Afrontando el cambio gravitatorio de la población: ¿cambios en el orden mundial?

Afrontando el cambio gravitatorio de la población: ¿cambios en el orden mundial?

Tema: Este análisis se centra en el cambio potencial en las relaciones de poder como resultado de las variaciones por las que atraviesa el panorama demográfico mundial, así como en su probable influencia en las perspectivas europeas sobre el futuro.

Resumen: Es fundamental que los políticos entiendan pormenorizadamente los procesos demográficos que se producen en el mundo. En el presente análisis me centro en el crecimiento heterogéneo que ha experimentado la población mundial fruto de una tendencia que comenzó en el siglo pasado y que en este siglo se acentuará aún más. Analizo la forma en que esta tendencia puede afectar a la influencia que ejerzan diferentes países y alterar la realidad política actual y, por ende, las políticas que se puedan adoptaren el futuro.

Análisis: Ya hemos asistido a los primeros indicios del cambio gravitatorio de la demografía mundial, mediante elcual la población de algunos países y regiones está creciendo a un mayor ritmo que en otros. En el siglo pasado, Asia reafirmó su posición como continente dominante en términos de población frente a Europa y frente al resto de los continentes. Esta tendencia no cambiará durante mucho años, es más, posiblemente asistiremos a una fase de expansión de África como el mayor continente en términos de población, que la situará como el nuevo centro de gravedad demográfico junto con Asia. Aparte del cambio en la distribución relativa de la población a favor de África y de Asia, tenemos que estar preparados para asistir a un crecimiento añadido de la población mundial total.

Al contrario de lo que inducen a creer las frecuentes noticias acerca de la baja tasa de fertilidad que se prevé para el futuro, el estancamiento del crecimiento de la población es, ante todo, la preocupación de un grupo muy reducido de países como Japón y la mayoría de los países de Europa. En la amplia mayoría de los países de la Tierra, la población sigue creciendo a un ritmo rápido, e incluso muy rápido, a medida que avanza el siglo XXI. Es improbable que la tendencia del crecimiento global de la población de un giro o se equilibre antes de que termine este siglo. ¿Qué nos depara el futuro inmediato? Partiendo de los pronósticos de que disponemos, resulta difícil afirmarlo con cierto grado de exactitud, pero si aplicamos la variante ‘Media’ de la ONU (más abajo se incluye una breve explicación), para el pronóstico de crecimiento de la población en la primera mitad del siglo XXI, vemos que las perspectivas son similares a las tendencias experimentadas en el medio siglo que acabamos de dejar atrás.

Teniendo en cuenta que en el periodo comprendido entre 1950 y 2000 la población mundial total experimentó un incremento merced al cual se pasó de 2.500 millones a más de 6.000 millones de habitantes (un aumento de más de 3.5000 millones), las perspectivas que arroja este pronóstico particular no son ni mucho menos irrelevantes. La variante ‘Media’ de la ONU calcula un incremento total de la población mundial cercano a los 3.000 millones de personas para los próximos 50 años. Un incremento de tamaña magnitud significaría que hacia el año 2050 el total de la población mundial rozaría los 9.000 millones (véase la Figura 1).

Gran parte del incremento de la población, como ocurrió en el siglo XX, se producirá en países que no pertenecen a Europa ni al mundo desarrollado. Una diferencia importante entre los siguientes 50 años y el medio siglo que acabamos de pasar es que el crecimiento del continente asiático quedará por detrás del ritmo de crecimiento africano, que se incrementará en más de 1.000 millones de personas, pues para el año 2050 habrá pasado de contar con 795 millones de habitantes a tener 1.800 millones. En términos absolutos, Asia supone el mayor crecimiento total, por lo que con un incremento de 1.500 millones pasará de tener 3.700 millones a tener 5.200 millones. Ante esta situación, comparado con el periodo comprendido entre 1950 y 2000, en el que el crecimiento total de Asia fue de 2.200 millones, la ONU calcula que la tasa de crecimiento de Asia experimentará una desaceleración considerable. Juntos, Asia y África deberían representar el 80% de la población mundial para 2050, un incremento del 5% si se compara con los datos del año 2000 (véase la Figura 3). Sin embargo, ésta es sólo una de las hipótesis. Si las tasas de fertilidad y de mortandad no coinciden con los cálculos de la hipótesis ‘Media’ de la ONU, puede que se haya sobreestimado o subestimado el tamaño de la población mundial del futuro.

En la hipótesis ‘Media’ que he empleado como referencia para la realización de este análisis, la suposición sobre las tasas de fertilidad del futuro se fundamenta en la tendencia decreciente de la fertilidad que se ha observado en todo el mundo. Aunque por el momento parezca razonable, como ocurre con todos los acontecimientos que se producirán en el futuro, los resultados pueden ser distintos de lo esperado. Por ejemplo, un cambio en las tendencias del comportamiento de la población puede tener como consecuencia unas tasas de fertilidad más bajas o más elevadas de lo que se presupone actualmente. Las tasas de mortandad, que descienden progresivamente en todo el planeta, podrían aumentar repentinamente como consecuencia de la aparición de nuevas enfermedades o si las epidemias actuales, como el VIH/ SIDA, evolucionaran de formas diferentes a las previstas por la ciencia. Las tasas de mortandad también pueden experimentar una drástica mejora como resultado de avances científicos para combatir enfermedades mortales como el cáncer. Lo cierto es que cuando hablamos del futuro, lo único que podemos hacer es especular.

No obstante, la ONU también aporta otras hipótesis opcionales. Sería un error considerarlas exhaustivas, pues más bien sirven como recordatorio de lo difícil que resulta establecer con claridad el tamaño de la población mundial en el futuro y de que una ligera alteración en las tasas de mortandad o de fertilidad puede dar lugar a diferencias notables.

La Figura 2 muestra las tres hipótesis ofrecidas por la ONU. Común a todas ellas es la suposición de la tasa de mortandad. Por lo tanto, la única diferencia reside en el tratamiento que se da a las variaciones de la fertilidad a lo largo del tiempo. La variante ‘Media’, como hemos mencionado anteriormente, supone que los niveles de fertilidad seguirán descendiendo de acuerdo con la tendencia que se observa actualmente y que posteriormente se estabilizarán por debajo del nivel de sustitución en un número creciente de países. Las hipótesis ‘Alta’ y ‘Baja’ son desviaciones de la hipótesis ‘Media’ sobre los niveles de fertilidad en el futuro. En la hipótesis ‘Alta’, los niveles de fertilidad no se contraen tanto como se supone que lo harían en la variante ‘Media’, mientras que en la hipótesis ‘Baja’ los niveles de fertilidad se contraen mucho más. Por tanto, las hipótesis ‘Alta’ y ‘Baja’ ofrecen un intervalo de confianza para la suposición planteada por la variante ‘Media’. Las conclusiones que podemos extraer de la Figura 2 son que si la suposición general de la ONU en torno al descenso en las tasas de fertilidad es correcta, es posible que la población total del mundo se encuentre en un intervalo de 7.500-10.500 millones para el año 2050, lo cual supone un margen de error de 1.500 millones en cada sentido, comparado con la cifra que ofrece la hipótesis ‘Media’.

En el caso no del todo improbable de que la suposición general sobre la evolución de las tasas de fertilidad y mortandad en el futuro sea incorrecta, las tres previsiones principales de la ONU quedarían invalidadas. Pero es imposible determinar el nivel de incorrección de estas previsiones ya que desconocemos la forma en que estas tasas pueden cambiar o qué dirección pueden tomar. No obstante, a modo de ilustración, podemos suponer que la tasa de fertilidad se va a mantener constante en sus niveles actuales, esto es: el nivel observado en 2002 para todo el mundo para el periodo 2002-50. En el caso poco probable de que esto ocurra, la explosión demográfica a la que hemos asistido en el siglo XX se aceleraría durante gran parte del siglo XXI. El pronóstico constante de la Figura 2 ilustra esta hipótesis. En lugar de acercarse a los 9.500 millones que sugiere la hipótesis ‘Media’, en estas condiciones la población mundial rozaría los 13.000 millones en 2050, lo que supone el doble del tamaño actual. Para el año 2010 podremos tener una idea mejor sobre cuál de estas opciones nos espera para 2050.

Sea cual sea el panorama futuro, a menos que el planeta atraviese una plaga de la magnitud de la Peste Negra podemos asegurar que la población mundial seguirá creciendo. Y ello ocurrirá aunque se produzca una descenso en las tasas de fertilidad mayor del esperado; la cuestión de cuánto descenderá es un tema meramente académico. Una pregunta mucho más importante sería: ¿Cuáles van a ser las consecuencias del inminente aumento de la población ?

En primer lugar, tenemos que tener claros cuáles van a ser los lugares en los que el aumento de la población será más significativo y en qué tipo de países se producirá. Como hemos mencionado anteriormente, Asia y África probablemente supondrán el 80 % de la población mundial en 2050 (véase la Figura 3).

Aunque Asia se ha caracterizado siempre por ser un continente altamente poblado, hasta hace poco, Europa y América del Norte, juntas, podían estar a la altura de Asia en términos de tamaño. Por ejemplo, en 1950 el porcentaje de la población mundial que habitaba Europa y Norte América era del 29%. Desde entonces, sobre todo en el caso de Europa, esta proporción ha descendido abruptamente.

Con la entrada del nuevo milenio, en Europa y Norte América habitaba el 17% de la población mundial en 2000 (12% en Europa y 5% en Norte América), lo que supone una disminución de más de 10 puntos porcentuales con respecto a 1950. Para 2050, la población de Europa probablemente suponga únicamente el 7%. Se prevé que Norte América, que actualmente tiene una tasa de fertilidad mayor que la de Europa, mantenga el porcentaje relativo que ocupa actualmente dentro de la población mundial. Si tomamos el periodo en su conjunto (1950-2050), se prevé que la proporción relativa de las poblaciones de Norte América y Europa haya descendido en 17 puntos porcentuales, 15 de los cuales serían atribuibles a Europa. Esto situaría al viejo continente en un escaso porcentaje total del 12%, que equivaldría a la mitad de la población de África y a tan sólo un quinto de la de Asia.

Es importante señalar que los descensos que han experimentado Europa y Norte América no se han producido como consecuencia de un descenso de la población en Europa. Al menos, todavía no. En términos absolutos, las poblaciones de Europa y de Norte América han experimentado un significativo crecimiento durante todo el siglo XX. Juntos, tenían 720 millones de habitantes en 1950. En 2000 tenían algo más de 1.000 millones, lo que supone un incremento que no dista mucho de la población actual de la Unión Europea (la UE de los 15 tenía 380 millones en 2003). La principal diferencia que encontramos al comparar Europa con Asia, y ahora en el siglo XXI también con África, es la tasa de crecimiento de la población. El crecimiento experimentado en Asia y África ha sido exponencial, mientras que en Europa y en Norte América ha sido más lineal.

A diferencia de la última mitad de siglo XX, entre 2000 y 2050 el descenso relativo del porcentaje que representa la población de Europa en la población mundial debería acelerarse a causa del previsto descenso de la población en muchos Estados europeos dadas sus bajísimas tasas de fertilidad (los niveles de fertilidad actuales son del orden del 1,3 en muchos países europeos). Este descenso representaría alrededor de 100 millones de personas y afectaría principalmente a Europa oriental, aunque algunos países de Europa meridional, como Italia y España, se encuentran en riesgo de experimentar evoluciones similares. Sin embargo, Norte América continuará experimentado un incremento de su población. Se calcula que podrá alcanzar una población total de 450 millones de habitantes en 2050, comparados con solo 315 millones en 2000. Las tendencias actuales nos indican que la población de Norte América pronto sobrepasará a la de la Unión Europea. Y esto sucederá probablemente aunque tengamos en cuenta los más de 70 millones de habitantes adicionales que recibirá la Unión Europea con motivo de la ampliación prevista para este año.

Si analizamos las tendencias demográficas en países concretos, la decreciente influencia relativa de Europa se hace aún más patente (véase la Tabla 1). En 1950 cuatro países europeos encabezaban la lista de los diez países más poblados del mundo. Entre los veinte países más poblados, ocho eran europeos. Para 2050 se prevé que no haya ningún país europeo entre los diez países más poblados, pues la gran mayoría serán países de Asia, África y América. Más aún, Rusia es el único país europeo que se encontrará en 2050 entre los veinte países más poblados y encabezará la lista de países más poblados de Europa. Alemania ocupará una modesta vigésimo cuarta posición. Todos los países de Europa descenderán en el ranking de población. España, por ejemplo, que ocupaba la posición nº 17 en 1950, pasó a ocupar la posición nº 28 en 2000. Para 2050, España a duras penas aparecerá en la lista de los cincuenta países más poblados del mundo, pues se prevé que ocupará la posición nº 47.

Tabla 1
Los diez países más poblados del mundo
Rango19502050
 PaísPobl.(millones)PaísPobl.(millones)
1China562,6India1.601,0
2India369,9China1.417,6
3EEUU152,3EEUU420,1
4Rusia101,9Indonesia336,2
5Japón83,8Nigeria307,4
6Indonesia83,0Bangladesh279,9
7Alemania68,4Pakistán267,8
8Brasil53,4Brasil228,4
9Reino Unido50,1Rep. Dem. del Congo181,2
10Italia47,1México147,9
Fuente: US Census Bureau, International Data Base.

Lo que queda claro es que a medida que nos acercamos a la mitad del siglo XXI, la posición de Europa como gigante demográfico en la escena mundial rápidamente pasará a ser algo del pasado.

No cabe duda de que la posición dominante de Europa en la economía mundial y en la política internacional sólo ha sido posible gracias al peso demográfico relativo que ostentara en el pasado. Como quiera que esta tendencia está cambiando, es previsible que aumente la influencia de los países africanos y asiáticos en multitud de aspectos y a costa de Europa.

Lo que es más importante, existe cierta correlación entre poder económico y demografía. Es difícil obtener datos económicos fiables con los que efectuar comparaciones entre diferentes países para el período 1950-2000, aunque el FMI ofrece una información fiable para el periodo 1980-1998. En 1980, los diez países de mayor tamaño suponían el 51.9% del PIB total del planeta, y entre ellos figuraban tres países europeos. Para 1998 el porcentaje había experimentado un ligero incremento y los diez grandes habían pasado a representarel 53.1%, aunque en este año sólo Alemania y Rusia aparecían en la lista. Resulta más sorprendente que las previsiones económicas del ERS (Economic Research Service US) para 2012 prevén una proporción del 64 % para estos países (previsión basada en datos del FMI de nueve de los diez países, ya que no hay datos disponibles sobre Nigeria), a pesar de que Alemania ya no estará incluida entre los diez más grandes. Esto es, aunque cada vez hay menos países europeos en la lista de los diez países más grandes, los países más grandes aumentan a un ritmo estable la proporción con la que contribuyen a la economía global.

En lo que respecta a la UE-15 durante el mismo periodo, la proporción con la que ha contribuído a la economía mundial ha experimentado una acuciada disminución: en 1980 esta proporción era del 30,2% y en 1998 del 24,9%. Si las previsiones son exactas, este porcentaje podría disminuir hasta el 21,5% para 2012. Por tanto, a medida que la población de Europa siga disminuyendo en relación con la del resto del mundo, la influencia económica de la que pueda gozar en el mundo también se verá paulatinamente afectada. Al igual que sucede con la población, ningún país europeo podrá mantener su posición económica relativa. España, por ejemplo, uno de los países de la Unión con mejores resultados en términos de crecimiento económico entre 1980 y 1998, ha visto cómo su porcentaje disminuía del 1,89% al 1,76% durante el mismo periodo; la posición mundial que ocupa en términos de PIB ha descendido de la nº 9 a la nº 15 entre 1993 y 2003. Para la próxima década es previsible un descenso similar o incluso aún más rápido.

Sin embargo, la disminución de la participación de la economía europea en la mundial ha de entenderse en relación con su falta de crecimiento demográfico. Esto es, a pesar de su crecimiento demográfico negativo consigue conservar una participación nada desdeñable de la economía mundial durante el periodo comprendido entre 1980 y 2012. La pregunta que tenemos que formularnos es si el viejo continente podrá seguir conservando esta proporción a medida que se aproxime el año 2050. La tendencia a la que apuntan los datos del FMI sugiere que le podría resultar difícil. Hasta el momento, los diez países más grandes del mundo, merced al crecimiento demográfico, muestran pocas señales de debilitamiento en su potencial de crecimiento económico. Además, si tenemos en cuenta que en el período 2000-2050 la proporción de personas mayores de 60 años en Europa comparada con la población activa (su ‘coeficiente de dependencia’) aumentará, pasando de 0,29 a 0,74, se necesitaría una profunda reestructuración de la vida económica de Europa para que pudiera mantener la influencia mundial que implica su posición actual dentro de la economía mundial.

Conclusión: Si el crecimiento de la población fuese una competición, Europa estaría abocada al descenso a una división inferior. Afortunadamente, éste no es el caso. El crecimiento de la población comporta aspectos negativos, pero también positivos, por lo que poco queda por hacer aparte de adaptarse a la realidad, cosa que resulta de vital importancia en tiempos de grandes cambios. Desde mediados del siglo pasado, el mundo está experimentando la mayor transformación demográfica de su historia. Probablemente estos cambios seguirán produciéndose durante gran parte de este siglo, lo que hará que los países europeos y otros países desarrollados se lancen en búsqueda de los medios que les permitan mantener una cantidad razonable de influencia mundial a pesar de que su participación de la población mundial disminuya y, como consecuencia, la de su economía en relación con la del resto del mundo.

La única solución a largo plazo para solventar la crecientemente precaria posición demográfica y económica de Europa es la de aprovechar la abundancia demográfica que le rodea. En algunos aspectos, esto supondría un aumento de la inmigración. No obstante, la inmigración no aportaría los medios necesarios para solventar el problema demográfico. Generar un crecimiento de la población equiparable al de los países que empiezan a configurarse como gigantes demográficos mediante la inmigración es prácticamente imposible, a menos que aceptemos un número de inmigrantes superior al de los habitantes nativos del país receptor en los próximos cincuenta años. Tampoco se trata de una solución deseable si tenemos en cuenta que Europa ya es una de las zonas del planeta más densamente pobladas. La única solución viable para resolver la situación demográfica de Europa es la de explotar la abundancia demográfica de sus vecinos mediante la transferencia a éstos de parte de su futuro desarrollo económico.

La solución a corto plazo para el problema demográfico europeo es de carácter nacional. Para compensar los efectos que empezamos a percibir a medida que nos adentramos en el siglo XXI como consecuencia del estancamiento en el crecimiento de la población (y en ocasiones de descenso de la población) y de su envejecimiento, Europa tiene que utilizar con mayor eficacia los recursos de que dispone. Los fundamentos son bastante sencillos: una menor población activa tiene que estar facultada para hacer más. Más importante aún, aquellas personas que no han accedido, o que como resultado del bienestar económico de que gozaran en el pasado nunca tuvieron que acceder, ahora tendrán que volver a participar en el mercado laboral. En los pocos casos en que se pueden hacer comparaciones, los niveles de productividad y de eficacia de Europa son escasamente satisfactorios, especialmente en comparación con los de países como EEUU.

Seguramente Europa tenga que plantearse un enfoque integrado para conseguir soluciones a corto y a largo plazo. A este enfoque lo podríamos denominar ‘diversificación global’, lo que significa que para resolver sus problemas demográficos internos, Europa debería analizar seriamente otras opciones destinadas a mejorar su desarrollo económico. Como respuesta a la disminución en recursos humanos, los esfuerzos realizados en este sentido deberán incluir la externalización de las partes de la cadena de producción que sean más intensivas en cuanto a mano de obra, concentrándose en desarrollar internamente las menos intensivas. Esta opción no está exenta de riesgos, habida cuenta que esto haría a Europa más dependiente de sus socios más pobres. A la inversa, una mayor cooperación de los países desarrollados con los países en vías de desarrollo podría compensar algunas de las diferencias económicas que tradicionalmente han constituido fuentes de inestabilidades políticas significativas y que, con las tendencias demográficas actuales, podría agravarse en el futuro. La diversificación global requiere que la UE y sus Estados miembros adopten un enfoque más abierto, cuya finalidad sea la de hacer nuevos aliados más allá de sus fronteras en términos de comercio y relaciones internacionales y de construir relaciones pacíficas que perduren y ayuden a superar las potenciales crisis que pudieran surgir a raíz de la evolución demográfica actual. De alguna forma, la diversificación global conllevaría una separación entre las fronteras que definen el territorio de la Unión y las que definen el mercado común. Para permitir la diversificación global, se debería permitir que estas últimas incluyeran más países que los que abarcan actualmente las fronteras territoriales de la UE.

Por último, España no está al margen de los problemas que acechan a Europa. Entre los cinco países más grandes de la UE-15, España, junto con Italia y Alemania, es uno de los países más afectados por esta situación demográfica. Estos tres países son grandes economías europeas, de manera que no sólo es importante que diseñen políticas destinadas a atajar su situación en el futuro por su propio bien, sino también por el bien de la Unión en su conjunto. La Unión Europea del futuro no puede permitirse tener a tres de sus principales actores en el banquillo a causa de las heridas estructurales que hayan sufrido al enfrentarse a los que son quizá los retos demográficos más difíciles de su historia.

Rickard Sandell, Investigador principal, Demografía, Población y Migraciones Internacionales, Real Instituto Elcano