Triunfó García, ¿Cómo sigue la historia? (ARI)

Triunfó García, ¿Cómo sigue la historia? (ARI)

Tema: El resultado electoral peruano ha despejado la principal incertidumbre que se mantuvo durante todo el proceso electoral: quién será el próximo gobernante del Perú. Sin embargo, ha abierto un gran número de incógnitas.

Resumen: Los resultados de la segunda vuelta de la elección presidencial peruana han acabado con la principal incertidumbre, la de quién será el próximo gobernante del Perú. Sin embargo, quedan abiertas numerosas cuestiones, muchas de ellas vinculadas a la política interna del país y otras a los múltiples realineamientos regionales que se están produciendo. Entre los primeros, el mayor desafío del nuevo Gobierno es el de la gobernabilidad, que tiene varios frentes, comenzando por las alianzas políticas y parlamentarias que garanticen la continuidad del nuevo Gobierno. Otro tema destacado es el futuro de Ollanta Humala y de su Partido Nacionalista, una cuestión no menor dados los distintos derroteros (más institucionales unos, más radicales y violentos otros) que pueden recorrer los autoproclamados seguidores peruanos de Hugo Chávez.

Desde el punto de vista regional, las cuestiones de mayor interés giran en torno al papel más o menos protagónico que querrá tener el nuevo Gobierno en la salvación o rescate de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), en su apuesta por el Tratado de Libre Comercio (TLC) con los EEUU (y qué Tratado buscará) y en el mayor o menor acercamiento a Brasil y Chile. Al mismo tiempo, resulta bastante probable que el enfrentamiento entre Perú y Venezuela se reduzca al mínimo en el futuro inmediato, incluyendo el retorno de los embajadores. De todas maneras, esta situación permitirá medir la máxima capacidad de maniobra regional de Hugo Chávez, teniendo en cuenta que dentro de poco tendrá que involucrarse directamente en su propia campaña electoral.

Análisis

¿Por qué ganó García?

Sin entrar a analizar en detalle los resultados electorales peruanos, habría que señalar que los factores que propiciaron el triunfo de García en la segunda vuelta fueron varios y que resulta difícil privilegiar unos por encima de otros. Sin embargo, vale la pena formular la pregunta, porque a la vista de muchos análisis realizados parecería que García fue el derrotado en una elección que habría sido, de este modo, ganada por Humala. Entre los factores a tener en cuenta para entender el resultado electoral destacan:

(1)   La mayor implantación política y territorial del Partido Aprista Peruano (PAP) frente a la Unión por el Perú (UPP) de Ollanta Humala. Mientras el APRA es un partido de larga tradición y con mecanismos muy aceitados en lo que respecta a su presencia en todo el país, la UPP gira básicamente en torno a Humala. Hay que recordar que Humala ni siquiera pudo concurrir a las elecciones con el Partido Nacionalista, el partido ad hoc que fundó en 2005 para participar políticamente en estos comicios, y que tuvo que tomar prestadas otras siglas, las de la UPP, para poder presentarse. Y también, que mientras que el PAP contó con apoderados en todas las mesas electorales, la UPP sólo alcanzó a cubrir con sus militantes el 60% de las mesas del territorio nacional. A diferencia de lo ocurrido con Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, en esta ocasión la organización política se impuso a la mayor o menor presencia de un líder carismático.

(2)   Más allá de la comparación entre los dos candidatos y de los intentos por dilucidar cuál de ellos es más carismático que el otro, lo que no tiene demasiado sentido, lo cierto es que García es un político más experimentado que Humala y tiene un mayor control del escenario (y del discurso) político, junto al ya mencionado mayor respaldo organizativo. En este sentido, las propuestas de García en torno a su lema central de campaña, “Un cambio responsable”, fueron mucho más coherentes y mejor construidas que las de su rival. Humala puede ser un político con futuro, como señalan algunos analistas políticos peruanos, pero todavía tiene mucho que aprender. Su llegada tarde al único debate en televisión entre los dos candidatos y el incidente con la bandera peruana al inicio del mismo debate así lo atestiguan. Al mismo tiempo, incurrió en numerosas contradicciones y mentiras a lo largo de su lucha electoral.

(3)   Como consecuencia de lo anterior, y pese a que en la segunda vuelta se enfrentaron dos de los candidatos con mayor índice de rechazo de todos los que participaron en la primera vuelta, a Alan García se le puede aplicar el viejo dicho de “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Está claro que pesó el recuerdo de su desastroso primer Gobierno, pero también que una parte del electorado tuvo en cuenta el recuerdo de Fujimori (obviamente, no aquellos que votaron por sus representantes políticos) y el hecho de que se trataba de un outsider llegado a la política sólo para ocupar el poder a partir de un discurso nacionalista, populista y de clara confrontación. También debe recordarse que la población de Perú es muy joven y que muchos de los nuevos votantes eran niños pequeños cuando la primera administración García.

(4)   El conjunto de elementos negativos sintetizados en torno de la figura de Humala se acrecentó de forma considerable a partir de su clara vinculación con Hugo Chávez (su relación con el mandatario venezolano, sus viajes a Caracas, incluyendo aquel en que prácticamente fue proclamado como el candidato chavista y las sospechas acerca del origen de los fondos que financiaron la campaña electoral humalista) y, especialmente, por la abierta implicación de Chávez en la política peruana, que el presidente Toledo y el candidato García llamaron injerencia, en la campaña presidencial. Las últimas intervenciones de Chávez en “Aló presidente”, especialmente el emitido desde Tiahuanaco, Bolivia, junto a Evo Morales antes de la elección, marcaron claramente los límites de esta implicación.

(5)   Si bien casi el 50% de los peruanos vive por debajo de la línea de pobreza, y esto es más visible en los departamentos del sur del país, el crecimiento macroeconómico que de forma constante y continuada ha conocido el Perú en los últimos años, pese a las asimetrías sociales y regionales que ha generado, ha permeado a una parte no despreciable de la población. Fue precisamente ella (incluidos los sectores medios urbanos) la que veía en el populismo extravagante de Ollanta Humala un ataque contra sus propias posiciones y al mantenimiento de las políticas macroeconómicas en marcha. De ahí el sentido de una parte nada despreciable de los votantes en apoyo de García.

Perú, ¿una sociedad dividida?

Últimamente se ha puesto de moda en el análisis político la doctrina de las dos mitades enfrentadas que aparecen en los países después de unas elecciones bastante competidas. Cuando ciertos comicios terminan dirimiéndose por un escaso margen de diferencia entre las dos opciones mayoritarias, parece que inevitablemente deberíamos estar ante países enfrentados de un modo irreconciliable. Así se habló de las dos mitades en Italia y ahora en el Perú; pero resulta que no hay dos mitades ni en Alemania ni en Bolivia, obviamente que por distintas razones. En Alemania porque gobierna una gran coalición de demócrata cristianos y social demócratas y en Bolivia porque Morales ganó con el 54% (paradójicamente una cifra bastante similar a la obtenida por García). Sin embargo, hay quien dice que el sábado previo a la elección del domingo 3 de junio el Perú se acostó siendo un solo país y que 24 horas más tarde la fractura ya se había consumado, cuando en realidad las divisiones sociales y regionales en Perú vienen de antiguo.

Gráfico 1.

Fuente: diario LA REPÚBLICA

En América Latina cada vez son más las elecciones presidenciales que se terminan resolviendo en una segunda vuelta. Y tanto en ellas como allí donde impera el bipartidismo (Chile o EEUU, por ejemplo), no es anormal que el electorado reparta sus votos de forma relativamente proporcionada, especialmente en aquellas elecciones que son altamente competidas. Las menores diferencias políticas e ideológicas en las propuestas que se realizan al electorado, en comparación con lo que ocurría en el pasado, hacen que muchas veces los comicios se resuelvan por muy pocos votos de diferencia entre los principales contendientes (Costa Rica ha sido un claro ejemplo de ello). Ahora bien, ¿esto nos permite hablar de dos países diferentes? No necesariamente.

Veamos cómo votaron los peruanos. En la primera vuelta, Ollanta Humala sacó el 25,7% de los votos (algo menos de 3.800.000 sufragios), frente al 20,4% de Alan García (casi 3 millones de votos). Por el contrario, en la segunda vuelta, García obtuvo el 52,8% (6.700.000 votos), frente al 47,2% de Humala (6.000.000). Esto significa que tanto en términos absolutos (772.000 votos en la primera vuelta contra 705.000 votos en la segunda) como porcentuales (5,3% contra 5,6%) la diferencia entre el primero y el segundo se mantuvo, aunque se invirtieron los papeles entre los dos principales rivales. De esta manera, mientras García pudo multiplicar su número de votos por más de dos, incrementándolos en 3.750.000, Humala sólo conquistó 2.250.000 votos suplementarios.

Con respecto al reparto territorial del voto, en la primera vuelta la UPP ganó en 18 departamentos, el PAP en seis y la UN en uno (Lima). En la segunda, aparte de vencer en Lima, el PAP arrebató a la UPP los departamentos de Pasco, Tumbes y Ucayali, conquistando la UPP 15 departamentos frente a 10 del PAP. De esta manera, la práctica totalidad de la costa (salvo el sur) fue dominada por el PAP, mientras que el interior, con excepción de una franja central marcada por Pasco y Ucayali (véase el mapa) correspondieron a la UPP. Al mismo tiempo, hay que señalar la muy desigual distribución de la población entre los distintos departamentos. Mientras Madre de Dios tiene menos de 100.000 habitantes y Moquegua sólo llega a los 160.000 (ambos conquistados por Humala), Lima cuenta con más de 8.100.000 personas.

Los retos del nuevo Gobierno

Si bien no estamos frente a dos países distintos, la nueva administración tiene claro que deberá impulsar políticas muy precisas dirigidas a los departamentos más pobres, especialmente (pero no sólo) los ubicados en la sierra sur, los menos afectados por la expansión económica de los últimos años. Por eso, no sería descabellado pensar que buena parte de las acciones del humalismo se concentre en activar los movimientos sociales de protesta, aprovechando la conflictiva situación de pobreza allí existente.

Por otra parte, se suele poner demasiado énfasis en la debilidad del nuevo Gobierno, ya que el PAP es sólo la segunda fuerza parlamentaria (36 escaños de 120), por detrás de la UPP, que con sus 45 diputados es el grupo mayoritario, aunque lejos de la mayoría absoluta. Al mismo tiempo, se insiste en que en la primera vuelta Alan García obtuvo el 24% de los votos y que buena parte de su cosecha de la segunda vuelta corresponde a votos prestados. Al respecto, Lourdes Flores, de Unidad Nacional (UN, que posee 17 parlamentarios), le recordó el origen “conservador” de buena parte de sus recientes apoyos limeños. Siendo todo esto cierto, el principal riesgo es convertir esta particular coyuntura en una foto estática, olvidando que se trata de la segunda vuelta de una elección presidencial.

Ante esta situación, García tiene ante sí tres posibles cursos de acción para ampliar sus bases de poder y garantizar la gobernabilidad del país: intentar un pacto por la “izquierda” o cooptar a buena parte del humalismo; hacerlo hacia la derecha, con los seguidores de Lourdes Flores y Valentín Paniagua, entre otros; o intentar una tercera vía, siguiendo el ejemplo de lo actuado por Kirchner en Argentina, de intentar construir una base de poder propia.

Si bien el viraje a la izquierda podría parecer lo más cómodo, y lo más estable desde la óptica y la racionalidad parlamentaria, es el más complicado desde todo punto de vista. Primero, por la virulencia de los ataques vertidos por García contra Humala y Chávez durante la campaña para la segunda vuelta, pero también por la heterogeneidad de las diversas fuerzas integradas en el humalismo. Sin embargo, y más allá de la actitud inicial de Humala de reconocer la victoria de García y felicitar al triunfador en la contienda electoral, ambos políticos ya han concertado una reunión en la que se revisarán algunas de las principales cuestiones de la agenda política interna de los próximos meses.

Por el contrario, lo que parece estar más maduro es un “pacto de estabilidad” con el conjunto de las fuerzas que componen el arco democrático, algo mucho más vendible que un simple pacto con la derecha. Se trata de un tema sobre el cual los principales líderes políticos peruanos, a la vista de lo ocurrido durante el Gobierno de Toledo, ya vienen hablando desde hace tiempo. Sin embargo, y pensando en la inmediatez de las elecciones regionales y municipales de noviembre próximo, no sería impensable una combinación de ambos escenarios.

En este sentido, un buen indicador del rumbo de los acontecimientos lo darán los nombres de los integrantes del primer gabinete de Alan García, comenzando por el primer ministro, así como la adscripción partidaria del presidente del Parlamento ¿Cuántos habrá de cada partido, y quiénes? ¿Cuántos independientes serán convocados para encabezar los distintos ministerios? La ya desmentida convocatoria de Valentín Paniagua para encabezar el gabinete es un buen signo de amplitud política del máximo dirigente aprista. La pretensión del APRA de contar con la presidencia del Congreso, pese a ser la segunda fuerza parlamentaria, en caso de concretarse, permitiría ver qué tipo de alianzas pueden tejerse entre los distintos grupos políticos allí representados.

La tercera vía es mucho más complicada, ya que el PAP no es el peronismo, lo que evidentemente recorta el margen de acción de Alan García. Sin embargo, hay ciertos mecanismos que seguramente se pondrán rápidamente en marcha, comenzando por la estrategia dirigida a fracturar, cooptar y tentar el transfuguismo del grupo parlamentario de Ollanta Humala. ¿Cuántos de los 45 diputados humalistas se mantendrán fieles a sus principios y cuántos serán tentados por el poder y el dinero? De momento, algunas voces permiten señalar la existencia de discrepancias entre los diputados electos pertenecientes a la fracción originaria de la UPP y aquellos que son seguidores de Humala.

Los desafíos de la oposición

Ollanta Humala y su heterogéneo conjunto de seguidores (individuales y grupales) tiene delante de sí dos importantes desafíos: (1) lograr sobrevivir cohesionados, dando lugar a un partido organizado; y (2) el acento que pondrá Humala en su política de oposición, donde cabe la duda de si apostará por la vía democrática o por una salida mucho más radical y violenta.

El 47% de los votos obtenidos por Humala en la segunda vuelta, o el 30% de la primera, deben ser analizados correctamente, más allá del atractivo de un voto protesta, de un voto causado por el malestar social o un voto antisistema. En este sentido, debe recordarse la forma en la que Humala moderó su lenguaje a partir del momento en que decidió presentarse a la elección y de cómo lo moderó todavía más en la medida en que las encuestas comenzaron a darle un respaldo creciente entre la población. Sin embargo, su propuesta de crear un Frente Nacionalista Democrático Popular está –de momento– captando escasas adhesiones, especialmente entre la izquierda del Perú. La propuesta de Humala de abrirse a algunas agrupaciones de izquierda, como Patria Roja, Movimiento Nacional de Izquierda (MNI) y el Partido Socialista, no fue muy del agrado del presidente de la UPP, Aldo Estrada Choque, quien calificó la iniciativa de idea fracasada. Pero es que dentro del propio Partido Nacionalista hay voces contrarias a pactar con la “izquierda tradicional”, a la que descalifican por su mínimo apoyo popular en las últimas elecciones. Si bien suena contradictorio, muchos de los parlamentarios humalistas, elegidos dentro de las listas de la UPP, están más escorados al centro del espectro ideológico que el resto de sus compañeros, con la excepción de los dirigentes cocaleros.

Sólo los dirigentes del MNI han recibido la oferta de forma positiva. Por eso, y al margen de que sea posible o no unir a todas las fuerzas de izquierda bajo una misma plataforma política, los 19 parlamentarios de la UPP tendrán mucha influencia en el nuevo Congreso. De esta forma, cabe preguntarse si se podrá mantener Humala en la línea de la moderación o, por el contrario, volverá al discurso de barricada y a sus raíces etnocaceristas, que compartía con su hermano Antauro. De momento todo indica que es la vía del radicalismo la que se impone. Si opta por esta última salida, ¿volverá a hacer del movimiento de reservistas el eje de su actuación? Es evidente que cualquiera de estas opciones le garantizará determinados apoyos y le enajenará otros, perdiendo, en este caso, buena parte de los votos recibidos, y más si el Gobierno logra articular políticas públicas eficaces en la lucha contra la desigualdad.

Por otra parte, y más allá de sus mejores o peores resultados electorales, muchas aventuras de este tipo han terminado, más o menos rápidamente, en la vía muerta. El atractivo del líder y su carisma no bastan para formar un partido. Los éxitos electorales de Toledo y Fujimori no fueron suficientes para consolidar verdaderas alternativas de poder. Además del atractivo del caudillo hacen falta propuestas atrayentes y una organización importante. La duda que deberá responder Humala en los próximos meses es si bastará la inyección de petrodólares para construir un partido potente con el que poder respaldar un futuro político que, en caso de ser bien encauzado, tiene todavía un importante recorrido por delante.

El contexto internacional

Pese a la virulencia verbal vertida durante la campaña, que llegó incluso a la retirada de los embajadores entre Lima y Caracas, nadie debería esperar que Alan García se convierta, salvo una nueva provocación directa, en el ariete sudamericano o andino contra Chávez. Las primeras declaraciones públicas de Alan García apuntan claramente hacia una política de Estado más que a una de confrontación. Sin embargo, la respuesta de Chávez fue mucho más beligerante, ya que en el “Aló Presidente” del 11 de junio señaló que las relaciones con Perú “están en el más profundo refrigerador en que podamos meterlas y de ahí no saldrán… a menos que el Gobierno de Perú ofrezca la debida explicación y las disculpas al pueblo venezolano”. Chávez dijo estar molesto porque Alan García le ofendió en su “dignidad de hombre” acusándole de golpear a las mujeres. También ratificó su apoyo a Ollanta Humala y llamó la atención sobre la existencia de 1.200.000 votos nulos, “de los que los observadores internacionales no dijeron nada”.

Más allá de lo anecdótico y de las repercusiones del resultado de la elección en la vida política peruana, lo cierto es que el domingo pasado se jugaban muchas cosas en el más que revuelto tablero geopolítico latinoamericano, especialmente a partir de la retirada de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y de la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia (véanse “La salida venezolana de la Comunidad Andina de Naciones y sus repercusiones sobre la integración regional”, 1ª y 2ª parte, Análisis del Real Instituto Elcano, disponible en ARI 54/2006). Una victoria de Humala le hubiera permitido a Chávez situar otro peón en torno a Colombia y agitar las aguas de una imparable marea bolivariana. Sin embargo, esto no ha sido así, lo que no implica que las aguas hayan vuelto a su remanso. Habrá que ver cómo cada uno mueve las fichas en sus próximas jugadas. La elección presidencial en Venezuela, donde Chávez se juega su última reelección, demandará del presidente venezolano una mayor presencia en su país y lo tendrá algo más alejado, durante algunos meses, del escenario regional.

¿Será la CAN uno de los campos elegidos por García para desarrollar su política regional? En la medida en que apueste por reforzar el proceso de integración andino será precisa una convergencia creciente con Colombia, el otro gran integrante de la Comunidad después de la autoexclusión de Venezuela. Más allá del acercamiento con Brasil–que ya era una realidad en el Gobierno de Toledo, pero que García pretende reforzar, al punto que la primera visita que haga como presidente electo será a Brasilia–, habrá que ver los movimientos que se realizan hacia Chile. En este sentido, el acercamiento entre el APRA y el Partido Socialista chileno es un dato a considerar y que permitiría rebajar la tensión bilateral existente entre ambos países. De confirmarse esta situación, Chile podría tomar algo más de distancia con Bolivia, ya que detrás de todos estos movimientos está el abastecimiento de gas a Chile.

Conclusión: Si bien la elección presidencial en Perú permitió despejar la incógnita de la identidad del próximo presidente del país, hay otras cuestiones que siguen abiertas. A partir de la creciente presencia de Hugo Chávez en la campaña electoral, la elección adquirió un perfil regional, más allá de sus claras implicaciones locales. La gobernabilidad del Perú dependerá, por ello, no sólo de lo que pueda hacer el Gobierno y de las alianzas políticas y parlamentarias que Alan García y el APRA puedan establecer con otros partidos, sino también de la capacidad de la oposición humalista de convertirse en una verdadera alternativa de poder, lo que le exigirá centrar un poco de su discurso radical. La consolidación del Gobierno de García, posible en la medida que sus políticas en los departamentos del sur tengan éxito, será un contrapeso de consideración al expansionismo bolivariano.

Carlos Malamud

Investigador Principal de Área de América Latina, Real Instituto Elcano