Tema: La percepción de que un creciente porcentaje de los delitos perpetrados en España es obra de delincuentes extranjeros resulta confirmada por los datos policiales, judiciales y penitenciarios disponibles.
Resumen: La tasa de delincuencia de los residentes extranjeros es mayor que la de los autóctonos, tanto en España como en otros países europeos. Los extranjeros representan el 4 o el 5 % de la población española, pero casi el 9 % de los condenados y el 27 % de los detenidos por delito en 2001. Los factores que inciden en estas elevadas tasas son de muy diverso tipo, desde la estructura por sexo y por edad de la población inmigrante hasta el auge de la delincuencia organizada transnacional. Las teorías criminológicas de la privación relativa y el control social ayudan a comprender el problema.
Análisis: El incremento de los residentes extranjeros constituye una de las transformaciones sociales más visibles y también más importantes que se están produciendo en España. Su número se duplicó entre 1996 y 2001 y esta tendencia se mantiene. El censo de población realizado a fines de 2001 dio una cifra de más de un millón y medio de extranjeros, pero el padrón de enero de 2002, probablemente más fiable, elevó esa cifra a casi dos millones, lo que representa casi el 5 % de la población total. Y un reciente estudio de Carlos Angulo difundido por el INE (La población extranjera en España) estima que la proporción se habrá elevado al menos hasta el 9% en 2010.
Esto se deriva del simple hecho de que nuestra sociedad se ha integrado en el modelo europeo occidental, el de unos países altamente desarrollados, con una natalidad muy baja, para los que la inmigración supone, a corto plazo, el único freno a un declive demográfico que amenaza su dinamismo económico. Es más, de acuerdo con las cifras de 2002, España y Grecia son los países de la UE con la menor tasa de fecundidad. En tales circunstancias, apenas cabe dudar de que España, como toda Europa, va a ser una sociedad cada vez más multiétnica. El gran reto es, por tanto, el de diseñar un modelo de integración que reduzca las tensiones inherentes a un proceso que es indudablemente positivo. Al margen de las consideraciones estrictamente demográficas, el movimiento de personas tiene el mismo efecto que el movimiento de ideas o el de mercancías: estimula la competencia, la innovación y la creatividad.
La integración será tanto más fácil en la medida en que la población autóctona se muestre favorable a la convivencia interétnica y por ello resulta esperanzador constatar que los españoles tienen, en general, una imagen favorable de la inmigración. Una encuesta del CIS de febrero de 2000, cuyos resultados hemos analizado en detalle, mostraba que el 43% de los españoles consideraba la inmigración positiva para los países desarrollados, frente a un 24% que la consideraba negativa. Sin embargo, un 51% estaba de acuerdo con que el aumento de la inmigración favorecía el incremento de la delincuencia, frente a un 35% que estaba en desacuerdo. Esta percepción era compartida por los encuestados de todos los niveles de estudios, excepto los universitarios, y los de todos los segmentos ideológicos, excepto la extrema izquierda. La preocupación se ha mantenido, pues según la encuesta del CIS de mayo de 2003, el 54% estaba de acuerdo en que se daba una relación entre inseguridad ciudadana e inmigración, frente a un 35% que estaba en desacuerdo.
El factor que más hace recelar de la inmigración a los españoles es, pues, su presunta incidencia en las tasas de delito. Y ello coincide con una generalizada preocupación por la inseguridad ciudadana. De acuerdo con la encuesta del CIS de junio de 2003, sólo el 7% de los españoles sitúa la inmigración entre los tres problemas que más les afectan personalmente, mientras que el 20% menciona la inseguridad ciudadana, que resulta ser el segundo problema más preocupante, después del paro. Conviene, sin embargo, destacar que, preguntados directamente por las principales causas de la delincuencia, los encuestados no aluden a la inmigración, sino a cuestiones como el consumo de droga, las desigualdades sociales y la blandura de las penas impuestas por la justicia. Lo cual pudiera interpretarse en el sentido de que los españoles perciben que un importante número de delitos son cometidos por inmigrantes, pero que estos no los cometen por el simple hecho de ser inmigrantes, sino por otros factores.
¿Qué fundamento real tienen estas percepciones? En primer lugar conviene destacar que en los últimos años se está incrementando el número de infracciones penales conocidas por el conjunto de los cuerpos y fuerzas de seguridad, estatales y autonómicos. Las cifras del año 2002 no han sido publicadas oficialmente, pero de acuerdo con un reciente boletín del Instituto de Estudios de Seguridad y Policía, vinculado al Sindicato Unificado de Policía (Iesp nº 13), la tasa de infracciones (delitos y faltas) ha experimentado una significativa subida en los años 2001 y 2002, como puede verse en el gráfico adjunto.
Las infracciones penales conocidas sólo representan un porcentaje, variable, de las realmente cometidas y sólo se puede conocer quiénes han sido sus autores en el escaso porcentaje que finalmente llega a juicio. Cabe, sin embargo, realizar una primera estimación de cuántas son cometidas por extranjeros a partir de las detenciones realizadas por las fuerzas de seguridad. El gráfico siguiente, que recoge exclusivamente las detenciones por presunto delito (lo que, obviamente, excluye las detenciones de extranjeros por entrada ilegal) muestra que las detenciones de españoles efectuadas por las fuerzas de seguridad, tanto estatales como autonómicas, se han mantenido a un nivel casi constante entre 1988 y 2001, mientras que las detenciones de extranjeros se han duplicado en ese mismo período.
Es también importante subrayar que el incremento de las detenciones de extranjeros se ha producido respecto a todos los principales tipos de delito: contra las personas, contra la libertad sexual, contra el patrimonio y de tráfico de drogas, tal y como se advierte en el gráfico siguiente, que recoge las detenciones de extranjeros realizadas en los últimos años por la Guardia Civil. En este caso, el incremento es particularmente notable, porque la demarcación de la Guardia Civil incluye muchas áreas turísticas que presentan una gran incidencia de la delincuencia extranjera.
Las estadísticas judiciales reflejan también un incremento del porcentaje de extranjeros entre los condenados por delito, como puede verse en la tabla adjunta. El número total de condenados fue en 2001 levemente inferior al de 1999, pero el de condenados extranjeros fue un 25 % más alto. Hay, sin embargo, una notable discrepancia entre el número de detenciones y el de condenas, ya que en el año 2001 el 26,6 % de las detenciones por delito afectaron a extranjeros, mientras que sólo el 8,6 de los condenados fueron extranjeros. En parte, la discrepancia puede deberse a que las sentencias judiciales llegan con un evidente retraso respecto al momento de la detención, pero se trata de una cuestión sobre la que convendría profundizar.
Condenados por delito (Audiencias Provinciales y Juzgados de lo Penal)
Total | Extranjeros | % extr. | África | Europa | América | Asia/Ocean. | |
1999 | 99.963 | 6.191 | 6,2 | 3.209 | 2.230 | 854 | 255 |
2000 | 98.500 | 6.958 | 7,1 | 3.808 | 1.819 | 1.047 | 284 |
2001 | 96.813 | 8.340 | 8,6 | 4.276 | 2.234 | 1.560 | 270 |
Otros indicios apuntan a una creciente participación extranjera en los delitos violentos y en especial en los de homicidio. En primer lugar, se puede observar que un elevado número de víctimas son extranjeras. En la Comunidad de Madrid, eran extranjeras al menos 31 de las 74 personas asesinadas en 2002, es decir el 42%, y al menos 38 de las 75 personas asesinadas hasta primeros de agosto de 2003, es decir el 51%. Ciertamente, el hecho de que la víctima sea extranjera no implica que el criminal también lo sea, pero en bastantes casos sí que ocurre así. Los expertos estiman que una parte importante de los extranjeros que son asesinados en Madrid son víctimas de ajustes de cuentas entre bandas de delincuentes transnacionales.
Existe también un tipo de homicidios en el que se da una importante presencia extranjera y que presenta la particularidad de que en la casi totalidad de los casos el homicida resulta identificado. Se trata de los fallecimientos por violencia doméstica, un tema que preocupa especialmente a la sociedad española y acerca del cual el Consejo Superior del Poder Judicial ha publicado recientemente un detallado informe, a partir del cual se ha elaborado el gráfico adjunto.
Las cifras son suficientemente elocuentes. Los extranjeros representan el 4 o el 5 % de la población total, casi el 9 % de los condenados y el 27 % de los detenidos por delito en el año 2001 y, en el caso de la violencia doméstica, el 29 % tanto de los homicidas como de las víctimas fatales en el año 2002. Claramente estamos ante un problema, o mejor dicho ante varios, porque los ejemplos hasta ahora mencionados presentan etiologías diversas. Los homicidios en ajustes de cuentas suponen un índice de la penetración de la delincuencia organizada transnacional, mientras que los homicidios domésticos implican una mayor propensión a la violencia en la pareja de los residentes extranjeros.
Antes de abordar la interpretación de estos hechos, resulta importante realizar dos matizaciones. La primera es que los datos sobre los que trabajamos se refieren a la delincuencia extranjera, no a la delincuencia de los inmigrantes, y ambos términos no son sinónimos por dos motivos: porque una parte de los delitos los cometen extranjeros que no residen habitualmente en España y porque entre los delincuentes extranjeros hay muchos ciudadanos de la UE, que no suelen entrar en el concepto que popularmente se tiene de la población inmigrante.
La segunda matización necesaria se refiere a la gran diferencia de tasas de delincuencia que presentan los distintos grupos de residentes extranjeros. Ello se puede comprobar, aunque de manera no muy precisa, comparando las cifras de detenidos en 2001 con la de residentes según el censo de ese mismo año (que seguramente infravaloró el número real de residentes extranjeros). El resultado, que se expone en el gráfico siguiente, no es fácil de interpretar, entre otras cosas porque el porcentaje de delincuentes no residentes no tiene por qué ser igual para todos los grupos nacionales, pero aun así saltan a la vista las elevadas tasas de norteafricanos y rumanos. El caso de los argelinos es particularmente sorprendente: tres detenciones por cada diez residentes. Pero es muy importante tener en cuenta que se trata de detenciones, no de personas, y que una misma persona puede ser detenida varias veces, incluso docenas de veces, en un año. La proporción de delincuentes respecto a los residentes extranjeros no debe, por tanto, estimarse en torno al 41 por mil, sino en una cifra considerablemente más baja.
Detenciones de extranjeros por delitos y faltas, 2001.
Detenciones | Censo de Pobl. | Tasa por mil habs. | |
1. Marruecos | 16.794 | 247.872 | 67,7 |
2. Argelia | 7.591 | 22.647 | 335,2 |
3. Rumania | 4.362 | 57.533 | 75,8 |
4. Colombia | 3.638 | 160.096 | 22,7 |
5. Ecuador | 2.965 | 216.485 | 13,7 |
6. Francia | 1.902 | 46.891 | 40,6 |
7. Reino Unido | 1.782 | 94.860 | 18,8 |
8. Portugal | 1.419 | 40.861 | 34,7 |
9. Italia | 1.347 | 36.815 | 36,6 |
Población extranjera | 65.382 | 1.572.017 | 41.6 |
La gravedad de los delitos no presenta tampoco una distribución uniforme en los distintos grupos nacionales. Debido la incidencia de la delincuencia organizada transnacional y a su destacado papel en el narcotráfico, los colombianos están implicados con frecuencia en delitos particularmente graves, mientras que ocurre lo contrario con los rumanos, que tienen una participación particularmente destacada en la pequeña delincuencia. Ello se traduce en la fuerte presencia de colombianos en nuestras cárceles, como se observa en el gráfico siguiente.
Este fenómeno no es específico de España, aunque tampoco es universal. Los estudios realizados demuestran que no hay una relación constante entre inmigración y delincuencia, es decir que no se puede afirmar que las poblaciones inmigradas tengan siempre una propensión a la delincuencia ni mayor, ni igual, ni menor que las autóctonas. La comisión Wickersman, que estudió minuciosamente el tema en Estados Unidos en los años treinta, es decir en pleno auge del gangsterismo ítalo-americano, llegó a la conclusión de que “en proporción a sus respectivos efectivos numéricos, las personas nacidas en el extranjero cometen delitos menos frecuentemente que los autóctonos”. Lo mismo ocurría en Alemania, Bélgica y Suiza en los años sesenta. Pero en los últimos años se observa que en Europa occidental los inmigrantes presentan una tasa de delincuencia mayor que la de los autóctonos. En Italia, por ejemplo, de 1988 a 2000 el porcentaje de extranjeros pasó del 7% al 42% entre los condenados por hurto, del 3% al 20% entre los condenados por atraco y del 4% al 8% entre los condenados por homicidio. Y el porcentaje de extranjeros en las cárceles de Inglaterra y Gales ha pasado del 8% en 1999 al 13% en 2003.
Es necesario, por tanto, explicar los factores que pueden contribuir a la diferencia entre las tasas de delincuencia de extranjeros y autóctonos. Los más importantes parecen ser los siguientes.
a) La estructura por sexo y por edad. Es sabido que la mayoría de los delitos los cometen varones jóvenes. Ahora bien, la estructura por sexos varía mucho de unos grupos de inmigrantes a otros y contribuye a explicar su diferente tasa de delincuencia, pues hay 1,8 varones por cada mujer entre los marroquíes y 3,6 entre los argelinos, mientras que sólo hay 0,8 entre los americanos. En cuanto a la media de edad, es mucho más baja que la española entre los extranjeros no comunitarios, mientras que la de los comunitarios (es decir los procedentes de países de la UE) es más alta, lo que implica necesariamente una mayor tasa de delincuencia entre los primeros. El envejecimiento de la población española hará que este factor resulte cada vez más importante.
b) La delincuencia organizada transnacional. Los mismos factores que están impulsando la globalización en otros sectores inciden también en la delincuencia. Las posibilidades de lucro aumentan cuando la actividad delictiva se expande más allá de las fronteras nacionales, ya se trate del narcotráfico o del robo de automóviles. Esto significa que todos los países tenderán a ver incrementada la presencia de delincuentes extranjeros en su suelo.
c) La privación relativa. La teoría criminológica de la privación relativa parece particularmente adecuada en el caso de la población inmigrante que procede de países menos desarrollados. De acuerdo con esta teoría, una persona puede verse empujada a la delincuencia por la frustración que le genera el contraste entre sus condiciones de vida y sus aspiraciones. Esta propensión no responde directamente a la privación objetiva, es decir a la pobreza en sí misma, sino que es necesario tener también en cuenta el factor subjetivo de las aspiraciones del individuo. Es fácil entender que el inmigrante, que se ha decidido a dar el gran paso de abandonar su país de origen en espera de incorporarse a una sociedad que supone mucho más rica y que de hecho puede constatar que lo es, sufra una frustración al advertir que su nivel de vida queda muy por debajo del habitual en el país donde se ha instalado. Esta teoría ayuda también a comprender el hecho, frecuentemente constatado, de que los inmigrantes de segunda generación, es decir los hijos de padres inmigrantes, presenten una tasa de delincuencia más alta que los de primera generación, pues sus aspiraciones tienden a ser mayores.
d) El control social. De acuerdo con la teoría del control social, una persona está tanto menos expuesta a caer en la delincuencia cuanto más integrada se encuentra en su entorno. En la medida en que los inmigrantes se hallan menos identificados con los valores del país de acogida, esto explica que sus tasas de delincuencia tiendan a ser en general más elevadas. Y esta teoría también ayuda a entender las diferentes tasas que se dan entre diferentes grupos nacionales: lo que importa al respecto es la solidez de los vínculos sociales dentro de las propias comunidades de inmigrantes.
e) La cultura delictiva del país de origen. A menudo se observa que determinados delincuentes extranjeros operan con un nivel de violencia mayor que el de los delincuentes autóctonos. La explicación puede encontrarse sencillamente en el nivel de violencia delictiva en su país de origen, un tema sobre el que resultan esclarecedores los datos publicado en un reciente estudio de la OMS (World Report On Violence and Health). El hecho de que las tasas de homicidios sean en Asia considerablemente más bajas que en Europa, mientras que son bastante más altas las de América y África, algo tiene que ver con la respectiva proclividad a la violencia de las distintas comunidades inmigrantes.
Conclusiones:
1. Es cierto que la creciente presencia de extranjeros incide en las tasas de delincuencia, aunque se trata de un factor que no altera el impacto en conjunto positivo de la inmigración.
2. La percepción de la inmigración como un factor de inseguridad ciudadana puede conducir a peligrosas reacciones xenófobas.
3. Es importante combatir la delincuencia extranjera, pero la mayor parte de las medidas necesarias para ello son las mismas que se requieren para combatir la delincuencia autóctona.
4. Un factor preventivo importante, de acuerdo con las teorías tanto de la privación relativa como del control social, es la integración social de los inmigrantes, es decir su acceso sin discriminación al empleo, la vivienda, la educación y la sanidad, acompañado del fomento del respeto mutuo.
Juan Avilés
Catedrático de Historia Contemporánea en la UNED