EEUU, China y Rusia: la lógica inevitable de la militarización del espacio (ARI)

EEUU, China y Rusia: la lógica inevitable de la militarización del espacio (ARI)

Tema: EEUU mantiene una gran superioridad espacial sobre Rusia y China. Ambos Estados, por su competición estratégica con EEUU y la búsqueda de un orden internacional multipolar, tratan de limitar estas capacidades, ya que son la base de la superioridad estratégica-militar norteamericana. Con este fin ambas potencias han planteado en la Conferencia de Desarme de Ginebra la creación de un tratado sobre la prohibición de armamento espacial.

Resumen: La política espacial de EEUU hecha pública el 31 de agosto de 2006 es una de los mecanismos clave de la política de seguridad norteamericana y se manifiesta como uno de las estructuras básicas de su política estratégica, junto con su política nuclear y la Defensa Estratégica (BMD). Así, EEUU se opone a cualquier limitación o prohibición futura sobre la capacidad de instalar armamento espacial, donde mantiene el dominio en operaciones espaciales. La ventaja militar de EEUU reside en gran medida en el espacio, desde las comunicaciones y la inteligencia a la detección de un ataque nuclear y el control de operaciones militares, incluyendo la dirección de las municiones inteligentes más modernas. Junto a esto, la política nacional espacial, la doctrina conjunta de operaciones espaciales de 2002 y la doctrina de operaciones espaciales de la Fuerza Aérea de EEUU de 2004 establecen la denegación el uso del espacio a cualquier adversario contrario a los intereses de EEUU.

La República Popular China (RPC) ha mantenido una posición oficial de uso pacífico del espacio y contra su militarización, pero desde que a finales de los años noventa comenzaran a desarrollar un apreciable programa espacial, su libro blanco sobre política espacial de noviembre de 2000 incluye la seguridad nacional como uno de los objetivos que serviría su programa espacial. A pesar de que regularmente ha presentado iniciativas junto con Rusia en la Conferencia de Desarme de la ONU en Ginebra contra la militarización del espacio, mantiene capacidades como armas cinéticas y láser anti-satélites (ASAT), además de un extenso de número de satélites para conducir las operaciones militares del PLA (Ejercito Popular de Liberación).

Análisis: EEUU ha conseguido lo que técnicamente algunos expertos denominan “control o dominio de los espacios” (Command of the Commons).[1] La capacidad de control, mando y dominio de mar, aire y espacio, alcanzada por la superioridad tecnológica, económica y organizativa indica una capacidad de influencia a nivel global. Este dominio es el capacitador y multiplicador militar clave para la posición de EEUU como única superpotencia, permitiéndole explotar más en profundidad otras fuentes de poder, incluido su propio poder económico y militar, y el de sus aliados. Así, el Quadrennial Defense Review (QDR) de 2001, junto con la Estrategia de Seguridad Nacional (National Security Strategy) de 2002 y 2006, establecen que las fuerzas armadas norteamericanas no pueden estar en inferioridad a ninguna otra del mundo (second to no-one). El QDR esta basado en la premisa de que, en combinación con otros instrumentos al servicio de EEUU, “the foundation of a peaceful world for ourselves and for our posterity rests on the ability of the US Armed Forces to maintain a substantial margin of national military advantage relative to others”.[2] La superioridad militar tecnológica tiene uno de sus apoyos en la concepción del Net-Centric Warfare y la superioridad de información (Information Superiority) sobre la del adversario, los procesos basados en la información, sistemas informáticos y redes informáticas mientras se defienden las propias.

Sin embargo, esta primacía norteamericana establecida desde el final de la Guerra Fría, traducida en una situación de unipolaridad, se está viendo desafiada por diferentes potencias, ante el desgaste de la reputación de EEUU y, sobre todo, por la percepción de una sobre-extensión de sus compromisos militares en el mantenimiento de la seguridad del sistema internacional. De hecho, esta situación ya se preveía por parte de algunos sectores de la Administración Bush, incluso antes de llegar a la Casa Blanca. Por ejemplo, Peter Rodman, secretario de Defensa adjunto para Asuntos de Seguridad Internacional en la primera Administración Bush, escribía en 1999: “Most of the world’s other major powers have made it into a central theme of their foreign policy to attempt to build counterweights to American power. This is in fact one of the main trends in international politics today”.

Así, aunque el sistema internacional aún mantiene a EEUU como la única superpotencia militar, hay una tendencia cada vez mayor a desafiar la capacidad y supremacía norteamericana. A pesar de que las tendencias de los conflictos parecen haber descendido a la insurgencias, terrorismo y operaciones de estabilización, la competencia entre las grandes potencias se juega también en un tablero estratégico en el que la capacidad tecnológica y espacial será fundamental en el futuro.

La lógica de la política espacial en la política estrategia de EEUU
Hace 25 años, el 23 de marzo de 1983, el presidente Reagan lanzaba la Iniciativa de Defensa Estratégica (Strategic Defense Initiative SDI), conocida popularmente por “Guerra de las Galaxias”, que marcaría el inicio de un cambio radical en la postura estratégica de EEUU. Este cambio partía fundamentalmente de la no aceptación de la vulnerabilidad de EEUU bajo un ataque nuclear. Tal como durante casi 200 años la posición insular y la hegemonía en el continente americano habían permitido a EEUU mantener su cuasi-invulnerabilidad, la aceptación de esta posibilidad era rechazada por la Administración Reagan en términos que trascendían la Guerra Fría. Así, desde una postura de “Paz a través de la Fuerza” (Peace through Strength), EEUU iba a diseñar una política estratégica basada en la superioridad espacial. Así, desde los años ochenta, la llamada Net Assessment Office en el Departamento de Defensa se dedico a catalizar y potenciar la “Revolución en los Asuntos Militares” (Revolution in Military Affairs, RMA), sobre todo en beneficio de la superioridad espacial.

Desde que a partir de finales de los años setenta se acuñara por parte de militares soviéticos el término RMA, debido a los avances tecnológicos y su aplicación en el campo militar, se ha ido abriendo poco a poco un área de importancia capital para la conducción de las operaciones militares. La RMA acompasa varios elementos, sobre todo el de trasformación organizativa de la sociedad, pero en el nivel estratégico y operacional se ha dirigido al llamado Mando, Control, Comunicaciones, Computadoras e Inteligencia (Command, Control Communications, Computers and Intelligence, o C4I) al que también se han acabado uniendo la vigilancia y el reconocimiento (surveillace and reconnoissance) y la dirección del combate (Battle Management) creando el concepto C4ISR/BM. Dentro de estas concepciones se introducen los apartados más avanzados de la RMA: los sistemas espaciales, stealth (furtivos o invisibles) y, finalmente, las tecnologías informáticas avanzadas y la Guerra de la Información.

La lógica estratégica del control del espacio traspasaría el marco de la Guerra Fría, y el QDR 2001 establece el dominio del ciberespacio como una de las tres características básicas de la estrategia militar junto con las operaciones especiales y la capacidad de ataque a larga distancia en profundidad, actuando de forma simultánea y no consecutiva como se realizaba hasta entonces: se “ciega” al adversario y se utiliza la fuerza decisivamente. Estas conclusiones se han alcanzado dado el cambio de los conceptos básicos por los que se conducen o se van a conducir los conflictos en este siglo XXI. En último extremo hablaríamos de dominio de la información como parte del concepto de dominio en todo el espectro del conflicto (Full Spectrum Dominance) según establece la Joint Vision 2020, publicada por la Junta de Jefes de Estado Mayor Conjunto (Joint Chiefs of Staff) en el año 2000, que con el concepto de guerra basada en la interconexión de redes (Net-centric Warfare) y la transformación de lo militar (Military Transformation) conforman esta visión del dominio en todo el espectro del conflicto.

En este sentido, la superioridad y control del espacio es fundamental para la dirección de las operaciones y la denegación al adversario de estas capacidades, aunque también en un sentido estratégico y operativo. Siguiendo la revisión de la postura nuclear de 2001 (Nuclear Posture Review, NPR 2001), el QDR 2001 y 2006, EEUU ha desarrollado también una serie de programas espaciales, comenzados algunos durante los años ochenta. Uno de ellos es la parte espacial de la capacidad global de ataque (Global Strike) y otro más especifico son los llamados Rods from God. Otros programas como los interceptores espaciales (Brilliant Pebbles) fueron detenidos por la Administración Clinton. Estos sistemas espaciales, aunque no nucleares, y por tanto no susceptibles de ser incluidos en el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967, operacionalmente tendrían un efecto estratégico y operativo como un artefacto nuclear de alta penetración terrestre, pero sin el problema de la radiación posterior. Funciona gracias a dos satélites, uno que contiene las barras de tungsteno y otro que mantiene las comunicaciones. El programa Future Imaginery Architecture mantendría una red de satélites de control e identificación de objetivos.

Es así que la construcción de esta política estratégica hizo que el Mando Espacial de EEUU (USSPACECOM) fuera absorbido por el Mando Estratégico (USSTRACOM), que tiene bajo su mando todas las fuerzas estratégicas de EEUU, la defensa antimisiles, el sistema C4ISR Joint Task Force Computer Network Operations y la modernización del Battle Control System. La lógica del dominio espacial y de la Defensa Estratégica están intrínsecamente unidas, ya que significan la capacidad de denegar el uso del espacio a cualquier adversario contrario a los intereses de EEUU, tal como establece el sexto principio de la directiva de seguridad nacional NSPD 49 (US National Space Policy) de 2006 que establece la política espacial de EEUU. Esta directiva suspende la directiva presidencial 49 (PDD 49) de 1996, que establecía un curso completamente diferente, contrario a la militarización del espacio.

De acuerdo a la NSPD 49, a la doctrina conjunta de operaciones espaciales de 2002 (Joint Doctrine for Space Operations) y la doctrina de operaciones espaciales de la Fuerza Aérea de EEUU de 2004 (Air Force Counterspace Operations doctrine), se establece la “deception, disruption, denial, degradation and destruction”, en el enfrentamiento de sistemas espaciales. Esto significa que a la vez que se puede derribar un misil balístico con un sistema BMD, también se puede hacer con un satélite. Sin embargo, los sistemas terrestres y sus medios de alerta actuales son sólo el principio más rudimentario de las futuras capacidades que se basarán en medios más flexibles y maniobrables, además de unas crecientes capacidades espaciales que le permitan en el futuro la habilidad de determinar los acontecimientos estratégicos internacionales. Para todas las Administraciones norteamericanas, desde el principio de la Guerra Fría, ha estado claro en mayor o menor medida la prioridad de mantener la primacía en el espacio en el mismo sentido que el Imperio Británico mantenía la primacía naval global para el mantenimiento de las líneas comerciales y como protector último de sus intereses en ultramar.

En diciembre de 2007, el subsecretario de Estado para control de armamento y seguridad internacional, Robert Joseph, realizaría una declaración reafirmando la política espacial de EEUU y la doctrina de las Fuerzas Aéreas relativa a las operaciones espaciales: EEUU se opone a cualquier limitación o prohibición futura sobre la capacidad de instalar armamento espacial, donde EEUU mantiene el dominio en las operaciones espaciales. Sin embargo, durante la última década, se ha incrementado la carrera por parte de China para limitar y denegar, si es posible, al Pentágono esta posibilidad, sobre todo en la hipótesis de un posible conflicto por Taiwan.

China y Rusia en la carrera militar espacial
Tanto China como Rusia ven esta preponderancia espacial de EEUU como un capacidad difícilmente superable (ya lo observaron los soviéticos al final de la Guerra Fría con el desafío que imponía la Iniciativa de Defensa Estratégica de la era Reagan) y la base de las superioridad estratégica y militar de EEUU, gracias a su ventaja tecnológica. China mantiene operaciones clandestinas para hacerse con tecnología avanzada estratégica y espacial norteamericana, tal como el robo de diseños de miniaturización de las cabezas nucleares más modernas W-88 de los Laboratorios de Los Alamos en 1999, o como se hizo público con la detención de un grupo de ciudadanos chinos y norteamericanos en febrero de 2008 por el FBI, que habían robado secretos de Boeing y del programa espacial de la NASA.

Desde este punto de vista, Rusia y China, sobre todo esta última ante un acelerado programa espacial, buscan limitar las capacidades y superioridad norteamericana a través de sucesivas iniciativas en la Comisión de Desarme de Ginebra. Al mismo tiempo, China se ha lanzado a una carrera por establecer armamento antisatélite que le permita contrarrestar, en primer término, la capacidad de EEUU de dirigir y llevar a cabo operaciones en un hipotético conflicto por Taiwan. Así, en enero de 2007 la RPC habría destruido un viejo satélite meteorológico con un arma ASAT (anti-satellite weapon) utilizando un misil balístico que contenía un KKV (Kinetic Kill Vehicle), un proyectil de destrucción cinética, que destruye el satélite debido a la velocidad del impacto. Esta no sería la primera demostración de las capacidades de la RPC, y tampoco la más directa hacia los sistemas de satélites de EEUU, ya que ha habido intentos previos de cegar satélites norteamericanos utilizando láser terrestres.

Por otro lado, gran parte de la política rusa de oposición al sistema BMD en Europa (Polonia y la República Checa) tiene más que ver con esta lógica de la superioridad espacial que con la problemática del equilibrio nuclear estratégico. De acuerdo con la nueva doctrina militar rusa y el papel destinado a sus fuerzas nucleares tácticas, éstas harían inútil esta instalación si su objetivo fuera proteger Europa o proporcionar la capacidad de un primer ataque a fuerzas nucleares de EEUU o de la OTAN desde Europa, dada la corta distancia, el tiempo casi inexistente de alerta ante un ataque y la posible utilización de misiles de crucero (por ejemplo, los KH-55). Sin embargo, la reciente destrucción de un satélite de la NRO (National Reconnaissance Office) L-21 Radarsat USA-193 en mal funcionamiento y con un depósito de combustible tóxico, utilizando un sistema antimisiles naval por la Armada de EEUU, ha vuelto a dar más argumentos a Rusia de que Washington esta probando su capacidad antisatélite mediante un sistema antimisiles SM-3 por primera vez desde los años ochenta, a la vez que destruía tecnología comprometida en caso de caer en manos incorrectas.

El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, presentó en nombre de China y Rusia el día 12 de febrero ante la Conferencia de Desarme de la ONU en Ginebra, un proyecto de tratado para la prevención del emplazamiento de armas en el espacio exterior y la amenaza o uso de la fuerza contra objetos en el espacio exterior.

Una iniciativa parecida ya fue presentada en 2002, bajo la forma de documento de trabajo, y fue rechazada de nuevo en 2005 por EEUU y otros países. Este movimiento muestra la posición de ambos Estados ante la superioridad espacial de EEUU, ya que, aunque el tratado de 1967 prohíbe la instalación de armas nucleares en el espacio, algunos armamentos no nucleares instalables en el espacio podrían producir efectos estratégicos iguales al uso en el espacio de un arma nuclear o su uso desde el espacio, tales como las “Varas de Dios”. Esta situación, controlada por un tratado, limitaría la capacidad de defensa norteamericana de sus sistemas espaciales e igualaría las capacidades antisatélite entre China, Rusia y EEUU, ya que permitiría a rusos y chinos mantener y crear medios terrestres antisatélite con misiles balísticos. Este no sería un tratado como el de 1967, el ABM u otros tratados creados en la búsqueda de estabilidad en una situación de paridad estratégica como durante los años setenta y ochenta en la Guerra Fría.

En este sentido, además, China, consciente de la vulnerabilidades norteamericanas en su dependencia de los sistemas espaciales para llevar a cabo operaciones y su dirección en tiempo real, se ha dedicado a crear todo un sistema de mecanismos asimétricos para limitar el uso del espacio a las fuerzas norteamericanas, que incluye no sólo ASAT, sino capacidades dirigidas contra GPS, pulsos electromagnéticos y láser. Pero la política espacial china no sólo esta dirigida a estos medios contra-espaciales, sino que la propia modernización del PLA y su doctrina militar llevan a la creación de todo un sistema de medios espaciales de inteligencia, comunicaciones y navegación para llevar a cabo sus propias operaciones a nivel local y regional. Sin embargo, la limitada capacidad técnica, la búsqueda de diversificación e independencia y la reducción de vulnerabilidad hacen que China utilice satélites con uso civil y militar, tanto de comunicaciones como en el campo de la fotografía e inteligencia electrónica (aunque no proporciona información en tiempo real), y a la utilización tanto del GPS, del Glonass ruso y del Galileo europeo.

Conclusiones: A la vez que estas capacidades conceden la superioridad en las operaciones a EEUU, también pueden ser su talón de Aquiles. La superioridad tecnológica militar descansa en el espacio. Los sistemas C4RSI/BM están abrumadoramente basados allí y eso podría hacer relativamente frágil la preponderancia militar norteamericana, pero, parafraseando a Sir Halford MacKinder, esto no cambia la lógica de que quién domina el espacio “dominará el World Island”. Así, estas capacidades se mueven en dos direcciones para el pensamiento estratégico norteamericano: permitir cerrar la ventana de vulnerabilidad abierta con el advenimiento de la era nuclear y, a la vez, permitir el desarrollo de una nueva política estratégica que responde y conforma la situación estratégica de la post-post-Guerra Fría. Así, a pesar de que EEUU, Rusia y la RPC son parte del tratado de 1967 que prohíbe situar armas nucleares en el espacio, éste no prohíbe medidas contra-satélite ni el uso de ASAT no nucleares, y ninguno de ellos ha renunciado a estas capacidades, su desarrollo y a su uso. En el caso de China, la carrera militar espacial puede ser, al menos temporalmente, no para desafiar la superioridad estratégica global de EEUU, sino para conseguir sus propias capacidades frente a EEUU en Asia y en caso de un conflicto por Taiwan. Pero la lógica inevitable de la militarización del espacio se va imponiendo dado que también otros Estados como Japón y la India consideran estas capacidades esenciales para sus intereses estratégicos y pueden ver el posicionamiento norteamericano, chino y ruso como un intento de mantener una superioridad estratégica a largo plazo sobre ellos, una amenaza sobre sus satélites, sus comunicaciones y su economía, y una ventaja operativa en caso de conflicto. Desde que las comunicaciones y los sistemas de navegación y observación se han basado en el espacio, y estas capacidades se han convertido en la base de la dirección y control de las operaciones militares, la competición estratégica y por el control y el uso militar en el espacio, se han convertido en el objeto principal de las políticas de seguridad y defensa de las grandes potencias. A pesar de ello, EEUU mantendrá su política de superioridad espacial como base de su posición de única superpotencia militar.

David García Cantalapiedra
Investigador de EEUU y Diálogo Transatlántico, Real Instituto Elcano


[1] Barry Posen, “Command of the Commons: the Military Foundation of US Hegemony”, International Security, vol. 28, nº 1, pp. 5-46, verano de 2003.  

[2] Guidance and Terms of Reference for the 2001 Quadrennial Defense Review, 22/VI/2001, p. 1.