España y los hispanos: una relación por construir

España y los hispanos: una relación por construir

Tema: En este artículo(1) se aborda la relación de España y la población de origen hispano de los Estados Unidos apuntando sus características más señaladas y su evolución reciente.

Resumen: Las relaciones entre España y la población latina de los Estados Unidos, más bien dispersas y ciertamente escasas, adolecen de una serie de escollos y cortapisas que las lastran. La debilidad de la relación, el distanciamiento, el peso de los estereotipos o el énfasis en una determinada visión histórica, configuran una imagen difusa y alicorta que previene y dificulta, no pocas veces, el contacto. En los últimos años, sin embargo, se advierte en algunos sectores un creciente interés por impulsar y ahondar la relación. Pero la falta de un proyecto definido y unos objetivos claros, o la confusión respecto al alcance y pertinencia, da lugar a cierta improvisación y discontinuidad. En este escrito se resume la evolución que han seguido estas relaciones, anotando los rasgos y factores más destacados junto a las vertientes concernidas.

Análisis:

Introducción
Las relaciones entre España y la población de origen latino residente en los Estados Unidos se han caracterizado, en general, por el desconocimiento y la falta de interés mutuo. Puede decirse, sintetizando, que a pesar de sus vínculos históricos y lo dilatado de su presencia (1513-1822) en una extensa franja de la actual geografía estadounidense, España ha enajenado esa parte de su historia y ha hecho caso omiso de la cada vez más cuantiosa población que remite sus raíces al orbe hispano-hablante. Y ello pese a la persistencia de los lazos genealógicos –que reverdecen las sucesivas migraciones (2)– y la continuidad –y convergencia– cultural y lingüística, que actualizan sus vínculos. Las secuelas de la colonización, la extensión e influjo de la leyenda negra, el modo en que se consuma el repliegue final de ese hemisferio tras la derrota en Cuba y Puerto Rico, que sellan el ocaso del imperio español, quebrantan la (auto)imagen de España y contribuyen a su ensimismamiento frente al mundo.

Por otra parte, en lo que concierne a los hispanos o latinos establecidos o nativos de Estados Unidos, el desconocimiento sobre España constituye también una de las notas dominantes. De ello da cuenta el único estudio realizado hasta ahora sobre la imagen de España que llevan a cabo, en 1998, Cultural Access, de Access Worldwide Communications Inc., y el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset [IUIOG] con el patrocinio de la Fundación Consejo España-Estados Unidos. A tenor de sus datos, España conforma, por lo común, una entidad difusa –tanto como para el resto de estadounidenses–, cuya valoración, aunque positiva, es algo menor a la de la población anglo y dista de la que le otorgan los europeos (ver Tabla 1). Ésta no difiere, significativamente, según muestra la Tabla 2, de la correspondiente a otros países como Italia, Inglaterra o Japón.

Tabla 1. Opinión sobre España

 HispanosAnglosEuropeos*
Excelente181723
Buena485262
Regular24186
Mala115
Muy mala  1
Ns/nc8122
    
Excelente + buena666979

(*) Eurostat, 1995. Incluye a Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido.

Fuente: IUIOG y Cultural Access, 1998.

Tabla 2. Opinión sobre una serie de países (media)

En general, su opinión sobre (…….) es excelente, buena, regular o mala? (media)
 HispanosNo hispanos
España2,912,96
Italia2,893,08
Inglaterra2,843,10
Japón2,842,72
Argentina2,592,59
Rep. Dominicana2,402,14

Fuente: IUOG y Cultural Access Group. 1998


Asimismo, y, como dato curioso, muy pocos hispanos asociaban a España con “la lengua” (13%) o “la cultura” (8%), siendo más frecuente la referencia a “un país” (24%), el “ocio” (18%) y “gente” o “conquistadores” (17%). Todos los resultados estaban segmentados en función de la edad, los ingresos y el país de origen. Puertorriqueños, dominicanos, cubanos y sudamericanos poseían mayor grado de información que la media, al igual que los de más edad y nivel de ingresos. Los mexicanos eran, a su vez, los que manifestaban más distancia y desinterés.

Por otra parte, en una aproximación cualitativa se evidencian una serie de actitudes contrarias –aprecio e identificación frente a recelo y lejanía– que revelan la ambivalencia existente y bosquejan una imagen sesgada por los estereotipos. Ésta aparece ligada, básicamente, bien a nociones negativas o caducas –la conquista, el expolio, la derrota, el atraso, la arbitrariedad y el terrorismo–, a una visión pretérita –la madre patria–, o al ámbito del folclor y el ocio. Aunque también se detecta una percepción más positiva ligada a la condición europea y al proceso de transición a la democracia, aspectos que destacan algunos sectores (entrevistas personales a hispanos de distintos orígenes nacionales, Nueva York, 2002/03).

Este desinterés mutuo no deja de resultar, como poco, curioso. Tanto por lo profundo del vínculo que une a la población latina con España, como por los intereses que de algún modo comparten y en los que podrían coincidir. Entre ellos, los que atañen a la lengua, y en general, a las culturas hispanas. Pero, a pesar de la importancia que tienen y de algunos ligeros intentos de impulsar la relación, no se acaba de bosquejar.

En los siguientes apartados se resume la –breve y leve– trayectoria de las relaciones establecidas hasta ahora.

Las relaciones entre España y los hispanos: dimensiones y factores.
La apatía hacia la situación y evolución de la población estadounidense de raíz hispana se refleja en la escasa atención que ha venido suscitando ésta, y aún suscita en buena medida, a nivel académico, político, económico y de la sociedad en general. A ello sólo escapa un reducido núcleo de “simpatizantes” o interesados en el tema debido a distintos tipos de razones.

En cuanto a la evolución de esta relación, pueden distinguirse, grosso modo, dos fases diferenciadas, ambas bastante recientes y circunscritas, una y otra, a ciertos ámbitos. La primera coincide con la campaña de promoción internacional que precede a la celebración del V Centenario (1992). Se trata pues de una aproximación coyuntural en la que prevalece el componente individual, voluntarista, aunque cuente con cierto amparo institucional, y se refleja, básicamente, en una serie de encuentros, publicaciones e intercambios académicos. En la segunda, domina la perspectiva estratégica a la vez que adquiere una dimensión más institucional.

No obstante, no está de más anotar antes de continuar que, como suele ser habitual, también aquí es difícil desagregar, de modo categórico, los motivos subyacentes en cada fase, coincidiendo, en no pocos casos, una mezcla de ambas vertientes. El hecho de que se haga más hincapié en uno no es porque no se den otros, sino por imperativos del análisis que obliga a seleccionar y subrayar los trazos más manifiestos.

1. “Hispanos y españoles”: la aproximación historicista y psico-afectiva
El acercamiento a los hispanos en esta primera fase, que se desarrolla de mediados de los 80 a inicios de los 90, va a estar auspiciado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) y en él colaboran, activamente, una serie de funcionarios relacionados con el área de Cultura Hispánica. Entre ellos, Juan Olivas, Director de la Casa de España en Nueva York a fines de los 80, Carlos Fernández-Shaw, historiador y diplomático, y Ramón Vela, funcionario del Departamento de Relaciones con los EEUU en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Director de las Becas Fulbright, que promoverá las reuniones anuales de antiguos becarios en El Escorial. De este impulso inicial surgirán los primeros estudios y publicaciones que tienen por objeto a los grupos hispanos.

Los miembros de esta vertiente abogan por el acercamiento y la relación con aquellos, bien porque sintonizan con las problemáticas de esos grupos, bien por interés intelectual o por sus vínculos y conexiones con el legado de España. Un componente importante de esta fase será, pues, la dimensión empática, que hace hincapié en los lazos afectivos, culturales e históricos que ligan, en la distancia, a “hispanos” y españoles.

Entre los representantes de la vertiente académica estarían el antropólogo Tomás Calvo Buezas, autor de la primera tesis doctoral española que toma como objeto a los hispanos y se centra en el movimiento campesino chicano (3) (Universidad Complutense de Madrid, 1976); el sociólogo Alberto Moncada, pionero en introducir el tema de los hispanos como entidad sociológica en el panorama bibliográfico español (4); María Jesús Buxó, también antropóloga que se fija igualmente en los chicanos; Ernesto Barnach-Calbó, ex Director de Área de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos), que abunda en la temática educativa y lingüística; y Jose A. Gurpegui, interesado en el movimiento literario chicano. Entre los historiadores e hispanistas la figura más representativa es Carlos Fernández-Shaw, diplomático (fue Cónsul en Miami) especializado en la herencia hispana y autor de Presencia española en los Estados Unidos (Madrid, ICI, 1987) que hace hincapié en su contribución a la historia estadounidense.

Alrededor de esta corriente se generan una serie de encuentros y congresos bianuales en los que participan académicos de ambas orillas y patrocinan instituciones públicas y académicas. Uno de sus gérmenes fue el encuentro con hispanos de diversos orígenes que organiza, en junio de 1986, la Casa de España en Nueva York a instancias de Juan Olivas, su director entonces, y el sociólogo Alberto Moncada. El interés que despertó en sus participantes se refleja en la convocatoria de otra reunión similar que tiene lugar en febrero de 1987 en la Universidad Internacional de Miami, auspiciada ahora por el Centro de Estudios Multiculturales y Lingüísticos. En octubre de ese mismo año se celebrará una tercera reunión en Madrid bajo el patrocinio del ICI. Las ponencias de las dos últimas se reúnen en el volumen Hispanos en los Estados Unidos (Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, ICI, 1988), editado por Rodolfo J. Cortina (Universidad Internacional de la Florida) y Alberto Moncada (Universidad de Alcalá, Madrid). Los asistentes al encuentro de Madrid fueron recibidos por el rey en el palacio de la Zarzuela, indicio de la significación que se quiere otorgar a esta relación.

Poco después, en 1988, tiene lugar en Barcelona el III Congreso Internacional de Culturas Hispanas en los Estados Unidos de Norteamérica: “Hacia la nueva síntesis”, organizado por las Universidades de Barcelona, Complutense de Madrid, San Antonio de Texas y la de California en Irvine y en el que se presentaron 120 ponencias. Este será el primer encuentro de este tipo que se celebre en España, que se une así a la línea de intercambio académico iniciada en 1984 por un grupo de investigadores alemanes y franceses interesados en la literatura chicana (entrevista con Tomás Calvo Buezas, Madrid, 2005) (5). Los temas abordados abarcan desde la dimensión histórica de las comunidades hispanas a cuestiones sociales, lingüísticas y culturales, identidad y los conflictos derivados de la emigración, la discriminación y la marginalidad que padecen los miembros de esos colectivos (véase Culturas hispanas de los Estados Unidos de América, dirigido por Mª Jesús Buxó y Tomás Calvo Buezas, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica –ICI–, 1990).

Aún habrá otro Congreso en Burdeos (1990) y dos años más tarde, en 1992, tiene lugar el quinto y último hasta ahora, esta vez en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). Celebrado bajo el epígrafe general de Hispanic Empowerment, hace hincapié en el ascenso de los hispanos en la escala social, sus relaciones con los poderes económico y político y sus reivindicaciones de índole social, lingüístico y cultural (véase El poder hispano, dirigido por A. Moncada et al., Madrid, Servicio de Publicaciones y Centro de Estudios Norteamericanos de la Universidad de Alcalá, 1994, que recoge las Actas de este Congreso).

También corresponde a esta fase la creación de la Asociación Española para el Diálogo y el Estudio de los hispanos en EEUU (Madrid, 1991), aunque, según confiesan varios de los fundadores, a pesar de varios intentos para ponerla en marcha, nunca ha llegado a remontar. En la actualidad varios de sus miembros iniciales están tratando de activarla de nuevo.

Otra de las actividades que se promueven, dirigida a potenciar la relación y el conocimiento entre hispanos y españoles, es una serie de cursos de profesores y maestros estadounidenses de origen hispano, patrocinados por el ICI y que se realizaban en el Centro de Estudios Norteamericanos en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

Por otra parte, el esfuerzo editorial dirigido a la difusión del legado hispánico culmina a su vez con la publicación del Handbook of Hispanic cultures in the United States (Arte Público Press e Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1993-1994), editado por Nicolás Kanellos (Universidad de Houston) y Claudio Esteva Fabregat (Universidad de Barcelona), que reúne en cuatro volúmenes una selección de ensayos que abordan distintos aspectos de la cultura hispana en Estados Unidos desde diferentes disciplinas (arte y literatura; historia; sociología; y antropología (6)).

El carácter coyuntural que subyace a esta etapa, la falta de un patrocinio público e institucional más decidido y el predominio que van adquiriendo los estudios literarios y lingüísticos (centrados fundamentalmente en la literatura chicana) acaban por disolver esta corriente que no va a tener, hasta ahora, una mayor continuidad.

2. La relación de España y los hispanos como política de Estado: la aproximación estratégica
Tras un breve paréntesis, resurge el interés hacia los hispanos en la segunda mitad de la década de los 90.

Frente a la etapa anterior, en la que predomina la dimensión cultural e histórica, el componente empático y la implicación personal, el impulso central procede ahora de los beneficios colaterales que, a escala política, económica o cultural, pueden derivarse de la presencia de la población hispana y su evolución en el contexto estadounidense. Se trata, pues, de un enfoque de índole pragmática y una aproximación intencional, en el sentido de que responde (o se dirige) a unos objetivos concretos y se concibe en el marco de una estrategia específica. Asimismo, se le intenta otorgar un rango más institucional y cuenta con el patrocinio de entidades públicas y privadas junto al beneplácito de Estados Unidos que, en cierta medida, propicia la aproximación. Cabe aclarar, no obstante, que, a pesar de todo ello, el nivel de actuación es notablemente exiguo y los medios disponibles, escasos (7).

El tiempo que discurre entre una y otra fase –aunque breve– permite que madure la percepción de los hispanos como entidad y se tome conciencia de la nueva realidad sociológica. Previo a ello, prevalecía una noción fragmentada de esta población, identificada, de un lado, con el movimiento chicano –que despertaba sentimientos de simpatía pero también recelos–, y, de otro, con el exilio cubano –gravado por su carácter anticastrista–. En el cambio incide la creciente atención que empieza a recabar en los Estados Unidos la población hispana a raíz del impulso demográfico que experimenta en esa década y el giro en la estrategia republicana tras la reelección de Clinton en 1996.

Es un momento, por otra parte, en el que España se halla inmersa en un proceso de expansión e internacionalización de su economía y preocupa su exigua presencia en los Estados Unidos, poco acorde a su realidad objetiva, y la seguridad y evolución de las inversiones efectuadas en América Latina. De ahí el interés por impulsar las relaciones entre ambos países y mejorar el conocimiento mutuo y las imágenes respectivas, un proceso en el que toma un papel activo la sociedad civil y en el que participa Estados Unidos(8).

A ello responde la creación, en 1995, de la Fundación Consejo España-Estados Unidos, entidad privada que nace con vocación de ejercer de lobby en el ámbito estadounidense y que cuenta con el respaldo explícito de las Administraciones de ambos países. Esta agrupa a representantes de varios sectores (financiero, empresarial, profesional, político, Administración e instituciones culturales y académicas). En paralelo a su fundación se crea en los Estados Unidos una entidad homóloga: el US-Spain Council, presidido inicialmente por el entonces representante en el Congreso y luego Gobernador de Nuevo México, Bill Richardson. Ambas entidades firmarán en Georgetown, el 29 de abril de 1997, un protocolo de actuación que las vincula y por el que se comprometen a actuar como si fueran un sola (véase A. Garrigues, “Fundación Consejo-España-EEUU. Objetivos y proyectos”, Revista de Economía Exterior, Mayo 2001). Su actividad principal es la realización de foros anuales en los que personalidades relevantes de ambos países tratan temas de interés común. Hasta ahora se han celebrado nueve, cinco con sede en España y cuatro en suelo estadounidense.

Y es en este contexto y, en parte, a través de esta entidad, en donde toma cuerpo la necesidad de acercarse y profundizar la relación con los hispanos de los Estados Unidos. Ésta constituye, de hecho, uno de sus “objetivos básicos” (Garrigues, 2001, op. cit.). La aproximación responde a, y se inscribe en, una operación más amplia de acercamiento y re-configuración de las relaciones con los Estados Unidos. De ahí que los sujetos a los que se dirige dicha acción sean los “ciudadanos norteamericanos” de origen hispano y que, dado lo resbaladizo del terreno en que el debe moverse y la diversidad de intereses y partes implicadas, las llamadas a la cautela sean una de las notas dominantes.

Desde esta perspectiva los hispanos se perciben como “aliado estratégico” y fuente de oportunidades. Se entiende, asimismo, que los “hispano-estadounidenses”, al estar imbricados en las dos sociedades y culturas, pueden ejercer de puente y contribuir a un mejor entendimiento de ambas. Y, por otra parte, la particular posición de España facilita, a su vez, varias posibilidades de triangulación que pueden incumbir tanto a Latinoamérica como a Europa.

Para potenciar la relación y mejorar la imagen en los respectivos países en 1998 se crea, con el auspicio de la Fundación Consejo España-EE UU, el patrocinio de la Fundación Carolina y la colaboración del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset y la Universidad Menéndez Pelayo, el “Programa de jóvenes líderes norteamericanos de origen hispano”. A través de éste viene anualmente a España un grupo de entre 15 y 20 jóvenes que siguen un curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Santander) y mantienen una serie de encuentros y visitas. Otro programa complementario, de corte similar al antedicho es el de “jóvenes líderes de opinión norteamericanos”, fruto de un acuerdo entre la Fundación citada y su homóloga americana (el US-Spain Council) a raíz del 6º Foro, celebrado en Valencia.

En este nuevo escenario, la relación con los “hispano-estadounidenses”, se percibe especialmente pertinente en tres niveles o áreas: política, económica y cultural.

A escala política –la más controvertida y en la que se observa mayor disenso en las posturas–, los hispanos podrían contribuir, según algunos, a paliar la falta de un grupo de presión “natural” –del que España carece debido a su escasa representación en las olas migratorias a Estados Unidos–, posibilitando así un mayor margen de influencia a este nivel. Esta perspectiva, que, según Pérez-Nievas (“Españoles e hispanos en EEUU”, El País, marzo 1997), partió del Gobernador Bill Richardson, suscita serias dudas en un sector que no acaban de verla viable y tienen serias dudas sobre su efectividad y pertinencia.

Otro punto de interés y encuentro lo constituye el área económica. A este respecto, los colectivos hispanos que, con un poder adquisitivo cercano a los 700.000 millones de dólares en 2004 (US Bureau of Economic Analysis, 2004), ostentan por sí mismos un considerable potencial económico y constituyen el destinatario central de la industria de bienes culturales, pueden posibilitar a su vez una vía de entrada más fácil en el mercado estadounidense. Y de hecho las inversiones españolas en California han pasado de 55 millones de dólares en 1990 a 206 millones en el año 2000 (La Opinión, 11/VII/2003), mientras el comercio entre España y Florida se duplica de 2000 a 2003, pasando de 723 millones de euros a 1.400 millones (Cassinello, 2004). La colaboración en este área ofrece, asimismo, la posibilidad de triangulación con América latina.

Finalmente, otro de los espacios en el que confluyen intereses afines y que toma cada vez más relevancia, es la esfera cultural y, dentro de ella, la vertiente lingüística. Pues si la generalidad de los hispanos –el 88% según la encuesta citada al principio– se declara “muy orgulloso” de “la lengua española como medio de comunicación y expresión” y desea, según reiteran diversos estudios, que sus hijos conserven el idioma, que acrece gradualmente su valor instrumental, es paladina la importancia que tiene para España y el futuro del español lo que acontezca en aquel contexto.

No obstante, es éste otro de los terrenos delicados debido a las diferentes posturas y sensibilidades frente a la conservación de la lengua vernácula y las presiones sociales a favor de la aculturación lingüística. De ahí que una actuación más decidida por parte española pueda suscitar rechazos y/o suspicacias en sectores de la sociedad mayoritaria así como entre algunos hispanos. Sin embargo, es también aquí donde su mediación puede ser más útil a las comunidades hispanas contribuyendo a contrarrestar estereotipos y prejuicios e ideas equívocas, cuando no tendenciosas (9), que propagan algunos segmentos de opinión. Por su posición particular, y en lo que concierne a la esfera lingüística, España puede contribuir a elevar el prestigio del español, a afirmarlo como lengua de conocimiento y cultura, que es uno de los principales retos con los que se enfrenta y que afecta tanto a su posición en la sociedad como a su proyección futura.

Todo ello apunta a que sea éste uno de los posibles puntos de encuentro privilegiados entre España y los hispano-estadounidenses. La reivindicación del derecho a mantener lengua y cultura, o la que acude al pasado, como argumento para las demandas presentes –el lugar en la historia de los Estados Unidos que reclamaba el movimiento chicano– pueden converger en esa dirección.

Conclusión: La cuestión, llegados a este punto, y visto el interés que advierte una parte y en el que parece coincidir la otra, es si se dan las condiciones para articular una relación más estrecha y específica entre los hispanos-estadounidenses y España. Esto es, si se trata de un interés unívoco o compartido, si hay –o se reconocen– espacios de encuentro y si se considera oportuna. Y, en ese caso, en qué terrenos, con qué alcance y cuáles las estrategias y cauces a priorizar. Si la respuesta es positiva, a lo que parecen apuntar suficientes indicios, corresponderá abrir cauces de diálogo y arbitrar los medios necesarios para avanzar en esa tarea.

María Jesús Criado
Investigadora del Real Instituto Elcano para el tema de Hispanos en Estados Unidos y profesora en el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset

(1) Una versión inicial de este trabajo se presentó en la Conferencia “Crossing Borders: US/Latin American Relations in the Early 21st Century”, Universidad de San Francisco, California, 2-4 de marzo de 2005. Agradezco a Emilio Lamo de Espinosa, Alberto Moncada, Tomás Calvo Buezas y Ernesto Barnach-Calbó su generosa ayuda en la recopilación de información y material para este trabajo

(2) Latinoamérica constituyó el principal destino de la emigración española hasta bien mediado el siglo XX. De 1882 a 1960, tres de cada cuatro emigrados –el 76%, casi 4,5 millones de los 5,7 millones que partieron en total– se dirigieron allí, con Argentina, Cuba, Brasil, México y Uruguay como principales destinos. Ello explica lo relativamente frecuente que es encontrar entre la población latina inmigrada a Estados Unidos en las últimas décadas antecedentes familiares o de vecindad con españoles

(3)Los más pobres en el país más rico. Clase, raza y etnia en el movimiento campesino chicano, Ediciones Encuentro, Madrid, 1981.

(4) Véase, por ejemplo, Norteamérica con acento hispano (1988) –primer trabajo sobre el puzzle de la minoría hispana–, o, junto a Juan Olivas, Los hispanos en la política norteamericana (1989), editados ambos por el ICI

(5) A éste le precedieron sendas reuniones en la Universidad de París VIII y III en 1986 y 1987, y la inicial realizada en la Universidad de Mainz (Alemania) en 1984.

(6) Francisco Lomelí, de la Universidad de California-Santa Barbara, se encarga de la edición y presentación del Volumen I dedicado a la Literatura y el Arte; Alfredo Jiménez (Universidad de Sevilla), será el editor del Volumen II, dedicado a la Historia; del Volumen III, que comprende el área de la Sociología, se encarga Félix Padilla (Northeastern University); y del IV, dedicado a la Antropología, Thomas Weaver (Universidad de Arizona).

(7) Para un catálogo de acciones, propuestas e insuficiencias, véase el trabajo de E. Cassinello, “España y los hispanos: un proyecto estratégico” .

 (8) Ello se concreta en la firma, el 11 de enero de 2001, de la Declaración Conjunta por la entonces Secretaria de Estado, Madeleine Albright y Josep Piqué, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores.

(9) En este orden cabe situar la tesis de Samuel Huntington, que aparece ya en El choque de civilizaciones (1996) y enfatiza en Who Are We? (¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, Paidós, Barcelona, 2004), que postula la existencia de una “civilización”, y “cultura” latinoamericana ajena al orbe occidental.