La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) asigna grandes objetivos a sus cumbres por muy difícil que parezca su consecución con la esperanza de que las diferencias, las dudas y el riesgo de fracaso atraigan la atención mediática hasta que, al final, la cohesión aliada triunfa sobre todos los fantasmas y la Alianza Atlántica prorroga su vigencia hasta el próximo año.
En 2025, el gran objetivo de la cumbre era elevar el compromiso de gasto por encima del acordado en la Cumbre de Gales en 2014 y, sobre todo, evitar que su cumplimiento emulara la demora y la escasa utilidad que tuvo el anterior compromiso. El presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, ya propuso en su primer mandato duplicar el objetivo de gasto hasta el 4% del PIB y, en su segundo mandato, ha propuesto la cifra del 5%, pero todas las Administraciones anteriores desde Obama han urgido a los aliados europeos a asumir un mayor esfuerzo económico porque entienden que, sin un mayor nivel de responsabilidad, la seguridad de Europa y su vecindario seguirá dependiendo de EEUU, como ha ocurrido en las últimas décadas. El salto presupuestario, además, demuestra a Rusia la voluntad de contrarrestar las ventajas que su economía de guerra le proporciona y evitar el deterioro de la superioridad aliada.
Elevar el nivel de gasto no es fácil porque todos los aliados de la OTAN, incluido EEUU, tienen que añadir el coste político de la decisión al económico y social de su ejecución, y algunos aliados como el Reino Unido, Francia, España, Italia, Canadá, Eslovaquia o Bélgica, expresaron sus dificultades para asumir el objetivo del 5%.
El elefante de la Administración Trump entró en la OTAN acompañado de gestos bruscos que hicieron temer por la continuidad de la presencia estadounidense en Europa, su apoyo a Ucrania y la contención de Rusia en los primeros meses del año. Además de esto, el secretario de Estado de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, afirmó en su primera visita a la OTAN que el compromiso de EEUU con la Alianza seguía siendo indiscutible, pero que los aliados europeos deberían asumir la responsabilidad de la defensa convencional de Europa porque Washington debe priorizar la disuasión frente a China en la región del Indo-Pacífico. Posteriormente, y a medida que se acercó la Cumbre de La Haya, la negociación del 5% se convirtió –paradójicamente– en un factor de estabilización de la Alianza Atlántica. De un lado, el esfuerzo económico de los aliados europeos en los últimos años, el anuncio de incrementos presupuestarios o el adelanto de su vencimiento mejoraron las expectativas de los aliados estadounidenses. De otro, y por primera vez, el proceso de planeamiento de defensa de la OTAN (NDPP) se integró con el planeamiento operativo del Mando Aliado en Europa (SACEUR) para asignar capacidades militares concretas a alcanzar por cada Estado miembro. La vinculación entre objetivos de gasto y la postura militar a conseguir también se asumió por la Comisión Europea en su Libro Blanco sobre la Defensa, en el que se admitió la necesidad de incrementar los presupuestos de defensa hasta el 3% o 3,5% para disponer de las capacidades militares necesarias para disuadir a Rusia y defender a Europa. De hecho, el comisario de Industria de Defensa de la Unión Europea (UE), Andrius Kubilius, ha reiterado que su misión pasa por asegurar que los instrumentos financieros e industriales de la Unión coadyuban a los objetivos estratégicos y de capacidades establecidos en la OTAN.
Elevar el nivel de gasto no es fácil porque todos los aliados de la OTAN, incluido EEUU, tienen que añadir el coste político de la decisión al económico y social de su ejecución, y algunos aliados como el Reino Unido, Francia, España, Italia, Canadá, Eslovaquia o Bélgica, expresaron sus dificultades para asumir el objetivo del 5%. Durante las negociaciones, y a principios de junio, se abrió paso la posibilidad de dividir el objetivo del 5%, asignando el 3,5% a los gastos militares y el 1,5% a los gastos no militares asociados a la defensa. La división, propiciada por el secretario general, Mark Rutte, facilitó la aceptación del 5% porque en el 1,5% de los gastos de seguridad se pueden incluir partidas que cuentan con asignaciones presupuestarias distintas de los Ministerios de Defensa y el nivel de ambición en defensa se reducía al 3,5%. A la diversificación del objetivo siguió el debate sobre los plazos y exigencias del cumplimiento. La mayor o menor exigencia y flexibilidad, según los distintos intereses de cada aliado, se fue decantando en las últimas semanas hacia la flexibilidad y sólo España se opuso pública y formalmente entre los 32 aliados a asumir el compromiso de gasto del 5%, aunque no vetó su aprobación en ningún momento.
La posición de España no fue secundada por el resto de los 32 aliados y algunos expresaron su malestar, pero España acabó suscribiendo la Declaración de La Haya por la que los aliados se comprometen a invertir el 5% anual de su PIB hasta 2035 para cubrir sus necesidades básicas de defensa, incluidos los objetivos de capacidades de la OTAN. La Alianza podrá presentar frente a Rusia un compromiso colectivo –y costoso– para asegurar que dispone de músculo presupuestario para asegurar la disuasión y la defensa aliada, ayudar a Ucrania y contrarrestar la economía de guerra rusa.
Lo que los organizadores de la cumbre no pudieron prever es que EEUU acompañaría a Israel en sus ataques sobre instalaciones nucleares, militares y energéticas de Irán. La posible apertura de un conflicto regional en Oriente Medio entró como otro elefante en la recta final de la cumbre, monopolizó la atención mediática y sólo cedió protagonismo cuando Washington forzó un alto el fuego. La OTAN se mantuvo al margen de una crisis cuya gestión no le correspondía, aunque su secretario general fue más allá de la neutralidad debida cuando apoyó y halagó explícitamente la intervención militar de EEUU.
Fuera de estos dos grandes atractivos mediáticos, probablemente pasará desapercibida la frustración entre los responsables de defensa aliados por las dificultades del sector industrial para responder a la demanda de éstos, tanto en cantidad como en tiempo. El Foro Industrial de la Defensa de la Cumbre no ha sido un revulsivo para el sector, pero ha facilitado acuerdos de cooperación sobre materias primas, producción y espacio. En sus conclusiones, la OTAN se alinea con la Comisión Europea porque sin un incremento de la producción industrial, los aliados tanto individual como colectivamente serán incapaces de satisfacer la excepcional demanda. Ni la industria estadounidense puede satisfacer la demanda nacional ni, mucho menos, la de terceros que han de esperar cola, por lo que corresponde a los aliados, al sector industrial europeo y a la sociedad civil en su conjunto movilizarse para preservar la superioridad tecnológica e industrial de la Alianza Atlántica. En este sentido, el comunicado final de la OTAN resalta también la importancia de explotar los partenariados de la Alianza en el ámbito de la cooperación en materia de industria de defensa, en un claro guiño a los socios de la región del Indo-Pacífico (Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda) y de Ucrania.
Sobre Ucrania, la visita de su presidente y la de su ministro de Defensa ha servido para revitalizar el apoyo incondicional, aunque intermitente, de la OTAN con la defensa de su territorio, el apoyo para una paz justa y duradera que permita su reconstrucción y facilite su ingreso en la Alianza. Han mantenido una reunión con los líderes de Alemania, Francia, Italia, Polonia y el Reino Unido y otra con los líderes europeos y el secretario general de la OTAN. En este sentido, la reunión de Trump con Volodímir Zelenski, su disposición a contemplar el posible envío de capacidades de defensa antimisiles y la decisión de computar la ayuda a Ucrania como parte del 1,5% del gasto de defensa OTAN parecerían confirmar un acercamiento de EEUU a Ucrania tras varios meses de tensión, si bien la crisis en Oriente Medio y la decisión de priorizar el Indo-Pacífico seguirán ejerciendo límites claros. En las reuniones ha quedado claro que, además de apoyar a Ucrania frente a Rusia, los aliados valoran sus activos industriales, operativos y militares, lo que aumenta la importancia de Ucrania como baluarte de la OTAN en la frontera con Rusia.
La reunión con los cuatro socios del Indo-Pacífico se limitó a revisar las áreas prácticas de cooperación industrial y tecnológica, pero no pudo evitar reabrir el debate sobre si la OTAN acabará estando presente en la región o simplemente está interesada en lo que allí ocurra. Si bien las últimas cumbres han resaltado la creciente interdependencia geoestratégica entre ambas regiones, este tema ha tenido un perfil bajo en La Haya. La explicación, seguramente, vendría por la insistencia de la Administración Trump en que los aliados europeos deben centrarse en la seguridad de Europa.
Finalizada la Cumbre, la OTAN vuelve a su perfil habitual en las actividades militares mientras los responsables políticos comienzan a buscar enseguida el gran objetivo de la cumbre de 2026 a la espera de que entren en ella nuevos elefantes.