Tema
Las elecciones presidenciales de 2025 en Rumanía ponen de manifiesto la amplia transición del país hacia el populismo nacionalista y la desconfianza institucional, con repercusiones importantes para la estabilidad regional y la unidad de Europa.
Resumen
Los resultados incontestables de George Simion en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Rumanía ponen de manifiesto el auge del sentimiento antisistema tras la anulación de las elecciones en 2024. El país vive inmerso desde hace años en profundas divisiones políticas marcadas por el populismo nacionalista, la desconfianza hacia las instituciones y las injerencias extranjeras. A pesar de las inclinaciones de Rumanía favorables a la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la desilusión hacia los partidos generalistas ha impulsado el ascenso de la extrema derecha. La política exterior se ha convertido en un ámbito contencioso en un contexto de influencias tanto rusas como estadounidenses. El resultado no influirá únicamente en el gobierno de Rumanía y en la estabilidad regional, sino también en la cohesión oriental de la UE, en particular en Polonia y en Moldavia, ya que la retórica del populismo nacionalista gana terreno en Europa en un momento de incertidumbre geopolítica y fragilidad democrática.
Análisis
La primera vuelta de las elecciones presidenciales de Rumanía tuvo lugar el domingo 4 de mayo de 2025 y los resultados marcaron todo un hito para el panorama político del país. George Simion, líder del partido de extrema derecha Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), se alzó vencedor con un 40,69% de los votos. Los sólidos resultados de George Simion en la primera vuelta de las presidenciales rumanas fueron una sorpresa para muchos observadores, pero, en realidad, era un desenlace previsible tras la turbulencia política generada por la anulación de las elecciones de noviembre de 2024 y los profundos problemas estructurales que aquejan al país.
La controversia y los debates en torno a la decisión del Tribunal Constitucional de anular la votación anterior por injerencias externas e irregularidades electorales minaron la confianza pública en las instituciones democráticas. Esa circunstancia, unida al descontento generalizado por el estancamiento económico y la desconexión percibida entre las élites políticas y el ciudadano de a pie, generó un caldo de cultivo para la retórica antisistema. El mensaje populista y nacionalista de Simion se benefició de ese entorno y caló en los votantes que se consideran al margen de la trayectoria seguida por Rumanía tras la adhesión a la UE y que se muestran cada vez más escépticos hacia los partidos tradicionales y los lazos con Occidente.
1. La anulación de las elecciones en 2024 y sus repercusiones
Las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 se convirtieron en el punto álgido de esas tensiones cuando, en una decisión sin precedentes, el Tribunal Constitucional de Rumanía anuló los resultados electores en el marco de graves acusaciones de injerencia extranjera. Esta decisión no sólo desencadenó una crisis política, sino que puso de relieve la vulnerabilidad de hasta los Estados firmemente proeuropeos ante la manipulación externa y la fragmentación interna.
En lo que debería haber sido la primera vuelta de las votaciones el 24 de noviembre, un candidato ultranacionalista relativamente desconocido, Călin Georgescu, se puso en cabeza con un 23% aproximado de los votos. Su auge repentino vino acompañado de informes de inteligencia que apuntaban a una campaña coordinada de desinformación en la red. Las implicaciones fueron tan graves como para que, apenas dos días antes de la fecha prevista para la segunda vuelta, el Tribunal Constitucional interviniese para invalidar los resultados electorales.
Georgescu, figura de la extrema derecha con inclinaciones prorrusas, negó las acusaciones de juego sucio y el Kremlin hizo lo propio. Sin embargo, se le prohibió volver a presentarse a las elecciones. La anulación provocó protestas masivas, sobre todo de unos partidarios de Georgescu que en la decisión del tribunal veían un varapalo a la legitimidad democrática. La controversia también tuvo su eco a nivel internacional y personajes de la talla de Elon Musk y el senador estadounidense J. D. Vance se unieron a las autoridades rusas para condenar la decisión judicial y tildarla de “golpe” contra la voluntad popular.
Tras la invalidación de las elecciones presidenciales, la clase política rumana se apresuró a contener la crisis y restablecer la sensación de estabilidad. Para intentar evitar un nuevo avance de la extrema derecha, los pesos pesados tradicionales de Rumanía –los socialdemócratas (PSD), los liberales nacionales (PNL) y la UDMR de etnia húngara– conformaron una gran coalición. Estos rivales de siempre aunaron fuerzas en el marco de una nueva alianza electoral llamada “Adelante Rumanía” y llegaron a un acuerdo para ofrecer su apoyo a un único candidato presidencial: Crin Antonescu, expresidente del Senado y veterano de las filas del PNL. La decisión fue una solución de compromiso de carácter estratégico. Para el PSD, supuso digerir una realidad amarga: era la primera vez desde la caída del comunismo que el partido no conseguía pasar a la segunda vuelta de las presidenciales y, además, tenía que renunciar a presentar un candidato propio.
Mientras el centro político cerraba filas, la extrema derecha siguió ganando mucho terreno. En las elecciones al Parlamento del 1 de diciembre de 2024, tres partidos ultranacionalistas y de extrema derecha –la AUR, liderada por George Simion y respaldada por Georgescu; S.O.S. Rumanía; y el Partido de los Jóvenes– se hicieron con alrededor del 35% de los escaños.
Entretanto, el movimiento proeuropeo y anti-establishment Unión Salvar Rumanía (USR) apenas obtuvo un 12% de los escaños, una caída considerable desde casi el 15% conseguido en las elecciones de 2020. Los partidos generalistas también sufrieron retrocesos importantes: los socialdemócratas (PSD) se hicieron con el 22,5% de los votos –6,4 puntos porcentuales menos que en 2020–, mientras que los nacionales liberales (PNL) cayeron hasta el 13,6%, en lo que supuso un descalabro de 11,6 puntos porcentuales. Los resultados dejaron patente una erosión más acusada de la confianza depositada en los partidos tradicionales, puesto que los votantes se decantaron en mayor medida por las alternativas populistas y nacionalistas.
Con las tensiones a flor de piel y ante la reconfiguración del mapa político, todo apuntaba a una revancha por todo lo alto en las elecciones presidenciales. En respuesta a la preocupación cada vez mayor frente a las injerencias extranjeras, el gobierno rumano introdujo una normativa electoral más estricta destinada a poner coto a las influencias malintencionadas. Aun así, a pesar de estas intervenciones, la anulación de las elecciones de 2024 dejó profundamente polarizada a la sociedad rumana. Las grandes manifestaciones en las calles y el escepticismo generalizado hacia las instituciones judiciales y políticas han dejado entrever una nación que lucha contra la desconfianza en todos los frentes.
Las autoridades rumanas decidieron recientemente cerrar todos los colegios electorales en el extranjero a las nueve de la tarde hora de Bucarest, haciendo coincidir ese cierre con el del horario de votación en Rumanía. El cambio, presentado como medida para proteger la integridad electoral y evitar la desinformación de última hora, garantiza también que los sondeos a pie de urna no se publicarán hasta que se hayan depositado todos los votos. Se trata de una reacción a lo ocurrido en las elecciones anuladas de 2024, cuando las primeras proyecciones influyeron en los votantes del extranjero y contribuyeron a brindar un resultado sorprendente en los comicios. Hay quien ha criticado que la nueva norma limita la influencia de la diáspora –por lo general, más reformista y anti-establishment–, de modo que se estaría favoreciendo a los candidatos generalistas y preservando el statu quo político.
2. Fuerzas profundas que entran en juego en la votación
Fueron 11 los candidatos clasificados para la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Rumanía el 4 de mayo de 2025 y, desde el mes de abril, hubo cuatro que se perfilaron como favoritos: por orden alfabético, Crin Antonescu, Nicușor Dan, Victor Ponta y George Simion. Por su parte, George Simion y Nicușor Dan pasaron a la segunda vuelta, fijada para el 18 de mayo. Antes de la votación, los sondeos arrojaron resultados muy dispares y, en la propia jornada electoral, los encuestadores a pie de urna comentaron que un número considerable de votantes se negó a declarar su voto. Todo ello contribuyó a crear un desfase entre los cálculos preelectorales (que, por ejemplo, daban a George Simion en torno al 30% de los votos) y el resultado final (obtuvo más del 40%). En cualquier caso, los patrones constantes observados en encuestas, sondeos y barómetros sociales anteriores siguen siendo relevantes y continúan determinando la dinámica electoral general.
2.1. Las raíces del nacionalismo anti-establishment
Una de las tendencias más evidentes del panorama político actual en Rumanía es la aparición entre el electorado de un sentimiento de rechazo al sistema tradicional. No es algo nuevo ni algo imprevisto en un país que sigue lidiando con el legado de su pasado autoritario. Hasta 1990, Rumanía sufrió bajo un régimen comunista excepcionalmente represivo, liderado por Nicolae Ceaușescu, que no se limitó a aislarse de Occidente, sino también del resto del bloque del este. El sistema impuesto por Ceaușescu se nutría del miedo y la desconfianza, mientras que la policía secreta de la Securitate avivaba incluso las sospechas entre vecinos. La corrupción y el clientelismo arraigaron con fuerza y, con una economía que se desmoronaba, la supervivencia dependía con frecuencia de redes informales y conexiones personales. Estas experiencias han dejado en el país cicatrices institucionales y sociales perdurables. El pueblo rumano sigue transitando la complicada senda de la construcción de instituciones democráticas y la cultura de la transparencia, con dificultades exacerbadas por la desconfianza pertinaz y la ausencia de una tradición democrática compartida y estable.
En Rumanía es esencial contar con un debate político funcional para el proceso de construcción democrática, pero ese sigue siendo uno de los aspectos menos desarrollados del sistema político del país. Los partidos políticos rumanos, financiados en gran medida por el Estado tanto para su funcionamiento como para las campañas, han tenido escasos motivos para crear conexiones genuinas con el electorado. En su lugar, se han destinado recursos considerables a la creación de relatos mediáticos –comprando tiempo de emisión y estrechando lazos con periodistas y comentaristas simpatizantes– hasta ampliar la brecha entre las élites políticas y el gran público. Al mismo tiempo, la sociedad civil sigue en sus primeras fases de desarrollo y existen pocas fundaciones políticas o grupos de reflexión que sean independientes.
La percepción generalizada de corrupción y amiguismo ha hecho que muchos rumanos no vean mucha diferencia entre las élites políticas actuales y los antiguos dirigentes comunistas. Esta desilusión ha servido de fuelle a los movimientos populistas contrarios a lo establecido que prometen –aunque rara vez lo cumplen– la sociedad próspera y basada en los méritos personales que muchos ansiaban ver tras la revolución de 1989.
La primera oleada populista en Rumanía tras el comunismo, encabezada por el Partido de la Gran Rumanía (nacionalistas), siguió apoyando la integración en la UE y en la OTAN. Una corriente más duradera fue la que emergió con Traian Băsescu, quien obtuvo la presidencia en 2004 al presentarse como un outsider anticorrupción que luchaba contra las élites políticas corruptas. En 2012, en un clima de penuria económica, el partido populista PPDD obtuvo escaños pese a no contar con una ideología clara más allá del antielitismo. Ya en 2016, el populismo dio un giro reformista y proeuropeo con el auge de la USR, partido que, desde entonces, ha conseguido un éxito electoral constante. En fechas más recientes, se ha ido imponiendo una corriente nacionalista radical con partidos como AUR, SOS y POT –aupados por el descontento posterior a la época del COVID-19– que, en su conjunto, han obtenido más del 30% de los votos en las elecciones nacionales (diciembre de 2024) y europeas (junio de 2024), así como más del 40% en las últimas elecciones presidenciales.
2.2. Auge del extremismo, pero ¿en qué términos?
Aunque Călin Georgescu, el candidato principal de la extrema derecha en las elecciones anteriores tenía prohibido presentarse, dejó patente su apoyo a George Simion al aparecer junto a él en las urnas el día de la votación, en lo que fue un espaldarazo tácito a la agenda populista nacionalista de la AUR. Otros candidatos también lanzaron mensajes parecidos, entre ellos el primer ministro Victor Ponta, quien hizo campaña con una propuesta nacionalista de izquierdas dirigida a una base distinta de votantes. En vez de disiparse, esta corriente de extremismo político no hace más que afianzarse, moldeada tanto por la dinámica local como por la influencia de la retórica, la estrategia y el tirón populista al estilo Trump.
En Rumanía, la extrema derecha se apoya en una coalición diversa de gente frustrada con el discurrir político del país en las últimas décadas: votantes jóvenes, población rural o de pequeñas localidades y algunos segmentos de la clase trabajadora de la diáspora rumana. A pesar de las expectativas, George Simion –al igual que Georgescu antes que él– cuenta con un fuerte respaldo entre los hombres de 18 a 35 años de edad, sobre todo entre los descontentos con la política tradicional que se sienten atraídos por el tono patriótico y rebelde de la AUR. Simion también goza de predicamento en regiones rurales como Moldavia Occidental y Valaquia, bastiones tradicionales del PSD, azotados ahora por la pobreza y la migración, en los que su mensaje populista encuentra un terreno abonado.
George Simion se ha granjeado un fuerte apoyo entre los integrantes de la diáspora rumana de la Europa Occidental, en especial entre los emigrantes más jóvenes de clase trabajadora en países como Italia, España y el Reino Unido. Desilusionados con partidos centristas como la USR que no han conseguido llevar a cabo reformas de amplio calado, muchos exvotantes reformistas se decantan ahora por la AUR. El mensaje nacionalista y las promesas de Simion de ayudar a quienes regresen ha calado muy hondo, sobre todo porque la AUR ha conseguido movilizar el apoyo de la diáspora rumana a través de campañas específicas en redes sociales. En cambio, el estilo tecnocrático de la USR y su desconexión percibida con las vicisitudes del día a día han provocado que decaiga su influencia en el extranjero.
Simion atrae con fuerza a conservadores sociales y votantes religiosos; pese a que otros de los candidatos son ortodoxos, su retórica ligada a lo eclesiástico de hacer hincapié en las tradiciones y los valores familiares le da cierta ventaja entre la población más devota, a excepción de quienes siguen mostrando lealtad a la vieja guardia del PSD. El apoyo central de Simion suele proceder de la población con menos ingresos y menor formación académica, aunque incluye también a ultranacionalistas con estudios y simpatizantes antivacunas. Durante la pandemia y la guerra de Ucrania, los relatos favorables al Kremlin ganaron terreno en algunos segmentos de sus bases, lo que dio pie a especulaciones de que –junto a Georgescu– contaba con el respaldo de Moscú. Simion ha adoptado también el estilo de Trump en sus mensajes, sobre todo en lo tocante a la religión y temas anti-LGBT, reforzando así su imagen de mayor partidario trumpista del panorama rumano.
El ex primer ministro Victor Ponta, otro destacado nacionalista anti-establishment, atrajo a un electorado híbrido y obtuvo apoyos tanto de las bases tradicionales del PSD como de votantes nacionalistas. Situándose como una alternativa más refinada y pragmática, optó por consignas como Make Romania Great Again y propuso una versión más laxa de la corriente populista nacionalista. Tras la inhabilitación de Georgescu, algunos votantes prorrusos y de extrema derecha se decantaron en un primer momento por Ponta, pero ahora parece que será Simion quien recabará una gran parte de esos apoyos.
Otro grupo influyente que nutre a la corriente nacionalista-populista es la llamada “izquierda patriótica”, votantes conservadores desde el punto de vista social que idealizan ciertos aspectos de la época comunista y abogan por un mayor protagonismo del Estado en la economía, pero sin alinearse del todo con la ideología de la extrema derecha. Suelen idealizar la supuesta estabilidad del pasado –empleo garantizado, vivienda asequible y autosuficiencia nacional–, pero pasan por alto las realidades autoritarias del control centralizado y el aislamiento económico forzoso. En el clima actual de incertidumbre económica, vuelve a aflorar ese tipo de nostalgia. En un sondeo reciente de INSCOOP, más del 56% de las personas encuestadas se mostraron a favor de la creación de más empresas de titularidad pública, mientras que sólo el 38,7% confiaba en que las empresas privadas lograrían impulsar el crecimiento, sentimientos que los nacionalistas populistas se apresuraron a aprovechar.
Rumanía se enfrenta a unas perspectivas económicas sombrías –posible inflación, estancamiento salarial e incertidumbre vigente–, por lo que el nacionalismo económico seguirá siendo un tema preponderante en el panorama político. El giro visible de la política estadounidense hacia la protección de la industria nacional y la reubicación de las cadenas de suministro, ya observado desde 2016 tanto con Donald Trump como con Joe Biden, ha servido de modelo y justificación a los políticos rumanos para propugnar medidas similares. Las peticiones de mayor control estatal, apoyo a la industria local y restricciones a la propiedad en manos extranjeras han cobrado impulso a raíz del aumento de la frustración pública y la nostalgia por la supuesta estabilidad económica de décadas anteriores. Ocupe quien ocupe la presidencia, no parece probable que esta corriente de nacionalismo económico vaya a desaparecer. Resulta de especial importancia porque cabe esperar que las cuestiones de política exterior acaparen la atención en los días previos a la segunda vuelta del 18 de mayo.
3. Presión y bruma desde el extranjero: la difusa pugna en torno a la política exterior de Rumanía
Hasta fechas recientes, la presencia de la política exterior en las campañas electorales rumanas era nimia, con un amplio consenso entre los principales partidos a favor de la OTAN, la UE y las inclinaciones prooccidentales del país. El discurso político giraba casi en su totalidad en torno a temas internos como la corrupción, el desarrollo económico y el bienestar social. En cambio, el auge de los movimientos soberanistas en 2024 cambió la narrativa. Algunos de los candidatos han empezado a cuestionar la integración de Rumanía en las alianzas occidentales y han abogado por una mayor “independencia” o incluso por la “neutralidad”. Esa circunstancia no implica un rechazo a la OTAN o la UE, si bien pone de manifiesto la aparición de un debate más complejo y controvertido sobre la política exterior.
3.1. Influencias extranjeras en las elecciones de Rumanía
En el debate emergente sobre la política exterior en Rumanía influye cada vez con más fuerza la preocupación por las injerencias extranjeras –tanto rusas como estadounidenses–, aspecto que acabó resultando decisivo para la anulación de las elecciones presidenciales de 2024. Se ha prestado una atención considerable a las campañas de desinformación rusas dirigidas a sembrar desconfianza en las instituciones democráticas y promover a candidatos extremistas, pero el escrutinio ha sido mucho menor en el caso de la influencia —y en ocasiones, injerencia— de Estados Unidos (EEUU). Tras la anulación de las elecciones de diciembre de 2024, importantes figuras estadounidenses (sobre todo partidarios de Donald Trump), incluido el vicepresidente J. D. Vance, se hicieron eco de los relatos que presentaban esa decisión como un “golpe de Occidente”.
Las tensiones se avivaron aún más ante el peso cada vez más constatable de la embajada estadounidense en los asuntos internos, algo interpretado por muchos como una extralimitación. Esas preocupaciones llegaron a su punto culminante cuando, en vísperas de las elecciones, el gobierno estadounidense anunció de improviso la exclusión de Rumanía del programa de exención de visados, un objetivo histórico de la diplomacia rumana. La decisión, adoptada tan sólo 24 horas antes de la votación, se consideró en gran medida un desaire diplomático y un fracaso de la política tradicional rumana a la hora de mantener una relación estable y productiva con Washington. En su conjunto, todos estos acontecimientos han impulsado la idea –enarbolada por los candidatos nacionalistas-populistas– de que Rumanía debe contar con una política exterior más asertiva. El aparente respaldo del gobierno estadounidense a los relatos del estilo del Kremlin ha trastocado el discurso político interno en Rumanía hasta difuminar la distinción otrora meridiana entre las posiciones “prooccidentales” y “antioccidentales”.
A pesar de que la retórica populista nacionalista se diseñó para reducir el sentimiento favorable a la UE en la opinión pública, los rumanos siguen siendo uno de los pueblos más proeuropeos y pro-OTAN de toda la UE. Los datos del Eurobarómetro y las encuestas nacionales dejan patente una y otra vez esa tendencia. Un sondeo de INSCOP de diciembre de 2024 mostró que el 88,1% de los rumanos se opone a abandonar la UE, con un porcentaje similar contrario a la salida de la OTAN. La confianza en la OTAN se sitúa casi en el 70%, mientras que en el caso de la UE es del 66,8%, porcentajes notablemente superiores a los de hace años. El recelo hacia Rusia también es un fenómeno generalizado: tan sólo un 5,9% de las personas encuestadas afirmaron confiar en Rusia, en lo que supone una caída drástica desde el 18% de enero de 2022. Entretanto, la confianza en EEUU subió al 59,1% desde el 50% de principios de 2022 y más del 80% de los encuestados consideraron que tanto EEUU como la UE ejercían una influencia positiva en Rumanía. Un sondeo de marzo de 2025 de INSCOP confirmó esas actitudes y siguió mostrando un fuerte respaldo público a las alianzas occidentales de Rumanía.
3.2. Más voz allende las fronteras
La arraigada orientación euroatlántica de Rumanía implica que las inquietudes en materia de seguridad presentan una estrecha interconexión con la identidad nacional y las lealtades políticas. Conscientes de esa dinámica, las iniciativas rusas para influir –sobre todo en las elecciones de 2024– evitaron de manera deliberada la promoción de relatos abiertamente prorrusos o narrativas explícitamente antioccidentales, a sabiendas de que esos mensajes no calarían en un gran público que sigue siendo muy favorable a la UE y la OTAN, con una firme adhesión a la alianza transatlántica confirmada una y otra vez por los sondeos.
A pesar de su retórica nacionalista, incluso George Simion ha reconocido esta realidad. En un mensaje grabado al término de la jornada electoral del 4 de mayo, afirmó de manera explícita que él no es ni anti-OTAN ni anti-UE, una declaración nacida probablemente de la constatación de que cualquier insinuación en ese sentido le restaría votos. Para la mayoría de los rumanos, la amenaza que plantea Rusia sigue siendo la principal preocupación y cualquier figura política que se perciba como simpatizante de Moscú se arriesga a distanciarse de la mayor parte del electorado.
En vez de transmitir mensajes abiertamente prorrusos, el Kremlin se ha centrado en amplificar los relatos soberanistas contrarios al establishment que minan la confianza en unas instituciones rumanas ya de por sí debilitadas. Esas narrativas consisten en exacerbar los agravios socioeconómicos, atacar las políticas de la UE, difundir desinformación antivacunas y culpar a las élites políticas de haber gestionado mal la crisis provocada por el coronavirus. Rusia también ha explotado el descontento de la población rumana por la gestión de las autoridades de la respuesta a la guerra en Ucrania, aprovechando las deficiencias de las comunicaciones públicas para impulsar el argumento de que el conflicto se ha exagerado o bien de que Rumanía sigue a ciegas los dictados de Occidente. El objetivo no es poner a los rumanos directamente en contra de Occidente, sino ahondar en el descontento hacia los dirigentes nacionales y reforzar la idea de que las élites políticas no representan al pueblo, una creencia reflejada en la baja confianza constante en las instituciones nacionales frente a las de la UE.
3.3. La política exterior en el punto de mira durante la campaña
A medida que se intensifican los debates sobre Ucrania, la seguridad europea y el futuro de la alianza transatlántica, los votantes rumanos muestran un mayor interés en una política exterior que ha dejado de ser coto exclusivo de diplomáticos para convertirse en una cuestión con prominencia en las campañas y en el discurso público. De cara a las elecciones anuladas de diciembre de 2024, los candidatos soberanistas defendieron optar por una postura más nacionalista en el seno de la UE y criticaron la supuesta obediencia de Rumanía a Bruselas, si bien las críticas a la OTAN fueron mínimas.
George Simion continúa abogando por una política exterior “soberanista”, advirtiendo sobre la posibilidad de que Rumanía acabe viéndose “arrastrada” a participar en conflictos extranjeros como la guerra en Ucrania. Su consonancia con los movimientos nacionalistas de Europa central y del este quedó patente por la presencia del polaco Jarosław Kaczyński en el lanzamiento de su campaña. Por su parte, Nicușor Dan reafirma el compromiso de Rumanía con la OTAN y la UE, y propone aumentar el gasto en defensa y convertir la base aérea de Kogălniceanu en un enclave importante para la OTAN. No obstante, se trata de un tecnócrata con escasa exposición internacional que se apoya en las líneas argumentales cautelosas planteadas por antiguos asesores del sistema político tradicional, por lo que sus respuestas suelen ser estándar y no demuestran que posea un conocimiento en profundidad de la política exterior. En cambio, Simion ha hecho suya la línea difusa y cercana al Kremlin de Georgescu que saca partido de la ambigüedad. Ahí queda en evidencia el razonamiento que subyace al apoyo del Kremlin a sus posiciones. Para Rusia, la falta de claridad estratégica en Rumanía resulta favorable para su objetivo más amplio de socavar la unidad de la UE y debilitar la cohesión de Occidente.
4. Más allá de las fronteras: la influencia de las elecciones rumanas en la región
Con independencia del candidato que se acabe erigiendo vencedor, la consecuencia más inmediata de las elecciones presidenciales de Rumanía en 2025 será el afloramiento de la inestabilidad política. La exigua mayoría de la coalición generalista en el Parlamento y la negativa declarada de George Simion y Nicușor Dan de colaborar con el gobierno actual aumentan la probabilidad de verse abocados a unas elecciones anticipadas. En ese caso, Rumanía volvería a sumirse en una nueva ronda de campañas políticas e incertidumbre institucional que agravaría las perspectivas económicas ya endebles del país.
Esa inestabilidad llega en un momento crucial, ahora que la guerra en Ucrania se adentra en una fase decisiva. Pese a que ninguno de los candidatos respalda públicamente las posiciones prorrusas –a sabiendas de que esa postura tendría un coste político–, el hecho de que fomenten la agitación política mediante elecciones anticipadas beneficia indirectamente a los intereses de Rusia. Los vacíos de liderazgo, los retrasos en las políticas y el deterioro del enfoque ejecutivo reducirían la capacidad de Rumanía a la hora de apoyar a Ucrania, coordinarse con la OTAN y hacer una aportación significativa a la seguridad de la región. A nivel interno, esa alteración serviría para paralizar las necesarias reformas económicas, prolongar la incertidumbre y dañar aún más la confianza de los inversores.
Aparte de sus implicaciones a nivel nacional, el resultado de las elecciones en Rumanía transmite un mensaje potente a lo largo y ancho de Europa. Una expansión firme de las fuerzas populistas nacionalistas actuaría de acicate para movimientos similares de otros países de la UE, además de contribuir a ampliar la sensación de volatilidad en todo el flanco oriental. En un momento en el que la unidad de Occidente resulta esencial, las turbulencias internas en Rumanía amenazan con debilitar la capacidad de resistencia de la línea de contención UE-OTAN y con desbaratar los esfuerzos colectivos para contrarrestar la influencia rusa en la región.
Los resultados de las elecciones presidenciales de 2025 en Rumanía tendrán un eco especial en Polonia y Moldavia, dos países con políticas internas y orientaciones estratégicas muy vinculadas al orden europeo más general. Cuando Polonia se adentre en su propia campaña presidencial, un cambio en Rumanía hacia políticas populistas nacionalistas podría envalentonar a fuerzas similares polacas, sobre todo a las que abogan por una mayor soberanía nacional y cuestionan la autoridad de la UE.
La posible victoria de George Simion –que emplea una retórica contraria al establishment, al tiempo que afirma apoyar a OTAN y UE– coincide con los mensajes de la derecha en Polonia, en especial de determinadas facciones del partido Ley y Justicia (PiS). Su ascenso podría dar alas a los políticos polacos que se presentan a sí mismos como defensores de los intereses nacionales contra Bruselas, reforzando así el escepticismo hacia la UE incluso en círculos tradicionalmente favorables a la OTAN.
Sin embargo, la repercusión podría ser mucho más dramática en Moldavia. El panorama político de Moldavia es bastante más frágil y la trayectoria del país hacia la adhesión a la UE ha sido aún más precaria. Durante años, Rumanía ha servido de principal aliado estratégico de Moldavia; no a través de declaraciones explícitas, sino mediante el apoyo constante a la cooperación en materia de seguridad, la resiliencia energética y el respaldo diplomático en foros de la UE. Bucarest ha facilitado de manera discreta la coordinación en defensa y las ayudas económicas, sobre todo ante las amenazas híbridas de Rusia y sus campañas de desinformación. Los líderes prooccidentales de Moldavia han confiado en gran medida en esta alianza como fuente de estabilidad, tanto simbólicamente como en la práctica.
Un cambio en el tono de Bucarest –aunque se limitase a criticar a la UE– podría hacer mucha mella en los líderes proeuropeos de Moldavia, sobre todo de cara a sus próximas elecciones. Las fuerzas prooccidentales de Chisináu ya se encuentran bajo presión por las dificultades económicas y la creciente frustración pública por la lentitud de las reformas. Percibir que Rumanía, considerado desde hace tiempo como el principal aliado y valedor de Moldavia para su integración en la UE, da pasos hacia atrás o se decanta por la ambivalencia asestaría un duro golpe psicológico y estratégico al acercamiento moldavo a Occidente. A diferencia de lo que ocurre en Rumanía, los partidos prorrusos operan en Moldavia a cara descubierta, con la financiación y el respaldo de los medios de comunicación vinculados al Kremlin. Cualquier atisbo de retórica nacionalista o euroescéptica por parte del próximo presidente rumano alentaría a esas facciones e intensificaría la polarización.
Conclusiones
Las elecciones de Rumanía representan algo más que una decisión nacional, puesto que transmiten un mensaje a nivel regional que podría reforzar o debilitar las frágiles democracias de Europa del este. El resultado final no moldeará únicamente la senda seguida por Rumanía, sino que afectará también a los países colindantes, a la unidad de la UE y a la solidez del flanco oriental de la OTAN. En un momento que exige estabilidad, liderazgo y coordinación estratégica, la prolongación de la incertidumbre política en Bucarest correría el riesgo de convertirse en un eslabón débil en las defensas de Occidente. No obstante, esta circunstancia se produce en un momento en el que la propia Occidente atraviesa un periodo de reestructuración y recalibración internas.