Cuestionario tras la cumbre de Azores

Cuestionario tras la cumbre de Azores

Tras la celebración el pasado domingo 16 de marzo de la Cumbre de Azores entre los presidentes Bush, Blair y Aznar, se han producido numerosas opiniones acerca de la escenificación y las consecuencias para el sistema internacional del acuerdo hecho público por los tres,  no sólo sobre la crisis de Irak, en el corto plazo, sino sobre el orden mundial en el medio y largo.

El Real Instituto Elcano, consciente de la importancia de esta cumbre, y en su aspiración a ampliar y profundizar el debate español sobre la situación internacional y estratégica general y el papel de España, quisiera contar con la opinión de los expertos que son actualmente miembros de su Consejo Científico, a los que solicita respuesta para las siguientes preguntas:

1.- ¿Hasta qué punto considera importante la Cumbre de Azores y por qué?

2.- ¿Supone dicha Cumbre un cambio o, por el contrario, la continuidad de la gestión de los problemas internacionales y de la política exterior española?

3.- ¿En qué medida piensa que España puede sostener su compromiso internacional jugando quizás por encima de sus posibilidades?

4.- ¿Cuáles creen que son las causas y razones que justifican la posición del Gobierno español en esta crisis?

5.- ¿Cuáles creen que pueden ser las consecuencias del posicionamiento político internacional del Presidente Aznar?


Responde: Miguel Alonso Baquer
Asesor para Asuntos Históricos del Instituto Español de Asuntos Estratégicos del Ministerio de Defensa

1.- La Cumbre de Azores me parece muy importante porque ratifica una postura ante el nuevo orden mundial que estaba perdiendo credibilidad. La presión directa contra los regímenes políticos que parecen dispuestos a almacenar armas de empleo insidioso y de notable virulencia, en cada caso concreto, será seguida de una acción directa si no se demuestra voluntad de desarme.

2.- La Cumbre se inscribe en una continuidad; pero supone una aceleración. Entre optar por el repliegue a una pasividad permisiva u optar por una demostración de fuerza se ha decidido el empleo de la fuerza contra objetivos muy precisos y localizados.

3.- Hay que distinguir entre posibilidades efectivas de actuación con medios militares de ofensa y de defensa y posibilidades reales de apoyo ideológico a otras potencias de mayor rango. Estas últimas posibilidades sí que pueden sostenerse y, además, pueden ser comprendidas por amplios sectores de la sociedad española.

4.- Son más fuertes las razones que las causas. El Gobierno razona a medio y a largo plazo para dejar claro que su resistencia al fenómeno terrorista no es pura palabrería. Frente a la actitud, muy generalizada, de permisividad hacia los regímenes que no condenan al terrorismo, tal cómo éste se está manifestando con hechos, se toma otra actitud de signo contrario que es una actitud rigurosa y apenas tolerante. Esto es lo nuevo de la Cumbre.

5.- Las consecuencias inmediatas respecto al posicionamiento del Gobierno Aznar serán distintas en el ámbito de la política internacional y en el ámbito de la política interior. En el exterior, España se reafirmará también a medio plazo. No obstante, en el interior se recrudecerán todas las tendencias que vienen operando desde hace cien años para invertir el sentido de la continuidad histórica de España. Entre estas tendencias hay que anotar, una vez más, a la ruptura de la integridad territorial, a la apatía en relación con los valores de la civilización occidental, al resentimiento respecto a las claves de le españolidad etc. todo ello con base en un predominio creciente de la emotividad colectiva y del sentimentalismo ácrata que indudablemente será estimulado por doquier.


Responde: Asunción Ansorena
Directora de la Casa de América

1.-  La Cumbre de Azores marcó el hito de la posición Atlántica, que representaba no sólo a los líderes presentes, sino a la mayoría de Estados de la Unión Europea, fijando claramente las bases de la intervención.

2.-  La Cumbre no supuso variación en la posición española desde los inicios de la crisis de Irak, aunque naturalmente esta política exterior se ha instalado en una posición de liderazgo Atlántico separándose de la tradicional postura de bajo perfil, paralelo al eje Francia-Alemania.

3.-  España sostendrá su compromiso internacional probablemente hasta el final, aunque de su éxito dependerá la limpieza y rapidez de la intervención y la demostración de que el régimen de Irak mantenía armas de destrucción masiva y no colaboraba lealmente con la inspección de Naciones Unidas.

4.-  Creo que hay un tema de convencimiento por parte del Presidente del Gobierno español de que ésta es la posición que más interesa a España. El reforzamiento de las relaciones Trasatlánticas, la cooperación con Estados Unidos en temas vitales como inteligencia, terrorismo, presencia en Iberoamérica… y el deseo de actuar con voz propia en la Unión Europea, además de las aspiraciones dentro del G-8, podrían ser otras razones que justifiquen esta posición.

5.- Las consecuencias dependerán de la propia intervención en Irak, de la cada vez más difícil postura mantenida por Francia y Alemania –sus intereses petrolíferos en la zona-, del apoyo explícito de resto de los países de la Unión Europea y del final del propio líder Iraquí.  Pero sin duda, el coste político a corto, será importante.

Responde: Celestino del Arenal
Catedrático de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid

1.-  La importancia de la Cumbre es muy relativa, por cuanto que la misma simplemente pretendía dar por cerrado el proceso diplomático en la crisis de Irak, sacar la cuestión del ámbito del Consejo de Seguridad y abrir la puerta al ultimátum y la guerra. La declaración atlántica aprobada en la misma no pasa de formular buenos deseos, sin que en ningún caso pueda considerarse como el frontispicio que establece el proyecto de nuevo orden mundial tras la guerra contra Irak. Llama la atención la desproporción absoluta que existe entre los participantes, tanto en cuanto a implicación efectiva en la guerra como en cuanto a estatus de poder a nivel internacional. La presencia en la misma de España resulta cuanto menos chocante, más allá de su condición de miembro no permanente del Consejo de Seguridad y aliado incondicional de Estados Unidos. No creo, por lo tanto, que la Cumbre pase a la historia, más allá de abrir la puerta a la guerra contra Irak.

2.- Estamos ante un cambio unilateral y sin consenso en el modelo de política exterior española que se ha seguido desde 1976.

Hasta ahora la política exterior española había priorizado su dimensión europea, desarrollado una política relativamente autónoma, aunque fuertemente europeizada, respecto de América Latina y el Mediterráneo, y articulado una relación de aliados firmes con Estados Unidos, pero partiendo de la base que los intereses españoles, políticos, económicos y culturales, no siempre eran coincidentes con los estadounidenses, lo impedía un alineamiento automático e incondicional con ese país.

El primer indicio del cambio de política exterior lo encontramos en el giro de política hacia Cuba que el Gobierno Popular pone en marcha inmediatamente después de su triunfo en las elecciones de marzo de 1996, alineándose totalmente con la política seguida por Estados Unidos respecto de ese país. Más tarde, en 1998, al contrario de la actitud mayoritaria en Europa, Aznar defendió los bombardeos de Estados Unidos y el Reino Unido sobre Irak. En 2001, con ocasión de la visita que Bush realizó a España, Aznar apoyó la decisión estadounidense de retirarse del Tratado ABM, que había suscitado importantes críticas en Europa.

En 2002 esos indicios del cambio en política exterior se transforman en giro definitivo. La firma, el 10 de abril de 2002, del Protocolo que actualiza el Convenio de Cooperación para la Defensa entre Estados Unidos y España, en el que se otorgan más facilidades al primero especialmente al aceptar la actuación en territorio español de los servicios de inteligencia e investigación criminal de la Marina y de la Fuerza Aérea estadounidense, que suscitó preocupación en la oposición, fue la antesala que condujo, a partir del verano de 2002, a la ruptura del consenso en política exterior, al manifestar públicamente Aznar su apoyo incondicional a la Administración Bush en la estrategia de guerra contra Irak y hacerse evidente el seguidismo en esta estrategia.

Un cambio que supone una reordenación en términos de prioridades de los cuatro ejes, europeo, atlántico, meditarráneo e iberoamericano, que tradicionalmente han definido la política exterior española.

3.- Es evidente que España está jugando por encima de sus posibilidades en términos de poder real. Resulta difícil explicar el papel de primer plano que le otorga Estados Unidos, si no es por su presencia coyuntural en el Consejo de Seguridad. Por otro lado, un compromiso que supone no asumir responsabilidades reales y efectivas, sino simplemente prestar apoyo político y moral incondicional a Estados Unidos puede mantenerse perfectamente por una potencia media como España, al margen de los costes que ello pueda tener a nivel de política interna. Lo que no está tan claro es que en otras circunstancias, con España fuera del Consejo de Seguridad, Estados Unidos trate a España con la deferencia actual. No hay que olvidar la política estadounidense de articular en cada caso alianzas a la carta.

4.- Desde mi punto de vista, son difíciles de entender, pues considero falto de realismo y de rigor con el pasado más inmediato, el planteamiento del Presidente del Gobierno de que España tiene la ocasión de encontrar un lugar preferente en el historia de la mano de la única superpotencia actual, debilitando nuestras relaciones con el núcleo duro de Europa y actuando de portavoces de los Estados Unidos en América Latina. Creo que estamos asistiendo más a un sueño presidencial, que a otra cosa y que la fuerza de los hechos acabará por imponerse una vez finalice la actual coyuntura.

5.- Las consecuencias afectan decisivamente al resto de ejes de la política exterior española. Debilitan nuestra presencia en el proceso de construcción de Europa, al situarnos junto a los países europeos menos “europeístas” y más atlantistas, debilitando el propio proceso de integración europea en momentos en los que con la ampliación más falta hacía reforzar el núcleo duro. Desdibuja nuestra política iberoamericana, que hasta ahora había tenido unas señas de identidad propias, sobre las que se había construido un espacio común iberoamericano, articulado a través de las Cumbres Iberoamericanas, apareciendo España como portavoz de Estados Unidos, con todo lo que ello supone, para lo bueno y para lo malo, en América Latina.
Pone en entredicho la búsqueda de equilibrio que había caracterizado la política mediterránea, inclinándola claramente del lado de los planteamientos estadounidenses con lo que ello puede suponer para nuestras relaciones con el mundo árabe y musulmán.

Responde: Xavier Batalla
La Vanguardia

1.- La cumbre de Azores no sólo ha sido decisiva en el desenlace de la crisis iraquí. El camino de la guerra se acabó de perfilar en esta reunión, convocada para superar lo que sus protagonistas consideraron un estancamiento diplomático en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero la cumbre de Azores fue más allá del conflicto iraquí. La declaración suscrita allí y titulada “El compromiso con la solidaridad transatlántica” reafirma la importancia que tiene la relación entre Europa y Estados Unidos en la defensa de los valores comunes de la democracia, la libertad y el Estado de derecho. Nada nuevo, pues, hasta aquí. Pero el contenido novedoso del mensaje de Azores es que la guerra de Irak, con la división puesta de manifiesto en las principales instituciones internacionales surgidas desde la Segunda Guerra mundial (ONU, OTAN y Unión Europea), será el catalizador de un cambio en las relaciones trasatlánticas, primero, y en la ONU, después. El liderazgo estadounidense, desde 1945, se ha ejercido de una manera básicamente multilateral. Después de la caída del muro de Berlín, cuando Estados Unidos se vio confirmado como una única superpotencia, el patrón anterior, al menos en lo fundamental, se mantuvo. Ahora, después del 11 de septiembre, Washington quiere refundar las relaciones de su poder con el resto del mundo. No se trata de que asuma el unilateralismo, aunque existe la tentación, sino de algo más complejo: lo que perseguirá será la redefinición del multilateralismo (un multilateralismo a la carta) en una escena internacional que no tiene nada que ver con la existente inmediatamente después del final de la Segunda Guerra mundial.

2.-Supone una continuidad con respecto al cambio introducido por el Gobierno presidido por José María en materia de política exterior, especialmente en lo que se refiere a las relaciones intereuropeas y transatlánticas. La cumbre ha sido la confirmación de la tendencia del Gobierno Aznar a separarse, por distintas razones (modelo económico y política de seguridad), del tradicional eje europeo integrado por Francia y París y aproximarse a las tesis de Gran Bretaña. En este sentido, la cumbre de Azores, con la confirmación del acercamiento a las posiciones estadounidenses, representaría la culminación de esta trayectoria.

3.-No será fácil mantener este compromiso. Las mismas características de la participación de España en la coalición que apoya la intervención militar en Irak demuestran, como Walter Lippmann subrayó en su día con respecto a la política exterior estadounidense, cómo la diplomacia de los países deben guardar una estrecha relación con los medios de que dispone para conseguir sus objetivos.

4.-Las causas, básicamente, obedecerían a la apuesta para obtener un lugar destacado en el replanteamiento de las relaciones internacionales después del 11 de septiembre, es decir, en una escena presidida más que nunca en los últimos doce años por una sola hiperpotencia. Una de las razones no menores serían sus reticencias a la construcción de una Unión Europea basada, en su opinión, en criterios económicos y sociales pertenecientes al paso y dirigida fundamentalmente por un solo eje. Europa, en su opinión, se construye día a día a base de ejes que son cambiantes en función de los problemas a resolver.

5.-A corto plazo, dificultades en Europa y en América Latina, aunque en menor media, y relaciones fluidas con Estados Unidos. Todo dependerá, en cualquier caso, de la suerte que tengan los esfuerzos que se harán para cerrar las heridas abiertas en las relaciones intereuropeas y transatlánticas, en primer lugar, y en las Naciones Unidas, después. 

Responde: Juan Antonio Carrillo Salcedo
Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, Universidad de Sevilla

1.- La Cumbre fue importante porque confirmó cómo sus participantes rompieron el orden internacional existente: el sistema de Naciones Unidas y el Derecho internacional.

2.- La participación del Presidente Aznar supuso un profundo cambio, al romper con las líneas maestras de la política exterior española desde la transición: multilateralismo, Unión Europea, Iberoamérica, mundo árabe, política de Estado basada en el consenso o en el diálogo, al menos, con las fuerzas políticas de la oposición, etc.

4. – ¿Causas y razones? Un misterio, ya que no han sido explicadas ni justificadas.

5.-  Alineamiento con la Administración Bush, que llevará al aislamiento después de haber contribuido a romper la Unión Europea y el sistema de seguridad colectiva de Naciones Unidas. 

Responde: Javier Conde de Saro
Embajador de España en Japón

1.- Considero la Cumbre muy importante porque se sitúa en un contexto donde están en juego al menos los siguientes elementos:
a) Modificación profunda del orden internacional establecido después de la Segunda Guerra Mundial.
b) Escisión grave en la política exterior y de seguridad común de la Unión Europea.
c) Repercusiones posibles en las actividades terroristas.
d) Efectos sobre el conflicto de Medio Oriente.

Dicho todo esto, no es la primera vez que un Estado o Estados actúan al margen de Naciones Unidas: véase la intervención en Kosovo. Una buena parte de la doctrina consideró entonces que se trataba de una intervención legítima, aunque muchos criticaron la ausencia de legalidad formal.

El mismo tipo de problema se plantea hoy y, desde luego, no parece que exista una solución unívoca.

2.- Está claro que supone un cambio al menos por los siguientes elementos: 
a) Reafirmación  del compromiso atlántico de España.
b) No seguidismo de las posiciones centro-europeas.
c) Los intereses colectivos, expresados en las Resoluciones del CSNU se anteponen a los intereses tradicionales, muy cuidadosos con el mundo árabe. Esto no es la primera vez que ocurre, porque pasó también en la Guerra del Golfo, pero España había sido tradicionalmente más cauta y más legalista.
d) Supone una posición española mucho más afirmativa en relaciones internacionales.

3.- Yo pienso que no estamos jugando por encima de nuestras posibilidades y que España es perfectamente capaz de sostener un nuevo y acrecentado compromiso internacional. Lo que sí está claro es que no lo puede hacer jugando con los paupérrimos medios que tiene actualmente. Jugar a grande en el escenario internacional tiene muchos costes que no cabe suplir con celo, como llevamos haciendo los últimos veinte años. Implica posiciones políticas de grande y de país desarrollado en docenas de temas de política internacional, por ejemplo, la política de ayuda al desarrollo, la política comercial o la política agrícola.

Ante el escenario internacional, España puede desarrollar un juego más importante y ambicioso pero esto implica un giro copernicano en actitudes de gobierno y de sociedad, en relación con los recursos humanos y materiales con que hay que contar.

Por otro lado, tampoco hay que olvidar que una política de este tipo supone costes. Piénsese, por ejemplo, en el incremento del peligro de ataques terroristas de origen islámico radical a que puede conducir el actual posicionamiento en la crisis de Irak. Ante esto, nuestro plan de seguridad exterior prácticamente no existe. A título de ejemplo, piénsese en cuantos coches blindados tienen las Representaciones españolas en el exterior. Este es un coste de oficio para los cuatro grandes europeos sin ir más lejos.

4.- Para mí la razón fundamental es responder a la petición de solidaridad contra el terrorismo que está presente en toda la posición norteamericana. Es también un caso de afirmación del vínculo trasatlántico que algunos aliados tradicionales, como Alemania o Bélgica, no digamos Francia, han cuestionado.

En segundo lugar, es un caso de afirmar las exigencias del Consejo de Seguridad, manifestadas en tantas resoluciones. Está en juego la credibilidad del CSNU.

La gran polémica siempre será la de la legitimidad o no de la acción sin un apoyo más explícito del Consejo de Seguridad. Doctrinas hay para justificar tanto una posición a favor como una posición contraria y, en el fondo se está ante un tipo de situación parecido al de la intervención de la OTAN en Kosovo, en donde la doctrina tampoco fue unánime.

5.- Frente a muchas opiniones, yo no creo que en el escenario europeo nuestros intereses económicos vayan a quedar afectados. Si es cierto que Schroeder y Chirac han amenazado al Presidente Aznar con ser renuentes a la hora de negociar la próxima política estructural, esto no añade nada a la posición profunda archisabida de los dos, y de muchos más socios europeos, por cierto. Por otro lado, las próximas perspectivas financieras de la Unión están reaseguradas por el mecanismo de la unanimidad, por lo que tenemos un horizonte de ocho o diez años donde nosotros también tenemos derecho de veto.

Finalmente, tampoco hay que exagerar el importe de la política estructural, que es bienvenido y agradecido, pero que no saca a España de pobre o de rica. Hoy en día es de, aproximadamente, 6.000 millones de euros al año y por la lógica del mayor crecimiento español esta cantidad se irá reduciendo por muerte natural. Esto sí es prueba de éxito, no de fracaso.

La gran incógnita en el escenario europeo es la PESC. Es indudable el daño causado por la división actual, pero también hay que preguntarse si no es así inevitable pasar por el crisol de la realidad, con una crisis como ésta.

Yo más bien veo consecuencias en otro tipo de escenarios, y, sobre todo, en las relaciones con el mundo árabe y en el marco del conflicto árabe-israelí. Creo que España ganará puntos con Israel pero, que debe hacer todo lo posible por conservar e incrementar su capacidad de actuación con el mundo árabe. Por otro lado, para el caso del Magreb, es probable que este proceso resulte aleccionador.

En el escenario Iberoamericano, el recibimiento será probablemente mixto. Habrá quien acepte una cierta mayor influencia española en el mundo y en el marco de las relaciones con los Estados Unidos y habrá quien se resienta de ello. 

Responde: Juan Díez Nicolás
Catedrático de Sociología, Universidad Complutense, Madrid

1.- La cumbre ha sido importante en la medida en que, sorprendentemente, se ha producido al margen de las Naciones Unidas, de la OTAN y del Consejo Europeo. Tampoco forma parte de los acuerdos bilaterales de España con otros países. Cabe preguntarse si es el germen de un nuevo organismo internacional además o en lugar de los ya citados.

2.- Por lo pronto supone una sorpresa. Si es un cambio o no dependerá de los acontecimientos futuros, es decir, si esa reunión tiene continuidad o no, si lleva a una institucionalización o no.

3.- Resulta evidente el gran desequilibrio, en cualquier magnitud que se contemple, entre los tres países. Jugar “restado” es siempre difícil, y sobre todo a esta clase de juegos. Es de suponer que el Gobierno español habrá sopesado los costes de ingresar en un club que tiene cuotas de ingreso y de mantenimiento muy altas.

4.- Eso sólo lo sabe el Gobierno.

5.- Dependerá de los resultados, pues parece haber sido una decisión muy personal.

Responde: Ramón Fernández-Sequeiro
General del Aire

1. –  La Cumbre de Azores puede adquirir una importancia histórica capital, en la medida en que se consolide como referente del comienzo de un nuevo orden de seguridad mundial basado más en el poder hegemónico de los Estados Unidos que en la legitimidad derivada de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Ello aconsejaría una revisión y puesta al día de la Carta de Naciones Unidas, en consonancia con las nuevas circunstancias de seguridad reinantes en el mundo.

2.- En relación con España, dicha Cumbre culmina un proceso, que el partido en el poder ha venido propugnando en los últimos años, de cambio de alineamiento de nuestra política exterior, desde el grupo de los países llamados “europeístas” hacia el grupo de los “atlantistas”. Este cambio posiblemente facilite la acción exterior de España en Hispanoamérica (por el respaldo de los Estados Unidos), pero, sin duda, complicará las cosas en el ámbito de la Unión Europea.

3.- El compromiso internacional que está asumiendo el Gobierno del PP, de manera excesivamente entusiasta y sin el apoyo de ningún otro grupo político, resulta a todas luces desproporcionado en relación con las posibilidades de una potencia media como España y, además, arrastra un factor de riesgo demasiado acusado para la futura posición de España en el contexto internacional. Aznar se lo ha jugado todo a la única carta de que el experimento emprendido por los Estados Unidos en  Oriente Medio, empezando por la intervención militar en Irak, produzca resultados satisfactorios en el corto-medio plazo.

4.- La opción que ha tomado el Gobierno español en la presente crisis se basa, a mi modo de ver, en el convencimiento personal del Presidente Aznar de que los planteamientos enunciados en la Nueva Estrategia de Seguridad de los Estados Unidos, son los que de verdad convienen al mundo; los únicos que pueden conducir a un nuevo orden internacional de estabilidad, seguridad y paz.

5.- Una pérdida de influencia en el ámbito europeísta de la Unión, con probables daños para nuestros intereses nacionales, una mejor relación con los países árabes menos islamistas (entre ellos Marruecos) y amplias perspectivas de cooperación con los Estados Unidos en el Continente americano.

Responde: Rafael Lorenzo
Director General de Política de Defensa, Ministerio de Defensa

1.- La Cumbre del pasado día 16 en las islas Azores fue, sin duda, importante. La falta de acuerdo para aprobar una segunda resolución del Consejo de Seguridad de NNUU, que se consideraba políticamente conveniente para seguir adelante con la solución de la crisis de Irak, exigía un acuerdo político entre los Estados que habían propuesto esa resolución.

Ese acuerdo era relevante no sólo para mostrar, una vez más, la determinación de los líderes de la coalición formada por EEUU, Reino Unido y España en obligar al tirano Sadam Husein a abandonar el poder, en eliminar el peligro de las armas de destrucción masiva en poder de Irak y en liberar al pueblo iraquí, sino para que la opinión pública mundial percibiese que los líderes de estos tres países (juntamente con el presidente de Portugal, país anfitrión) no tomaban sus decisiones sin escuchar las voces de esta opinión pública, que se acababa de manifestar en varios países, y evitar así ese automatismo inexistente pero en muchas ocasiones denunciado. La decisión de atacar no se tomó en las Azores, allí se decidió seguir adelante con la presión, dar otro margen de tiempo a la diplomacia y, agotadas todas las acciones diplomáticas, un ultimátum a Sadam.

La importancia fundamental de esta Cumbre fue precisamente la de demostrar estas dos cuestiones: la continuidad en la determinación y la demostración de que la decisión de ataque no estaba tomada ni era automática. Una última cuestión la hace más relevante para España: después de decenios en los que España no ha tenido un papel decisorio en política internacional, España participa activamente en la primera decisión importante del siglo XXI sobre un tema de seguridad internacional.

Es indiscutible la significación de este encuentro como materialización del vínculo transatlántico.

2.- No se trata de ningún cambio. España viene participando activamente en todas las organizaciones internacionales en las que es miembro, desde su pertenencia a ellas, defendiendo nuestros intereses y buscando, en todo momento, mantener la estabilidad y la paz en el mundo. En esta ocasión, por las dificultades habidas con los intereses y posiciones de otros países y por el hecho de formar parte del Consejo de Seguridad, nuestra postura ha cobrado un mayor protagonismo. Sin embargo, esta postura no supone ninguna fractura con nuestros aliados europeos, cuyos intereses compartimos, ni un cambio de actitud con respecto a nuestros aliados americanos ni a nuestros amigos del mundo árabe. España continuará buscando la solidaridad europea, el vínculo transatlántico y la resolución del problema árabe-israelí, cuestiones todas ellas que no han sido abandonadas durante el desarrollo de esta crisis.

3.-En ningún caso España ha mantenido un compromiso superior a nuestras capacidades ni posibilidades. Lo que ha hecho España es tener muy clara su posición desde el primer momento y, en consecuencia, apoyar políticamente la necesidad de que el régimen de Sadam dejara de ser un peligro para la estabilidad mundial. La apuesta fue por lograr que se desarmase voluntariamente, pero nuestra posición fue inequívoca en el sentido de lograr el objetivo de anular ese peligro. Otro objetivo, complementario, fue el de forzar el cumplimiento de las múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad.

Por consiguiente, España asumió el compromiso político desde el primer momento, desde la aprobación, con nuestro voto favorable, de todas las distintas resoluciones del Consejo de Seguridad. El compromiso sobre nuestra participación concreta con la coalición fue anunciado por el presidente Aznar el día 18. Ambos compromisos responden perfectamente a nuestras posibilidades reales en la esfera internacional.

4.- Como ha explicado en numerosas ocasiones el presidente del Gobierno, ante la alternativa de no hacer nada estaba la de asumir nuestra responsabilidad en el Consejo de Seguridad y en el concierto internacional. La coherencia tanto en la lucha contra el terrorismo internacional como en el mantenimiento de la paz internacional exigían una decisión difícil, por impopular, pero clara y firme por representar nuestros intereses y la asunción de nuestras responsabilidades.

Una vez librado el pueblo iraquí de la tiranía de Sadam Husein y el mundo de los riesgos de la inestabilidad producida por la amenaza de ataques con armas de destrucción masiva, España no sólo habrá contribuido a su eliminación sino al mantenimiento del vínculo transatlántico de forma relevante en el conjunto de la comunidad internacional.

Responde: Andrés Ortega
El País

1.- Importante porque supuso la escenificación de la ruptura de la legalidad internacional y porque ninguna de las dos declaraciones mencionó a Europa, pese a que dos de sus participantes eran jefes de dos Gobiernos de países de la Unión Europea.

2.- El cambio se produjo antes. La Cumbre lo puso de relieve. Algunas de las ideas que intentó expresar el presidente del Gobierno estaban ya en su libro de 1994 “La segunda transición”.

3.- Depende de lo que se considere sus posibilidades. Los Gobiernos de Suárez, Calvo Sotelo, y ya plenamente el de González lograron para España una posición superior a su peso económico o militar, gracias a una política acertada, al desarrollo de su participación activa y creativa en la UE, en sus relaciones con América Latina y el Magreb, y en su posición en Oriente Próximo, además de una política de lealtad y a la vez firmeza con y frente a EE UU. Eso lo puede hacer. Lo no es posible es jugar a gran guerrero en las Azores y luego limitarse a enviar lo poco que se ha enviado, en misión humanitaria a la guerra de Irak, y que llegará posiblemente tarde. No quiero decir que España se debía haber comprometido más. Quizás lo razonable hubiera sido oponerse a la guerra y enviar apoyo humanitario y sanitario.

4.- La vanidad de su presidente. Y una lectura equivocada de la situación en el mundo, de la evolución de Europa, y del papel de España. Siendo más preciso: creo que la lectura que ha hecho el presidente del Gobierno es que estamos en un mundo unipolar en el que manda EE UU; más vale estar con él. Además, su economía es más dinámica. El modelo americano le atrae y Europa debería ir por esa vía. Desde el 11-S, España saca réditos de la nueva relación con la Administración de Bush en la lucha contra ETA o en las relaciones con Marruecos (para lo de Gibraltar no importa ya; el intento ha fracasado), e incluso en la perspectiva empresarial. Hay, además, una visión fundamentalista cristiana compartida con Bush. Y esta Europa que se amplía ya no es la misma: el eje franco-alemán deja de ser central; la política exterior común no arranca; y con la entrada de países más pobres, España ya no va a poder aspirar a recibir de Bruselas las aportaciones financieras de estos años. Llevarse bien con Alemania cuenta menos.

5.- A corto, desastrosas en el frente europeo, árabe y latinoamericano, e incluso para la seguridad de los españoles. A la larga, pocas. Pues Aznar dejará de ser presidente dentro de un año, y cualquier sucesor posible, de los que se ven en el PP o en el PSOE, rectificarán y volverán a una senda que no podrá ser tradicional, pues previsiblemente toda esta crisis hará que el desarrollo europeo vaya por otros derroteros.

Responde: Javier Pardo de Santayana y Coloma
Teniente General (res.)

1.- Lo considero muy importante por cuanto:
– Supone la escenificación de una rebelión contra el deterioro propiciado fundamentalmente por Francia del vínculo transatlántico, y la afirmación de que éste sigue siendo esencial para la seguridad de Europa y del mundo.
– También escenifica una proclama de firmeza ante las nuevas amenazas, en coherencia con la situación post-Once de septiembre.
– Desafortunadamente, no deja de escenificar también la división que se ha producido en todos los grandes ámbitos de decisión (mundial, euroatlántico, europeo), rompiendo la esperanza en el nuevo paradigma de diálogo, consenso y cooperación que empezaba a ser habitual en las relaciones internacionales y que ya había conseguido la unanimidad de posicionamiento de las potencias y del Consejo de Seguridad en torno a los problemas de Afganistán y de Irak.
– Para España, escenifica un salto cualitativo en su papel internacional al más alto nivel.

2. – Supone ambas cosas: continuidad y cambio.
– Continuidad, en cuanto siempre apoyó con una postura relativamente activa las actuaciones de las Naciones Unidas, de la OTAN y de la UE ante los conflictos surgidos en el periodo de la Post-Guerra Fría (Guerra del Golfo, Bosnia, Kosovo, Macedonia, Afganistán, conflictos en Iberoamérica y en África, etc.).
– Continuidad en la línea ascendente de nuestra ambición en cuanto a nuestro papel en materia de política exterior*.
– Cambio, como salto en el nivel de protagonismo y capacidad de decisión.

* En este sentido resulta preocupante la actitud de la oposición española, entre cuyos argumentos no aparecen propiamente “los intereses de España”, que son reemplazados por los de una vaga “opinión pública” y sus pronunciamientos en torno a lemas ambiguos de “rechazo a la guerra”.

3.- No veo excesivas dificultades para mantener este compromiso internacional, pues es una cuestión de habilidad política. No obstante, para fortalecer y dar credibilidad a nuestra postura, conviene respaldarla con mayor presencia de fuerzas españolas y con una mayor voluntad de ser, reflejada en un incremento de nuestra capacidad militar. En este sentido me parece insuficiente la aportación que se piensa hacer a la campaña de Irak, pues no parece guardar consonancia con la ambición reflejada por nuestra postura.

4.- Entiendo que la razón fundamental es estar en primera línea de cuanto pueda tener relación con el terrorismo, como nación que lleva mucho tiempo siendo víctima de esta lacra. Responde también a una interpretación de la realidad con mentalidad Post-Once de septiembre. Por mucho tiempo nuestra imagen en este sentido ha sido de debilidad, hasta extremos sonrojantes, como los de permitir que un asesino, además cabecilla de los terroristas, formase parte de una Comisión de Derechos Humanos, que un secuestrador cómplice de asesinos liderase un partido político, o, como ha dicho recientemente el ministro de Justicia, que todos los españoles pagásemos a quienes nos matan. Extraña que la oposición no sea sensible a estos aspectos de la situación Post-Once de septiembre y de la crisis de Irak.
– Es de suponer que la posición del Gobierno, como la de otros países alineados con él, responda también a la importancia que entiende debe concederse a no romper el vínculo trasatlántico como factor fundamental de la seguridad, superando los excesos de la nueva “Estrategia de Seguridad Nacional” norteamericana. La maniobra, compartida sobre todo con el Reino Unido, evitaría dañar dicho vínculo moderando, al mismo tiempo, dichos excesos.
– Como aspectos derivados se encontraría la posibilidad de jugar un papel protagonista, y la preferencia por la entente con Londres y la no aceptación de un liderazgo franco-alemán exhibido pero no ejercido, puesto que Alemania renunció a él al definirse negativa y unilateralmente sobre el asunto, y Francia se pronunció sin contar previamente con el resto de los países de la Unión.   

5. – Reforzamiento de la entente Madrid-Londres, y su repercusión, en cuanto a nuestro papel dentro de Europa y en el contencioso de Gibraltar.
– Repercusión en el equilibrio de influencias sobre Marruecos y, en general, sobre el norte de África, en beneficio de España por un mayor apoyo norteamericano.
– Aumento del apoyo norteamericano en materia de lucha antiterrorista.
– Posible reacción negativa de París en la lucha antiterrosista. Sin embargo hay que considerar que los proyectos de secesión afectan también a Francia, y que tras el Once de septiembre, este apoyo no es ya una cuestión merecedora de agradecimientos, sino una obligación internacional, exigida y articulada en la UE.
– Un reforzamiento de nuestra posición en Europa ante la ampliación de la UE y de la OTAN, y la posibilidad de ejercer un mayor protagonismo en la escena internacional.
–          En el ámbito interno, la repercusión dependerá probablemente del resultado del conflicto.

Responde: Elena Pisonero
Embajadora jefe, Delegación Permanente de España ante la OCDE

1.- Su importancia habrá que valorarla por el conjunto de efectos que produce. De entrada, ha supuesto el desencadenante de una guerra. En segundo lugar, representa la necesidad de acelerar el proceso de toma de decisiones en la gestión internacional multilateral para reforzar la credibilidad de los acuerdos alcanzados. En tercer lugar, representa la prevalencia de la alianza transatlántica en materia de seguridad y defensa. En cuarto lugar, y vinculado a los dos anteriores, se ponen en evidencia las debilidades pero también la urgencia de un proyecto europeo completo. En quinto lugar, la consolidación del terrorismo y su vínculo a una capacidad militar de destrucción masiva como el primer factor de inestabilidad internacional.

2.- El único cambio es la capacidad de iniciativa propia, no supeditada a la que acaben definiendo alguno de sus socios europeos. En ausencia de una política y posición europea común, tan europea es la posición del Gobierno español –entre otros- como la de por ejemplo, el Gobierno francés. Conforme a su política exterior, el Gobierno español ha apoyado a uno de sus aliados tradicionales, reforzando el vínculo transatlántico recogido en acuerdos bilaterales, acuerdos europeos y multilaterales.

3.- Creo que el Gobierno español ha demostrado que asume los compromisos que es capaz de cumplir. España lleva demasiados años actuando muy por debajo de sus posibilidades en el campo internacional y eso ha actuado de rémora.

4.- Más allá de las ya comentadas en términos de coherencia con la política exterior española, cabría destacar dos. La primera y determinante es la coherencia con la política del Gobierno en materia de terrorismo claramente definida: luchar con los demócratas contra los que amenazan nuestra seguridad y libertad. En segundo lugar, demostrar que existe capacidad de iniciativa y de acción frente al letargo europeo.

5.- España es ante todo un país comprometido con el proyecto europeo y lo debe seguir demostrando. Pero ya como miembro pleno, con derecho y capacidad de hacer propuestas al resto de sus socios, en lugar de aceptar sin rechistar el decreto de sus mayores aunque no le convenza. El Gobierno actual quiere una Europa dinámica y sólida, no sólo en política exterior. El Gobierno ha adoptado una postura coherente y muy significada. La clave de futuro será utilizar de forma inteligente las relaciones reforzadas con EEUU para mejorar las relaciones trasatlánticas europeas y demostrar capacidad de gestión aportando ideas para la construcción de una Europa dinámica y plural, pero sólida en el concierto internacional.

Responde: Francisco Rubio Llorente
Catedrático Emérito de Derecho Constitucional, Universidad Complutense de Madrid

1.-  La noción de “cumbre” parece implicar la existencia de una estructura, o más precisamente, de una organización. Cabe sostener por tanto que en Azores no se ha celebrado “cumbre” alguna, sino simplemente la reunión ocasional del Presidente de los Estados Unidos con los jefes de Gobierno de tres Estados Europeos que secundan su decisión de intervenir militarmente en Irak para forzar un cambio de régimen. Como el Consejo de Seguridad de las UN, no ha autorizado esa  intervención, ni hubiera podido autorizarla, dada su finalidad explícita. Esa reunión de las Azores pone fin formalmente al sistema de la “comunidad internacional organizada”. La importancia del hecho no puede ser discutida; sí naturalmente, su valoración, pero ésta queda fuera del cuestionario.

2.- Implica, como es evidente, un giro copernicano. España sale del sistema de las UN, que contribuye a destruir; en Europa, se enfrenta con los Estados que  constituyen el  núcleo de la Unión Europea; en América, se identifica con el Norte frente al Sur y en Oriente Medio jalea con entusiasmo la guerra que hacen otros en la que, en apariencia, sólo por falta de medios no participa de modo más mortífero.

3.- No entiendo la pregunta. Si el “compromiso internacional” que España ha de sostener consiste simplemente, como parece, en aceptar  con entusiasmo la política exterior de la Administración Bush, no se ve por que le han de faltar medios para hacerlo, al menos mientras esa Administración no solicite de ella otra cosa que sumisión agradecida.

4.- No creo que haya causas y razones que “justifiquen” la posición del Gobierno,  Cabe especular sobre las que pueden “explicarla”. Tal vez la más importante sea la que viene del tradicional entusiasmo de nuestra derecha por las soluciones de fuerza.

5.- Para el Presidente, no lo se. Para España, catastróficas, aun en el improbable supuesto de que Repsol pase a ocupar en Irak el puesto que hoy ocupa Total Fina.

Responde: Felipe Sahagún
El Mundo

1.-  Su importancia real no se sabrá hasta que se resuelva la crisis diplomática abierta por el conflicto de Irak. Obviamente, la declaración de Lajes recoge los principios esenciales de lo que Timothy Gaston Ash denomina “la visión rumsfeldiana” del futuro, con algunos ingredientes de la tercera vía de Tony Blair y la prioridad dada por José María Aznar al vínculo transatlántico y a la necesidad de avanzar hacia la solución del conflicto palestino-israelí. Si, tras el conflicto de Irak, esta visión unilateralista edulcorada del nuevo sistema internacional se impone, la cumbre de las Azores pasará a la historia como un paso importante en la construcción del nuevo sistema. Si no es así, habrá sido, como han dicho los críticos, un intento desesperado de tres dirigentes de disfrazar el fracaso de sus esfuerzos diplomáticos para conseguir la legitimación de la invasión de Irak por el Consejo de Seguridad.

2.- Me parece un cambio radical, pero no tanto por la cumbre  en sí misma sino por ser la culminación de un alineamiento claro con EEUU frente a Francia, que históricamente ha venido dando casi por sobreentendido el apoyo de España a sus posiciones en los principales conflictos internacionales. La radicalidad de ese cambio vendrá dada por la forma en que Francia y EEUU superen sus actuales diferencias. Si se mantiene o crece el abismo que les separa sobre el nuevo sistema naciente, la posición de España será muy difícil de sostener a medio y largo plazo.


 3.- Es un compromiso tan ligado a la estrecha relación personal establecida entre José María Aznar y George Bush que su continuidad difícilmente sobrevivirá a la permanencia de ambos dirigentes al frente, respectivamente, de los gobiernos español y estadounidense, salvo que sus sucesores hagan suyo ese compromiso. Lo veo difícil, teniendo en cuenta el escaso apoyo de la opinión pública y de otros partidos españoles a la decisión de Aznar.


 4.- Las he recogido en algunos de mis artículos: cuando, en mayo de 2002, en su visita a Camp David con Ana Botella, Bush le adelantó su estrategia hacia Irak y le pidió apoyo, Aznar se lo ofreció de inmediato sin poder conocer -nadie podía en ese momento- las consecuencias de tal compromiso. Lo hizo por coherencia ideológica, una coherencia reforzada por el hecho de que no tendrá que rendir cuentas en las urnas, agradecimiento sincero por la ayuda estadounidense en la solución de la crisis con Marruecos y el convencimiento moral profundo de que, tal y como mantienen los estrategas de Bush desde el 11-S, la tríada tiranos-terroristas-tecnologías de destrucción masiva se ha convertido en tal amenaza que, contra ella, está perfectamente justificada la guerra preventiva y no sirven ni las viejas normas ni las viejas instituciones. Si al cálculo de probabilidades de victoria añadimos las obligaciones como aliado, el interés compartido en la guerra contra el terrorismo, la dependencia tecnológica, la coincidencia ideológica, el escaso tacto de la diplomacia francesa y alemana a la hora de consultar con sus socios europeos, y el trato periférico que Gerhard Schroeder se ha empeñado en dar a José María Aznar, resulta difícil imaginar otra posición del presidente del Gobierno español.


 5.- Toda opción tiene un precio y Aznar ha apostado a la vez contra la opinión pública española y contra el motor de la UE, en parte porque está harto de las imposiciones bilaterales de ese motor al resto de los Quince. Si se complican las cosas en Irak, la apuesta puede tener un alto coste político, económico y diplomático. Si Sadam no pierde el poder, España se convertirá en otro de sus pequeños satanes.

Aunque no se cumplan estas amenazas, con su política Aznar rompe un consenso que había permitido hacer de España un fiel de la balanza suficientemente neutral y fiable para todos. Gracias a esa diplomacia sutil, Madrid fue la sede de la primera Conferencia de Paz para el Oriente Medio tras la guerra del Golfo de 1991.

Si se cumplen las previsiones más optimistas –Sadam cae tras una guerra corta sin apenas bajas propias ni iraquíes, cosa cada vez más improbable-, el PP tal vez se recupere un poco del desgaste sufrido, pero en cualquier caso pagará un precio más o menos alto en las municipales y la carrera europea de Aznar será una cuesta mucho más empinada, al menos mientras Chirac y Schroeder tengan la última palabra en la UE.

La carrera de Aznar importaría poco si los intereses de España, que están sobre todo en Europa y en el Mediterráneo, no en EEUU, salen reforzados con su apuesta por Bush. Para creerlo, necesitaríamos una información que hasta hoy no existe o se nos ha ocultado e iniciativas diplomáticas mucho más ambiciosas en ambas regiones de las que hasta ahora Aznar, en parte por razones ajenas a su Gobierno y a España, ha impulsado.

logo elcano

Escrito por Real Instituto Elcano