La presencia blanda de Rusia en jaque… ¿mate?

Magnus Carlsen - Viswanathan Anand. Blog Elcano
(Magnus Carlsen - Viswanathan Anand 2014. Chess Musings)

El pasado mes de Noviembre el noruego Magnus Carlsen revalidó en Sochi su título mundial de ajedrez frente al indio Viswanathan Anand, rival al que ya venció en la final de 2013. En las dos semanas que duró el duelo, los aficionados a este deporte seguro que siguieron el transcurso de las partidas y debatieron acerca de las tácticas empleadas por el noruego y el indio. No obstante puede que algunos de ellos también se hicieran una misma pregunta: “¿Dónde están los rusos?”.

Y es que si bien en esta edición Rusia ha podido aportar un atractivo escenario a orillas del Mar Negro, hasta hace muy pocos años habría resultado inconcebible la ausencia de jugadores de esta nacionalidad en la final de un Mundial. La política de la Unión Soviética de convertir al ajedrez en una de sus principales armas de difusión de “poder blando” se tradujo en un dominio aplastante de la escena internacional desde mediados del siglo pasado. A este respecto cabe señalar que de las 19 finales disputadas entre 1948 y 1990 salieron 16 subcampeones y 18 campeones representantes de la URSS, siendo el estadounidense Bobby Fischer el único que conseguiría romper esta hegemonía en 1972. Considerado por muchos como uno de los puntos álgidos de la Guerra Fría, su victoria sobre Boris Spassky en Reykiavik supondría un duro golpe para el orgullo soviético del que tan sólo podría recuperarse tres años más tarde cuando el de Brooklyn (personaje tan polémico y excéntrico como genial ajedrecista) renunció a defender su corona.

Con la implosión de la URSS y la creación de un Mundial paralelo, el dominio ruso empezaría a verse resentido. Si bien en la década de 1990 los campeones seguían siendo de dicha nacionalidad, en estos años ya comenzaron a figurar con asiduidad finalistas de distintas procedencias geográficas, en lo que influyó el hecho de que varios de los antiguos ajedrecistas soviéticos empezaran a representar a sus nuevos países así como la existencia de dos competiciones excluyentes, lo que aumentaba las posibilidades de participar en una final. No obstante el punto de inflexión de esta decadencia llegaría con el triunfo de Anand en 2000, el segundo de un ajedrecista sin pasaporte soviético ni ruso desde 1937. En la medida en que los jugadores formados en la URSS se iban retirando, las apariciones rusas en finales fueron decreciendo, como muestran los dos campeonatos y dos subcampeonatos obtenidos en las 11 ediciones posteriores. La otrora gloriosa escuela soviética tocaría fondo en 2010 (con la competición ya reunificada), cuando por primera vez en 89 años la final enfrentó a dos contendientes ajenos a la misma.

Analizando en el Índice Elcano de Presencia Global la evolución a partir de 1990 de la cuota de presencia blanda rusa en la escena internacional se observa un significativo paralelismo al respecto, y ello a pesar de que el ajedrez no está incluido en el cálculo de dicha cuota al no ser un deporte olímpico, lo que refuerza la validez de esta herramienta como indicador de una realidad más amplia de la estrictamente analizada. De tal manera, en los estertores de la Unión Soviética ocupaba la quinta posición clasificatoria en términos de presencia blanda con una cuota mundial del 5,31%, mientras que en el año 2010 había caído al décimo puesto con el 2,85%.

Por el contrario los datos muestran como en ese mismo periodo de tiempo su cuota de presencia económica experimentó un comportamiento antagónico mediante un incremento del 1,99% al 3,76%, subiendo de la duodécima a la séptima posición del ranking de presencia económica y “abriéndose hueco” junto a las emergentes economías asiáticas. Igualmente, a pesar del descenso del 33,88% al 6,45% de su cuota de presencia militar como consecuencia del fin de la Guerra Fría, en 2010 seguía siendo la segunda potencia mundial en este ámbito.

En base a estos datos resulta evidente que desde la desaparición de la Unión Soviética, Rusia ha apostado por tener una presencia internacional basada en las vertientes económica y militar, relegando a un segundo plano aspectos vinculados al “poder blando”. No obstante los datos sugieren un cambio de tendencia en los últimos tres años ya que la cuota en términos de presencia blanda ha crecido hasta el 3,29% mundial, circunstancia que le ha aupado al séptimo puesto del ranking (justo por delante de España). ¿Podría ser éste el primer síntoma de que en un futuro cercano seremos testigos de un resurgir del ajedrez ruso? Lo cierto es que la juventud y el talento de Carlsen no invitan al optimismo en este sentido, y lo más probable es que en los próximos años las noticias que nos lleguen de Rusia sigan estando más relacionadas con asuntos energéticos y bélicos que con la aparición de un “nuevo Kasparov”.


Imagen: Magnus Carlsen – Viswanathan Anand 2014. Chess Musings