Qué presencia tendrían unos Estados Unidos de Europa

A día de hoy, tras más de tres años de crisis del euro lo que parece claro es que todavía aguardan a Europa muchos años de bajo crecimiento, austeridad, reformas estructurales, tensiones en los mercados financieros, fricciones entre países acreedores y deudores y debilitamiento de la cohesión social en los países del sur. Pero aun suponiendo que los ciudadanos europeos estén dispuestos a asumir una década perdida en términos de crecimiento y no den su apoyo en las urnas a partidos anti-euro que lleven al desmantelamiento de la unión monetaria, resulta imprescindible construir una nueva narrativa que sirva para devolver el apoyo al proyecto europeo.

A lo largo del proceso de integración europea ha estado claro que el objetivo último de la Unión era desterrar definitivamente la guerra de Europa. En palabras de Ulrich Beck, se trataba de “convertir a enemigos en vecinos”. Así, a lo largo de cinco décadas, la Unión Europea ha fascinado al mundo por su capacidad de resolver los conflictos de forma pacífica y por construir un complejo entramado institucional plagado de pesos y contrapesos capaz de generar crecimiento económico y cohesión social. No era un estado sino una construcción postmoderna en constante evolución, fundada sobre la paz, la cooperación y la igualdad entre los estados miembros, lo que la diferenciaba del resto de estados nación clásicos, que estaban diseñados para la guerra.

Antes de la crisis financiera global, los más entusiastas del proyecto europeo se permitían aventurar que Europa dominaría el siglo XXI porque su modelo para resolver los conflictos mediante el diálogo, la cooperación, la soberanía compartida, el respeto a las reglas comúnmente acordadas y el gobierno multinivel se revelarían como la mejor forma de  ordenar unas cada vez más caóticas relaciones internacionales caracterizadas por la creciente interdependencia económica.

Pero todo esto ha cambiado. Hoy es necesario reconstruir la narrativa de la necesidad de Europa. Sin olvidar que la unión sigue siendo una garantía de paz y estabilidad que no se debería dar por sentada, es necesario buscar nuevos argumentos para frenar el creciente anti europeísmo que está apareciendo en el continente, especialmente entre los jóvenes que ven las guerras europeas de los siglos pasados como demasiado lejanas. De no hacerlo, los vecinos corren el riesgo de convertirse de nuevo en enemigos.

Esta nueva narrativa pasa necesariamente por reconocer que sólo una Europa unida y fuerte permitirá a los ciudadanos europeos tener una voz en la globalización y dar forma al proceso de acuerdo con sus valores e intereses. Todas las previsiones indican que ningún país europeo, ni siquiera Alemania, estará entre las mayores economías del mundo en 2050. Pero además de al auge de las potencias emergentes, los países europeos se enfrentan al envejecimiento de sus poblaciones y a problemas estructurales de crecimiento complicados por altos niveles de endeudamiento público y privado. Por lo tanto, los estados nación europeos parecen condenados a la insignificancia en las relaciones internacionales a menos que logren forjar unos Estados Unidos de Europa mediante los que articular una voz común, dejando así de ejercer su poder e influencia de forma fragmentada, como sucede ahora.

Desde el Real Instituto Elcano se ha cuantificado cuál sería la presencia global de estos Estados Unidos de Europa, en el caso de que llegaran a existir. Sobre la base del Índice Elcano de Presencia Global, un índice sintético que ordena, cuantifica y agrega la proyección exterior de diferentes países sobre la base de su presencia en los ámbitos económicos, de defensa y de poder “blando, se observa que la si la Unión Europea fuera un país tendría la mayor presencia global del mundo, superando ligeramente a Estados Unidos, pero a gran distancia de China, Rusia, Japón o Canadá, que ocuparían los siguientes puestos en el ranking (para los detalles del estudio véase http://www.iepg.es/?lang=es).

Ranking del Índice Elcano de Presencia Global (20 primeras posiciones) incluyendo la Unión Europea (y excluyendo, por tanto, a los países europeos de forma individual)

201220112005
PuestoPaísIEPGPuestoDPuestoD
1Unión Europea1.088,31=2+1
2Estados Unidos1.012,32=1-1
3China308,43=5+2
4Rusia243,75+14=
5Japón237,44-13-2
6Canadá194,16=6=
7Arabia Saudí152,19+28+1
8Australia149,47-17-1
9Corea del Sur146,18-19=
10India108,010=14+4
11Singapur106,311=13+2
12Suiza97,012=10-2
13Brasil94,213=17+4
14Emiratos Árabes Unidos82,315-115+1
15Noruega80,214+112-3
16México76,216=11-5
17Malasia71,417=18+1
18Indonesia63,119+121+3
19Turquía59,218-116-3
20Tailandia58,320=19-1

Fuente: Real Instituto Elcano (2013).

Esta presencia se sustenta fundamentalmente en las variables económicas y de carácter “blando”. En el ámbito económico destaca el dinamismo de las exportaciones de servicios y manufacturas, así como las inversiones directas extra-europeas. En cuanto al poder blando destacan su desempeño en deportes, cooperación al desarrollo, tecnología, ciencia, turismo y, en menor medida, migraciones, cultura y educación. Contrariamente, la presencia militar europea ha decrecido tanto en términos absolutos como en relativos en la última década.

En definitiva, estos datos muestran que la Unión Europea tiene el potencial para ser un actor global de primer orden. Cosa distinta es que consiga transformar esa presencia, que es un dato objetivo, en poder e influencia. Para lograrlo, el único camino posible es salir de la burbuja de pesimismo en la que está inmersa e ir, poco a poco, consolidando unos Estados Unidos de Europa sobre la base de las reformas de la gobernanza del euro que la crisis ha hecho inevitables.

Federico Steinberg
Investigador del Real Instituto Elcano y Profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid