El declive de la identidad nacional española

Bandera de España. Foto: Jorge González (CC BY-SA 2.0)

Tema

España es ya una sociedad con una menor identidad colectiva, menos prejuicios y más cosmopolita.

Resumen

Los españoles se sienten ahora menos identificados con los demás españoles, ya sean los del conjunto del país, los de su ciudad o los de su comunidad autónoma, mientras que aumenta ligeramente su cercanía al conjunto de los europeos. El descenso, medido entre 2002 y 2015, afecta a todos los elementos que comparten los miembros de una nación (lengua, territorio, sistema legal, economía, seguridad social, símbolos, etc.). A la vez, ha disminuido el rechazo a los “diferentes”, ya sean inmigrantes, gitanos o estadounidenses. En conjunto, se trata de una sociedad con una menor identidad colectiva, menos prejuicios y más cosmopolita.

Análisis

Introducción

En el año 2002, en el marco de un proyecto de investigación europeo,1 se realizó una encuesta a ciudadanos de 18 países de la UE, entre ellos España, para saber hasta qué punto las identidades nacionales eran compatibles con la formación de una nueva identidad común europea. Esta formación de una identidad común europea es un requisito imprescindible para la creación de un demos, un pueblo que sostenga la legitimidad democrática de las instituciones de la UE: sin el sentimiento de compartir intereses y un futuro común con las demás naciones no puede avanzarse hacia el fortalecimiento de Europa. En aquellos años, en una etapa general de crecimiento económico, y antes del gran aumento de la diversidad política interna en la UE que produjo la ampliación hacia el Este en 2004, los elementos que ocupaban el debate político sobre Europa eran muy diferentes a los actuales y, vistos desde la realidad de hoy, implicaban un cierto optimismo y una confianza clara en el futuro de la UE, sobre cuyo mantenimiento no se percibían riesgos. Se trataba entonces de mejorar sus instituciones salvando el llamado “déficit democrático”, un aspecto que ahora, ante riesgos como el Brexit, la crisis de Schengen y el impago de la deuda griega, ha pasado a un puesto secundario.

La encuesta se realizó a través del Eurobarómetro 57.2 y vino a confirmar algo que ya se había mostrado en Eurobarómetros anteriores, que los españoles formaban una de las naciones más europeístas de la UE.2 Junto a este aspecto, la encuesta medía otros elementos, como los componentes de la identidad nacional y europea (¿qué es lo que hace sentirse europeo o español a un español?), el peso del localismo y el grado de identificación o distancia con otros grupos nacionales o culturales, en comparación con los cuales se construye la identidad propia, ya sea como europeos o como españoles.

Ahora, 15 años después y todavía sufriendo los efectos de los recortes presupuestarios de los que se ha culpado en parte a “Europa” y en particular a Alemania, y tras un cambio demográfico espectacular que ha convertido a España en país de inmigración, el Barómetro del Real Instituto Elcano (BRIE) en su edición nº 36 (2015) ha incluido una batería de preguntas que reproducen las realizadas en el Eurobarómetro de 2002 para medir la evolución en las respuestas. El tamaño de ambas muestras es semejante: 995 personas entrevistadas en 2002 y 1.006 en 2015.

El declive de la identidad nacional española

En términos comparados con los demás países europeos, la identidad nacional española es relativamente débil, como muestra el Eurobarómetro. Los últimos datos de esta encuesta, de otoño de 2015, indican que España está por debajo de la media de la UE en el porcentaje de los que se sienten “apegados” a su país (cuatro puntos por debajo), mientras que supera claramente la media de los que se sienten “apegados” a la UE (siete puntos por encima).3 Otro indicador aproximado a este mismo fenómeno es el prestigio interno de cada país, medido también a través de encuestas, en el que España destaca en los últimos años por su muy baja autoestima, muy por debajo de la opinión que sobre ella se tiene fuera.4 En el extremo contrario encontramos a los países más orgullosos de sí mismos, como los rusos y los chinos, cuya autoestima está muy por encima de su prestigio externo.

Las causas de esa débil identidad nacional española han sido muy debatidas por historiadores, sociólogos y politólogos: el franquismo y, en especial, su período autárquico, produjeron un complejo de inferioridad en los españoles en su comparación con las demás naciones europeas o con EEUU, un complejo que ya se había alimentado tras la crisis de 1898 y la pérdida de las últimas colonias americanas. Por otra parte, el abuso de los símbolos y la retórica nacionalista por parte de las autoridades franquistas creó el efecto contrario tras la transición: el rechazo al nacionalismo español y a sus símbolos, la bandera y el himno, por su identificación con ese período. A la vez, los movimientos nacionalistas periféricos y el entusiasmo con que la izquierda española los apoyó como liberadores durante la transición y en años posteriores, contribuyeron aún más a debilitar “lo español”, hasta el punto de que la exhibición de una bandera española pasó a ser indicador de una ideología conservadora cuando no de nostalgia por el franquismo. La misma palabra “España” resultó sospechosa y fue sustituida a menudo por “el Estado español”, una expresión de escasa resonancia emotiva.

La comparación de los datos de las encuestas realizadas en 2002 y 2015 señala una caída del grado de identificación con el país. Los que se sienten “muy” o “bastante” cercanos a los demás españoles (en comparación con otros grupos, como los europeos, los de su ciudad, los estadounidenses, etc…) eran un 90% en 2002 y son ahora un 85%, mientras que los que se sienten “poco” o “nada cercanos” a los demás españoles han aumentado del 10% al 15%.

Pero más claro que este indicador es el que recoge los motivos de identificación con la nación española. Prácticamente todos los elementos que se ofrecen a los entrevistados como posibles motivos de identificación con el resto de los españoles sufren un declive. Disminuye la identificación con la cultura española, con la lengua castellana, con su historia, con sus símbolos y, especialmente, con dos tipos de elementos: por una parte, los aspectos centrales que definen un Estado, su independencia y sus fronteras; y, por otro, su vida política y económica. Está claro que la crisis económica y la sucesión de escándalos de corrupción en los últimos años explican la caída del prestigio del sistema político y legal y de la vida económica, pero la disminución de los aspectos relacionados con la soberanía parece responder a un cambio más profundo y de largo alcance.5

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Esta caída en la identificación con la nación se repite en el caso de lo local y lo regional: disminuye el porcentaje de españoles que se sienten cercanos a los vecinos de su ciudad o pueblo y los que se sienten cercanos a los habitantes de su Comunidad Autónoma, con una caída de 5 y 6 puntos respectivamente. Este resultado contradice las estimaciones o pronósticos que se leen o escuchan con cierta frecuencia respecto a un aumento del localismo que vendría a convertirse en refugio de los ciudadanos ante la globalización.

La identidad europea de los españoles

En contraposición con lo que ocurre en los casos anteriores, los niveles nacional, local y regional, el grado de identificación de los españoles con el resto de los habitantes de Europa se mantiene e incluso aumenta ligeramente. El 59% de los españoles se siente bastante o muy cercano al resto de los europeos, dos puntos más que en 2002, mientras que disminuye cuatro puntos el porcentaje de los que se sienten poco o nada cercanos a los demás europeos (del 44% al 40%). El europeísmo de los españoles ha sido confirmado recientemente a través de otro indicador por el Pew Research Center que indaga, entre otros aspectos, en la posición de los españoles respecto al reparto de competencias entre los Estados nacionales y las instituciones comunitarias: los españoles son, junto con los franceses, los más favorables a dar más poder a la UE en detrimento del Estado nacional.

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Sin embargo, como se aprecia en la Figura 3, son más los favorables a devolver poder a los Estados, aunque también en este indicador España está a la cola, muy lejos de Grecia o del Reino Unido.

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En el lado negativo, este mantenimiento de la “europeidad” de los españoles convive con un descrédito general de todos sus elementos constitutivos, incluso del espacio Schengen, que ha superado al euro como principal motivo para sentirse europeo. Especialmente notoria es la caída de la valoración de la vida política en la UE y de su gestión de la economía, pero el descenso se aprecia también en todos los aspectos más emocionales, como los símbolos, la identificación con una cultura común o el orgullo de ser europeo. Esta caída en la valoración de la UE se produce en todos los Estados miembros, como muestra el estudio publicado por la Fundación Alternativas que cubre el período 2007-2014, utilizando los Eurobarómetros, que achaca este descenso a la crisis económica. También el más reciente estudio del Pew Research Center, que compara 2007 y 2016 a partir de sus propias encuestas, detecta esa caída, que, según sus datos, ha aumentado en los últimos meses.

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El hecho de que el único elemento que experimente un cambio positivo sea la confianza en compartir un futuro común parece indicar una consolidación de la opinión entre los españoles de que la UE y la pertenencia de España a ella es un hecho irreversible.

Aumenta la aceptación de los diferentes

En el año 2002, cuando España estaba en los comienzos del extraordinario proceso de recepción de inmigrantes que se produjo en la primera década de este siglo, esos recién llegados se percibían por la mayoría de los españoles como personas ajenas, diferentes, ante las que se sentía escasa cercanía. La identidad propia, la nacional, resultaba reforzada ante la aparición de nuevos grupos humanos, con características físicas, religiosas o culturales diferentes, en un entorno que había sido hasta entonces sumamente homogéneo. Las encuestas del CIS de ese mismo año mostraban un bajo nivel de simpatía de los españoles hacia varios grupos inmigrantes, especialmente hacia los marroquíes, y detectaban también el rechazo hacia los estadounidenses, que recibían un nivel de simpatía tan baja como la de los marroquíes (CITA). En el cuestionario del Eurobarómetro del año 2002 se incluyeron cinco grupos étnicos, nacionales o geográficos: marroquíes, latinoamericanos, africanos subsaharianos, gitanos y estadounidenses, a los que, en el cuestionario de 2015 se han añadido los chinos.

La comparación entre los resultados de ambas encuestas indica claramente que en estos 13 años el nivel de aceptación hacia todos los grupos ha aumentado sustancialmente en España. En todos los casos el número de los que responden que no se sienten “nada cercanos” a marroquíes, gitanos, subsaharianos, etc… ha descendido notablemente y, aunque buena parte de ese descenso es ganado por los que dicen sentirse “poco cercanos” (lo que podría ser sólo una expresión más aceptable socialmente del mismo sentimiento de lejanía), en todos los casos hay también  un aumento significativo de las respuestas que expresan más cercanía, especialmente notoria en el caso de los estadounidenses y subsaharianos. La población marroquí es la que menos se ha beneficiado de esta tendencia y, junto con la china, encabeza la lista de los grupos hacia los que se siente menor cercanía.

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Conclusiones

Se han presentado aquí los resultados de la comparación entre los datos recogidos en dos encuestas realizadas en 2002 y 2015 en España con dos cuestionarios iguales que indagan sobre la identidad colectiva de los españoles en relación con diferentes ámbitos geográficos y en contraste con otros grupos humanos.

La primera conclusión es que se ha producido un descenso de la identidad nacional de los españoles, medida como sentimiento de cercanía hacía los demás españoles, y como apego a los componentes principales que forman la realidad material y simbólica de la ciudadanía. Este descenso del sentimiento de españolidad viene acompañado por una reducción simultánea del apego a lo local y a lo regional (Comunidad Autónoma).

La segunda conclusión es que la identidad europea, el “sentirse europeo”, aumenta ligeramente, aunque ese aumento de la “europeidad” es compatible con una caída clara del aprecio hacia los componentes de la vida social, institucional, económica, política y simbólica de lo europeo. Lo que los españoles parecen decir es “me siento europeo porque lo soy de hecho y porque voy a seguir siéndolo, pero estoy muy descontento con la realidad de la UE”.

En tercer lugar, a la vez que se producía el descenso del sentimiento de cercanía hacia los demás españoles, a los vecinos y a los habitantes de la misma región, aumentó la cercanía a los “extraños”, ya fueran grupos de inmigrantes, gitanos o estadounidenses. La sociedad española ha realizado en estos 13 años un camino de acercamiento y comprensión de los “otros”, en parte fruto de la práctica acumulada de convivencia con los inmigrantes, en parte resultado de la mejor integración social de la población gitana y en parte consecuencia de la mayor experiencia internacional a través del turismo, las estancias de estudios en el extranjero y la presencia exterior de las empresas españolas. En el caso de los estadounidenses, ese mayor contacto personal parece ser la causa de la reducción del rechazo que se ha basado en España no sólo en percepciones negativas sobre la posición y el papel de EEUU en el mundo,6 sino en estereotipos negativos sobre el carácter de sus ciudadanos.

En conjunto, la identidad colectiva de los españoles en términos netos se disipa, porque las caídas en la identidad nacional, local y regional no son compensadas con los aumentos de la europea. Expresado de otra forma, los españoles se sienten cada vez menos parte de un grupo y son más individualistas o cosmopolitas. Este proceso de erosión de las identidades colectivas es uno más de los frutos de la globalización.

Carmen González Enríquez
Investigadora principal de Opinión Pública y Migraciones, Real Instituto Elcano
 | @rielcano


1 Proyecto EURONAT (Representations of Europe and the nation in current and perspective member States), 2001-2004. Financiado por el FP-5. El Proyecto estuvo coordinado por el EUI de Florencia. El equipo español, dirigido por José Ignacio Torreblanca, incluyó a Elisa Chuliá, Antonia M. Ruiz Jiménez, Paloma Aguilar, Pablo Jaúregui y Carmen González Enríquez.

2 Véase Antonia M. Ruiz Jiménez et al. (2004), European and National Identities in EU’s Old and New Member States: Ethnic, Civic, Instrumental and Symbolic Components.

3 Standard Eurobarometer 84.

4 Reputation Institute, Country Rep Track, varios años. Los informes para España pueden verse en la sección Imagen de España de esta web.

5 Dos estudios realizados por el CIS para el Ministerio de Defensa en 2011 y 2013 muestran también el descenso en el “orgullo de sentirse español” y en la identificación con los símbolos nacionales.

6 Puede comprobarse en diferentes Barómetros del Real Instituto Elcano (BRIE) esa opinión negativa de los españoles sobre el papel internacional de EEUU.