Globalismo y antiglobalismo después del 11-S

Globalismo y antiglobalismo después del 11-S

Tema: Con motivo de la reciente celebración del Foro Económico Mundial de Davos y del Foro Social Mundial de Porto Alegre se comparan los resultados de algunos estudios de opinión pública sobre la globalización realizados antes y después del 11-S.

Resumen: El 11-S y su espíritu no alteraron sustancialmente las percepciones y valoraciones de la globalización. La tibieza observada en las opiniones públicas del Reino Unido o EEUU, atribuible a un sentimiento de amenaza por el choque de culturas, en realidad siempre estuvo presente y, por lo tanto, debe desligarse del nuevo clima de opinión.

También la percepción de otros aspectos más resaltados por los analistas tras el 11-S, como los culturales, ha estado siempre presente en la opinión pública ya antes de la amenaza terrorista, y además, en cualquier caso, a tenor de la evidencia disponible, su efecto sobre la valoración de la globalización es menos importante que la de los aspectos económicos (protección social, empleo, etc.).

Análisis: Tras el 11-S se produjo un vuelco en la opinión pública. El optimismo de la globalización dio paso al pesimismo por la amenaza del terrorismo global. Aunque también hay quienes han interpretado el terrorismo y el 11-S como una reacción a la globalización (la revuelta de los países pobres, víctimas de la globalización, contra los países ricos), la tónica general es que el antiamericanismo y el conflicto de civilizaciones han venido a sustituir al que era el tema fundamental de debate hasta el 11-S: la globalización.  Otra forma de decirlo es que los factores culturales han venido a sustituir a los económicos como variable explicativa.

Quizás por los nuevos tiempos, más pesimistas, parecen florecer las posturas reformistas en los dos frentes, el globófobo y el globófilo. Se ha hablado incluso de una complementariedad de posturas. En los recientes Foros de Davos y Porto Alegre se ha escenificado la aproximación con la presencia del presidente de Brasil, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, en ambos. Más que antes, se perciben los aspectos negativos de la globalización y se discuten soluciones desde ambos bandos.

Se puede caer en la tentación de atribuir los cambios en el discurso sobre la globalización –a favor o en contra-  al nuevo espíritu creado por  la situación tras el 11-S. Pero sería un error porque en realidad la supuesta convergencia ya había empezado antes. El análisis de los estudios de opinión pública sobre la globalización así lo indica.

Las percepciones de la globalización después del 11-S
Por encargo del Foro Económico Mundial de Davos de 2002, a finales de 2001 Environics realizó una encuesta mundial, con un total de 25.000 entrevistas en un total de 25 países. En ella se pedía a los encuestados su valoración positiva o negativa de la globalización, entendida en términos exclusivamente económicos como “aumento de las inversiones y del comercio de bienes y servicios entre países”.

A pesar de realizarse poco después del 11-S, la valoración fue positiva para 6 de cada 10 entrevistados. Sólo en 6 de los 25 países los porcentajes de evaluación positiva no superaban el 50%. Los ciudadanos más entusiastas eran los de Holanda (87%) y Venezuela (82%); los menos entusiastas, los de Turquía (27%), Rusia (32%) y Argentina (39%) … pero también los de Japón (32%), y Francia o España (36%). En estos últimos países, se producía por la alta tasa de no-respuesta, es decir, de indefinición o ambivalencia, más que de oposición, que sí se daba claramente en Turquía (61%) y Argentina (48%). Hay que destacar que EEUU e Inglaterra están en el grupo de países globófilos-ma non troppo.

Comparemos las actitudes y la realidad. Como indicador objetivo, podemos tomar el índice de apertura comercial de los distintos países construido por Gwartney/ Lawson (La libertad económica en el mundo: informe anual 2001). Pues bien, encontramos cuatro grupos de países claramente diferenciados. En los dos primeros hay congruencia:

  • En el más numeroso, el grado de globalización objetiva y subjetiva coinciden: EEUU o Canadá; Holanda, Alemania, Reino Unido o Italia; México o Venezuela.
  • En el extremo contrario, Rusia y Turquía son países poco globalizados económica e ideológicamente.

Pero sin duda lo más interesante son las incongruencias:

  • Hay varios países ricos –con excepción de Argentina- que demandan un nivel menor de globalización que el actual: Japón, Francia y España;
  • Pero también encontramos tres países pobres que demandan un grado de globalización mayor del que realmente tienen: India, Nigeria o Brasil.

Por lo tanto, una primera conclusión es que hay países ricos globófobos y países pobres globófilos. Un análisis detenido indica que no se puede establecer una correlación absoluta entre la globalización y su ideología.

Un segundo aspecto a destacar de la encuesta es la ambivalencia respecto a la globalización. Así, para un total de 15 aspectos distintos se preguntó si la globalización tendría consecuencias positivas o negativas. En 8 de ellos, los porcentajes de valoración positiva superaron el 50% y en 7 de ellos, no.

 

SUPERIOR AL 50%

INFERIOR AL 50%

Acceso a mercados extranjeros

Disponibilidad de productos

Cultura nacional

Calidad de vida

Derechos humanos, libertad y democracia

Economía del país

Renta y poder adquisitivo

Desarrollo económico de los países pobres

Calidad del empleo

Derechos de los trabajadores

Paz y estabilidad

Igualdad económica

Cantidad de empleos

Pobreza

Calidad medioambiental

En el conjunto de países la opinión pública diferencia facetas y matiza sus afirmaciones. Pero en cualquier caso, lo que parece pesar más en la valoración negativa son los aspectos económicos, no los políticos o culturales.

Ya aludíamos anteriormente a que EEUU o Gran Bretaña no eran los países más entusiastas. La encuesta Worldviews del Chicago Council de 2002 viene a reforzar esta idea. En la lista de posibles amenazas para los intereses vitales, cuya gravedad debían valorar los entrevistados, se incluía la globalización.

 

 

R.Unido

Francia

Alemania

Holanda

Italia

Polonia

España

MEDIA

EUROPA

EEUU

Extremadamente

importante

25

21

17

10

24

14

17

20

29

Importante

50

61

50

51

41

45

49

50

44

No importante

16

15

29

33

26

15

13

22

15

NS/NC

9

3

4

6

9

26

20

8

12

En Estados Unidos o en Gran Bretaña la sensación de amenaza es significativamente mayor que en los otros países europeos.

En definitiva, tenemos dos resultados interesantes sobre la percepción y la valoración de la globalización tras el 11-S:

  • Los motores del proceso (EEUU o el Reino Unido) no son los más entusiastas porque se sienten más amenazados.
  • Los factores económicos de deslegitimación son menos importantes que los culturales.

Podemos preguntarnos si hay un antes y un después del 11-S en ambos aspectos. Para ello tendremos que buscar resultados anteriores en el tiempo.

EEUU antes del 11-S

La encuesta de ‘identidad nacional’ del International Social Survey Programme de 1995 preguntaba por el grado en que se estaba de acuerdo con que ‘el Estado debería limitar las importaciones de productos extranjeros para proteger la economía nacional’. La encuesta se realizó en un total de 23 países: la práctica totalidad de los europeos, incluidos los del Este, más EEUU, Japón, Nueva Zelanda, Canadá y Filipinas. Según los resultados de esta encuesta se daba una actitud menos proteccionista en Holanda, Alemania o Noruega; y más proteccionista en Bulgaria, Letonia o Hungría. Ya antes del 11-S, Estados Unidos o Gran Bretaña no eran precisamente los menos proteccionistas.

Profundizando en Estados Unidos, una encuesta del Program on International Policy Attitudes (PIPA) de abril de 2000 preguntaba también por la valoración genérica: era positiva para el 53% y negativa para el 15%, dándose un porcentaje del 30% de ambivalentes. Los resultados fueron semejantes a los de otras encuestas: aunque habría una tendencia a la mejora de la valoración desde principios de los noventa –del orden del 10%- la actitud predominante era de tibieza. Por aspectos, los porcentajes de valoración negativa fueron del:

  • 16%, para la economía y el empleo en los países pobres
  • 23%, para los consumidores
  • 28%, para la economía estadounidense
  • 29%, para las empresas norteamericanas
  • 38%, para el medio ambiente
  • 42%, para la creación de empleo en EEUU

Por un lado, claramente se perciben unos efectos negativos para el mercado de trabajo. En este sentido, el estudio Globalization and the Perceptions of American Workers, del Institute for International Economics, de 2001, a partir de una encuesta entre los trabajadores de EEUU, concluía que el menor entusiasmo se daba entre los trabajadores menos cualificados. En comparación, para las élites económicas y políticas, la globalización era menos una amenaza que una oportunidad. Y esto no cambia con el 11-S. La citada encuesta Worldviews 2002 del Chicago Council ponía de manifiesto estas diferencias entre las élites y el público en EEUU. Entre las primeras, la globalización era una amenaza muy importante para el 22%; importante, para el 48%; y no importante, para el 28%. Entre la población general, los porcentajes fueron del 29,44 y 15%, respectivamente.

En resumen, ya antes del 11-S se percibían amenazas, y también ventajas e inconvenientes, en más aspectos que el meramente económico. Ahora bien, como subrayaba el citado estudio del Institute for International Economics, era este último el que pesaba más en la animadversión de los trabajadores norteamericanos.

La Unión Europea antes del 11-S
El estudio ‘Les européens, la globalisation et la libéralisation’ del European Opinion Research Group, realizado en la primavera de 2001, nos permite analizar las percepciones en la Unión Europea antes del 11-S. Desgranemos las distintas facetas.

En primer lugar, hay que destacar que los europeos no dejan de señalar aspectos positivos. Para una media del 54% en los 15 países, la globalización “garantiza una presencia económica más importante de la UE en el mundo”. El porcentaje es aún mayor en Alemania o Francia. La mundialización también:

  • “crea un verdadero mercado mundial” (56%); porcentaje mayor en Francia, Bélgica u Holanda
  • “ofrece a los países en vías de desarrollo la oportunidad de reducir la distancia con los países desarrollados” (42%); mayor en Suecia, Dinamarca e Irlanda y menor en España, Portugal e Italia
  • “contribuye a eliminar los conflictos armados en el mundo” (42%); mayor en Suecia, Dinamarca o Finlandia y menor en Italia, Portugal, Irlanda o el Reino Unido.

Entre los aspectos negativos:

  • para el 46% la mundialización “aumenta el riesgo de perder el empleo”
  • para el 51% la liberalización de los intercambios no va a “mejorar la situación personal” de los entrevistados
  • el 61% considera que  “el grado de protección social no va a beneficiarse”
  • el 60% está de acuerdo con que “la mundialización” produce una concentración de poder en las manos de las grandes empresas a costa de las otras”
  • un 55% considera que “aumenta la distancia entre ricos y pobres”
  • el 50% afirma que “aumenta los problemas medioambientales a escala mundial”

Sin embargo, en lo que se refiere a la cultura, sólo el 31% de los europeos considera que la globalización “lleva a un mundo más gris y uniforme”. El único país en el que hay una mayoría de encuestados de acuerdo -que, por otra parte, tampoco llega a superar el 55%- es Francia.

En definitiva, ya antes del 11-S las encuestas dejaban traslucir un claro euroescepticismo ante la globalización. Y además, el factor que parece pesar más, tanto entonces como ahora, es el económico y no el cultural.

Conclusiones: El 11-S y su espíritu no alteraron sustancialmente las percepciones y valoraciones de la globalización, ni cuantitativa (nivel de apoyo) ni cualitativamente (dimensión de la globalización).

En primer lugar, la tibieza observada en la opinión pública de los países avanzados, y en particular del Reino Unido o EEUU, tras los ataques de Al-Qaida, que se ha querido atribuir a un sentimiento de amenaza o a una conciencia de los efectos no queridos de la globalización, en realidad siempre estuvo presente y, por lo tanto, debe desligarse del nuevo clima de opinión.

En segundo lugar, tampoco la percepción de otros aspectos más resaltados por los analistas tras el 11-S, como los culturales, ha dejado de hacerse notar. Pero en cualquier caso, a tenor de la evidencia disponible sobre la opinión pública real, incluso después del 11-S su efecto sobre la valoración de la globalización es menos importante que la de los económicos (protección social, empleo, etc.). El choque de culturas es menos estruendoso que el conflicto entre los sectores sociales y los países beneficiados y perjudicados económicamente por la globalización.

 

Javier Noya
Analista Principal, área Imagen de España

 

Javier Noya

Escrito por Javier Noya

Investigador Principal, Opinión Pública e Imagen Exterior de España, Real Instituto Elcano