Pascua petrolera

(*) Una versión de este texto fue publicada el 14/4/2020 en Expansión.

Entre los pasados 9 y 12 de abril los mercados asistieron a la enésima resurrección de la OPEP, esta vez en versión ampliada y concertada con el G20.

Tras mucho sacrificio y no poca pasión, como correspondía a la fecha, las negociaciones de la OPEP+ y el G20 han alcanzado un acuerdo para retirar del mercado unos 15 millones de barriles diarios (mbd), que podrían llegar a los 20 con la intervención de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Esta alianza hasta hace poco impensable entre la OPEP y la AIE muestra la dramática situación en que la pandemia de COVID-19 ha dejado al mercado del petróleo. La paralización económica y los confinamientos han reducido en casi una tercera parte la demanda mundial de petróleo, hasta unos 30 mbd en abril según las previsiones de Goldman Sachs. Semejante colapso ha hundido los precios del crudo y las cotizaciones de las empresas petroleras, disparando las primas de riesgo de los países productores, y obligándolos a a buscar un acuerdo para amortiguar el desplome. Los párrafos que siguen analizan las negociaciones, sus resultados y las perspectivas de los acuerdos alcanzados.

“Esta alianza hasta hace poco impensable entre la OPEP y la AIE muestra la dramática situación en que la pandemia de COVID-19 ha dejado al mercado del petróleo”.

Las negociaciones de la OPEP+ tenían lugar un mes después de la desastrosa reunión en que Rusia y Arabia Saudí declararon una guerra de precios que hundió las cotizaciones del petróleo un 30%, la mayor bajada desde el final de la Guerra del Golfo de 1991. Sin embargo, pronto se comprobó que la destrucción de demanda causada por la pandemia era mucho mayor de la esperada, poniendo de manifiesto la necesidad de lanzar un mensaje a los mercados y evitar un deslizamiento de los precios hacia la franja de los 10$. La OPEP+ incluye a los miembros de la OPEP, liderados por Arabia Saudí y sus aliados del Golfo Pérsico, pero también a adversarios como Irán y países menos dados a seguir las consignas saudíes, como Irak; y también a otros productores como Venezuela o Argelia, halcones tradicionales que en la actualidad atraviesan por una situación de debilidad política productora que ha erosionado su influencia.

Los principales actores no OPEP de la OPEP+ son Rusia, Kazajistán, Azerbaiyán y México. Precisamente la negativa mexicana a reducir su producción en 400.000 bd, limitando su recorte a 100.000 bd, estuvo a punto de dar al traste con las negociaciones. El presidente López Obrador ha hecho de la recuperación de la producción petrolera del país una de las enseñas de su estrategia económica, por lo que revertirla resultaba una enmienda a la totalidad de su política. Al final, el presidente Trump se comprometió, sin mayores detalles, a cubrir la reducción de 300.000 bd que México rechazaba, salvando el acuerdo pese a la oposición de Arabia Saudí, que no quería precedentes en una pugna que se plantea a largo plazo. Al final, el domingo 12 por la tarde, poco antes de la apertura de los mercados asiáticos y tras cuatro días de frenéticas negociaciones, la OPEP+ acordaba un recorte de producción de 9,7 mbd en mayo y junio, seguido de otro de 8 mbd para el resto de 2020, y de uno posterior de 6 mbd hasta abril de 2021.

“(…) persisten las dudas sobre la implementación y supervisión del acuerdo, dada la ausencia de detalles sobre como los países no OPEP+ aplicarán sus recortes sin saltarse sus regulaciones anti-cartel”.

La magnitud de la crisis también desató la reacción de otros productores, especialmente de Estados Unidos, cuyo sector del fracking se está viendo muy afectado. El activismo de la diplomacia petrolera del presidente Trump ha sido clave: ha movilizado a Arabia Saudí y Rusia, negociado con México para compensar su cuota, y convencido a los miembros de la AIE para que utilicen sus reservas estratégicas. Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait se han comprometido a recortar 2,3 mbd adicionales y, en el marco del G20, otros productores no OPEP+ (Estados Unidos, Canadá y Brasil) comprometieron una reducción adicional de 3,7 mbd durante un año, aunque no está claro cómo se instrumentará y no son compromisos vinculantes. Junto con la retirada de crudo de los miembros de la AIE para nutrir sus reservas estratégicas, el efecto combinado se situaría alrededor de los 20 mbd. Aunque lejos de contrarrestar la caída de unos 30 mbd pronosticada para abril, supone la mayor intervención de la historia y la primera coordinada entre la OPEP+ y la AIE, y una señal rotunda de que los actores del mercado petrolero mundial no están dispuestos a permitir que prosiga el desplome descontrolado de los precios.

Sin embargo, persisten las dudas sobre la implementación y supervisión del acuerdo, dada la ausencia de detalles sobre como los países no OPEP+ aplicarán sus recortes sin saltarse sus regulaciones anti-cartel, así como sobre la extensión y alcance de las compras de reservas estratégicas. Sobre todo, se teme que una mínima recuperación de la demanda desencadenará una nueva guerra de precios por capturar cuota de mercado. La reacción de los mercados no se hizo tardar: a la mayor intervención de la historia, y primera combinando OPEP+, G20 y AIE, la respuesta fue un magro repunte de los precios inferior al 1%. Este decepcionante resultado muestra que la demanda es el vector determinante y que, pese a los acuerdos de gestión de la oferta, la procesión del mercado del petróleo discurre ahora a hombros de la crisis sanitaria y económica.

Gonzalo Escribano
Investigador del Real Instituto Elcano y profesor de la UNED
| @g_escribano