El software libre se hace activista

Ilustración: Maria Boehling for opensource.org (CC BY-SA 2.0)
Ilustración: Maria Boehling for opensource.org (CC BY-SA 2.0)
Ilustración: Maria Boehling for opensource.org (CC BY-SA 2.0)
Ilustración: Maria Boehling for opensource.org (CC BY-SA 2.0)

El software libre y los proyectos de código abierto, aunque no tan visibles como sus partidarios querrían, se han vuelto una pieza clave de la revolución tecnológica. Lo son en mayor o menor medida Android (más de la mitad de los smartphones), el navegador Firefox (hoy con un 5% de cuota de mercado), el sistema de gestión de contenidos WordPress (31% de las webs) y Linux, el sistema operativo con el que funcionan dos terceras partes de los servidores web. La clave de su éxito es el carácter generalmente gratuito de este tipo de software; las dinámicas comunidades que las respaldan, abiertas a cualquiera, y la posibilidad de auditar y modificar el código libremente.

Frente a las grandes tecnológicas estadounidenses —Google, Apple, Facebook, Amazon— y el modelo cerrado de internet promovido por China, el software libre emerge además como un movimiento de la sociedad civil. En consonancia con su filosofía y valores, gran parte de los proyectos de software libre se sustentan en organizaciones, empresas y comunidades para las cuales la defensa de los derechos digitales es parte también de su misión. Muchas de ellas se posicionan en asuntos como la neutralidad en la red, la defensa de la privacidad y datos personales, el acceso al conocimiento y los límites de la legislación sobre propiedad intelectual y derechos de autor.

Activismo político… y herramientas

Durante los últimos años, el mantenimiento de muchos proyectos de software libre ha cambiado de las empresas que en un principio los impulsaron a fundaciones sin ánimo de lucro, de forma más amistosa (WordPress) o menos (OpenOffice.org-LibreOffice). Esto favorece que el desarrollo de ese software esté más vinculado a su comunidad de usuarios y desarrolladores. Pero, además, estas fundaciones se convierten así en voces más autorizadas en la defensa de los derechos digitales que sus contrapartes corporativas, con frecuencia sujetas a los vaivenes empresariales propios de las empresas de internet —como ocurrió con la plataforma de blogging Tumblr, que dejó de liderar la defensa de la neutralidad en la red desde que su matriz, Yahoo!, fue adquirida por la teleco Verizon—. En todo caso, el papel de estas fundaciones se complementa con el de las empresas de software libre que, como Automattic (tras WordPress) y Canonical (tras Ubuntu, una versión muy popular de Linux), impulsan el desarrollo de software libre y son miembros cruciales de sus comunidades.

Un ejemplo de cooperación efectiva entre organizaciones del software libre está teniendo este mismo verano en Europa. Las versiones en varios idiomas de Wikipedia —proyecto impulsado por Wikimedia Foundation— levantaron a principios de julio un muro que impidió acceder a sus contenidos durante un par de jornadas, con el fin de concienciar sobre la reforma de la legislación de copyright con visos de ser aprobada en el Parlamento Europeo. El muro invitaba a tomar acciones mediante la campaña impulsada por Mozilla, la fundación tras Firefox. Mozilla habilitó una herramienta para hacer llegar el sentir de los usuarios a los eurodiputados mediante llamadas y mensajes, como ya se hiciera en Estados Unidos para intentar que los congresistas apoyaran la neutralidad en la red. Gracias a esta movilización, finalmente la propuesta fue rechazada, se retomaron las negociaciones y se espera una nueva votación sobre las enmiendas a la propuesta este 12 de septiembre.

Las fundaciones y empresas de software libre comparten misión con otras asociaciones de derechos civiles y de consumidores a la hora de movilizar políticamente a la ciudadanía. Sin embargo, algo que también las caracteriza es su capacidad para desarrollar herramientas que permiten el ejercicio efectivo de esos derechos. Mozilla Firefox es, por ahora, el único navegador de uso masivo que incorpora un bloqueador completo de publicidad y trackers, que pronto estará activado por defecto. WordPress y MediaWiki son fácilmente instalables en cualquier servidor estándar, facilitando una efectiva propiedad de los datos. Si hoy tres de cada cuatro webs son accesibles de forma segura, es gracias en parte a la iniciativa Let’s Encrypt, un esfuerzo conjunto de organizaciones como Mozilla, la empresa de software libre Automattic, grandes compañías como Google y Facebook y organizaciones de derechos civiles como Electronic Frontier Foundation e Internet Society, entre otras.

Los límites

Las comunidades y organizaciones tras el software libre han demostrado su capacidad de movilización, pero también adolecen de algunas limitaciones. Un ejemplo es el menor volumen de recursos para hacer frente a mensajes de odio, noticias falsas y acoso en sus plataformas. Facebook, Twitter o YouTube pueden permitirse contratar a miles de moderadores para que filtren las publicaciones de sus usuarios —con un coste elevado y resultados desiguales, eso sí—. En el caso de Wikipedia, este trabajo es realizado por voluntarios. Conscientes del problema, tanto Mozilla como Wikimedia Foundation están explorando vías para hacer frente a estos problemas, con la ventaja añadida de que otros proyectos podrán beneficiarse de los hallazgos dada la transparencia con la que trabajan ambas fundaciones.

Por otro lado, la propia naturaleza del software libre permite que grupos radicales construyan plataformas paralelas y con funcionalidad idéntica con gran facilidad y a muy bajo coste. MediaWiki, el gestor de contenidos mantenido por Wikimedia Foundation y que utiliza Wikipedia, es utilizado por grupos de extrema derecha —entre ellos, supremacistas blancos en EEUU— para hacer accesibles visiones de la realidad cuestionables y que no tendrían cabida en Wikipedia.

La comunidad de software libre también tiene trabajo por hacer en el ámbito de la diversidad y fundamentalmente en términos de género. La manera en la que la comunidad del software libre recibe a desarrolladoras y programadoras deja mucho que desear, y demuestra la persistencia de estereotipos, sesgos y códigos vinculados a una cultura machista. Las contribuciones realizadas por mujeres a proyectos de código abierto son aceptadas en mayor proporción que las de los hombres cuando estas no revelan su género, pero en menor proporción cuando sí se revela. Asimismo, una encuesta realizada por GitHub evidenció que las mujeres se ven expuestas a lenguaje ofensivo, estereotipos e insinuaciones de carácter sexual con mucha más frecuencia que los hombres en estas comunidades. Esto se suma a las demás razones por las cuales la brecha de género es tan amplia en el sector tecnológico. Las políticas e iniciativas de organizaciones como Mozilla para aumentar la diversidad e inclusión en los proyectos de código abierto —como por ejemplo una mayor incorporación de mujeres desarrolladoras y programadoras— son bienvenidas, si bien las grandes empresas tecnológicas también tienen incentivos para invertir sumas mucho mayores con este fin.

Aun careciendo del músculo financiero de la competencia y con problemas a abordar en sus comunidades, las fundaciones y empresas de software libre ya están enriqueciendo el debate sobre los derechos digitales, canalizando las peticiones de sus comunidades o movilizándolas. Merece la pena prestarles atención cuando estos derechos están en cuestión por todo el mundo.