Al-Qaida en Irak

Al-Qaida en Irak

Tema: La irrupción del integrismo islámico en la región kurda fuera del control de Bagdad ha sido aprovechada por la red internacional de Al-Qaida para llevar su acción hasta las puertas de Turquía –país miembro de la Alianza Atlántica- y de otros países mediterráneos de Oriente Próximo.

Resumen: La irrupción del integrismo islámico en la región kurda fuera del control de Bagdad ha sido aprovechada por la red internacional de Al-Qaida para llevar su acción hasta las puertas de Turquía –país miembro de la Alianza Atlántica- y de otros países mediterráneos de Oriente Próximo. Aquí, en el Norte de Irak, el grupo Ansar al Islam (Partidarios del Islam), fundado por Bin Laden, cuenta, según las autoridades kurdas, con el apoyo de los servicios secretos iraquíes para alcanzar un mismo objetivo: destruir a las fuerzas laicas que colaboran con los países occidentales.

Análisis: El 8 de septiembre del año 2001, justo el día antes de que el “comandante Masud” –líder de la oposición antitalibán- fuera asesinado en Afganistán por un comando camuflado de Al-Qaida y a solo tres días de los atentados de Nueva York, otro grupo vinculado a la red de Bin Laden denominado Jund al Islam (Soldados del Islam) decretaba la “sharia” en una zona montañosa del Norte de Irak. Hasta hace poco, resultaba difícil vincular estos acontecimientos salvo por su coincidencia en el tiempo. Ahora, gracias a documentos incautados a Jund al Islam y a declaraciones de algunos ex militantes, se sabe que formaban parte de la misma ofensiva internacional de Al-Qaida contra los países occidentales.

De hecho, este grupo, que controla una decena de pueblos fronterizos entre Irak e Irán dentro del Kurdistán iraquí, fue creado sólo diez días antes de los atentados del 11 de Septiembre. De acuerdo con los testimonios conseguidos por las fuerzas de seguridad kurdas, entre sus objetivos estarían la extensión, a partir de los estratégicos montes Shinirwe, de la “guerra santa” por los territorios donde Saladino, que era kurdo, consiguió su “histórica victoria” contra los Cruzados, y servir de apoyo, además, a los seguidores de Bin Laden cuando se desencadenara la contraofensiva norteamericana tras la destrucción de las Torres Gemelas.

En el decreto del 8 de septiembre aplicando la ley islámica, Jund al Islam prohibía, al más puro estilo talibán, las tiendas de música, los salones de belleza, las bebidas alcohólicas, las antenas parabólicas, la venta de  productos con figuras femeninas y cualquier vestido que no se ajustara a las estrictas normas islámicas. Las escuelas no musulmanas fueron  obligadas a impartir el Corán como asignatura y los “infieles”, a pagar un impuesto si no se convertían a la religión mahometana. También aparecieron muertas algunas mujeres acusadas de “prostitución” o “adulterio” e, incluso, como ocurrió con los Budas Gigantes de Bamiyán, en el “Afganistán kurdo” fueron destruidos algunos monumentos religiosos de credos que, como los “kakais”, son considerados heréticos por los fundamentalistas. Esta es la suerte que siguió el santuario “kakai” de Qalati Saisartín y el mausoleo sagrado del seik Hisamedín, que  fue profanado y vaciado, desconociéndose el lugar al que fueron llevados los restos de este panteón familiar.

La organización Jund al Islam, que después se fundiría con los seguidores del “mulá Krekar” bajo el nuevo nombre de Ansar al Islam (Partidarios del Islam), es el resultado de la confluencia de varios grupúsculos integristas radicalizados con tres características comunes: todos proceden, en última instancia, del Movimiento Islámico Kurdo –un grupo legal y en principio moderado que alcanzó el 6% de los votos en las elecciones parlamentarias de 1992-, sus principales dirigentes son ex combatientes de la guerra de Afganistán y, en tercer lugar, son enemigos declarados de los otros partidos kurdos, a los que consideran antiislámicos, proisraelíes y pronorteamericanos.

En consecuencia, desde su fundación, han intentado por todos los medios desestabilizar el Kurdistán iraquí lanzando operaciones militares contra las fuerzas kurdas y, sobre todo, realizando atentados por todo el territorio bajo control del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK). Franso Hariri, gobernador de Arbil –la capital kurda- y hombre de confianza de Masud Barzani –líder del PDK-, murió asesinado a tiros por uno de sus comandos y Barham Salih –número dos de la UPK- se salvó de milagro de una emboscada en la que murieron cinco de sus guardaespaldas; mercados, salones de belleza, peluquerías, lugares de juego, tiendas de bebidas alcohólicas, cuarteles militares, sedes de partidos… han sido el blanco de sus atentados.

Los dirigentes del PDK y la UPK consideran que este grupo, en realidad, funciona como un “Caballo de Troya” del régimen iraquí, ya que ambos buscan el mismo objetivo: destruir las fuerzas kurdas que colaboran con Occidente. Sus servicios de seguridad –la Ashashi-, sin embargo, van más lejos y aseguran que Ansar al Islam, y por lo tanto Al-Qaida, cuentan con el apoyo del Muhabarat, los servicios secretos iraquíes. Se basan en declaraciones de medio centenar de detenidos, entre ellos once desertores que se entregaron voluntariamente a las fuerzas de la UPK el pasado mes de septiembre, que permanecen bajo su custodia en la ciudad de Suleimania.

Igualmente y para corroborar esta afirmación mencionan informaciones de testigos locales, que aseguran haber visto cinco camiones transportando armas desde el pueblo de Jalawla (bajo control iraquí) hasta la zona de Halabja, en la comarca de Hawramán, y miembros de la Guardia Republicana en dos de sus aldeas. De acuerdo con estas declaraciones, uno de los detenidos, Haqui Ismail –originario de Mosul- estaría vinculado con los servicios del Muhabarat de la zona de Basora, mientras que el periódico local “Tima” informaba el 19 de febrero del 2002 que varios miembros de Ansar habían llegado a la zona de Hawramán procedentes de Mosul y Bagdad con el consentimiento de las autoridades iraquíes.

Por su parte, el reportero norteamericano Jeffrey Goldberg, que entrevistó a varios de estos presos, ha descrito en el semanario “New Yorker” los contactos entre un dirigente egipcio de Al-Qaida y “afganos kurdos” en Bagdad el año 1992. Igualmente se refieren los responsables kurdos a los contactos que agentes iraquíes han tenido, aprovechando los buenos oficios de otro de los detenidos –Rafid Ibrahim Fattah-, con integristas kurdos en los centros de acogida que la red de Bin Laden tenía en Paquistán.

Pero, por encima de todos estos detalles, presentan el testimonio de Qasen Husein Muhamad, detenido intentando penetrar en la comarca de Hawramán para restablecer el contacto con Abu Wail, un dirigente de Ansar originario de Bagdad. Abu Wail, experto en explosivos y entrenado en Kandahar (Afganistán), es uno de los tres fundadores de este grupo radical, junto a Abu Abdulrahman –de origen sirio- y Abu Darda, también árabe. Este preso habría sido enviado desde Bagdad para confirmar o desmentir los rumores de que Abu Wail había muerto en los combates con las fuerzas kurdas. Qasen Husein, de acuerdo con las autoridades kurdas, había informado de que miembros de Al-Qaida han recibido instrucción en la Escuela “999” del Muhabarat.

La coincidencia de objetivos de este grupo con el régimen de Sadam Husein ha llevado a Jalal Talabani –líder de la UPK- a negociar con el Gobierno de Teherán su colaboración para poner fin a este “Afganistán kurdo”, ya que, de no hacerlo y en caso de que se desencadene la guerra en territorio iraquí, las fuerzas kurdas se verían obligadas a “atender” dos frentes al mismo tiempo. El “mini-emirato” fundado por Ansar al Islam está situado justo en la línea fronteriza iraní y su supervivencia resulta imposible sin la condescendencia de Irán. En el momento de su mayor expansión –los meses de septiembre y octubre de 2001-, llegó a tener bajo su jurisdicción algunas pequeñas ciudades de esta parte de Irak, como Pingwin, Halabja, Jormal o Sirvan, pero, en la actualidad, su control se reduce a una decena de aldeas y dos pueblos de cierta importancia –Beyara y Tawera-, convertidos en sus principales bases de operaciones.

En realidad, este territorio, de unos 500 kilómetros cuadrados y 200.000 habitantes (en el mejor de los casos), es de unas dimensiones insignificantes dentro del Kurdistán iraquí (75.000 kilómetros cuadrados, 4 millones de personas y más de 4.000 pueblos y ciudades). En principio, ni siquiera su millar de milicianos –entre kurdos, árabes y “afganos”- encuadrados en las “katib” (brigadas) tampoco deberían ser un peligro para las fuerzas kurdas, pese a contar con unidades de infantería extremadamente móviles y con gran potencia de fuego (cañones sin retroceso y ametralladoras pesadas sobre vehículos todo terreno, lanzagranadas, minilanzaderas Katyushas y morteros). La verdadera importancia y trascendencia regional de este fenómeno estriba en la propia gestación de este movimiento, ya que supone un claro ejemplo de cómo hace irrupción el integrismo islámico en una sociedad en la que esta corriente política no tenía ninguna influencia; con el agravante, además, de haberse convertido en una seria amenaza no solamente para Irak sino también, en las mismas puertas de la Alianza Atlántica (Turquía), para la zona más mediterránea de Oriente Próximo.

Es más que significativo, en este sentido, que en el conglomerado de militantes de Ansar al Islam figuren dirigentes o grupos originarios de países vecinos de Irak, como Jordania, Siria o la propia Turquía, empezando por su fundador sirio –Abu Abdulrahmán-, al que se considera representante de Bin Laden en la región. Abu Abdulrahmán, que murió en los combates de febrero del pasado año, intervino en la insurrección que los Hermanos Musulmanes desencadenaron en 1980 para derribar el régimen baasista de Hafez Al Asad en Siria; tras escapar a la sangrienta represión que siguió a la revuelta integrista (unos 10.000 muertos en el bombardeo de Hama), terminó uniéndose al movimiento internacional de Al-Qaida en Afganistán, desde donde Bin Laden le habría enviado expresamente para supervisar y dirigir la creación de Jund al Islam.

De Jordania, país donde el Ejército ha tenido que emplearse con fuerza en varias ocasiones para reprimir sublevaciones populares dirigidas por grupos integristas radicales, procede Abu Basir “Bajtiar”, acusado de participar en el atentado contra Franso Hariri, mientras que también se conoce la presencia de militantes del Hezbolá turco –responsable de decenas de asesinatos en este país de la OTAN- y de seguidores de Metin Kaplan, cuyo proyecto político consiste en convertir la República de Turquía en una Federación Islámica. El grupo de Kaplan está acusado de preparar un atentado frustrado, utilizando un avión alquilado y lleno de explosivos, para destruir el mausoleo de Mustafá Kemal “Ataturk” con motivo de una celebración oficial el día 29 de octubre de 1999.

En esta parte oriental del Mediterráneo, como está ocurriendo en muchos otros países de religión islámica, la estrategia moderada de los Hermanos Musulmanes está siendo superada por una nueva generación de líderes, que, bajo las tesis salafistas defendidas por Bin Laden, creen que la “yihad” debe tener un carácter armado y global. El Kurdistán iraquí, donde se ha producido un “vacío de poder” desde la Guerra del Golfo de 1991, no podía ser una excepción. Que esta parte del Norte de Irak –devastada por las campañas antikurdas del Gobierno y la guerra con Irán- quedara bajo protección de la ONU y dentro de la zona de “exclusión aérea” hizo que se convirtiera en un gigantesco campo virgen para la cooperación internacional. Aunque la presencia de organizaciones no gubernamentales occidentales fue destacable durante los cuatro primeros años, su acción disminuyó considerablemente al estallar la guerra civil kurda (1994-1997), mientras que las ONG islámicas, financiadas con abundante capital saudí, no dejaron de trabajar sobre el terreno.

Estos grupos, sobre todo la Liga Islámica y la Unión Islámica, se han encargado de restablecer el suministro de agua, de limpiar de minas muchos pueblos, de reconstruir aldeas, edificar mezquitas, abrir escuelas coránicas y poner en marcha todo tipo de servicios sociales, incluidas residencias para estudiantes. Durante estos años en que el Kurdistán iraquí quedó abandonado y aislado del resto del mundo, para hacerse un análisis clínico las familias podían elegir, en ciudades como Dahok –más de 200.000 habitantes-, entre tres opciones: el hospital público del Gobierno kurdo, desatendido y desabastecido por el bloqueo internacional; un centro privado, cuyas tarifas eran prohibitivas; o, bien, la clínica islámica, cuyo laboratorio realizaba los análisis gratuitamente.

Este trabajo social, que los partidos laicos tradicionales son incapaces de asumir es el que está abriendo las puertas del Kurdistán a los grupos islamistas moderados, que, a su vez, son el caldo de cultivo para los grupos radicales que el 1 de septiembre del 2001 se transformaron en esa verdadera “maquina de guerra” que es hoy Ansar al Islam. Nadie se atreve a predecir en qué se convertiría hoy el 6% conseguido por los integristas en las elecciones parlamentarias de 1992; igual de inquietante resulta la incógnita  sobre cuál será su papel, una vez derribado el actual régimen, en una sociedad iraquí profundamente empobrecida por diez años de embargo y en la que se está produciendo una clara involución social y un retorno a los principios religiosos.

La desatención de los programas de cooperación y emergencia por parte de los gobiernos occidentales –generalmente por considerar la zona de alto riesgo- ha facilitado que muchas posiciones en la sociedad civil (reconstrucción, sanidad, enseñanza, proyectos económicos, ayuda a la mujer…) queden abandonadas e, inmediatamente, ocupadas por la infatigable militancia integrista. Sirva de botón de muestra un hecho bastante clarificador. Precisamente, para atender las carencias sanitarias de las aldeas donde hoy está implantado Ansar al Islam se elaboró el año 1993 en España un proyecto para trasladar hasta allí una “clínica móvil”. La propuesta se presentó en una convocatoria autonómica de programas de cooperación pero fue rechazada porque su presupuesto –21 millones de pesetas para todo un año- se consideró de coste excesivo; hoy quien atiende a estas aldeas son los servicios asistenciales de los grupos integristas.

Conclusión: La puesta en marcha de programas sociales financiados fundamentalmente por Arabia Saudí a partir de la Guerra del Golfo en el Kurdistán iraquí ha llevado hasta esta región el fenómeno del integrismo islámico. Tras la aparición de varios movimientos islamistas y organizaciones asistenciales moderadas, se ha producido una progresiva radicalización de pequeños grupos que, finalmente, han confluido en una organización fuertemente armada y extremadamente radical: Ansar al Islam. Esta organización inició en septiembre de 2001 una “guerra santa” contra las fuerzas kurdas laicas, a las que acusa de ser antiislámicas y de colaborar con Israel y Estados Unidos. Documentos incautados a este grupo y declaraciones de militantes apresados durante los combates indican que la aparición del integrismo radical en el Norte de Irak forma parte de la estrategia internacional de Al-Qaida.

Manuel Martorell,
periodista, autor de varios libros sobre el Kurdistán

Manuel Martorell

Escrito por Manuel Martorell