Democratización y terrorismo en Irak

Democratización y terrorismo en Irak

Tema: La transformación de Irak en un Estado próspero y democrático representa una de los mayores retos a los que se enfrenta hoy la comunidad internacional. Si se produce, se habrá dado un paso importante para la paz y el progreso en una región crucial, pero el terrorismo representa un importante obstáculo para conseguirla. El análisis de la situación ofrece motivos tanto para el optimismo como para el pesimismo.

Resumen: Los atentados que se vienen produciendo en Irak durante los últimos meses demuestran la existencia de una estrategia terrorista bien planeada. Aunque la información disponible acerca de quién está detrás de esos atentados resulta muy insuficiente, no es difícil establecer que su objetivo es sembrar el desánimo en la población iraquí y forzar la retirada internacional, para evitar una salida democrática a la crisis y permitir ya sea la restauración del régimen baasista, ya sea la instauración de un régimen islamista. El logro de tales objetivos es improbable, pero existe en cambio el peligro de que Irak se convierta en un Estado fallido, sometido a un círculo vicioso de violencia y atraso. Las sucesivas encuestas de opinión realizadas en el país muestran que existe una base social para la democratización, pero también indican que existe un elevado potencial de apoyo al terrorismo islamista entre los árabes sunníes.

Análisis: La reconstrucción de Irak está avanzando más rápidamente de lo que parecen sugerir los medios de comunicación. Las malas noticias espectaculares, como los atentados terroristas, ocupan inevitablemente las primeras páginas, mientras que se presta escasa atención a las buenas noticias aburridas. Pero lo cierto es que los salarios suben, el comercio es cada vez más activo, las infraestructuras se están reconstruyendo, aumenta la exportación de petróleo, proliferan los periódicos y han reabierto sus puertas casi todas las escuelas y universidades. Aunque el elevado nivel de desempleo y la inseguridad ciudadana son muy preocupantes, la recuperación del nivel de vida de los iraquíes es un hecho. Y la ayuda exterior comprometida por Estados Unidos y por los países participantes en la Conferencia de Madrid representa una garantía para el inmediato futuro.

Se están sentando, pues, las bases materiales para una rápida devolución de la soberanía a los iraquíes y para la creación de un Estado estable y democrático. Pero todo esto se halla en peligro por las acciones guerrilleras y, sobre todo, por los atentados terroristas. La sensación de inseguridad que están generando puede provocar la retirada de las organizaciones internacionales comprometidas en la reconstrucción, disuadir a los inversores extranjeros y, sobre todo, generar un clima de pesimismo entre los propios iraquíes, que complicaría la ya difícil tarea de crear un régimen democrático capaz de satisfacer las aspiraciones de las distintas comunidades étnicas del país. Acecha el espectro de un Estado fallido, que se convertiría en una trampa para las fuerzas norteamericanas, enfrentadas a una larga guerra de desgaste.

Antes de continuar, resulta necesaria una precisión terminológica. La distinción entre guerrilla y terrorismo no presenta sólo una connotación moral, sino que es extremadamente importante desde el punto de vista analítico, aunque sus límites sean difíciles de trazar con precisión. Lo fundamental es que la guerrilla representa una forma no convencional de guerra en la que unidades irregulares atacan por sorpresa objetivos militares y se retiran antes de tener que enfrentarse a fuerzas enemigas superiores. Representa por tanto una estrategia asimétrica capaz de compensar un importante desequilibrio de fuerzas. En cambio el terrorismo se caracteriza, de acuerdo con las definiciones más habituales, por ataques de agentes no estatales, o agentes estatales clandestinos, contra objetivos no combatientes. Es por ello una estrategia aún más asimétrica que la guerrilla. Atacar a unidades combatientes requiere un cierto nivel de fuerza, mientras que hacer saltar por los aires a los viajeros de un autobús es mucho más sencillo. Un pequeño grupo con escasos recursos y limitados apoyos puede efectuar atentados atroces con un enorme efecto en la opinión. Esto supone que el terrorismo es un combate que se plantea en el terreno de sus efectos en la opinión pública, a la que pretende atemorizar para conseguir sus resultados.

En el caso que nos ocupa, el efecto en la opinión de un atentado contra la sede de la Cruz Roja es mucho mayor que el de un ataque contra una patrulla militar. El terrorismo hace que nadie se sienta seguro, no ya los soldados, sino los pacientes que esperan ser atendidos en un centro sanitario. De ahí que, en proporción a los recursos empleados, el terrorismo resulte mucho más efectivo que las acciones guerrilleras. Los atentados que se han producido en los últimos meses en Irak han sido diseñados para generar temor y desconcierto en muchos sectores diversos. Sus objetivos han sido representaciones diplomáticas, como la embajada de Jordania; organizaciones internacionales, como la ONU o la Cruz Roja; dignatarios chíies, como Mohamed al Hakim; o agentes del nuevo Estado iraquí, desde miembros del gobierno provisional, como Akila al Hachimi, hasta jueces y policías. Tampoco se han olvidado los ataques contra oleoductos, pera frenar la recuperación económica.

El objetivo es claro: evitar la reconstrucción democrática de Irak. Por eso es importante analizar si la población iraquí es efectivamente favorable a esa reconstrucción. Para ello debemos analizar los resultados de algunos de los sondeos de opinión realizados en agosto y septiembre de este año:

1) El sondeo realizado en siete ciudades por el Iraq Center for Research and Strategic Studies, con participación del State Department Office of Research de Estados Unidos, proporcionó entre otros los siguientes resultados:

a) El 95% de los iraquíes considera que la principal prioridad política del país es la celebración de elecciones libres y regulares.

b) La mitad se opone a la presencia de fuerzas extranjeras en su territorio, un tercio la apoya.

c) Casi la mitad atribuye los ataques a las fuerzas extranjeras a provocaciones por parte de éstas o a la resistencia frente a la ocupación.

2) El sondeo realizado en Bagdad por Gallup proporcionó los siguientes:

a) El 62% considera que la caída de Sadam compensa las penalidades que personalmente han sufrido.

b) El 61% tiene una buena opinión del gobierno provisional iraquí, pero el 75% piensa que sus decisiones están mayoritariamente determinadas por la voluntad de las autoridades de la coalición.

3). El sondeo realizado por Zogby International, con participación de The American Enterprise Institute for Public Policy Research, proporcionó los siguientes:

a) Casi el 40% piensa que la democracia puede funcionar bien en Irak, el 50% piensa lo contrario. Si comparamos esta respuesta con el masivo apoyo a las elecciones libres expresado en el sondeo antes citado, cabe deducir que la gran mayoría de los iraquíes desean la democracia, pero muchos de ellos no la ven factible.

b) Un 32% preferiría que las tropas americanas y británicas se retiraran en seis meses, un 34% que lo hicieran en un año y un 25% que lo hicieran en dos o más años. Si se comparan estos resultados con los del apoyo a la ocupación según el sondeo antes citado, cabe deducir que una parte importante de los que se oponen a la presencia militar extranjera desearían, sin embargo, que su retirada no fuera inmediata.

c) Un tercio preferiría un gobierno islámico, mientras que casi el 60% prefiere la libertad religiosa. Más del 40% declara no haber participado nunca en la plegaria de los viernes durante el último mes. El grado de secularización parece, por tanto, elevado.

d) El 36% tiene una opinión favorable de Bin Laden, el 47% la tiene desfavorable.

e) El 74% desea que los dirigentes baasistas culpables de crímenes sean castigados y sólo el 18% estima lo contrario. Esto indica el fuerte resentimiento engendrado por la tiranía de Sadam Hussein.

f) Mayoritariamente se piensa que en los próximos años las actuaciones de Irán y de Estados Unidos perjudicarán a Irak, mientras que las de Arabia Saudí y la ONU le ayudarán. Hay que destacar la percepción negativa de Irán: sólo un 3% desearía para su país un régimen como el iraní, mientras que el 12% quisiera como modelo a Siria, un 17% a Arabia Saudí y un 23% a Estados Unidos. Las posibilidades de influencia de Teherán en el futuro de Irak es pues mucho menor de lo que el factor religioso chií pudiera sugerir.

En un país tan dividido en comunidades diferenciadas por motivos religiosos o lingüísticos, conviene descomponer los resultados de los sondeos de acuerdo con tales criterios. Lo haremos respecto a algunas de las preguntas planteadas en el sondeo Zogby.

Como puede verse, el dato más esperanzador es que los jóvenes son quienes más confianza tienen en las posibilidades de la democracia. Por lo demás, los chiíes son más optimistas que los sunníes, los kurdos más que los árabes y las mujeres más que los hombres. Al interpretar estos datos, hay que tener en cuenta que en Irak las diferencias religiosas y lingüísticas se combinan para dar lugar a tres comunidades: árabes chiíes (que forman la comunidad mayoritaria), árabes sunníes (que eran el elemento dominante en el anterior régimen) y kurdos sunníes. Combinando los distintos datos resulta que la confianza en la democracia es mínima entre los varones árabes sunníes, un grupo que se singulariza también por su actitud más favorable hacia un régimen islamista, según se observa en el siguiente gráfico.

De todos estos datos cabe deducir que existe en Irak una base social para un régimen democrático, particularmente entre los chiíes, los kurdos, los jóvenes y las mujeres. Sin embargo el apoyo a los valores democráticos es menor entre los varones árabes sunníes. Para entender esto debe tenerse en cuenta que el régimen baasista se apoyaba esencialmente en dicha comunidad, que por tanto pudiera considerarse perdedora en la transformación que se ha iniciado en Irak tras la última guerra. No es por tanto sorprendente que las mayores dificultades se estén produciendo en el llamado triángulo sunní, donde el terrorismo pudiera encontrar cierto grado de apoyo popular.

Ahora bien ¿quien está organizando los atentados? La respuesta más simple es que no se sabe. Nadie los reivindica y en su mayoría no han podido ser esclarecidos. Es incluso posible que diferentes atentados tengan distinto origen. Pero lo que no se puede dudar es que algunos de ellos han sido el fruto de una meticulosa preparación, que permitió, por ejemplo, la coordinación de cuatro grandes atentados suicidas en Bagdad el 27 de octubre, justo un día después del ataque con una treintena de misiles contra el hotel Al-Rachid, donde se encontraba el número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz. Todo esto no está al alcance de un pequeño grupo.

En principio, los atentados pudieran haber sido obra de seguidores de Sadam Hussein, de islamistas radicales sunníes, o de extremistas chiíes. Es posible también que en un mismo atentado hayan colaborado distintos grupos, por ejemplo baasistas e islamistas. Examinemos las distintas posibilidades.

1. El extremismo chií
Un proyecto de democratización de Irak representa una gran oportunidad para los chíies, comunidad mayoritaria del país duramente reprimida por el régimen baasista. Las encuestas revelan además que los chiíes iraquíes no sienten el menor interés por un régimen teocrático a la iraní (últimamente muy contestado dentro del propio Irán). No tienen pues nada que ganar con un terrorismo desestabilizador. Sin embargo conviene tener presente que el terrorismo puede llegar a desarrollarse con un apoyo social muy limitado. Algunos observadores han sugerido que el atentado contra el destacado dignatario chií Mohamed al Hakim pudiera ser obra de extremistas chiíes opuestos al gobierno provisional iraquí, como es el caso del joven dignatario Murtada al Sadr, pero la mayoría de los expertos no lo creen.

2. Los restos del baasismo
La participación de agentes del derrocado régimen baasista en al menos una parte de los atentados terroristas y ataques guerrilleros es más que probable. Son quienes más han perdido y pueden esperar que forzando la retirada de las fuerzas de la coalición pudieran recuperar parte de la influencia perdida, lo que no implica necesariamente la vuelta al poder de Sadam Hussein. Miles de funcionarios del régimen y de militares han perdido sus empleos, muchos de ellos están en peligro de ser juzgados por sus pasados crímenes y no es extraño que deseen venganza. Los numerosos miembros de los diversos servicios de seguridad de Sadam Hussein están especialmente capacitados para montar acciones clandestinas y es posible que, previamente a la derrota militar, el régimen hubiera hecho preparativos para mantener una guerra de desgaste no convencional contra las fuerzas ocupantes. Se ha sugerido que el general Ezzat Ibrahim, antiguo número dos del régimen, pudiera estar dirigiendo los ataques.

El baasismo está sin embargo muy desacreditado y si fuera la única fuente de inspiración de las acciones guerrilleras y terroristas, la situación no sería tan grave. En ese caso una eventual detención de Sadam Hussein supondría un gran éxito antiterrorista. Mucho más inquietante sería que se hubiera producido una convergencia entre baasistas e islamistas radicales. El apoyo que entre la población árabe sunní tiene la opción por un Estado islamista resulta en ese sentido muy preocupante. Sabemos además que en el pasado el régimen de Sadam Hussein apoyó a diversas organizaciones terroristas de otros países, aunque debemos destacar que los indicios acerca de sus supuestas relaciones con Al Qaida son en cambio muy endebles. El supuesto encuentro en Praga entre Mohammed Atta y un diplomático iraquí no se ha confirmado y el propio presidente Bush ha descartado la implicación de Sadam Hussein en los atentados del 11 de septiembre. De hecho, parece que Bin Laden rechazó en 1998 una aproximación propuesta por el dictador. Su supuesta conexión con el grupo islamista kurdo Ansar-ul-Islam, vinculado a Al Qaida, tampoco se ha confirmado. Pero nada de esto excluye que elementos del régimen baasista dispuestos a evitar la consolidación de un régimen democrático nacido de su derrota hayan basculado hacia posiciones islamistas o, al menos, estén cooperando con grupos islamistas.

3. El “alqaidismo”
La posibilidad más peligrosa es que detrás de los atentados de los últimos meses, o al menos parte de ellos, se encuentre lo que podríamos denominar el “alqaidismo”. Es decir, no necesariamente agentes de Al Qaida, sino militantes iraquíes y extranjeros que, cualquiera que sea la organización a la que pertenezcan, se consideran combatientes de esa jihad global que tiene en Bin Laden a su líder más conocido. Ello supondría que la lucha contra las fuerzas de la coalición en Irak representaría para militantes de todo el mundo sunní un foco de atracción similar al que hace años supuso la lucha contra los soviéticos en Afganistán. Hay muchos indicios de que es así, incluidos datos acerca de la penetración de militantes extranjeros a través de las fronteras iraquíes, extensas y difíciles de controlar, e incluso de visitas a Irak de activistas vinculados a Al Qaida, como Abdul Rahman Yasin y Abu Musab al-Zarqawi.

La popularidad de Bin Laden entre los árabes sunníes de Irak, puesta de manifiesto por el citado sondeo de opinión de Zogby International resulta por ello tremendamente inquietante.

Conclusiones:

1) Al margen de la opinión que se tenga sobre la legitimidad de la intervención militar contra el régimen de Sadam Hussein, mayoritariamente rechazada por la opinión española y europea, es difícil negar que ha dado a los iraquíes la posibilidad de construir un Estado democrático, tras décadas de tiranía.

2) Un Irak estable, próspero y democrático representaría una contribución muy positiva a la paz y la prosperidad de una región tradicionalmente convulsa y al mismo tiempo crucial para la economía mundial como es el Medio Oriente. Contribuiría a alejar el abominable espectro del “choque de civilizaciones”, al demostrar que Occidente no es una amenaza para el Mundo Islámico y que la democracia es tan adecuada para los árabes como para los occidentales. Y contribuiría también a superar la grave crisis en las relaciones internacionales que ha supuesto la última guerra.

3) Quienes temían que una intervención en Irak generara un terreno propicio para el terrorismo han visto confirmados sus temores. El terrorismo representa el factor que más puede contribuir a que Irak se convierta en un Estado fallido.

4) En tales circunstancias la tentación de abandonar a los iraquíes a su suerte debe ser evitada a toda costa. La comunidad internacional se juega demasiado en Irak como para dejarse amedrentar por unos cuantos atentados. La firmeza de la democracia española frente al terrorismo de ETA representa el modelo que la comunidad internacional debe seguir en su apoyo a Irak y la reciente Conferencia de Donantes de Madrid ha representado un paso en la dirección adecuada.

Juan Avilés
Catedrático de Historia Contemporánea en la UNED

Juan Avilés

Escrito por Juan Avilés