La ampliación de la Unión Europea

La ampliación de la Unión Europea

Tema: La reciente ampliación de la UE con diez nuevos socios sitúa al continente en una posición de expectación que marcará las reflexiones comunitarias de los próximos años.

Resumen: La Europa desde el Atlántico a los Urales tiene 47 países. Tras la firma del Tratado de Roma, seis estados dieron el paso inicial para construir una comunidad que creara un entorno de paz y prosperidad capaz de hacer frente a los retos globales que se intuían. Desde aquel momento hasta hoy, la Unión no ha hecho más que crecer y profundizar su estructura, convirtiéndose en una de las entidades más poderosas del mundo.

Entre 2004 y 2007, doce nuevos países pasan a integrarse en la UE en la operación más significativa operada hasta ahora por ella. Se trata de una ampliación de gran calado histórico –que corrige un infausto capítulo del siglo XX– que presentará no pocas dudas en el terreno económico al acoger a Estados con una situación aun aquejada de las deficiencias del bloque político-económico en que se vieron insertos durante más de cuatro décadas.

Análisis: El día 1 de mayo de 2004 se produjo la integración de diez países en la Unión Europea. El 1 de enero de 2007 se sumarán a ellos, muy probablemente, Bulgaria y Rumania. En estos últimos meses, tanto en los nuevos socios como en los quince países que los reciben, se experimenta un confuso sentimiento de satisfacción y de temor ante el reto que se avecina. Hay que tener en cuenta que nunca se había producido una ampliación tan numerosa como la actual ni tan significativa desde el punto de vista del contraste existente entre los nuevos y los antiguos socios. Los recién llegados –unos en mayor medida que otros– se preguntan si serán capaces de aplicar con éxito las reglas del más poderoso club económico.

Los quince miembros –algunos de los cuales no atraviesan su mejor momento– tienen sus dudas sobre la marea migratoria que se puede originar, sobre los retos comerciales que presentarán los competitivos productos procedentes de los nuevos socios o sobre la deslocalización de las inversiones. En previsión del gasto que originaría una Europa ampliada y estadísticamente empobrecida, luchan algunos por mantener el presupuesto comunitario en los alrededores del 1% del PIB conjunto. En las próximas páginas se estudiará el significado de la quinta ampliación y hasta qué punto son fundados los temores y las esperanzas reflejados.

Desde la firma del tratado de Roma en 1957 entre los seis socios fundadores de la CEE, esta ha conocido cinco ampliaciones. La primera de ellas acogió a dos países Atlánticos, desarrollados y miembros de la OTAN (el Reino Unido y Dinamarca) y un país neutral (Irlanda) que por entonces estaba económicamente rezagado aunque hoy se encuentre entre los más prósperos del continente. Sumaban una superficie de 356.000 km2 y una población de 69 millones de habitantes.

En 1981 y 1985 se produjeron dos nuevas ampliaciones que integraron a tres países mediterráneos, también miembros de la OTAN e igualmente menos desarrollados que la media de la Unión. El territorio conjunto era de 717.500 km2 y su población de 62 millones de habitantes.

La cuarta ampliación (1993) afectó a tres países desarrollados y neutrales pertenecientes a la Europa Central (Austria) y nórdica (Suecia y Finlandia). Sus 22 millones de habitantes ocupan un territorio de 833.000 km2.

Entre 2004 y 2007 se está produciendo la quinta ampliación, que representará 1,08 millones de kms2 y 106 millones de habitantes. ¿Qué países son los que se integran?, ¿Qué representarán en el conjunto de la UE?, ¿Cuáles son las ventajas y los eventuales inconvenientes de la quinta ampliación?

Los nuevos socios de la Unión representan la Ampliación más numerosa operada hasta ahora ya que en el pasado se integraba cada vez a un país (Grecia), dos países (España y Portugal) ó tres países (en las dos ocasiones restantes). Ahora se va a admitir a doce países, con una superficie que representa el 34% del territorio de la UE y una población que incrementa en un 28% la comunitaria.

Los nuevos socios incluyen a tres países que estuvieron integrados en la ex-Unión Soviética (los Bálticos), seis países que fueron parte del Pacto de Varsovia y del Comecon (los de Europa Central y Meridional), uno que participó de la Federación Yugoslava (Eslovenia) y dos países insulares mediterráneos (Chipre y Malta).

A pesar de tratarse de la mayor ampliación numérica operada hasta ahora, la significación económica de los doce países es, debido al retraso en su desarrollo por el largo paréntesis comunista que sufrieron muchos de ellos, modesta. Los doce países tienen un PIB que representa solo el 5% del conjunto comunitario, es decir, aproximadamente el mismo PIB que España.

Los aparentes inconvenientes de la actual ampliación han venido concretándose –para Europa en general y para España en particular– en los siguientes puntos:

• Grandes movimientos migratorios en busca de mercados laborales más favorables. La Alemania y Austria fueron los países que más se preocuparon por este capítulo del acervo debido quizá a su proximidad geográfica respecto a los nuevos socios y a la presencia de bolsas obreras ya abundantes en la actualidad en aquellos dos Estados. España no enfrentó el capítulo de Libre Movimiento de Trabajadores con especial inquietud y ello por dos razones: (1) el recuerdo de la imposición a nuestro país de un periodo transitorio de siete años en el momento de nuestra integración, periodo que pronto resultó anulado por el retorno rápido de nuestros emigrantes tan pronto encontraron condiciones laborales adecuadas en España; y (2) nuestra bajísima tasa de natalidad, que nos hace perder 250.000 habitantes por año y que solo la adecuada inmigración puede compensar. Hoy España ha firmado acuerdos sobre flujos migratorios con los dos candidatos o socios más poblados del grupo (Polonia y Rumania) y deberá controlar, como el resto de Europa, los movimientos demográficos que se producirán, particularmente desde fuera de la Unión, y que la convertirán en un entorno multicultural.

• Mantenimiento de la Política regional –con el consiguiente pago de contribuciones para el Fondo de Cohesión o los fondos estructurales, por los países más ricos– durante un dilatado período de tiempo. En el caso de España se había manejado mucho el temor de que la llegada de los nuevos socios produjera una convergencia estadística que nos convertiría automáticamente en países ricos, dejando de percibir los mencionados fondos. Lo cierto es que, en cualquier caso, España habrá alcanzado el límite del 90% del PIB comunitario en 2007 y –con ampliación o sin ella– habría dejado de percibir el fondo de cohesión, lo que suponía un éxito para nuestra economía.

El temor comunitario de ver dilatarse durante largos años las contribuciones para los nuevos socios sí es real. Hoy los doce países de la quinta ampliación crecen a una media del 3,8% anual. Si la UE siguiera creciendo al 2%, la convergencia de los doce se produciría en 56 años, cifra que podría pasar a ser de 90 o 100 años si los crecimientos respectivos fueran menos convergentes. Un ejemplo límite: si un país candidato creciera al 2% y la media comunitaria lo hiciera al mismo ritmo, la convergencia nunca se produciría.

• La deslocalización económica y el desvío de inversiones desde los antiguos receptores de capitales a otros socios con mano de obra más barata. Este fenómeno se está produciendo y probablemente seguirá operándose. Las inversiones tenderán a desviarse hacia mercados laborales más rentables por la misma razón por la que en su día se orientaron hacia España. Lo que los españoles no acabamos de asimilar es que en los últimos 20 años España ha pasado de ser país receptor de inversiones a ser el sexto país más inversor del mundo. España debe ver a los nuevos socios no como nuestros competidores sino como destino de nuestras inversiones, equilibrando la excesiva concentración de nuestros capitales hoy existente en Iberoamérica. Al mismo tiempo, nuestro país deberá crear las mejores condiciones posibles para seguir atrayendo capitales externos.

• Los nuevos socios, con sus productos más baratos, están compitiendo en el mundo y en los mercados comunitarios con los productos españoles y de los restantes países de la UE. Esto es el resultado de la creación de mercados libres más amplios. Lo cierto es que España, con un bajísimo porcentaje del comercio de la Unión hacia los nuevos socios (2,5%), tiene unos superávit comerciales de más de mil millones de euros por año. Si conseguimos aumentar al 5% nuestro comercio, aunque ello conlleve un cierto equilibrio comercial, nuestras exportaciones pueden encontrar grandes beneficios en los nuevos mercados.

Junto a los retos apuntados que abre la Ampliación, ésta presenta unas ventajas indudables. El ingreso de diez nuevos socios –a los que habrá que sumar Bulgaria y Rumania– dará lugar a una nueva Unión mucho más extensa, con gran profundidad territorial y en la que los nuevos socios presentan notable complementariedad con muchos de los antiguos, en particular con España.

Se trata de complementariedad económica que queda ejemplificada en la agricultura continental de Europa Central, frente a la mediterránea de nuestro país. O de producción industrial de productos fácilmente intercambiables.

Para otros países de la UE –como Alemania Italia y Francia– la ampliación supone el reforzamiento de sus mercados, ya hoy muy potentes. Alemania concentra casi el 50% de todo el comercio comunitario hacia los nuevos socios y de ahí el escaso sentido de su propósito de contraer el gasto de la Unión y de congelar la Política Regional.

En lo cultural, los mundos eslavo, magiar y mediterráneo tendrán mucho que aportar al acervo comunitario y a la vez abrirán un vasto campo para la expansión de nuestras lenguas –el español en lugar muy destacado– y de nuestras manifestaciones folklóricas y culturales.

Respecto a la complementariedad diplomática, política e histórica, es evidente que los quince –y entre ellos España– tenemos mucho que enseñar y aprender de los nuevos socios. La proyección iberoamericana y mediterránea de nuestro país, el pasado histórico nunca conflictivo con Europa Central y el elemento diferencial que mutuamente nos ofrecemos serán de gran importancia para la nueva UE.

Pero muy por encima de esta complementariedad diversa hay una razón que por sí sola justificaría el ingreso de los nuevos socios. Se trata de corregir una página de la reciente historia de Europa que había sido incorrectamente escrita, dejando a estos países insertos en un club en el que no deseaban participar. Estos países –tan europeos como nosotros– se adscriben ahora a la organización que les proporcionará paz, progreso y democracia.

Una vez se haya completado esta importante ampliación, la UE estará muy reforzada aunque el proceso integrador aun no se habrá completado. Quedan aun cuatro grupos de países europeos fuera de la Unión. Se trata de tres países occidentales que siguen optando por mantenerse en los márgenes de la UE (Noruega, Suiza e Islandia), cuatro pequeños estados (Andorra, Mónaco, San Marino y Liechtenstein), cinco países de los Balcanes Occidentales y siete de Europa Oriental o Trascaucásica, entre los que se encuentra la gigantesca Rusia. A ellos hay que sumar Turquía, que podría comenzar las negociaciones de adhesión en 2005. Quizá antes pueda hacerlo Croacia, el más avanzado de los estados balcánicos.

Conclusiones: Desde su nacimiento en 1957 la CEE, y luego la UE, no han hecho más que reforzarse y expandirse. La Unión es hoy la historia de un éxito.

La quinta ampliación acoge a un grupo de países muy significativos que supondrán un firme avance en el proceso integrador, ensanchando grandemente el espacio y la población europeos. Todo hace pensar que el éxito seguirá presidiendo a la institución comunitaria aunque, por primera vez, éste no se encuentra totalmente garantizado habida cuenta de los niveles económicos en que se encuentran los nuevos socios.

A ello se une el complejo momento en el que se encuentra nuestra institución y la propia realidad mundial, factores ambos que han retrasado la adopción de la Constitución europea y la consecución de un perfil y peso específico de la Unión. Los próximos años dirán cómo funciona una Europa con cerca de 30 socios, con más de veinte idiomas, con una moneda casi común, con un robusto primer pilar y con los pilares segundo y tercero que no podrán quedar rezagados sin riesgo de que la estructura conjunta de la Unión se vea afectada.

Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga
Diplomático, actualmente Embajador en Misión Especial para la Ampliación de la Unión Europea