Tema: La campaña electoral de los últimos meses ha movilizado a toda la sociedad y, particularmente, a los numerosos partidos que aspiran a diferentes cargos representativos, entre ellos la presidencia de la república. La competencia partidista ha puesto de manifiesto las características fundamentales del sistema político guatemalteco. En los nuevos partidos creados para las elecciones, el personalismo ha dominado por encima de programas o planteamientos ideológicos, de forma más determinante que en comicios anteriores. En buena medida, este elemento es fundamental para entender las claves de la lucha por el poder en las presentes elecciones.
Resumen: El 9 de noviembre se celebrarán en Guatemala elecciones presidenciales, parlamentarias y locales y en estos meses de intensa campaña electoral se han producido algunas situaciones inéditas. Aunque estos comicios son un paso más en el proceso de normalización de la alternancia democrática, destacan respecto de los anteriores. Junto al surgimiento de nuevos partidos y candidatos, como Rigoberto Quemé, el primer candidato indígena en la historia democrática de Guatemala, Efraín Ríos Montt también ha visto cumplida su aspiración de ser candidato. La batalla legal de Ríos Montt y su partido, el Frente Revolucionario Guatemalteco (FRG), para ser inscrito como candidato, en contra de lo estipulado en la Constitución, ha generado una cierta crisis política e institucional, que no se corresponde, de momento, con las expectativas electorales del ex dictador, muy bajo en las encuestas. Sin embargo, este episodio no debe traducirse necesariamente en un “paso hacia atrás” en la democratización del país, ya que la movilización social ante acciones o actuaciones ilegítimas o antidemocráticas pone de manifiesto la consolidación del sistema democrático guatemalteco.
Análisis: De los próximos comicios saldrá el quinto presidente constitucional desde la aprobación de la Constitución de 1985[1]. Es una historia política muy corta si se la compara con los 36 años de conflicto civil entre gobiernos militares y la guerrilla. Ésta es una nueva ocasión para ejercer el derecho al voto y contribuir así al fortalecimiento de la democracia. No obstante, la repetición regular de las elecciones no significa que éstas sean iguales entre sí, ya que las presentes tienen importantes diferencias respecto a las anteriores. Junto a la desaparición de los partidos históricos surgidos en la década de los cincuenta, todo indica que sus sucesores, con responsabilidades de gobierno en los años noventa, también serán relegados a puestos secundarios, cuando no marginales, lo que confirmaría una especie de regla de la democracia guatemalteca: la falta de consolidación de los partidos tras su paso por el poder.
Según las últimas encuestas, son algunas formaciones de reciente creación las que cuentan con el mayor apoyo popular. Es el caso de la Gran Alianza Nacional (GANA), cuyo candidato a la presidencia es Oscar Berger, y de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE), con Oscar Colom a la cabeza. Según los últimos sondeos, Berger tiene el 37,8% de la intención de voto, seguido a cierta distancia por Colom, con el 18,2%. La pujanza de estos dos nuevos partidos ha relegado a un tercer y cuarto lugar al FRG de Ríos Montt y al Partido de Alianza Nacional (PAN) de Leonel López Rodas, los dos partidos más importantes del país durante la década de los noventa. En 1996 y 1999, sus candidatos a la presidencia se disputaron el cargo en la segunda vuelta. En 1996, ganó el PAN, derrocando Alvaro Arzú al candidato del FRG, y en 1999 fue Alfonso Portillo del FRG quien ganó la presidencia frente al candidato del PAN. Junto a los nuevos partidos que han logrado desplazar a otros más consolidados, caben señalar las nuevas formaciones que aún siendo minoritarias no han dejado de ser significativas, como ocurre con Rigoberto Quemé, el primer candidato indígena a la presidencia.
Pese a las peculiaridades de estas elecciones, los factores de fondo que explican la nueva situación son los mismos que en comicios anteriores. Sin ninguna excepción, el origen de los partidos y su posterior éxito o fracaso electoral está determinado por la figura de sus líderes y no por una ideología o un programa de gobierno determinado. Por lo general, estos partidos, que suelen crearse para cada ocasión, tienen fines meramente electorales. Guatemala tiene un sistema multipartidista, con una presencia superior a la media latinoamericana. En esta ocasión se han inscrito 22 partidos y 14 presentan candidato a la presidencia. Esta cifra está entre los 29 partidos inscritos en 1996 y los 17 de 1999. De todos ellos, pocos han sobrevivido de una elección a otra; los partidos triunfantes tampoco han logrado repetir su victoria. El personalismo dominante en la política explica en parte este exacerbado multipartidismo. Junto a una ley electoral que favorece la participación política, en la medida que el liderazgo político está por encima de proyectos o ideologías concretas, se crean tantos partidos como ciudadanos aspiran a la presidencia, siempre y cuando éstos tengan el suficiente apoyo económico como para costear su campaña electoral.
GANA y UNE, las dos nuevas formaciones que cuentan con mayor intención de voto desde mayo, presentan las características señaladas, al primar en ellas los fines puramente electorales. En estos partidos, la ideología y el programa electoral son secundarios, y sus líderes son su principal activo y su base fundamental. El caso de GANA es ilustrativo. Esta coalición, fundada hace sólo unos meses, cuenta con el mayor porcentaje de apoyo popular, gracias al liderazgo de Oscar Berger, cuya carrera política se inició en el PAN. Fue alcalde de la ciudad de Guatemala durante dos mandatos consecutivos, en 1990 y 1995, y en las elecciones pasadas fue candidato presidencial del PAN, partido que abandonó este año por diferencias internas, tras lo cual fundó GANA. A partir de entonces, el riesgo asumido era considerable al competir con el PAN y el FRG, los partidos más poderosos de los últimos años. Sin embargo, consciente de su popularidad y de la importancia que un liderazgo fuerte tiene en la política guatemalteca, no dudó en llevar a cabo su proyecto. Sus cálculos fueron acertados. En mayo, cuando la ciudadanía seguía asociándolo con el PAN, era el candidato con mayor apoyo popular, lo mismo que el PAN. Tras estos primeros momentos, cuando la ciudadanía tomó conciencia de la ruptura entre Berger y el PAN, éste continuó manteniéndose como el candidato con mayor apoyo, con gran diferencia respecto al resto, mientras que el PAN veía en julio reducido su apoyo al 4,2% en intención de voto.
La indeterminación ideológica también se debe al esfuerzo de los partidos por ubicarse en el centro del espectro político, si bien la mayoría son de centro-derecha. Desde 1985 han ido desapareciendo las agrupaciones políticas de extrema izquierda y de derecha. La izquierda, minoritaria y profundamente fragmentada, ha ido desplazándose hacia el centro. Incluso la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), antigua guerrilla constituida en partido tras la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, ha eliminado de su vocabulario electoral las palabras comunismo, socialismo o cualquier otro término revolucionario. Con el afán de acaparar votos y hacer el partido lo más “plural” posible resulta común que en una misma agrupación se integren destacados miembros de la elite junto a viejos miembros de la izquierda o incluso ex-guerrilleros. El caso de Álvaro Colom, candidato de la UNE, es significativo pero no excepcional. Mientras en las elecciones de 1999 fue el representante de la izquierda, apoyado por una coalición de partidos, entre ellos la URNG, en las actuales, su compañero de lista y candidato a la vicepresidencia es Fernando Andrade, un destacado miembro de la élite con una prestigiosa carrera diplomática, sin vinculación con la izquierda. En las listas y en los gobiernos del PAN y el FRG han figurado personas de orientación ideológica muy diferente e incluso opuesta.
Mientras el futuro del PAN, tras perder a su líder, no parece prometedor, el del FRG pasa precisamente por el empeño en presentar a Ríos Montt como candidato a la presidencia. Según muchos analistas esto augura un fracaso electoral y una crisis en el partido. La inscripción de la candidatura de Ríos Montt se ha conseguido después de varios años y en los últimos meses ha provocado una batalla legal que ha desembocado en una auténtica crisis institucional. Todo se explica por el pasado político de este personaje. El artículo 186 de la Constitución prohíbe a toda persona asociada a un golpe de Estado aspirar a la presidencia y él fue nombrado presidente por un grupo de militares en 1982, tras derrocar a otro dictador, Fernando Romeo Lucas García. Su intención de aspirar a la presidencia se remonta a 1990, la primera vez que intentó inscribirse. En aquel entonces y en 1995 sus solicitudes fueron rechazadas, siguiendo la norma constitucional.
Este año, alegando que el artículo de la Constitución que atañe a Ríos Montt no tiene efecto retroactivo y por tanto no le afecta, el FRG ha vuelto a plantear la inscripción de la candidatura de su líder. Tras la negativa del Registro de Ciudadanos y del Tribunal Superior Electoral, el 6 y el 12 de junio, acudió al Consejo Superior de Justicia. Ante la negativa de este órgano judicial, apeló a la Corte Constitucional, de mayoría pro-eferregista, que el 14 de julio resolvió a su favor. Paralelamente se produjeron manifestaciones contra su candidatura, considerada ilegítima. La reacción de la sociedad civil fue unánime y hubo protestas pacíficas junto a acciones legales. El 20 de julio, la CSJ suspendió su inscripción por la solicitud de amparo de dos partidos políticos. La reacción del FRG contra esta medida fue inmediata y el 24 y 25 de julio unos encapuchados con machetes sembraron el pánico en la capital para apoyar a su líder, lo que fue rechazado por el 90% de la ciudadanía. Finalmente, el 30 de julio, la Corte Constitucional volvió a ordenar la inscripción. El futuro de Ríos Montt está ahora en manos de los ciudadanos. Por el momento, todas sus maniobras legales e ilegales para lograr ser candidato únicamente le han restado popularidad. La reacción generalizada de la sociedad civil es prueba evidente del avance irreversible de la democracia y no de su “final”, de acuerdo a la opinión mayoritaria.
Si el 9 de noviembre ningún candidato obtiene más del 50% de los votos, habrá que acudir a una segunda vuelta. A unas semanas de las elecciones nadie duda de la victoria electoral de Oscar Berger. Sin excepción, en todos los sondeos realizados mensualmente desde mayo, el líder de GANA concentra el mayor porcentaje de intención de voto, a gran distancia de sus competidores. Sin embargo, aún con estos datos no puede asegurarse que alcance la presidencia en la primera vuelta. El sistema multipartidista guatemalteco hace difícil esta posibilidad, puesto que acaba dispersando el voto. En una posible segunda vuelta, en diciembre, competiría con el segundo candidato más votado. Si tomamos como referencia de nuevo las encuestas, también desde mayo, éste sería Álvaro Colom. De esta forma, Ríos Montt quedaría fuera del juego político. Aún cuando el apoyo del gobierno al FRG, empleando recursos e instituciones estatales, acabara proporcionando más votos a Ríos Montt que a Colom, éste tampoco tendría mayor oportunidad de acceder al poder. Todo indica que al margen de quién compita con Berger, éste va a ser el futuro presidente de Guatemala. Aún considerando todas las posibilidades, parece que los guatemaltecos van a decidir la derrota definitiva de Ríos Montt.
Otro líder a destacar es Rigoberto Quemé, ex alcalde de Quetzaltenango, la segunda ciudad del país, que aspiró a la presidencia apoyado por CASA, Transparencia y ANN, aunque renunció en julio a la candidatura dadas las divisiones entre las distintas formaciones que le apoyaban. Las circunstancias han impedido saber la reacción del electorado ante la postulación de un candidato indígena, máxime cuando en Guatemala el 70% de la población es de origen indígena, mayoritariamente maya, aunque más que unidad y uniformidad, domina la diversidad y la diferencia. Se distinguen 22 grupos con sus respectivas lenguas y dentro de cada grupo domina fundamentalmente una identidad local. A diferencia de Bolivia o Ecuador, la organización política indígena es embrionaria. Aunque desde hace años existe un movimiento y una elite intelectual maya, ésta ha sido incapaz de dar el salto a la política para presentar un proyecto político alternativo, en un país donde el racismo ha marginado del poder, de los recursos económicos y de la educación a la población indígena. Los partidos políticos se ven obligados a mencionar a la población indígena en sus discursos electorales, pues éste es un electorado imprescindible, pero tampoco van más allá. Excepcionalmente lo ha hecho la URNG, cuyo candidato a la vicepresidencia es también indígena; aunque, si bien se ha centrado en cuestiones étnicas, no por ello ha logrado atraer a dicho electorado. El voto indígena se encuentra disperso y repartido entre todos los partidos. En el Norte y en el Altiplano, donde se concentra la mayoría de la población indígena, no hay una preferencia particular por ningún partido o candidato. En estas regiones, como en el resto del país, el candidato con más apoyo es Berger, seguido por Colom, aunque esto no significa que estas formaciones respondan a sus necesidades y preocupaciones. De hecho, cabe esperar el alto abstencionismo de anteriores elecciones, una forma de protesta, más que de desinterés, patrimonio de toda la ciudadanía y no sólo de la población indígena.
Conclusiones: Como buena parte de América Latina, Guatemala permanece “bajo sospecha”, ya que tanto los analistas nacionales como los internacionales continúan dudando de la capacidad de la sociedad para consolidar la democracia. En estas elecciones se ha temido por la continuidad de la democracia guatemalteca. La inscripción del candidato a la presidencia del FRG, el exgolpista Efraín Ríos Montt ha desencadenado una crisis de carácter político e institucional. Sin embargo, atendiendo a la reacción de la sociedad civil, ésta ha demostrado sus convicciones democráticas y ha dado un paso más en el afianzamiento de la democracia. A pesar del protagonismo alcanzado por Ríos Montt durante la campaña electoral, sus aspiraciones a la presidencia van a ver frustradas por el voto ciudadano. El ganador de las elecciones tanto si hay una primera vuelta, como una segunda, será Oscar Berger. El fuerte personalismo que domina en el sistema multipartidista guatemalteco ha hecho posible que Berger con toda probabilidad logre alcanzar la presidencia de la república con el apoyo de una alianza integrada por tres pequeños partidos. No obstante, estos mismos apoyos constituyen uno de los factores que pueden complicar la gestión de su mandato presidencial. La alianza lograda por Berger no pasa de ser un pacto entre partidos minoritarios que cuentan con un proyecto e intereses propios. La capacidad de negociación y el tacto del futuro gobernante para mantener un equilibrio satisfactorio entre todos sus aliados son fundamentales. Los resultados electorales previstos para la Asamblea Legislativa tampoco ayudan mucho. No va a ser posible formar una mayoría parlamentaria, pues el voto va a estar repartido entre los 22 partidos políticos que participan en las elecciones. La situación tanto coyuntural como estructural de Guatemala es un difícil reto para la sociedad y para su nuevo gobernante, aunque esto no necesariamente ha de ser incompatible con la continuidad del proceso de democratización que está teniendo lugar en la república en los últimos años.
Sonia Alda Mejías
Real Instituto Elcano
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[1] En realidad, el futuro presidente será el quinto elegido popularmente, pero el sexto desde 1985. Entre 1993 y 1996 ejerció como presidente interino Ramiro de León Carpio, nombrado por el Congreso.