La peligrosa política de la humillación

Donald Trump en la CPAC 2011 en Washington, D.C. Foto: Gage Skidmore (CC BY-SA 2.0). Blog Elcano
Donald Trump en la CPAC 2011 en Washington, D.C. Foto: Gage Skidmore (CC BY-SA 2.0).
Donald Trump en la CPAC 2011 en Washington, D.C. Foto: Gage Skidmore (CC BY-SA 2.0). Blog Elcano
Donald Trump en la CPAC 2011 en Washington, D.C. Foto: Gage Skidmore (CC BY-SA 2.0).

Uno de los términos recurrentes en diversos análisis sobre la política exterior de Donald Trump es el de «humillación», en referencia a México, a Irán, a Europa y a la ONU, incluso a Corea del Norte durante un tiempo, aunque su anunciada cumbre con Kim Jong-un el 12 de junio en Singapur constituya una bocanada de aire fresco. La política general de humillación puede tener consecuencias nefastas, para empezar para los propios intereses de EEUU.

La humillación por el muro que quiere erigir con México, por el trato a la inmigración y especialmente a los dreamers (los que llegaron ilegalmente muy jóvenes a EEUU y han desarrollado su vida allí contribuyendo a la vida económica del país) y por la renegociación a la fuerza del TLCAN/NAFTA, puede contribuir a la victoria de AMLO (Andrés Manuel López Obrador) en las presidenciales mexicanas el próximo 1 de julio, el peor candidato para EEUU.

La denuncia por EEUU del acuerdo nuclear con Irán de 2015 (el Joint Comprehensive Plan of Action, JCPOA) es una humillación para los iraníes que, según el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), están cumpliéndolo a rajatabla sin renunciar por ello a su peso geopolítico regional. Éste se vio reforzado por el error de la invasión estadounidense de Irak en 2003. Y en estos últimos tiempos, los votos en Irak y Líbano, y las armas en Siria y Yemen, refuerzan la influencia de Irán en la región. La Administración Trump –que no ha explicado convincentemente el por qué de esta decisión–, parece decantarse ahora, si acaso, por intentar provocar un cambio de régimen en Irán. Lo contrario que Obama, para quien evitar la nuclearización de Irán era lo prioritario. El régimen, si acaso, cambiaría por sí solo con mejoras económicas. Lo contrario de lo que pretende Trump con Corea del Norte: desnuclearizarla, a cambio de respetar el régimen.

Ya lo dijo Nelson Mandela: “No hay nada más peligroso que una persona humillada”, lo que se aplica también a los países. De momento, la decisión de Trump está reforzando a los más duros en el régimen de los ayatolás, y debilitando a los moderados, comenzando por el presidente Hasán Rohaní. EEUU se puede encontrar con un régimen radicalizado y que vuelva a la senda nuclear, lo que desestabilizarán la región y podría llevar a una guerra.

La Europa humilde ha sido también humillada en este trance. Los esfuerzos de Emmanuel Macron y de Angela Merkel en Washington no habrán servido de nada, incluso con su disposición a ampliar el acuerdo en el tiempo (más allá de 2025) y en el alcance (limitación en los sistemas balísticos y en la influencia iraní en la zona). Francia, Alemania, el Reino Unido, la UE como tal, más China y Rusia, los firmantes, junto a EEUU, del acuerdo con Irán, pretenden seguir cumpliéndolo. Rohaní lo exige para respetarlo. Pero no es seguro que los europeos puedan si las renovadas sanciones de EEUU contra Irán afectan a su comercio e inversiones en aquel país. Una nueva humillación en el horizonte, que se suma a la espada de Damocles de las medidas estadounidenses de protección frente a importaciones europeas. Aunque si Europa aguanta, con el acuerdo con Irán podemos ver de nuevo el surgimiento de un orden al margen de EEUU, como ha ocurrido con el acuerdo de París sobre cambio climático. La propia Merkel ha señalado que Europa ya no puede confiar en EEUU para que la proteja. La idea de Occidente y las relaciones transatlánticas están seriamente tocadas.

El acuerdo con Teherán se incorporó en su día a una Resolución del Consejo de Seguridad (que en teoría sigue vigente mientras no haya otra contraria o sustitutiva). La Administración de Trump humilla así a la ONU, y al derecho internacional que representa. Claro que a su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, poco le importa. En 1994 ya declaró que derribar los 10 últimos de los 38 pisos del edificio de la ONU en Nueva York “no cambiaría nada”. Trump contribuye, una vez más, a socavar un orden mundial que pergeñó en buena parte EEUU con su liderazgo tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Es Trump un revolucionario en este sentido? Lo sería si planeara un orden alternativo; America First no lo es. Es una actitud, no una estrategia. Parece actuar sin alternativas. Ni global –el régimen de no proliferación, aunque limitado, mucho ha conseguido, pero está en peligro– ni regionalmente, pues en Oriente Próximo la situación se está calentando. Trump se ha puesto de manos de Benjamin Netanyahu y de Arabia Saudí, aunque tampoco quiere involucrarse más sobre el terreno, mientras la guerra de sombras entre Israel e Irán ha empezado a eclosionar en Siria, además de la apertura de la embajada de EEUU en Jerusalén, una humillación para los palestinos, con dramáticas consecuencias.

Por otra parte, el ultimátum a China por la Administración Trump en materia comercial supone una humillación –según lo califica Martin Wolf– para un país soberano, porque plantea condiciones inasumibles por ese país. Aunque los prolegómenos de una guerra comercial ya han comenzado, Trump ha tenido un gesto hacia la empresa ZTE en China, a punto de cerrar por las restricciones que impuso. La humillación inicial es una táctica general que defendía como promotor inmobiliario antes de lanzarse a la carrera política.

La reforma fiscal de Trump también ha puesto en marcha olas desestabilizadoras fuera de EEUU. Y la elevación de los tipos de interés por la Reserva Federal (eso no es directamente Trump) y la consiguiente revalorización del dólar están desestabilizando las monedas de muchas economías emergentes. El primer damnificado (también debido a sus debilidades estructurales internas) ha sido Argentina, que ha vuelto a pedir un rescate del Fondo Monetario Internacional. Otra humillación. Por no hablar de las repercusiones económicas que para una economía mundial en crecimiento, pero delicado, puede tener un aumento del precio del petróleo por lo de Irán.

EEUU ha venido ejerciendo su liderazgo desde la Segunda Guerra Mundial con una mezcla de auctoritas (autoridad) y potestas (poder). Trump se está limitando a esta última en un mundo en el que su país sigue siendo el más poderoso, pero que ha cambiado.