio ni sólido sin Alemania ni el Reino Unido. Como viejo país mediterráneo, también es consciente de la importancia de España y de Italia con respecto al Maghreb y a Oriente Medio. Por este motivo, Francia siempre defiende el principio de la «cooperación reforzada» en el ámbito de la defensa para que permita a todos los Estados que lo deseen reforzar su unión en aquellos ámbitos que consideren oportunos. Es preciso progresar con esta idea y ponerla en práctica.
Si resulta relativamente fácil que los europeos se pongan de acuerdo en la forma de gestionar los asuntos internos y los problemas relacionados con el terrorismo, en cuanto nos alejamos del espacio europeo, las divergencias se hacen profundas. Si existen muchas probabilidades para que veamos nacer en algún momento un concepto de Seguridad europea, a corto plazo es difícil que se pueda dar un concepto de Defensa europea o una acción militar común de la Unión a escala mundial
François Géré