Canadá comienza una nueva era

Donald Trump (de pie, con traje azul marino, corbata roja y camisa blanca) saluda con un apretón de manos a Mark Carney (también de pie, con traje y corbata azul marino y camisa blanca) en la entrada del Ala Oeste de la Casa Blanca, el 6 de mayo de 2025. En el centro de la imagen se aprecia una bandera de Canadá entre ambos. Al fondo se distingue parte del edificio y, a la derecha, un coche negro. Canadá
El presidente Donald Trump saluda al primer ministro de Canadá, Mark Carney en la entrada del Ala Oeste de la Casa Blanca (6/05/2025). Foto: The White House (United States government work)

Tema
Este análisis aborda la victoria de Mark Carney en las elecciones federales canadienses de 2025, destacando el cambio político tras la dimisión de Trudeau y el nuevo desafío de redefinir la relación bilateral con Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump.

Resumen
Las elecciones anticipadas de abril de 2025 en Canadá dieron la victoria al Partido Liberal bajo el liderazgo de Mark Carney, quien asumió el poder tras la dimisión de Justin Trudeau. La campaña estuvo caracterizada por la preocupación ante el regreso de Donald Trump y sus políticas agresivas, especialmente los aranceles. Carney, tecnócrata sin experiencia parlamentaria, logró consolidar apoyo al prometer firmeza frente a Estados Unidos (EEUU) y recuperar la estabilidad económica. La relación bilateral atraviesa tensiones sin precedentes, mientras Canadá refuerza su soberanía, diversifica alianzas y planea una nueva estrategia exterior. El país entra así en una nueva etapa marcada por desafíos internos como el coste de vida, el empleo y la cohesión nacional, e internacionales.

Análisis
La reunión del pasado 7 de mayo entre el reciente ganador de las elecciones en Canadá, Mark Carney, y el presidente de EEUU, Donald Trump, marca el inicio del cambio de rumbo definitivo en las relaciones entre Canadá y EEUU, una de las relaciones bilaterales más singulares y duraderas del mundo, hasta ahora.

El primer ministro canadiense sobrevivió 33 minutos en el despacho oval, con todos los ojos puestos sobre él y sobrevolando la escena que protagonizó en el mismo lugar pocas semanas antes Volodímir Zelenski. Carney llegó bien preparado, tanto en palabras como en el tono, y supo navegar y lidiar con Trump a pesar de que este repitió sus afirmaciones sobre que EEUU subvenciona a Canadá, que no necesitan los coches ni la energía del país vecino y que cree que se beneficiaría ser el estado 51 de EEUU. Los canadienses se sintieron en parte aliviados y en parte agradecidos de que Carney retomara de nuevo la relación con el país amigo y las negociaciones con la Administración estadounidense. Su apuesta por él en los recientes comicios empezaba a dar sus frutos.

Canadá celebró el pasado 28 de abril elecciones y no en octubre, como inicialmente estaba previsto. El Partido Liberal, encabezado por Mark Carney, ganó 170 escaños quedándose a sólo dos de la mayoría absoluta. Le siguieron los conservadores de Pierre Poilievre, que hasta hace unos meses eran los grandes favoritos. Lograron 143 escaños, frente a los 118 de 2021, y el 41% del voto popular, lo que no es un mal resultado pero insuficiente para encabezar un nuevo gobierno. Los conservadores han aumentado significativamente su apoyo entre los hombres jóvenes y se han llevado una parte importante de los votantes del New Democratic Party (NDP), principalmente clase trabajadora que deja de votar a la izquierda y se sitúa más a la derecha porque no aprueba la gestión del gobierno liberal, en ambos casos una tendencia común a otros países occidentales. Canadá, sin embargo, no ha visto un auge de la extrema derecha, encarnado por el People’s Party of Canada (PPC), que ha ganado menos del 1% del voto popular, su peor resultado hasta ahora. Los independentistas de Quebec (Bloc Québécois) también han retrocedido de forma notable perdiendo 10 escaños.

Cinco meses atrás este panorama político era inimaginable. Desde 2023, los conservadores lideraban con claridad todas las encuestas muy por encima de los liberales, alcanzando en ocasiones hasta 25 puntos de ventaja y casi duplicándolos, mientras que la popularidad del primer ministro caía sin freno.

Trudeau se había convertido en líder de un tambaleante Partido Liberal en 2013, resucitándolo y ganando las elecciones en 2015 ampliamente. En paralelo, Trudeau ganaba reputación en la escena internacional recogiendo el testigo del sueño progresista de Barack Obama. Pero tras la gestión del COVID-19, su estrella comenzó a apagarse y las quejas de los ciudadanos sobre su gestión se convirtieron en habituales. Una creciente inflación, en particular los precios de la vivienda, las críticas a la política migratoria y al impuesto al carbono condenaron definitivamente a Trudeau. A ello se sumó una serie de escándalos personales que erosionaron su imagen pública cuidadosamente construida.

Tras casi una década en el poder y a pesar de las presiones internas Trudeau se aferraba al puesto. En el último año intentó remodelar el Partido Liberal rodeándose de amigos de su círculo más cercano en su convicción de que podría presentarse a unas cuartas elecciones con garantías, incluso cuando la opinión pública sugería lo contrario. Los conservadores, mientras, aguardaban pacientemente unos comicios que debían celebrarse en octubre y que girarían en torno a Trudeau y a su gestión. Para algunos liberales, el líder de los conservadores, Pierre Poilievre, estaba más a la derecha que cualquier otro líder conservador anterior, incluido su predecesor, Stephen Harper. Consideraban, además, que estaba tratando de presidir una “trumpificación” de los conservadores canadienses, en particular por sus repetidos ataques y amenazas de retirar la financiación a la CBC/Radio-Canada, haciéndose eco de algunas prácticas similares de Trump con los medios.

Sin duda, Poilievre se alzaba con fuerza tanto desde el populismo autóctono de las praderas canadienses –su base de poder se encuentra en el oeste, donde los Trudeau, padre e hijo, siempre han sido extremadamente impopulares– como desde la ola de extrema derecha que parecía esparcirse por el mundo democrático. Poilievre enfatizaba la desconfianza hacia la élite de Ottawa y acentuaba la división que se estaba centrando especialmente en la cuestión del desarrollo energético donde el oeste se posicionaba con fuerza.

Sin embargo, el conservadurismo canadiense tiene sus propias particularidades. Pierre Poilievre comparte valores conservadores fundamentales, como el gobierno limitado, la responsabilidad fiscal y los valores sociales tradicionales, y las libertades individuales, pero también refleja la cultura política, la historia y las instituciones de Canadá. Apoya los programas sociales, las instituciones públicas y la unidad nacional en contraste con el conservadurismo más libertario.

Lo que ocurría políticamente en Canadá hasta finales del 2024 podía ser similar a lo que pasaba en otras democracias occidentales donde se acrecentaban las críticas a sus líderes, especialmente de izquierda, por representar a una élite desconectada de la realidad que no respondía a las necesidades económicas de la gente corriente, situándose hacia alternativas más conservadores y populistas. Los mismos problemas que en parte condenaron a Kamala Harris y al Partido Demócrata en EEUU en las elecciones de noviembre. Por otro lado, parecía lógico que finalizara el ciclo de un líder que se había mantenido en el poder durante tres legislaturas (con un gobierno en mayoría en 2015 y dos en minoría, en 2019 y 2021, respectivamente). Stephen Harper, el conservador predecesor de Trudeau, estuvo en el cargo más de nueve años, y Jean Chrétien, su predecesor liberal apenas superó la década.

1. La llegada de Trump

A toda esta combinación de factores políticos se le sumó la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses en noviembre del 2024 y, con él, la vuelta de tuerca a una relación bilateral única.

Canadá y EEUU comparten la frontera más larga entre dos países, casi 8.900 km, siendo una de las más pacíficas del mundo, además de compartir historia y valores. Juntos representan la mayor masa terrestre, superando con creces el tamaño de Rusia, y su comercio bilateral se encuentra entre los más amplios del mundo. Existe un parentesco y una familiaridad entre las dos naciones que no se experimenta en ningún otro lugar.

Quizá la manera más elocuente de describir esta singular relación la hizo el presidente John F. Kennedy cuando se dirigió al Parlamento canadiense en 1961: “La geografía nos ha hecho vecinos. La Historia nos ha hecho amigos. La economía nos ha hecho socios. Y la necesidad nos ha hecho aliados. Aquellos a quienes la naturaleza ha unido, que ningún hombre separe”.

Donald Trump ha hecho volar por los aires esta relación singular y tiene una parte de culpa en la dimisión de Trudeau, porque su caída definitiva se desencadenó en diciembre del año pasado con la dimisión de la ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, preocupada por el creciente déficit y por la inminente imposición de aranceles por parte de Donald Trump. En su carta de dimisión acusó a Trudeau de, en medio de un inminente nacionalismo económico de Trump, estar usando “costosos trucos políticos” poniendo en duda su comprensión de la “gravedad del momento”. Freeland fue en otro tiempo confidente cercana de Trudeau, pero la relación se había deteriorado en medio de acusaciones de que él quería sustituirla por Mark Carney.

La dimisión de Freeland incrementó la presión de un partido en caída libre, que había sufrido la pérdida de importantes bastiones políticos en las recientes elecciones parciales y la abdicación de destacados miembros gabinete de gobierno. Trudeau ya no podía aspirar a un cuarto mandato y el 6 de enero de 2025 anunció su dimisión. Permaneció en el cargo hasta que el Partido Liberal eligió a su sucesor en unas primarias que ganó de forma abrumadora Mark Carney. Trudeau, sin embargo, se despidió a lo grande, sacando a relucir su habilidad para crecerse en los momentos de gran presión y plantándole cara a Trump en nombre de los canadienses en un buen discurso de despedida.

2. Un nuevo líder

El nuevo líder liberal, Mark Carney, asumió el cargo de primer ministro de Canadá en marzo sin ser miembro del Parlamento, lo que conllevaba ciertas limitaciones prácticas en sus funciones. La Constitución canadiense no exige que el primer ministro sea diputado, pero por convención se espera que lo sea o que obtenga un escaño lo antes posible. Al no ser diputado, Carney no podía participar en debates parlamentarios ni responder preguntas durante las sesiones de la Cámara de los Comunes y no tenía voz ni voto en los procedimientos legislativos. Esto limitaba su capacidad para liderar directamente en el Parlamento y defender las políticas del gobierno y, sobre todo, haría mucho más difícil la gestión de la guerra arancelaria con EEUU. Así, convocó elecciones para obtener un mandato democrático propio y, por tanto, legitimidad para fortalecer su liderazgo; conseguir un escaño en el Parlamento, postulándose en el distrito de Nepean, en Ottawa, para poder participar plenamente en las funciones parlamentarias; y aprovechar el impulso del Partido Liberal en las encuestas por las preocupaciones por Trump. Un impulso que ha sabido aprovechar y que le ha dado la victoria.

Carney no es un político y ha seguido un camino inusual hacia el poder y quizá este ha sido uno de los secretos de su victoria tanto en las primarias de los liberales como en las elecciones federales de abril. Su educación en las Universidades de Harvard y Oxford y su extenso currículum, que incluye ser director general de Goldman Sachs y formar parte de la junta de la fundación del Foro Económico Mundial, han contribuido a la percepción de que es el mejor preparado para responder a los ataques de Trump. Fue elegido para dirigir el Banco de Canadá en 2008 y un mes después de su nombramiento recortó los tipos de interés como respuesta a la crisis financiera mundial, una rápida actuación que le valió valiosos calificativos. En 2013, se convirtió en la primera persona no británica en ser nombrada gobernador del Banco de Inglaterra, cargo que ocupó hasta 2020 dirigiendo la institución durante el Brexit. El consenso es, por tanto, que es capaz de abordar las crisis de manera competente. Pero ha tenido también que distanciarse personalmente de Trudeau, quien lo nombró en 2020 asesor económico especial. Por otra parte, nació en Fort Smith –en los NorthWest Territories– y no es habitual que un liberal venga del oeste.

Carney ha ganado las elecciones en gran parte por ser considerado el más adecuado para hacer frente al presidente Trump. Ambos países se encuentran al borde de la recesión económica únicamente por las acciones de Donald Trump y su juego de aranceles. Y no se trata sólo de la acción de imponer los aranceles, sino de la forma en que se hizo, incluyendo propuestas como que Canadá podría ser el estado número 51 de EEUU amenazando la independencia misma de un aliado.

Canadá es un país dividido por definición, dada su extensión geográfica –compuesto por 10 provincias y tres territorios–, junto con su multiculturalidad y las numerosas etnias que conforman el “mosaico canadiense”. Pero hay dos cosas que les unen: el hockey y el no ser estadounidenses. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca por segunda vez ha servido de amalgama entre los canadienses, impulsando un nacionalismo como no se había visto antes. Trump ha enfurecido a los canadienses, que abuchean el himno estadounidense en los partidos de la NHL y la NBA (ligas de hockey y baloncesto, respectivamente), que cancelan sus viajes al país vecino y evitan comprar en la medida de lo posible productos estadounidenses. Donald Trump convirtió las elecciones canadienses en una contienda por quién puede defender mejor la soberanía canadiense. Incluso, las relaciones de Trump y el Partido Conservador canadienses se tensaron, con Poilievre reafirmando la soberanía de Canadá y expresando su disposición a defender los intereses nacionales, pero no le bastó para superar a Carney.

Con menos de dos meses en el cargo, el primer ministro Carney aprovechó para ampliar las relaciones comerciales con Francia y el Reino Unido e invertir en empresas nacionales afectadas por los aranceles estadounidenses. Durante su primera gira internacional, se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Keir Starmer. Con Francia, acordó intensificar la cooperación en inteligencia artificial y defensa, aprovechando el marco del Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) entre la Unión Europea (UE) y Canadá. Con el Reino Unido, discutió la expansión del comercio bilateral a través del Acuerdo de Continuidad Comercial Canadá-Reino Unido y el Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP), un acuerdo comercial que busca promover la integración económica y el comercio entre los países de la región Asia-Pacífico. Su plataforma social en las elecciones giró en torno a la expresión elbows up (codos arriba), un término acuñado a partir de la defensa característica del jugador de hockey Gordie Howe contra los jugadores rivales en la pista de hielo. El gesto ha adquirido un nuevo significado como representación física de la oposición canadiense a las políticas de Trump.

3. Comercio

Los lazos bilaterales en materia de comercio e inversión son amplios y tienen todo el sentido dadas las ventajas de la proximidad geográfica, el idioma común y las prácticas comerciales similares entre ambos países. Se han visto reforzados por más de tres décadas de libre comercio en virtud del Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Canadá de 1989, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) de 1994 y el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, México y Canadá (USMCA o CUSMA, por sus siglas en inglés) de 2020. 

La relación comercial es la que ha estado más expuesta a las amenazas del presidente Trump, que incluye un mercado altamente integrado de automoción y energía. En 2023, Canadá fue el principal socio comercial de EEUU en términos de comercio de bienes y servicios. EEUU importó 481.600 millones de dólares y exportó 440.900 millones, el 18% de las exportaciones de productos estadounidenses. Canadá exportó el 77% de sus productos a EEUU y fue el tercer mayor proveedor de productos estadounidenses, por detrás de México y China. Canadá importó casi la mitad de sus productos de EEUU en 2023 y fue el principal destino de las exportaciones de productos de EEUU. El protagonismo estadounidense en el comercio canadiense va unido a la escasa diversificación de los mercados de exportación canadiense en las dos últimas décadas, a pesar de haber firmado 15 acuerdos comerciales que cubren 51 países. Sólo destaca una modesta diversificación en el apartado de las importaciones, principalmente debido a la creciente importancia de China y otros mercados emergentes asiáticos como proveedores de bienes finales y algunos insumos intermedios.

La mayor parte de este comercio de bienes consiste en el intercambio transfronterizo de bienes intermedios, no de bienes acabados o productos finales. Más de tres quintas partes de las exportaciones de Canadá con destino a EEUU consisten en energía, materiales de construcción, productos agroalimentarios, otras materias primas y otros artículos utilizados para producir bienes finales. Del mismo modo, más de la mitad de todos los productos estadounidenses enviados a Canadá también están compuestos por bienes intermedios. Esto pone de relieve la naturaleza altamente integrada de las cadenas de suministro norteamericanas y las importantes perturbaciones que los aranceles bilaterales ya están causando en las industrias que operan a ambos lados de la frontera.

A día de hoy, y a pesar de las continuas fluctuaciones de la Administración estadounidense, EEUU mantiene vigentes tres tipos de aranceles contra Canadá: un 25% sobre todas las importaciones que no se ajusten al USMCA; un 10% sobre la potasa (fertizante) y la energía que no se ajusten al USMCA –se mantiene el arancel del 25 % sobre el acero y el aluminio– y un 25% sobre todos los automóviles y camiones no fabricados en EEUU. Tras la decisión de imponer aranceles algunos canadienses apuntan a una posible táctica para poner su país en una situación de debilidad para una eventual anexión.

Las inversiones también son importantes. En 2023, Canadá era la tercera fuente de inversión extranjera directa (IED) en EEUU y casi la mitad de la IED total de Canadá se destinó a EEUU. Por su parte, EEUU fue la mayor fuente de IED en Canadá, con un 45,7% del total.

Las negociaciones entre los dos nuevos países comienzan ahora con la llegada de Carney, pero se esperan que sean largas. El punto de partida seguirá siendo el USMCA, que expira en 2036, pero tenía prevista una revisión conjunta para julio de 2026. Todo apunta a la búsqueda de un nuevo gran acuerdo que incluya el tema de seguridad, la defensa y el Ártico y, por lo tanto, una conversación más amplia. Al incluir más elementos, se amplía el margen de maniobra a los canadienses, pues tienen más cartas con las que negociar para lograr un acuerdo que satisfaga a todas las partes. Al tiempo, el ambiente que lo rodeará seguirá siendo de volatilidad y la incertidumbre.

4. Política exterior

Canadá y EEUU comparten mucho más que relaciones comerciales, principalmente compromisos mutuos en materia de seguridad en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); mantienen una estrecha colaboración en materia de inteligencia como miembros de los “Cinco Ojos”; cooperan en la defensa continental a través del Comando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD); y coordinan con frecuencia sus esfuerzos en materia de aplicación de la ley, con especial atención a la seguridad de su frontera común. Ambos países también colaboran en la gestión de cuestiones transfronterizas relacionadas con el medio ambiente y los recursos naturales mediante numerosas iniciativas a nivel estatal, provincial y local.

Debido a las numerosas similitudes y al alto grado de integración entre Canadá y EEUU, los legisladores de ambos países suelen estudiar las políticas propuestas o aplicadas al otro lado de la frontera. El Congreso de EEUU y el Parlamento de Canadá colaboran directamente desde hace más de 65 años a través del Grupo Interparlamentario Canadá-EEUU. Durante la pasada legislatura estadounidense, algunos miembros del Congreso expresaron un interés particular en los esfuerzos de EEUU y Canadá para responder a la competencia geoestratégica de Rusia y China, modernizar el NORAD, asegurar la frontera compartida, aplicar el USMCA, acelerar el despliegue de tecnologías bajas en carbono, proteger y restaurar los Grandes Lagos y actualizar el Tratado del Río Columbia.

Los canadienses siempre se han mantenido divididos entre el deseo de labrarse un espacio propio y diferenciarse de EEUU y el reconocimiento de los beneficios y la necesidad de los lazos con EEUU, entre encontrar su propia narrativa nacional sobre el lugar de Canadá en el mundo y la abrumadora influencia de la presencia estadounidense. Al final, ha pesado más lo segundo, con una dependencia excesiva de EEUU en sus decisiones de política exterior y poco desarrollo de una mayor soberanía estratégica, de ahí que la última revisión de su política exterior date de 2005, si bien ha trazado estrategias sobre África, la región Indo-Pacífico y el futuro de la diplomacia.

Washington de hecho ha sido el centro de sus esfuerzos diplomáticos y Canadá ha desarrollado una forma de diplomacia mucho más “entrelazada” que incluye un sistema estratificado de diplomacia transfronteriza entre provincias y estados, entre ciudades y entre el sector privado y el público. Pero hoy en día, esa tarea se ha vuelto más difícil, principalmente porque el papel de liderazgo mundial de EEUU está cambiando de formas difíciles de predecir, que oscilan entre el excepcionalismo y unilateralismo.

En un país donde la seguridad nacional y la defensa rara vez han sido temas importantes en la campaña electoral, las elecciones del 28 de abril en Canadá fueron una excepción. Tanto Carney como Poilievre hablaron a menudo y en detalle durante la campaña sobre la seguridad nacional y la defensa de Canadá. Ambos prometieron, por ejemplo, revisar el programa F-35 de Canadá con EEUU, aumentar la presencia militar canadiense en el Ártico e incrementar el gasto en defensa, que se sitúa en menos del 1,4%.

Ahora que las elecciones han terminado, es imperativo que Carney encuentre la manera de traducir los temas de debate en acciones y de invertir en el fortalecimiento de la seguridad del país. El primer ministro canadiense ya se ha comprometido a invertir en el servicio exterior de Canadá, a enviar más diplomáticos y funcionarios al extranjero para buscar socios con los que cooperar en temas económicos y de seguridad, además de publicar una nueva política exterior canadiense con una revisión de su seguridad nacional. Al mismo tiempo, e independientemente de la retórica, tendrá que seguir colaborando con EEUU.

Conclusiones
Un viejo chiste compara a un estadounidense y a un canadiense que deben escribir un libro sobre los elefantes. El primero lo titula “Cómo ganar dinero con los elefantes”, mientras que el canadiense lo titula “El elefante: ¿una responsabilidad federal o provincial?”. Es decir, que mientras EEUU tiende a abordar las cuestiones globales desde una perspectiva de poder y beneficio, Canadá se ve a menudo envuelta en debates internos sobre gobernanza y soberanía. Pero en 2025, esta dinámica parece estar cambiando. Ante la presión económica y la agresividad retórica de la segunda Administración Trump, Canadá ha respondido no con parálisis burocrática, sino con determinación política, eligiendo además a Mark Carney como primer ministro en lo que muchos consideran una afirmación decisiva de la independencia y la identidad canadienses.

En su discurso de victoria tras los resultados electorales, Carney habló de tres elementos clave de su nueva presidencia: la humildad, la ambición y la unidad. Humildad para gobernar en equipo, trabajando con los partidos, con las provincias y los territorios, y preparándose para lo peor en un mundo que cambia; ambición –algo que quizá no se asocia a los canadienses– y cuidar sus intereses, construyendo más viviendas (built baby built) y buscando socios con los que cooperar en el ámbito económico y de seguridad; y unidad, que se traduce principalmente en lograr una sola economía, reduciendo las barreas entre provincias y territorios, y así poder hacer frente con mayor fortaleza el impacto de los aranceles del país vecino.

Además, en el futuro Carney ve Canadá como una potencia proveedora de energía, de minerales críticos y de inteligencia artificial. Al mismo tiempo se acercará más a Europa, a Japón y a Corea del Sur, a los que puede ofrecer sus profundos conocimientos de la realidad y la política estadounidense. La confirmación de que el Rey Carlos III presidirá la inauguración del Parlamento de Canadá el próximo 27 de mayo, algo que no ocurría desde hace casi 50 años, será algo más que un ceremonial impregnado de tradición. En medio de esta agitación que vive Canadá, la oportuna visita del Rey podría ser una poderosa muestra de apoyo a los canadienses, cuya identidad se ha visto a menudo debilitada a la sombra de su otrora protector vecino estadounidense. La presencia del Rey será un gesto más de los mostrados por él en apoyo y solidaridad con Canadá.

Una de las pruebas más inmediatas para Carney será en la próxima cumbre del G7, a celebrarse en Kananaski (Alberta). La última vez que Trump estuvo en una reunión del G7 en Canadá fue en 2018, en una cumbre que acabó con acritud, con el presidente Trump arremetiendo contra el país anfitrión y retirando su respaldo a la declaración conjunta. Esta vez, Trump querrá influir sobre los contenidos y decisiones, sobre quién estará y quién no, y Carney tratará de evitar las hostilidades, enfrentarse con el líder estadounidense y ejercer con determinación la presidencia.

Pero Carney tiene también varios retos internos que debe afrontar: el coste de vida y los crecientes precios al consumo, que aumentaron un 6,8% en 2022 y un 3,9% en 2023, lo que ha contribuido a un descenso de los salarios; el acceso a la vivienda, que se ha dificultado enormemente; y el desempleo que ha comenzado a aumentar.

Chrystia Freeland dijo en 2017, durante la primera Administración Trump: “Como potencia media que convive con la única superpotencia mundial, Canadá tiene un enorme interés en un orden internacional basado en normas. Un orden en el que el poder no siempre es sinónimo de razón. Un orden en el que los países más poderosos se vean”. Los canadienses han decidido respetar las normas y creer en un orden liberal internacional, pero sin obviar que el mundo está cambiando. La elección de Marck Carney inaugura una nueva era en la política canadiense.