Los medios de comunicación en la Cuba post Castro (ARI)

Los medios de comunicación en la Cuba post Castro (ARI)

Tema: Este ARI estudia los posibles escenarios para los medios de comunicación en Cuba en la era post Fidel Castro.


Resumen: En el contexto de la sucesión de poder que tiene lugar actualmente en Cuba, pueden dibujarse algunos escenarios para los medios de comunicación de la isla en una era post Fidel. La historia de los medios de comunicación en Cuba durante el período revolucionario, las experiencias de la URSS y los restantes países socialistas de Europa del Este, luego de la caída del Muro de Berlín, y las particulares circunstancias de China son algunos de los elementos a tener en cuenta.

Análisis: Desde que Fidel Castro cediera temporalmente el poder al vicepresidente y ministro de las Fuerzas Armadas, su hermano Raúl, los cubanos viven una etapa de conmoción político-social sin precedentes en los últimos 46 años. Aunque esa conmoción no se manifieste exactamente en celebración popular explícita, la noticia de la enfermedad de Fidel y la designación de sucesor, el 31 de julio de 2006, significa la llegada de un momento significativo en la historia de la isla. Ahora parece tangible el “principio del fin”, un término que desde los momentos posteriores a la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS ha sido utilizado demasiado ligeramente por los partidarios del final del gobierno socialista y la transición a la democracia.

En esta inesperada sucesión de poder, la figura de Fidel Castro continúa marcando el centro de la política nacional, pues su existencia aún determina en amplia medida la permanencia de lo que él es, representa y defiende. Sin embargo, en términos bastante reales, Fidel Castro ha desaparecido. No existe más la política a su estilo, con su presencia sempiterna en los medios de comunicación y en cada uno de los actos de la vida nacional. La misma forma ocultista con que se han tratado los detalles de su enfermedad lo ha hecho desaparecer de la cotidianidad del cubano común, un hecho insólito en más de cuatro décadas. Esta desaparición tuvo su cúspide el pasado 2 de diciembre, cuando no participó del acto por su pospuesto cumpleaños y donde apenas hubo referencias al homenajeado.

Más allá de los repetidos mensajes de que el Comandante sigue gobernando desde su cama de enfermo y las declaraciones de algunos dirigentes cubanos del seguro regreso, es evidente que Fidel ya no volverá a gobernar, aun cuando en un momento, por necesidad política, decidan devolverlo formalmente a su puesto. Por no existir, no existen siquiera los chistes sobre él, que durante 46 años han sido una de las más acuciantes manifestaciones del ingenio nacional. El mismo presidente en funciones, Raúl Castro, al ser interrogado sobre la actividad política de Fidel, en la Feria del Libro de La Habana en febrero, respondió que “No interfiere en nada, pero está al tanto de todo”.

¿Qué ha comenzado a suceder ya en Cuba y sobre todo qué sucederá ante la inminente desaparición del que ha sido gobernante del país por más de cuatro décadas, con un caudillismo carismático a prueba de bombas y un incuestionable éxito político nacional e internacional? Aunque el propósito de este análisis es presentar los posibles escenarios en el campo de los medios de comunicación en la era post Fidel –que no post Castro–, resulta preciso mencionar algunos elementos de la actual situación de Cuba como base del análisis de los medios de comunicación cubanos en el futuro.

Primeros pasos de una sucesión organizada
Luego de que Fidel relegara temporalmente el poder en su hermano-vicepresidente y otros seis hombres de confianza, podría decirse que la situación en Cuba no ha variado sustancialmente, a no ser por pequeños cambios simbólicos y premonitorios en la política y la economía. El país está en calma, funciona, no hay desorden público y la gente continúa a la espera. Nadie en Cuba salió a la calle a festejar y la autocensura ha llegado a límites inimaginables (ni siquiera se habla de la enfermedad de Fidel). Es evidente que Raúl Castro es perfectamente capaz de controlar el país en una etapa post Fidel, lo que el gobierno de EEUU necesita para evitar un éxodo masivo hacia sus costas. En gran medida, comprobar que Raúl Castro es una realidad permea el discurso de Washington y de la línea más dura del exilio cubano y determinará, en buena medida, los acontecimientos futuros.

La idea del paso de un liderazgo individual a uno más colectivo y colegiado ya había sido adelantada por Raúl Castro antes de la enfermedad de su hermano. El presidente interino insiste en ella con la misma fuerza con que recalca la continuidad de la línea socialista-fidelista, y no la ruptura, la irreversibilidad del socialismo cubano. Respondiendo a un estilo completamente distinto al de su antecesor, en ocho meses al frente del país, Raúl Castro apenas ha aparecido en los medios y no ha pronunciado largos discursos ni dado grandes entrevistas. No obstante, sí ha adoptado resoluciones importantes, más a tono con su estilo, como las destinadas a elevar la eficiencia económica, entre ellas la inviolabilidad de la jornada laboral. Raúl ha nombrado dos nuevos ministros. Uno de ellos, el de Informática y Comunicaciones, es una decisión simbólica e influirá en el destino de la comunicación en Cuba. Hasta ahora un tecnócrata había sido responsable del manejo de las comunicaciones y la política para Internet. A partir de ahora, el responsable es uno de los veteranos militares, antiguo ministro del Interior, reconocido como hombre de línea dura y apodado por el propio Raúl “cancerbero” de la Revolución. La designación del nuevo ministro es una declaración política y, si no era evidente, sus primeras declaraciones sobre Internet no dejan dudas sobre su línea de acción futura.

En el mes de febrero el gobierno retiró la acreditación a tres corresponsales extranjeros –y amenazó con expulsar a varios más–. Los corresponsales de la BBC, Chicago Tribune y El Universal de México fueron sancionados, aunque el gobierno no alegó ninguna queja profesional, sino sólo sobre sus enfoques de la realidad nacional. Igualmente hubo una nueva redada policial contra las antenas que permiten captar los satélites y acceder a la programación de la televisión internacional. Ninguna de estas medidas es mérito exclusivo de la nueva dirigencia cubana, sino parte de una rutina de represión en el acceso y control de la información sobre Cuba al exterior, que ha oscilado en los últimos años entre las oleadas de represión y la calma. No puede decirse que haya habido una sustancial variación en el estilo y la intensidad del control y la represión de los disidentes. Algunos presos políticos han sido liberados, mientras otros disidentes han sido encarcelados, aunque hay quienes aseguran que el control y la represión a los disidentes más conocidos ha aumentado.

Desde hace muchos años Raúl Castro, al frente del ejército, ha impuesto en muchas unidades militares un modelo de producción al estilo militar, relativamente efectivo, que bien podría ser extendido a lo civil. Su famosa frase sobre la necesidad de cosechar frijoles para evitar sacar los tanques a la calle lo ha canonizado como un líder pragmático, consciente de la necesidad de una economía mínimamente viable para mantener el control político.

En diciembre pasado, la visita de la mayor delegación de congresistas norteamericanos desde 1956 ha sido un hecho interpretado con suspicacia y optimismo a ambos lados del Estrecho de Florida. A pesar de no ser recibidos por Raúl Castro, esto no desacredita sus declaraciones de la disposición de Cuba a estar en una mesa de negociación con el gobierno norteamericano, siempre que se respete la soberanía nacional. Aunque básicamente esta declaración ha sido formulada por Fidel en otros momentos de la historia cubana y es clave del discurso de política exterior de Cuba, resulta significativo que un “hombre de pocas palabras” como Raúl, haya hecho esas declaraciones tan prematuramente y con tanta insistencia, lo que podría interpretarse como un adelanto del futuro diálogo con el enemigo histórico: EEUU.

 Los medios cubanos hoy
Para predecir escenarios sobre los medios de comunicación en el futuro en Cuba no puede obviarse ni la historia ni la situación actual del país. Todos los medios en Cuba son propiedad del Estado, quien ejerce control directo sobre ellos, no sólo dictando las líneas editoriales sino también para hacerlas cumplir, situando en los puestos de dirección a los cuadros políticos más confiables. El Partido Comunista de Cuba ha determinado en cada momento, desde 1959, los asuntos de interés a tratar, fiscalizando el menor intento de crítica y censurando concienzudamente cualquier tentativa de banalización o frivolidad de los medios audiovisuales. Los medios en Cuba son concebidos y utilizados como instrumento de trabajo ideológico del Partido, básicamente para la formación político-ideológica y la propaganda.

La comunicación con el público está organizada verticalmente, de manera autoritaria, con limitación de las fuentes de información a las instituciones estatales. Los periodistas reciben una formación altamente ideologizada –han sido considerados “trabajadores político-ideológicos”– y existe una amplia censura de cualquier información proveniente del exterior. Internet está prohibido para los ciudadanos y sólo alrededor de 150.000 profesionales, vinculados a importantes centros de investigación, universidades, periódicos, etc., pueden disfrutar de manera selectiva de la red (siempre bloqueadas las páginas de los periódicos de la oposición interna y externa). La única prensa extranjera que se leía en Cuba eran los periódicos y revistas de Europa del Este, especialmente soviéticos, que fueron suprimidos y altamente criticados a fines de los 80, en los momentos de la perestroika.

Hoy se lee clandestinamente la prensa que entra escondida en el equipaje de los pocos cubanos que viajan y sus amigos turistas de otros países. También se escucha la información de las emisoras norteamericanas y del exilio en Miami que transmiten para Cuba y que el gobierno no logra bloquear completamente, y a través de las antenas parabólicas, prohibidas, y cada cierto tiempo desmanteladas en redadas policiales, pero vueltas a reinstalar por los dueños, sobre todo en las grandes ciudades.

Escenarios para un primer momento de transición
El futuro de los medios en Cuba dependerá, en gran medida, de la evolución de la política nacional, su estabilidad y de la aceptación, reconocimiento y eficacia del gobierno, pero sería iluso imaginar a corto plazo su democratización real, rumbo a una genuina pluralidad ideológica. Es prácticamente imposible esperar, en un primer momento, un sistema de medios democrático, plural y diverso.

Si, como se vislumbra, Raúl Castro y la primera generación de líderes post Fidel opta por el modelo económico chino, adaptado a las circunstancias nacionales, con liberalización económica y fuerte control político, los medios probablemente también gozarán de un buen grado de libertad para su financiación, pero continuarán bajo el control de Partido Comunista.

A fecha de 1 de enero de 2007, en China había al menos 31 periodistas detenidos, según Reporteros sin Fronteras. El Departamento de Propaganda no deja de contraatacar cada artículo considerado contrario a la nueva ideología de la “sociedad armoniosa”, proclamada por Hu Jintao. Regularmente, los redactores jefe de los medios de comunicación reciben la lista de temas prohibidos. Las autoridades sancionan a las redacciones de los diarios que desde hace varios años están en la vanguardia del periodismo de investigación, con artículos considerados demasiado independientes. En 2006, Xinhua, la agencia de información oficial, se vanaglorió de ser la única que puede vender informaciones, fotografías y vídeo a los medios de comunicación chinos. La agencia oficial intenta así conservar el monopolio económico y político, al tiempo que acapara los dividendos de las informaciones económicas, cuya circulación anteriormente era gratis. Recientemente también han sido prohibidas las inversiones extranjeras en el terreno de la prensa y el ocio.

Adoptar un modelo calcado del existente actualmente en China resultaría muy difícil para un primer gobierno de transición en cinco décadas, presionado por la opinión pública internacional en asuntos como los derechos humanos y la libertad de expresión, en permanente conflicto ideológico con EEUU y el exilio cubano, un gobierno que difícilmente pueda ejercer una represión ideológica burda, fuerte y continuada.

Quizá el nuevo gobierno deba renunciar, en buena medida, al verticalismo, la ideologización y el funcionalismo extremos de los medios para asegurarse una buena aprobación internacional y a la vez marginalizar el problema. En tal caso, podría esperarse cierta relajación del control partidista, permitiendo una regulada zona de crítica de la economía, las decisiones políticas no trascendentales y las autoridades, consintiendo el periodismo de investigación y una mayor diversidad de opinión. En alguna medida, esta versión de la prensa es la que Raúl Castro ha dicho apoyar en algunos momentos, especialmente durante los años 80, en la etapa del proceso de rectificación de errores y apertura informativa. Obviamente, el concepto de apertura y crítica de Raúl Castro y las autoridades cubanas, aun en los momentos decisivos de la apertura informativa, se ha limitado a permitir la crítica fenoménica y circunstancial, sin tocar jamás, en ningún aspecto, la esencia del sistema y sin variar, en lo más mínimo, la estructura centralizada y partidista de los medios.

El modelo a la china, moderado en versión tropical, podría ser efectivo en un primer momento. Cuba sobrevive a medio siglo de hambre informativa. La mayoría de los ciudadanos jamás ha leído un periódico occidental, ni ha viajado, ni ha tenido acceso siquiera a la prensa del corazón. Viejos ejemplares de periódicos traídos en los viajes al extranjero, noticias sobre Cuba descargadas de Internet y circuladas en el pequeño mundo de los profesionales con acceso a la red y los grupos disidentes y el tráfico clandestino de revistas y libros del exilio, es la máxima apertura que han disfrutado los cubanos hasta ahora. Por eso, en un primer momento, las pequeñas cucharadas de información pueden saciar a una buena cantidad de los cubanos, ávidos de conocer el mundo. Una variante de crítica moderada y controlada, una prensa con menos noticias ideológicas y más información cultural, deportiva y social del resto del mundo, similar a la de la época de la apertura informativa de los años 80, serían aceptables para amplios sectores del país, un espejismo inicial de democracia y libertad de expresión. Como en el caso chino, habría un espacio para el discurso civil, pero su efectividad estaría reducida, en buena medida, por el modelo institucional, de dependencia económica y autoritarismo partidista.

Por su parte, los países socialistas de Europa del Este, tras la caída del Muro de Berlín y la irrupción de sus respectivas democracias, fueron testigos de una caótica liberalización: los medios fueron comprados mayoritariamente por inversores extranjeros y hoy subsiste un modelo de prensa esencialmente comercial, con amplia libertad de expresión. En el caso cubano, no debe desestimarse la adquisición de los medios y el surgimiento de nuevos periódicos financiados por el exilio cubano de Miami. Este exilio, económicamente próspero, nostálgico de Cuba, marcada y mayoritariamente de línea dura contra todo lo que signifique la Revolución cubana y los cincuenta últimos años de historia nacional, sería, casi inevitablemente, portador de un fuerte componente ideológico. Quizá corresponda al exilio de Miami financiar los primeros brotes de la prensa de los grupos de oposición internos de Cuba, que hasta hoy son apoyados, a pesar de diferencias y rivalidades entre ellos y con los cubanos de fuera, por el gobierno norteamericano y las colonias de cubanos en el extranjero. Medios que, cabe prever, podrían estar extremadamente ideologizados a favor de la nueva derecha cubana.

Una vertiente más moderada del exilio cubano, actualmente residente en Europa y América Latina y en menor medida en EEUU, podría ser portadora de una línea ideológica más contenida. Compuesto en general por cubanos menos resentidos y politizados que los emigrantes desposeídos en los años sesenta, con familiares de primera línea en Cuba, y una cercanía física y emocional menos marcada por el rencor, este grupo podría suponer cierta moderación ideológica. En la capacidad de este exilio, sin la prosperidad económica de los residentes en Miami, para encontrar patrocinio para nuevos medios, estaría la clave de una prensa de oposición más distante de los extremos ideológicos.

Si, por otro lado, en Cuba surgiera un nuevo líder de línea dura, carismático, que necesite los medios como pieza clave de su nuevo gobierno autoritario, al más puro estilo Vladimir Putin, Cuba copiaría una vez más de la experiencia rusa. La influencia soviética aún no ha desaparecido del todo de la isla: miles de graduados en la Unión Soviética, ocupando posiciones importantes en el país y hasta la nostalgia por los tiempos soviéticos, en que no había grandes carencias materiales, es evidente en algunos sectores profesionales.

En Rusia, la inmediata liberalización de los medios fue seguida por una reconstitución del poder estatal, con la presencia de antiguos dirigentes comunistas a la cabeza de algunos medios, la inversión directa del Estado en ellos, llegando a ser socio mayoritario de una parte significativa de la industria de la comunicación. La represión a la libertad de expresión, la persecución y los oscuros asesinatos de periodistas, especialmente de aquellos que denuncian al gobierno ruso por crímenes en Chechenia, son otras de sus características del actual modelo ruso. En el último informe de Reporteros sin Fronteras se denunciaba una vez más las concentraciones de medios, perjudiciales al pluralismo. Gazprom, conglomerado de gas extremadamente cercano al Kremlin (su principal accionista), ha comprado a través de su filial de “medios de comunicación” muchas cabeceras de diarios nacionales y regionales, y entre ellas la del diario Kommersant, considerado uno de los últimos baluartes de la prensa independiente. La empresa ha declarado su intención de comprar Komsomolskaya Pravda, el mayor diario del país (con 2,1 millones de lectores diarios).

La larga tradición de control autoritario a que han sido sometidos los periodistas cubanos puede ayudar a la viabilidad tanto del modelo ruso como del chino. En cualquiera de las variantes, la ausencia de una cultura profesional sólida e independiente, de organizaciones profesionales con influencia política, y prestigio, incapacita al sector profesional para jugar un papel más activo e influyente en los cambios sociales. Si bien es cierto que la ideología profesional de los periodistas cubanos está más cerca de la democrático-liberal que del modelo de prensa soviético, en Cuba perdura una vieja generación de periodistas, desconocedores y recelosos de la prensa occidental liberal, generalmente muy poco preparados para la independencia de opinión política, el uso de las tecnologías y la orientación de mercado de la industria de los medios. Esta generación, educada y fiel a los medios subsidiados, dirigidos y rigurosamente controlados por el Partido, podría ser reemplazada paulatinamente por las nuevas generaciones de profesionales graduados en Cuba, con una educación mucho menos ortodoxa y el regreso de algunos periodistas exiliados en EEUU, España o México, con una práctica social y profesional democrática y de mercado.

Cabe esperar que los medios existentes actualmente en Cuba se adecuen a las nuevas circunstancias de acuerdo con grupos o instituciones que asuman su control. El Partido Comunista mantendría el diario Granma, aunque quizá, como sucedió en Rusia con Pravda y en el resto de los países socialistas, devengan los medios de las formaciones políticas sucesoras del Partido Comunista y la izquierda, mientras otros diarios, como Juventud Rebelde o Trabajadores o los diarios regionales, asuman un modelo de centro o de izquierda menos oficialista y se conviertan en opciones moderadas de prensa seria, compartiendo audiencia con los innumerables y pequeños periódicos y revistas que nacerían inmediatamente se establezca esa posibilidad. Cabe prever que de ese boom inicial sólo sobrevivan unos pocos diarios y revistas, la mayoría de ellos con marcada tendencia comercial, no politizada.

Algunos de los actuales medios de la oposición cubana tanto dentro como fuera de Cuba podrían desaparecer tras una temporada, al desvanecerse la razón principal de su existencia. Sin embargo, muchas de las emisoras del sur de Florida que trasmiten únicamente para Cuba y la comunidad cubana exiliada, como las páginas web de la disidencia interna podrían mantenerse con sus tradicionales audiencias y aumentarlas, variando los contenidos pero respondiendo a las mismas líneas editoriales que ahora. Muchas de ellas ya poseen larga experiencia, una audiencia fiel y en muchos casos probablemente se conviertan en publicaciones de las mismas organizaciones políticas que hoy representan, luego de que estas se legalicen.

Tanto Radio como TV Martí, ambos del gobierno de EEUU, podrían continuar en el aire durante un tiempo, desempeñando un papel similar al actual, hasta tanto la estabilidad y el camino hacia la democracia estén más trillados. Igualmente, El Nuevo Herald con su fiel audiencia del sur de Florida mantendría el tema de Cuba entre sus contenidos más importantes.

Obviamente, todos estas variantes y modelos se superponen unos a otros, pudiendo complementarse. Sobra decir que en el amplio espectro de posibilidades mencionado y en otros escenarios no citados en este análisis, la variante nacional de medios en el momento de la transición y posteriormente estará ampliamente determinada por los acontecimientos políticos propios de Cuba y las circunstancias internacionales que acompañen ese momento.

Conclusiones: A pesar de que existen varios escenarios posibles para los medios de comunicación en Cuba en una etapa posterior a la muerte de Fidel Castro, resulta poco probable que el inicial modelo de comunicación y de medios responda a un esquema democrático, plural, moderado, diverso y altamente profesionalizado, y sea, por sí mismo, un actor de fuerza en la construcción de una etapa post Fidel. Podría augurarse más bien un sistema de medios que utilizado y financiado por cualquiera de las variantes políticas que se imponga, tienda a mantener su tradición autoritaria e instrumentalista, con marcada carga ideológica por un lado y el brote de una potente prensa comercial, ligera y rosa, desprovista de contenidos ideológicos, por el otro. En todo caso, un verdadero modelo libre –si de él podemos hablar– podrá surgir sólo tras el asentamiento en Cuba de una verdadera cultura de la democracia, la tolerancia y la diversidad.

Iris Cepero
Periodista