Resumen

Según cómo, la digitalización puede ayudar o agravar la lucha contra el cambio climático . Conciliar estas dos tendencias, estas dos transiciones, hacer que se complementen y no se enfrenten, es uno de los grandes retos de nuestros tiempos, muy especialmente cuando ambas transiciones son elementos esenciales de la recuperación y transformación de la economía y de la sociedad tras la crisis derivada del COVID-19 . La tecnología, incluido lo que se entiende por digitalización (como la Inteligencia Artificial) se ha convertido en un instrumento indispensable para conseguir los objetivos de una economía verde, no contaminante. Pero, a su vez, genera un alto grado de contaminación. Aunque hay debate sobre las métricas, diversos estudios coinciden en que en 2018-2020 el sector digital en su totalidad consume un 3% de la energía primaria1 global y un 7% de la energía eléctrica, y genera un 5% de las emisiones globales de CO2. El consumo de electricidad por el sector digital va en aumento rápido (un 9% al año), aunque sus efectos climáticos dependen mucho de la fuente de energía que se utilice, si es de origen fósil y generadora de emisiones de gases de efecto invernadero, o limpia. Esa es una clave. A este respecto, se están finalmente haciendo progresos desde las propias empresas, y desde las instituciones nacionales, europeas e internacionales. En este documento se analizan la contribución general de las tecnologías de la información y la comunicación a la lucha contra el cambio climático, sus efectos directos e indirectos en la emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero, y las políticas público-privadas que se están poniendo en marcha para lograr una alianza positiva entre estas dos transiciones. Proponemos afinar las métricas y crear un barómetro nacional y otro europeo de seguimiento de las buenas prácticas públicas y privadas en este ámbito.

Introducción

Se suele pensar en lo digital como un marco ligero, alejado de la contundencia física y energética del sector industrial tradicional. Sin embargo, este no es el caso en un mundo con una miríada de ordenadores de todos los tamaños, miles de kilómetros de cables, de cobre y de fibra, e información que circula por ella, enormes centros de datos, multitud de antenas (fuera y dentro de nuestras casa y oficinas), constelaciones de satélites e innumerables terminales de usuario de fabricación sofisticada y con gran consumo de energía en su fabricación y uso. Así, en el comienzo de la Cuarta Revolución Industrial, la huella de carbono de sistemas avanzados de Inteligencia Artificial (IA) es considerable. Y si las emisiones de CO2 derivadas de una digitalización en crecimiento exponencial no se controlan, no se llegarán a alcanzar los objetivos de descarbonización planteados de forma intermedia para 2030, ni incluso para 2050.

Uno de los mayores retos de nuestra época es conciliar la necesaria e imparable digitalización3 con los esfuerzos por alcanzar una economía verde. ¿Es posible? Es una cuestión importante, pero de insuficiente presencia en el debate público, aunque en los últimos dos años ha ganado en la estrategia de algunas grandes empresas y en las propuestas de digitalización de gobiernos e instituciones europeas.

La digitalización –en sus diversas dimensiones– es indispensable para la lucha contra el cambio climático y para gestionar tecnologías limpias, pero sin las medidas adecuadas, agrava los problemas existentes y conlleva unos nuevos. Sin los Big Data y la IA, no se habría avanzado lo suficiente en la modelización del cambio climático y sus causas. La digitalización puede hacer que los productos y actividades existentes sean más eficientes o sustituirlos por completo. Como indica el Digital Compass4 de la Comisión Europea para 2030 –la actualización de su estrategia digital5 que se publicó poco antes de la pandemia–, “las tecnologías digitales pueden contribuir significativamente a la consecución del Green Deal europeo”. De hecho, son imprescindibles. Las dos transiciones son inseparables.

Por ejemplo, con la adopción de soluciones digitales y el uso de datos para la transición hacia una economía climáticamente neutra, circular y más resistente, la sustitución de los viajes de negocios por videoconferencias, o el uso de las tecnologías digitales para procesos menos intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura, la energía, los edificios, la industria o la planificación urbana y los servicios, contribuyendo así al objetivo de la UE de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030 y de alcanzar la neutralidad climática en 2050 y convertirse en el primer bloque climáticamente neutro. Las tecnologías digitales están permitiendo generar eficiencias energéticas clave en todo tipo de sectores. Las redes eléctricas inteligentes son un 90% de tecnología digital. Sin ellas, la incorporación de las energías renovables es inviable, como se ha demostrado en los últimos 10 años.

Ambos movimientos, digitalización y economía verde, deben lograr un estrecho y complejo acoplamiento. La transición digital y la transición ecológica deben constituir una alianza.6 Los planes de recuperación y transformación a raíz de la pandemia del COVID-19 al principio las trataban como transiciones casi separadas, aunque cada vez incorporan más este acoplamiento, tanto en lo referente al uso de tecnologías digitales para lograr objetivos ecológicos como a la necesidad de que la digitalización controle su consumo energético y reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero.Figura 1. Evolución (2010-2019) de los principales parámetros relacionados con las TIC

20002019% de cambio
Población (a)6.100 millones7.700 millones+26
PIB (b)US$34 bnUS$87bn+155
Consumo de electricidad (c)14 PWh23 PWh+62
Consumo de energía sostenible (d)4 Exajulios28,98 Exajulios+724
Usuarios de Internet (e)300 millones4.100 millones+1.260
Tráfico de internet (f)0,9 EB1.992 EB+28.900

Fuentes: (a) Naciones Unidas, 2019; (b) 2 Fondo Monetario Internacional, 2020; (c) Agencia Internacional de la energía 2020; (d) BP; (e) Unión Internacional de Telecomunicaciones 2020; (f) CISCO 2018; Presentación de la IEA de noviembre de 2020,  aunque el COVID ha alterado sustancialmente el uso de Internet.

Gregorio Martín Quetglas
Catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Valencia

Andrés Ortega
Investigador senior asociado del Real Instituto Elcano | @andresortegak


1 IEA (2020), “Energy end-use data collection methodologies and the emerging role of digital technologies”, octubre.

2 Estamos agradecidos por sus valiosos comentarios a diversos borradores de este documento a Gonzalo Escribano y Lara Lázaro, investigadores principales del Real Instituto Elcano, y a los participantes en el Grupo de Trabajo sobre Cambio Climático y sobre Transformaciones Tecnológicas, que se reunió de forma conjunta el pasado 13 de abril. Quisiéramos expresar nuestra gratitud especialmente a Borja Adsuara (Consultior), Gloria Álvarez (UC3), Eloy Álvarez (Fundación Deusto), Carlos Arruego (Naturgy), Txetxu Ausín (CSIC), Enrique Herrera (Universidad de Granada), Pablo Martín (Elewit), Laka Mugartza (Tecnalia), Miguel Muñoz (Iberdrola), Maya Ormazábal (Telefónica) y Peter Sweatman (Climate Strategy). No obstante, las opiniones aquí expresadas son responsabilidad exclusiva de los autores.

3 Para un enfoque general, véase Gregorio Martín Quetglas (2019), “¿Qué es la digitalización?”, ARI, nº 64/2019, Real Instituto Elcano.

4 Comisión Europea (2021), “2030 digital compass: the European way for the digital decade”.

5 Comisión Europea (2020), Shaping Europe’s digital future, 19/II/2020.

6 Lluís Torrent (2020), “Ecological transition and digitalisation, an essential alliance in the climate decade”.


Google Data Center en Council Bluffs, Iowa (EEUU). Foto: Chad Davis (CC BY 2.0)