América Latina, única región del mundo que reduce la desigualdad

(*) Publicado el 9/12/2014 en Eltiempo.com.

La desigualdad será probablemente el gran tema de la agenda internacional de la próxima década, ya que su aumento durante los últimos treinta años (agudizado especialmente tras el estallido de la crisis financiera del 2008) está alcanzando niveles difícilmente asumibles por la opinión pública, tanto en países ricos como en vías de desarrollo. Los datos hablan por sí mismos. Según Oxfam, siete de cada diez personas viven en países en los que la desigualdad económica es peor hoy que hace 30 años y las 85 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la que comparte la mitad más pobre de la población mundial.

Siempre ha habido desigualdad económica, pero cada vez existe más consenso, incluso entre organismos internacionales nada sospechosos de revolucionarios, como el FMI o el G-20, de que una desigualdad tan elevada (y creciente) dificulta la lucha contra la pobreza e impone trabas al crecimiento económico, por lo que combatirla aparece como un bien público global.

De hecho, el economista francés Thomas Piketty, en su aclamado libro El capital en el siglo XXI, ya convertido en un best seller mundial, va incluso más allá e indica que el aumento de la desigualdad en los países ricos pone en riesgo los propios cimientos del sistema democrático al sustituir el principio de un hombre, un voto, por el de un dólar, un voto.

Aun así, en este escenario general tan desolador brilla con luz propia América Latina, que es la única región del mundo que cuenta con un buen número de países en los que la desigualdad se ha reducido en los últimos años. Algunos afirmarán que esto tiene poco mérito, ya que América Latina ha sido siempre la región más desigual del mundo, especialmente países como Brasil, Chile y Colombia. Y que, de hecho, a pesar de sus recientes avances, aún está lejos de exhibir los niveles de desigualdad y cohesión social de la Europa continental (así, en América Latina, el 10 por ciento más rico de la población concentra el 32 por ciento de la renta, mientras que el 40 por ciento más pobre solo concentra el 15 por ciento). Sin embargo, es cuando menos sorprendente que, durante el periodo de mayor aumento de la desigualdad en países tan diversos como Estados Unidos, China, Rusia y el Reino Unido, las grandes economías latinoamericanas hayan ido en la dirección contraria. ¿Cuáles han sido las claves de este éxito? Y lo que es más importante: ¿será sostenible?

América Latina ha estado sometida desde los años ochenta del siglo pasado a las mismas fuerzas que han hecho aumentar la desigualdad en todo el mundo, que son fundamentalmente dos: el rápido cambio tecnológico y la globalización económica. Ambas generan ganadores y perdedores, lo que permitió el enriquecimiento de quienes supieron y pudieron sacarle provecho, y perjudicó a quienes se mostraron incapaces de adaptarse. Sin embargo, casi todos los países de América Latina han sido capaces de contrarrestar estas fuerzas, a veces gracias a buenas políticas económicas internas, y otras por beneficiarse de shocks externos positivos.

Entre los méritos internos hay que destacar las políticas públicas redistributivas, que han permitido que el fuerte crecimiento registrado desde el principio del siglo, y que afortunadamente casi no se vio interrumpido por la crisis financiera global que estalló en el 2008, llegara a crecientes grupos de población, algo que no sucedió en el pasado.

Entre los factores externos se destaca el llamado superciclo de altos precios de las materias primas, alimentado por el dinamismo de la economía china y por las políticas monetarias expansivas de los principales bancos centrales del mundo, que permitió a muchos países de la región crecer en forma muy intensa gracias al aumento de los ingresos por exportaciones de materias primas. Esta mejora en los términos de intercambio de la región, además de ayudar a crear empleo y elevar los salarios, hizo posible una fuerte reducción de la pobreza y de la indigencia, y se canalizó en mayores recursos públicos para financiar redes de proyección social y políticas públicas que permitieron reducir la desigualdad.

Por lo tanto, más allá del factor “suerte”, que proviene de que una China en fuerte crecimiento implica por definición altos crecimientos para la mayor parte de los países de América Latina, al ser sus economías más complementarias que sustitutivas, hay que destacar que las políticas de la mayoría de los gobiernos han tenido la redistribución y la creación de nuevas clases medias como un objetivo claro, algo diferente de lo que ocurrió en el pasado, cuando la región crecía pero no redistribuía. Asimismo, hay que subrayar que, si las economías de América Latina no hubieran tenido una inserción tan intensa en la globalización, no habrían podido crecer tanto, por lo que sus posibilidades de redistribuir esas ganancias también habrían sido menores.

Si miramos hacia el futuro, el panorama no es negativo, pero es posible que lleve a una reducción de esa caída de la desigualdad. Por una parte, los factores externos podrían volverse más adversos: China crece cada vez menos y las políticas de la Reserva Federal ya se están volviendo más contractivas. Por otra, muchos países de la región están viendo cómo sus tasas de crecimiento se reducen y cómo avanzar en reformas que aumenten el potencial de crecimiento de la economía será la única fórmula para sostener el dinamismo económico.

Sin embargo, para que ese nuevo crecimiento basado en reformas se traduzca en una nueva (y reforzada) caída de la desigualdad, será necesario que aumente el gasto en educación, salud e infraestructuras, que siguen siendo los talones de Aquiles del aumento de la productividad en la región. La tarea no será fácil.

Federico Steinberg es investigador principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano y profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid | @Steinbergf