Mensajes clave
- La inmigración latinoamericana en España supone casi la mitad del total (48%) y el 66% de la que procede de fuera de Europa.
- Su peso sobre el conjunto de la inmigración ha crecido continuamente desde comienzos de siglo. Su llegada se ve favorecida por la exención de visado y por las facilidades para la obtención de la nacionalidad: el 45% de estos inmigrantes ha obtenido ya la nacionalidad española.
- Su nivel educativo medio es bajo, en comparación con el de la población autóctona, pero mayor que el de la inmigración asiática y, sobre todo, que la africana.
- Existe una gran heterogeneidad en la población inmigrante latinoamericana, en términos educativos y de ocupación, según orígenes nacionales y en los mayores grupos.
- Los inmigrantes de mayor formación tienen menores tasas de ocupación, por el retraso en el reconocimiento de sus títulos y porque el mercado de trabajo español en el sector privado crea, sobre todo, nuevos puestos de baja cualificación. Pese a su acceso a la nacionalidad, muy pocos inmigrantes latinoamericanos, apenas el 4%, se emplea en el sector público.
- Se produce un alto abandono escolar de los adolescentes inmigrantes latinoamericanos: un 34% de ellos no sigue estudiando después de los 16 años (frente al 14% de los autóctonos), lo que augura dificultades en su futura integración laboral y social.
Análisis
Este ARI es el segundo de la serie que el Real Instituto Elcano está realizando sobre la integración laboral de los inmigrantes en España. En el primero, titulado “Inmigración y mercado de trabajo en España”, se analizaba el conjunto de la población inmigrante y de sus características relevantes desde la perspectiva de su relación con el mercado de trabajo. Se adopta esta perspectiva, la del mercado de trabajo, porque la experiencia acumulada en las sociedades que acogen inmigración muestra que su integración laboral es precondición indispensable para su plena aceptación por la sociedad mayoritaria, mientras que, por otro lado, el análisis de esta integración es básico para entender su efecto en la economía y la sociedad del país receptor.
En este caso, el análisis se dedica específicamente a los inmigrantes de origen latinoamericano, que tienen un peso creciente en los flujos migratorios recibidos y constituyen casi la mitad (el 48%) del total de migrantes que habitan en nuestro país. España acoge a más inmigrantes latinoamericanos (4,2 millones) que todos los demás países de la Unión Europea (UE) juntos (unos tres millones).
Este peso de la inmigración latinoamericana en el conjunto de la inmigración recibida convierte a España en un caso único en el panorama europeo, en el que domina la migración proveniente de Asia, África o Europa del este. Sin duda, la semejanza cultural (lingüística, religiosa y, no siempre, étnica) entre la población mayoritaria española y la llegada desde América Latina ha sido un facilitador de su integración social y es probablemente uno de los motivos que explican que, durante muchos años, ya en este siglo, España haya vivido al margen de las tensiones políticas en torno a la inmigración experimentadas en otras democracias europeas.
Este análisis muestra, en primer lugar, las características básicas de la inmigración latinoamericana en España, tanto en su conjunto como para los países de origen más importantes y, posteriormente, presenta los datos relativos a su integración en el mercado de trabajo. Como en el conjunto de documentos de esta serie, las principales fuentes utilizadas son el Padrón Continuo de Población, la Estadística Continua de Población y la Encuesta de Población Activa (microdatos de la EPA del 4º Trimestre de 2024), todos ellos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
1. El contexto: tamaño, evolución, composición y características de la inmigración latinoamericana en España
Conviene comenzar este análisis con un recordatorio sobre la definición de migrante internacional que usa la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su División de Población. Migrante internacional es la persona que vive en un país diferente a ése en el que nació. Por tanto, según esta definición, los inmigrantes lo son al margen de cuál sea su estatus legal en el país de residencia, ya sean regulares, irregulares o nacionalizados, ricos o pobres, inmigrantes laborales o refugiados políticos.
Definidos como “nacidos en el extranjero”, y según los datos consolidados más actuales ofrecidos por la Estadística Continua de Población (INE), el número total de inmigrantes latinoamericanos en España a 1 de enero de 2024 es de 4.252.074 personas, lo que supone el 9% del total de la población que habita en nuestro país, el 48% de la población inmigrante y el 66% de la inmigración no europea. El peso de la inmigración latinoamericana en el total de la población inmigrante no ha parado de crecer en lo que va de siglo y es ahora 10 puntos porcentuales superior al de 2015.
Esta evolución de la inmigración latinoamericana en España se debe a un conjunto de factores, entre los que destacan la exención de visado que permite la entrada libre a los nacionales de la mayoría de los países de América Latina; el efecto “red”, que atrae a los inmigrantes hacia los lugares donde ya se han instalado previamente conocidos, familiares o amigos; los movimientos de reagrupación familiar; y las facilidades que España ofrece para la nacionalización a los inmigrantes procedentes de América Latina, que pueden acceder a ella tras dos años de estancia legal, frente a los 10 años que se exige al resto de los inmigrantes.[1] Como resultado, a 1 de enero de 2024, el 45% de los residentes en nuestro país nacidos en América Latina ya había obtenido la nacionalidad española. Esta excepción en las normas de acceso a la nacionalidad, que se aplica a los latinoamericanos, permite que en su caso la nacionalidad se consiga antes que el permiso de residencia permanente, o “de larga duración” (que exige cinco años de estancia legal previa).
Los datos de las fuentes que se utilizan aquí no nos permiten identificar entre estos inmigrantes a los que han llegado a España ostentando ya la nacionalidad española en aplicación de las normas aprobadas para ofrecer esa nacionalidad a los descendientes de españoles (hijos y nietos)[2], normas que han tenido su mayor impacto en Cuba, Argentina y México. Según publica el INE, 330.000 personas han obtenido la nacionalidad por esa vía entre 2013 y 2024.
Por origen, colombianos y venezolanos son los principales protagonistas del notable aumento de la población latinoamericana residente en España durante los últimos 10 años. En una década, su número se ha incrementado en casi un millón de personas (950.362) relegando a Ecuador, principal país de origen latinoamericano a comienzos del siglo XXI, a la tercera posición (Figura 2). Junto a estos tres países, hay otros ocho países de la región que cuentan con más de 100.000 residentes en España: Argentina, Perú, Cuba, Honduras, República Dominicana, Bolivia, Brasil y Paraguay.
La inmigración latinoamericana presenta una estructura de edad muy semejante a la del resto de la inmigración procedente de países de menor renta per cápita que la española (Países de Baja Renta, PBR), con la población concentrada en torno a los años de mayor actividad laboral, entre los 25 y los 49 años.
En cuanto a su distribución territorial, los inmigrantes latinoamericanos se concentran especialmente en Madrid, en el cuadrante noreste de la península y en las islas. Suponen más del 10% de la población en cinco provincias (Figura 4): Guadalajara, Barcelona, Baleares, Tenerife y, sobre todo, Madrid, donde han superado el millón de personas (1.069.543) y representan el 15% de la población. Por el contrario, en la mayoría de las provincias del suroeste no alcanzan el 4% de la población total y se sitúan por debajo del 1% en el caso de las dos Ciudades Autónomas.
La inmigración latinoamericana es más femenina que masculina, con un 57% de mujeres sobre el total en 2024. No obstante, existen importantes diferencias según el país de origen: las mujeres son mucho más numerosas que los hombres entre los inmigrantes centroamericanos en España (el 68% de los inmigrantes hondureños y el 69% de los nicaragüenses son mujeres), mientras que en muchos casos las cifras están equilibradas o, en el caso argentino, se produce una ligerísima ventaja masculina.
2. La integración de los inmigrantes latinoamericanos en el mercado laboral español
A partir de los microdatos de la EPA (cuarto trimestre de 2024), se identifican aquí los principales rasgos que definen el modo e intensidad de la integración de los inmigrantes latinoamericanos en el mercado de trabajo español. Los datos se refieren a los individuos de entre 25 y 59 años, para excluir a los jóvenes aún en formación y a los adultos ya retirados del mercado laboral y constituir así un conjunto comparable al de los autóctonos (definidos como nacidos en España con ambos progenitores también nacidos en España), entre los cuales la actividad laboral es muy baja fuera de ese intervalo de edades. Los datos se comparan también con los de los inmigrantes procedentes de otros países de renta per cápita menor que la española[3] y entre sí para los grandes países latinoamericanos de origen, en concreto para los 10 países con más de 100.000 inmigrantes en España en dicha franja de edad: Colombia, Venezuela, Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia, República Dominicana, Cuba, Honduras y Brasil.
Una primera variable que afecta a la integración en el mercado de trabajo es el nivel educativo. La inmigración latinoamericana tiene un nivel educativo medio sustancialmente inferior al de la población autóctona: un 32% tiene un grado universitario, frente al 49% de los autóctonos. En comparación, su formación es superior a la de la inmigración procedente de África y Asia, con un 10% y un 26%, respectivamente, de titulados universitario. Por otra parte, la inmigración latinoamericana presenta grandes diferencias internas en el terreno educativo: alrededor de la mitad de los venezolanos y cubanos tiene un título universitario o de Formación Profesional (FP) superior, mientras que no llega a la quinta parte el porcentaje de los hondureños y dominicanos en esa situación. Casi la mitad de los ecuatorianos y dominicanos y el 40% de los bolivianos y hondureños, posee sólo estudios obligatorios.
En términos educativos, aparecen por tanto tres grupos bien diferenciados: un primer grupo formado por cubanos, venezolanos y argentinos, con niveles semejantes o incluso superiores a los de los autóctonos. Un segundo grupo intermedio, formado por brasileños y peruanos, y un tercero, en el que se encuentran bolivianos, colombianos, dominicanos, ecuatorianos y hondureños, con una formación media menor.
La tasa de actividad media[4] de los inmigrantes latinoamericanos en España es idéntica a la de los autóctonos en ese rango de edad, 87%, con diferencias según el país latinoamericano de origen. En conjunto, esta tasa de actividad es sustancialmente superior a la de los inmigrantes procedentes de Asia y de África.
La mayor tasa de actividad de los inmigrantes latinoamericanos, en comparación con la de africanos y asiáticos, se debe enteramente a la participación laboral de su población femenina, que resulta mucho más alta que la de las mujeres de varios países asiáticos y, sobre todo, que la de las inmigrantes africanas. En todos los grupos, autóctonos o inmigrantes, las tasas de actividad son mayores entre los hombres. En el caso específico de los latinoamericanos, hay grupos como los brasileños, colombianos y hondureños con una brecha de género en la tasa de actividad superior a los 10 puntos porcentuales (siempre a favor de los hombres) y otros grupos con diferencias iguales o ligeramente menores que las de los autóctonos (entre 5 y 6 puntos porcentuales).
En cuanto a la tasa de ocupación,[5] la media de los inmigrantes latinoamericanos es del 77%, ligeramente (3 puntos) por debajo de la de los autóctonos (80%) y por encima de la de asiáticos y africanos, a causa nuevamente de la baja participación laboral femenina en estos dos últimos grupos.
En algunos colectivos, como los procedentes de Honduras, Ecuador, Bolivia y Venezuela, la tasa de ocupación rebasa el umbral del 80% (es, por tanto, más alta que la de los autóctonos), pero en otros se encuentra sustancialmente por debajo. Brasil ocupa el límite inferior, con una tasa de ocupación del 68%.
La tasa de paro del conjunto de los inmigrantes latinoamericanos es más alta que la de los autóctonos, pero más baja que la de los africanos. Como se señalaba en el ARI anterior, la tasa de paro es muy baja entre los inmigrantes asiáticos, por su concentración en el sector del comercio como autónomos y por la baja actividad femenina en algunos grupos. Comparando entre sí a los diferentes grupos de inmigrantes latinoamericanos, destacan por su alta tasa de paro los originarios de Colombia, Cuba y Brasil, todos ellos por encima del 14%. En el extremo contrario, hondureños, ecuatorianos y bolivianos presentan tasas de paro inferiores a las de los autóctonos.
A pesar del mayor nivel educativo medio de los inmigrantes latinoamericanos, en comparación con el de los procedentes de África y Asia, las diferencias son pequeñas en relación con el tipo de actividad que realizan (Figura 9).
Los trabajadores procedentes de América Latina destacan con respecto a los autóctonos por su concentración en sectores de baja y media cualificación, como hostelería, construcción, comercio y hogar, que emplean a la mitad de los inmigrantes latinoamericanos (49%). Se produce una elevada heterogeneidad en función del país de origen: el 34% de los brasileños ocupados se encuentran en alguno de esos cuatro sectores de actividad, frente al 63% de los hondureños.
Analizando los mismos datos, pero en términos del peso de los inmigrantes latinoamericanos en los diferentes sectores económicos, destaca de manera extraordinaria su posición en las actividades del hogar, donde suponen más de la mitad de las personas ocupadas (53%). Por origen, sobresalen en esta actividad las mujeres procedentes de Colombia, Perú, Honduras y Ecuador. El segundo sector de actividad, por el peso que tiene en él la ocupación de inmigrantes latinoamericanos, es la hostelería (28%), seguida por la construcción y las actividades “administrativas y de servicios auxiliares” (ambas con un 19%).
Pese a que los inmigrantes latinoamericanos tienen un acceso mucho más fácil que el resto de los inmigrantes a la nacionalidad española y pese a que casi la mitad de ellos ya ha obtenido esa nacionalidad, su presencia en las actividades que requieren una ciudadanía europea (la función pública en general) sigue siendo muy pequeña: sólo el 1% de ellos está ocupado en Administración Pública, Defensa y Seguridad Social, y un 2% en Educación.
Esta dificultad para acceder al empleo público se refleja igualmente en su situación profesional, ya que únicamente un 4% de los inmigrantes latinoamericanos ocupados son asalariados públicos frente al 20% de los autóctonos (Figura 11). Los inmigrantes cubanos son una excepción aquí: el 11% de ellos trabaja como asalariado público (probablemente médicos). Un 85% de los trabajadores latinoamericanos son asalariados privados, porcentaje que, en el caso de los hondureños, alcanza el 92%. Por su parte, conviene reseñar la singularidad del perfil profesional de los trabajadores brasileños y argentinos residentes en España: el 23% y el 18%, respectivamente, son autónomos o empresarios con asalariados, porcentajes en torno al doble de la media latinoamericana.
En concordancia con sus niveles educativos y sectores de ocupación, más de la mitad de los trabajadores latinoamericanos se concentra en ocupaciones elementales o de servicios (53% frente al 27% de los autóctonos). Sin embargo, se muestra aquí de nuevo una alta heterogeneidad, relacionada con la de los niveles educativos: tres de cada cuatro inmigrantes hondureños se ocupan en tareas elementales, frente al 10% de los argentinos. Entre los inmigrantes procedentes de Brasil, Argentina, Cuba y Venezuela se encuentran porcentajes altos de ocupados en profesiones de “cuello blanco”, especialmente de las englobadas en la etiqueta “técnicos y profesionales científicos e intelectuales”. Por ejemplo, entre los cubanos, el 23% está ocupado en esa categoría, el mismo porcentaje que entre los autóctonos.
Respecto a los ingresos salariales de los inmigrantes latinoamericanos, la única fuente disponible, la estadística de bases medias de cotización de la Tesorería General de la Seguridad Social, sólo incluye los datos de las seis nacionalidades latinoamericanas con mayor número de cotizantes (Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Argentina y Bolivia),[6] es decir, deja fuera tanto a los inmigrantes de menor tamaño total y de mayor concentración en “ocupaciones elementales” (como los hondureños) y a dos situados en el extremo contrario (cubanos y brasileños) (Figura 13). Según estos datos, la base media de los cotizantes latinoamericanos en diciembre de 2024 fue de 1.585 euros mensuales, por tanto, un 31% inferior a la de los españoles, con los argentinos en la parte más alta de la escala (1.845 euros) y los colombianos en la inferior (1.527 euros). Hay que recordar que los datos de la Seguridad Social identifican a los individuos según su nacionalidad y no su país de nacimiento, por lo que casi la mitad de los inmigrantes latinoamericanos, que ya ostentan la nacionalidad española y en su mayoría mantienen la doble nacionalidad, es susceptible de no aparecer recogida aquí.
Los datos de la EPA permiten identificar la situación de los jóvenes de entre 16 y 20 años nacidos en países latinoamericanos y residentes en España: el 66% de ellos sigue estudiando en esas edades, lo que supone un porcentaje muy inferior al de los jóvenes autóctonos (86%). Tal y como se señalaba en el primer ARI de esta serie para la generación 1,5 de inmigrantes,[7] estos datos resultan preocupantes en cuanto señalan dificultades futuras de integración laboral y social para un tercio de estos jóvenes, los que han abandonado los estudios al terminar la etapa obligatoria. Sin una mayor formación que les permita acceder a empleos de cualificación media o alta, sus opciones laborales son mucho menores y, sobre todo, peores en términos de condiciones de trabajo y salariales. Debido al reducido tamaño muestral en la EPA de los jóvenes de entre 16 y 20 años de cada uno de los países de origen, no resulta adecuado analizar la población joven por separado para cada país.
El análisis realizado aquí no capta el nuevo fenómeno de la movilidad hacia España de los latinoamericanos de alta renta, ya sea el de los jóvenes que se desplazan para cursar estudios de másteres en Universidades privadas o el de los adultos de altos ingresos –mexicanos, venezolanos, colombianos, etc.– que adquieren viviendas en barrios caros de grandes ciudades (como el madrileño barrio de Salamanca, al que se ha denominado “la pequeña Miami”) o en las costas españolas. En el conjunto de los más de 4,2 millones de inmigrantes latinoamericanos en España, estos grupos son indudablemente una pequeña minoría. Sin embargo, su impacto es alto en algunos aspectos, notoriamente en el del mercado de la vivienda. Por otra parte, el cierre de Estados Unidos (EEUU) a la inmigración latinoamericana va a ocasionar muy probablemente un crecimiento de esta movilidad de estudiantes e inversores latinoamericanos hacia nuestro país.
Conclusiones
España es un país excepcional en el contexto europeo no sólo por el volumen de la inmigración que recibe sino por el peso que la inmigración latinoamericana tiene en el conjunto. Esta inmigración representa ahora casi la mitad del total (48%) y dos terceras partes (66%) de la no europea, y su peso relativo ha aumentado en los últimos años, es decir, en la fase migratoria inaugurada a partir de 2015, cuando se consolidó la recuperación económica tras la llamada Gran Recesión. Desde ese año, se han establecido en el país dos millones de inmigrantes de origen latinoamericano.
España era, hasta la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2024, el segundo destino migratorio preferido por los migrantes latinoamericanos, después de EEUU, y se ha convertido en el primero tras el cierre a la inmigración que intenta imponer su presidencia.
En la actualidad, la población inmigrante latinoamericana supone el 9% de la población total que habita en España, con una gran concentración en algunas regiones, entre las que destaca Madrid, donde asciende al 15% de los habitantes de esta Comunidad.
El mayor crecimiento relativo de la inmigración latinoamericana en España, en comparación con la procedente de otros orígenes, es resultado, entre otros factores, de dos formas de trato favorable hacia estos inmigrantes en la política migratoria española: la exención de visado de la que disfrutan los nacionales de la mayoría de los países de la región y la posibilidad de obtener la nacionalidad española tras dos años de estancia legal en el país, frente a los 10 años que se exige a la mayoría de los inmigrantes. Cerca de la mitad (el 45%) de los inmigrantes latinoamericanos en España ha obtenido ya esa nacionalidad.
Este gran grupo de inmigrantes latinoamericanos en España comparte lengua y cultura religiosa de origen (catolicismo, con un creciente peso de las iglesias evangélicas), pero hay que resaltar aquí su alta heterogeneidad interna en otros aspectos relevantes, como el nivel educativo y el modo de integración en el mercado laboral español. A esto se añade en los últimos años un aumento de la variabilidad respecto a la forma de entrada, con muchos de estos inmigrantes solicitando refugio (venezolanos, colombianos, nicaragüenses, peruanos…), lo que modifica su estatus administrativo y el ritmo de su acceso legal al mercado de trabajo.
En comparación con la población autóctona, la inmigración latinoamericana tiene una menor formación y se ocupa en puestos de trabajo de menor cualificación, salarios más bajos y peores condiciones laborales: el grueso de ellos se emplea en los servicios personales, hostelería, restauración, comercio, construcción, actividades del hogar, seguridad y otras ocupaciones elementales. Su tasa de actividad es semejante a la de los autóctonos (87% para el grupo de edad analizado, de 25 a 59 años) con una ocupación ligeramente menor (77% frente a 80%). La media de sus ingresos salariales está al menos un 31% por debajo de la media de los ingresos salariales de la población con nacionalidad española, lo que implica obviamente menores contribuciones a la Seguridad Social.
Los inmigrantes latinoamericanos forman ya el 28% del total de los ocupados en la hostelería y el 19% de los ocupados en la construcción y en las actividades “administrativas y de servicios auxiliares”. Su participación es mucho mayor en las “actividades del hogar” (servicio doméstico), donde los latinoamericanos (la inmensa mayoría mujeres) son más de la mitad de las personas ocupadas (53%). Pese a su rápido acceso a la nacionalidad española, su participación en el sector público es aún muy minoritaria.
Existe una relación entre el tipo de ocupación y la tasa de ocupación: los grupos de inmigrantes latinoamericanos más concentrados en “tareas elementales”, que no requieren alta cualificación, son los que presentan las mayores tasas de ocupación (hondureños, bolivianos…), mientras que los grupos con mayor presencia en tareas que exigen mayor nivel formativo tienen a su vez menores tasas de ocupación (brasileños, cubanos, argentinos…). Este resultado puede ser consecuencia de los problemas que afrontan los inmigrantes en general para el reconocimiento de sus títulos universitarios (un tercio de los inmigrantes latinoamericanos en España tiene un título universitario), así como de la mayor resistencia de los más formados, o con más recursos, a aceptar en España trabajos por debajo de su nivel educativo, mientras que el mercado de trabajo español en el sector privado produce sobre todo nuevos puestos de baja cualificación. Por ahora, la participación de los inmigrantes latinoamericanos en las ocupaciones de mayor cualificación es minoritaria, excepto para los inmigrantes de algunos orígenes.
Como ya se señalaba en el ARI anterior de esta serie en referencia al conjunto de los inmigrantes procedentes de países de menor renta per cápita, un dato preocupante en el caso de los inmigrantes latinoamericanos de la generación 1,5 (llegados a España en su infancia o adolescencia) es su alta tasa de abandono escolar: un tercio no sigue estudiando después de los 16 años, un hecho que condiciona negativamente su futura integración laboral y social, aumentando su riesgo de encontrarse en desempleo y restringiendo sus oportunidades a los nichos de trabajo de menores salarios y peores condiciones laborales.
[1] Con excepciones como los naturales de Andorra, Guinea Ecuatorial, Filipinas, Portugal y de origen sefardí.
[2] Ley de Memoria Histórica, de 2007 y Ley de Memoria Democrática, de 2022.
[3] En este análisis la agrupación “latinoamericanos” incluye a todos aquellos inmigrantes procedentes de esta área geográfica cuyos países de origen están identificados en la EPA (a excepción de Puerto Rico); la agrupación “autóctonos” incluye a toda la población nacida en España con padre y madre nacidos en España y la agrupación “inmigrantes PBR” incluye a todos aquellos inmigrantes nacidos en países de renta per cápita inferior a la española en 2024 identificados en la EPA. En todos los casos, la población analizada se circunscribe a la franja de edad de entre 25 y 59 años.
[4] La tasa de actividad se define como el porcentaje de la población del grupo de edad de referencia (en este caso de entre 25 y 59 años) que está ocupada o en búsqueda de empleo.
[5] La tasa de ocupación se define como el porcentaje de la población del grupo de edad de referencia (en este caso de entre 25 y 59 años) que está ocupada.
[6] La EPA no incluye preguntas sobre ingresos salariales, por lo que se recurre a la estadística de bases medias de cotización de la Tesorería General de la Seguridad Social, donde los individuos aparecen clasificados por nacionalidad y no por país de nacimiento. La base máxima en 2025 es de 4.909 euros mensuales.
[7] Se denomina generación 1,5 a los inmigrantes llegados a España en su infancia o adolescencia.
